
17. I come to you in pieces.
¡Hola mis bonitos lectores! Esto pasa cuando me dan mucha cuerda con alguna trama, se me sube el hype y termino haciendo spam, perdón, pero quería mucho escribir este capítulo. Como dije, hoy se lo dedico a las personitas que me lo pidieron, o sea: Gule_Gardiner292, -Casata_ y RBCC06, va con mucho amor para ustedes. Recuerden que este fic toca temas fuertes (se advierte desde el prologo), han sido transversales a lo largo de toda la trama, especialmente el consentimiento, pero siento que el tema surge con aún más fuerza acá, para que lo consideren.
¡Espero que les guste!
—¿Qué crees que sea? —Ash trazó finos círculos sobre el vientre de Eiji, se encontraban recostados en la cama, apartados de la realidad en un refugio tan frágil como un barquito de papel—. ¿Un niño o una niña? —El omega sonrió, deleitándose por los mimos, aún bajo la ternura que el algodón le ofrecía, era capaz de reconocer la aspereza de esas yemas, eran trazos juguetones e infantiles por encima de su piel, le hicieron cosquillas.
—No lo sé. —Aslan se inclinó con timidez, atrayéndolo hacia su pecho, sus caricias se intensificaron, él presionó el botón de la camiseta antes de colarse bajo los bordes de la franela, cálido, muy cálido. Aunque el omega estaba vistiendo la parte superior de su pijama, la prenda le sentaba de maravillas, le encantaba—. Es demasiado pequeño para saberlo, escuchaste al doctor.
—Tu pancita todavía está plana. —Él detuvo sus mimos para acomodar su palma justo en el vientre de su pareja, las sábanas se deslizaron desde su torso desnudo hasta su cadera, la habitación yacía bañada por una tenue luz mañanera, hacía frío—. Me pregunto cuánto crecerá.
—Todavía no se siente real ¿sabes? —Pero ninguno tenía frío en los brazos del otro, a pesar de estar compartiendo un conjunto de pijama entre los dos, esas cuatro letras no significaban nada—. Me gustaría que se pareciera a ti. —Que Eiji dejase escapar el pensamiento le aceleró el corazón. Era un hombre afortunado, desde que le contó sobre el embarazo ha estado en las nubes.
Un bebé.
Su bebé.
Un bebé entre Eiji y él.
—¿A mí?
—Sí, me gustaría que fuese igual que su padre. —Aslan le presionó un beso contra la frente, esos mechones entintados se alzaron hacia sus labios, haciéndole cosquillas debajo del mentón, él era un desastre—. Exceptuando el mal carácter, por supuesto.
—Me encantaría que se asemejara a ti. —Musitó—. Pero sin ese horrible gusto por el natto. —El puchero que su pareja le obsequió fue absolutamente adorable, era tan sencillo para Eiji derretirle el corazón. Antes de que se proclamase victorioso en este combate...
—¿Sí? Pues he tenido puros antojos de natto, así que le encantará. —Ese infame omega lo venció. Ash le delineó la cintura con lentitud, se tomó su tiempo para memorizar cada curva como sagrada, era delicada pero mortificantemente tentadora, todavía tenía músculos de deportista marcada, era bronceada, salpicada por algunos lunares que forjaban una tenue constelación de estrellas.
—Eiji... —Él quería quedarse acá, congelado en esta escena por el resto de la eternidad, plantando girasoles para que purificasen el veneno que sangraba su alma, igual que en Hiroshima—. ¿Cuándo crees que pasó?
—¿Eh? —El japonés parpadeó, confundido—. ¿A qué te refieres?
—Ya sabes... —Las orejas le quemaron—. ¿Cuándo crees que lo concebimos? —Sus piernas se entrelazaron bajo las sábanas, algunas de sus prendas pendieron hacia la alfombra, porque Eiji había forjado un nido para refugiarlos a los dos en la cama. ¿Dos? No, ahora eran tres. Un bebé, un bebé entre ellos dos. Dios, estaba tan feliz que temió morir ahí mismo.
—Creo que fue durante la primera vez que nos acostamos. —Nunca usaron condón, era obvio que tendrían un embarazo. Aslan se levantó de la cama, acomodándose arriba del omega, utilizando la almohada para anclar sus palmas y atraparlo debajo.
—¿Cuándo me estabas seduciendo con esas yukatas? —Eiji bufó, sin inmutarse, alzando sus brazos para rodearle el cuello, jugueteando con la punta de sus cabellos con dulzura, enviando espasmos de pura electricidad hacia su columna vertebral.
—Es lo que acostumbro a vestir, no lo usé para seducirte. —El alfa se inclinó, rozando la punta de sus narices, la del moreno estaba cálida, se hallaba tenuemente salpicada por un rubor. Se preguntó si su hijo tendría la fortuna de heredar esa nariz de botón o si tendría las pecas de su infancia, ambas opciones le encantaban. Tonto ¿no? Apenas se enteraba de su existencia y ya lo adoraba.
—Te veías endemoniadamente caliente en esa yukata.
—¿Estás diciendo que me veo mal usualmente? —Aslan carcajeó entre dientes, encantado.
—No. —Le presionó un beso contra la nariz—. Te ves precioso con todo.
—Tú eres precioso. —Aquellas fueron palabras que le dedicaron incontables veces, palabras que lo hicieron sentir como si su apariencia fuese una maldición, palabras que pusieron en duda su estatus alfa—. Eres precioso, Aslan Jade Callenreese. —Palabras que adquirieron un peso completamente diferentes al ser musitadas con una ternura inefable. Porque estas no ocultaron doble intención.
—Tonto. —Eran inocentes y sinceras.
—Mira quien habla. —Estaban limpias—. Tienes 200 puntos de IQ y quieres ir a cazar gallinas.
—¿Debería callarte con un beso, onii-chan? —El aludido carcajeó, nervioso.
—Ya conoces la respuesta.
La brecha entre sus labios pereció, fue un beso apacible y suave, lento, se dedicaron a memorizarse con una devoción impresionante, Eiji lo atrajo al aferrarse a su espalda, no fue brusco, al contrario, a pesar de la desesperación procuró ser dulce, Ash tembló, porque las manos del omega se sintieron realmente tibias navegando por su piel. Él le elevó el mentón para profundizar aún más los toques, bebiendo de su boca como si fuese el último oasis del desierto, deleitándose de las feromonas hasta caer embriagado, tirando de esos tentadores labios con sus dientes, usando su lengua para suplicar más. Una tensión inaguantable pendió en el aire, una tensión que empeoró cuando el omega ahogó un jadeo ante el jugueteo de lenguas. Fue eléctrico, casi mágico, fue algo de lo que jamás se creyó merecedor, temía que semejante felicidad no fuese más que un error de la ruleta rusa del destino, le aterraba que se la arrebataran.
Que esos tenues girasoles se marchitaran por el veneno.
—¡Ash! —El nombrado le estaba coloreando un universo de besitos entre las mejillas—. ¡Eso hace cosquillas! ¡Basta! —Pero no obedeció, en su lugar, le presionó un beso más antes de mirarlo.
—Te amo. —Musitó, acomodándole un mechón detrás de la oreja solo para verlo crisparse hacia arriba.
—También te amo. —El moreno estiró la mano para acariciarle la barbilla, como si quisiese mitigar cualquier espina marchita, como si quisiese transmitirle lo más insondable que centelleaba en su corazón—. Te amo, americano idiota.
Y lo hizo.
Recordaba a la perfección esta clase de sentimiento, fue el mismo que le inundó las entrañas cuando lo conoció, casi lo vio incrustarse una katana en el vientre mientras gruñía con un vehemente fervor, que jamás le permitiría coartar su libertad. Esos mismos ojos que chispearon fuego de rencor, esos empañados de lágrimas que le gritaron: «puedes llevarte mi vida y destrozar mi cuerpo, pero jamás te cederé mi alma». Hoy indudablemente gritaban a los cuatro vientos: «Te amo, americano idiota». No porque su voluntad se hubiese extinguido, sino porque sus brasas tomaron su forma verdadera. Ojitos de Bambi que forjaban ventanas a un espíritu tan transparente que parecía infinito, pestañas largas y entintadas, miradas suaves, pero no débiles. Por favor, eso era lo último que definía a quien personificaba la terquedad.
—Nunca me había fijado. —Eiji seguía apoyado contra el colchón, Aslan estaba sentado arriba de la cadera del moreno, con las piernas alrededor de tan fina cintura, sin presionarlo demasiado—. Eres bastante pálido, por eso no se notan pero... —Sus yemas navegaron desde su clavícula hasta su vientre desnudo—. Tienes muchas cicatrices. —Él sonrió.
—Las tengo. —Enfocando su atención en el mural del techo. ¿Cuántas heridas le hizo en esta misma cama? No lo sabía, el dolor no le permitió mantenerse conectado—. Compartí mucho tiempo con Dino Golzine. —Pero sí recuerda estar ahí, tendido justo en el lugar de su omega, mirando esa réplica de Adán, pidiéndole piedad a un Dios muerto.
—Ash...
—Son feas. —Eran un par de matices más blancos que su piel, se asemejaban a una enredadera, extendiendo sus espinas por todo su cuerpo, marcándolo al infierno. Él pensó en el rey de la muerte y en la doncella que engañó para aplacar a su soledad, en los girasoles marchitándose por el veneno, reconsideró la leyenda de las rosas, decían que su color era gracias a la sangre de un ruiseñor—. Me daría asco tener que tocarlas, no lo hagas.
—¿Puedes moverte un poco? —Pero entonces, Eiji se sentó en la cama, dándole la espalda antes de quitarse la parte superior del pijama—. Acá están las mías. —El alfa nunca había contemplado bien ese tatuaje, esplendoroso e imponente, era una tradición sagrada para los Yakuza.
—Son bonitas.
—Tócalas y lo entenderás.
Eiji apretó la camisa contra su pecho, quedando completamente desnudo ante el alfa, hermoso, fue el primer pensamiento que se le cruzó por la mente. Una generosa mata de girasoles brotaba desde la espalda baja del omega hasta sus omóplatos, la raíz seguía la columna vertebral, la tonalidad que bañaba a los pétalos era tan dorada que se cuestionó que fuese real, estaba repleta de hojas verdes, rebosaba vitalidad, era un tatuaje extraordinario, bonito. Pero entonces, Ash acomodó su mano en las flores y contuvo el llanto. Aunque la tinta los encubría, logró distinguir los realces de las cicatrices a la perfección, algunas parecían latigazos, otras eran imprecisas, abstractas, como si hubiesen sido realizadas a una edad en extremo inocente y se hubiesen deformado con el crecimiento de la piel, grandes, pequeñas, cortes, quemaduras y puntadas, él descubrió una compilación de crueldad bajo semejante belleza y...
—Tampoco son bonitas. —Le dolió mucho el corazón—. El tatuaje fue un castigo para recordarme mi propia debilidad, te lo dije antes. —Eiji se encogió contra la camisa, cerrándose hacia la luna—. Pero también fue un acto benevolente, nadie querría a un omega feo. —Aslan se inclinó, ni siquiera cuando tomaron ese baño juntos lo tocó con tanto cuidado—. ¿Estás decepcionado?
—Son preciosas porque son tuyas. —Pero el vínculo entre ellos cada día se profesaba más fuerte—. Son los pétalos de tus girasoles. —Musitó, besando la flor más grande en su espalda, la que escondía la cicatriz más fea.
—Las tuyas también. —El moreno se volvió a acomodar la camisa—. Son las espinas de tus rosas. —Quiso reír, porque era tan fácil para este terco hacer eso.
—Gracias. —Solo hacerlo sentir amado—. Me traen malos recuerdos. —Divagó—. Todo este lugar me trae malos recuerdos.
—¿Por qué seguimos acá? —Eiji tomó su mano entre las sábanas, sin moverse de enfrente—. Este lugar siempre me ha dado una sensación impersonal, como si fuese la casa de otra persona.
—Tienes razón. —Claro que se la daba, Aslan podía tener una inteligencia superior, sin embargo, esos ojos cafés sabían leerlo con suma facilidad—. Este lugar le pertenece a Dino Golzine, mis chicos y yo solíamos hospedarnos en un basurero en Downtown.
—¿Entonces, qué hacemos acá?
—No lo sé. —Mintió—. Quería probarme a mí mismo que soy capaz de superar al viejo. —O tal vez, apetecía torturarse con el pasado—. Ayuda a mantener mi imagen en Corsa. —A los cerdos les encantaba venir a alardear sobre su estatus. Hipócritas, ninguno derramó lágrimas cuando murió.
—Compremos un apartamento en Downtown. —La propuesta lo tomó por sorpresa.
—¿Qué?
—Una vez que vaciemos las cuentas de GOOSE y salvemos a Aki-chan. —El agarre se intensificó, no fue demandante, sino temeroso—. Vayámonos lejos de acá, a un apartamento cerca de la biblioteca pública. —Aslan tuvo muchas ganas de estrecharlo contra su pecho y hacerlo sentir verdaderamente amado, de presionar un beso contra esos infames labios y deslizarse bajo la camisa del pijama.
—Hagámoslo. —Así que lo hizo, con un suave tirón se aferró a la calidez de Eiji—. ¿Estás asustado? Hoy vamos a ver a tu padre.
—Bastante. —El omega se encogió contra su pecho, deleitándose con la estridencia de sus latidos—. Estoy aterrado de verlo, no quiero regresar a mi clan.
—Tampoco quiero que regreses. —Su alfa interior ronroneó ante semejante cercanía. Aunque aborrecía a su casta, debía rescatar la violencia de este instinto protector—. Solo será una vez.
¿Instinto? ¿Amor?
Cualquiera que fuese la razón, lo protegería.
El celo también fue duro para Aslan, Eiji se veía como una muñeca quebrada, esos grandes ojitos cafés que tanto adoraba, se hallaban opacos y vacíos, tan ido. Él trató de detenerse a sí mismo varias veces, sin embargo, fracasó, tampoco se encontraba en sus cinco sentidos, era una mierda. No tuvo el coraje para enfrentar al omega después de ese altercado, aunque la línea de la moralidad libraba difusa en esta sociedad, se profesó como un violador. ¿Qué lo diferenció de esos sujetos en el Club Cod? ¿Qué lo hacía diferente de Okumura o de Golzine? Lo marcó sin su consentimiento, lo tomó y lo evitó, porque confrontarlo era muy doloroso. Y aquí estaba de nuevo, a miles de kilómetros lejos de él, un desastre, solo fragmentos dispersos de quien era. Lo intentó duramente, pensó que podía hacerlo por su cuenta.
Perdió tanto a lo largo del camino.
—Necesito aire. —Musitó, aflojándose la corbata, el vehículo que los llevaría hacia la residencia de Okumura los estaba esperando, lo único que faltaba era que su pareja terminase los preparativos. Aslan sacó una cajetilla de cigarrillos, si bien, le prometió a Max dejar de fumar, esto lo ameritaba.
—¿Vas a ir directo a la boca del lobo? —Los cigarrillos se estrellaron contra el piso antes de que los sacara—. ¿Realmente vas a ir con ese sujeto? —Sus hombros se tensaron, haciendo que las costuras de la camisa crujieran, la corbata se sintió pesada contra su cuello, lo iba a asfixiar.
—¿Desde cuándo te importa? —Él se dio vueltas, encontrándose con el rostro de su hermano—. Es tu culpa que esté metido en esto.
—Por favor no vayas. —Esa mirada celeste, tan bondadosa y dulce, le revolvió las tripas—. Ese sujeto es más peligroso de lo que aparenta.
—Tú fuiste con él. —Ash no quería reprochárselo, sabía que nada cambiaría al hacerlo, pero todavía le hería recordar su infancia—. Nos abandonaste en Cape Cod y cuando volviste estabas jodido por las drogas, ni siquiera te pude reconocer. —Jamás lo olvidaría, la manera en que lo encontró en un estado casi vegetal en el hospital, era apenas un niño—. Y no solo eso.
—Ya basta.
—¡Te involucraste con gente peligrosa! ¡Dejaste que mataran a papá y a Jennifer! —Sus nudillos se tensaron con dureza, estaba respirando muy rápido, los ojos le quemaron, Jim nunca fue un buen padre pero aún así, lo trató de proteger hasta el último momento—. Me hiciste involucrarme con personas aún más peligrosas para salir adelante. —Dino Golzine, siendo precisos.
—Lo lamento.
—¿Lo lamento?
Esas palabras le dieron risa. ¿Qué diablos podía hacer con una disculpa? ¿Eso le devolvería a sus seres queridos? ¿Eso limpiaría la inmundicia de su alma? No lo haría. Porque las cosas que presenció junto a Dino Golzine, las personas que sacrificó, las vidas que tomó, la inocencia que se apagó, nunca regresarían. Ash enfocó su atención en el jardín, Nori Nori estaba alzando sus alitas desde una rama, un mirlo que aprendió a sobrevivir en la hosquedad de las rosas, un pájaro que logró volar con las alas quebradas.
—¿Sabes cuánto me tuve que esforzar? Mejor sigue fingiendo que estás muerto, huye lejos de esto, puedo hablar con Blanca para enviarte al Caribe, pero esta clase de vida ya no te concierne.
—Me concierne porque eres mi hermano.
—¿Tu hermano? —Sonrió, tirándose ligeramente el flequillo para atrás, apretando hasta que doliera para sentir algo real—. ¿De verdad te consideras mi hermano? —La sangre le estaba hirviendo.
—Lo soy, aunque me trates así. —Iba a vomitar.
—Estuviste a punto de marcar a Eiji durante su celo. —El corazón le sangró ante el mero recuerdo—. ¡Te encontré arriba de él! Estabas a punto de tomarlo contra su voluntad.
—¡No fue mi culpa! ¡Él me llamó durante el celo! ¡Su omega me buscó! —Esas palabras se sintieron nauseabundamente familiares, la culpa siempre era de la víctima aunque no pudiese hacer nada para defenderse ¿verdad?—. Él es mi pareja destinada, lo sabes.
—Está embarazado. —Aslan prefirió ignorar la expresión de Griffin, dolía—. Vamos a tener un hijo y no quiero que te entrometas. —Porque a pesar de todo, adoraba a su hermano. Si estaba actuando de esta manera era porque necesitó desesperadamente de amparo y él no solo se lo negó, sino que regresó completamente dopado, mostrándole cómo lucía un verdadero zombi.
«Banana fish».
—Esto tampoco es agradable para mí, Aslan. —Griffin retrocedió, apoyándose contra el ventanal que daba hacia el jardín.
—¿No es agradable? Pues parecías estarlo disfrutando cuando estuviste a punto de abusar de Eiji.
—¿Cómo tú lo hiciste durante su celo? —Esa pregunta fue una puñalada, se incrustó en su corazón con una impresionante facilidad para desgarrarlo hacia abajo. ¿Qué era consentido por la sociedad?
—Bien. —Sangró y sangró—. Lo entiendo. —Sangró un poco más.
—No quise decir eso.
—Creo que sí quisiste decirlo, Griff. —El nombrado lo tomó de la muñeca antes de que pudiese huir, no fue un toque brusco, sino desesperado.
—¡Odio esto! Eres mi hermanito, te amo más que a mi propia vida. —Ridículo ¿no? Era diez años mayor y lucía a punto de romper en llanto—. Pero existe una parte dentro de mí que sigue buscando a Eiji y no lo puedo evitar. —La jodida maldición de las parejas destinadas, él se mordió el labio iracundo, tan iracundo que se lo rompió—. No quiero hacerte daño, lo lamento mucho.
Ah, lo hizo llorar.
Ash era bueno lastimando a las personas que más amaba.
—Yo también lo lamento.
Era una maldición tener una pareja destinada.
Aslan no logró conciliar la calma cuando se subieron al vehículo, le apretó la mano a Eiji entre los asientos de cuerina, eran hombres del clan Okumura quienes los estaban escoltando, aunque las ventanas se encontraban polarizadas, grabó la ruta en caso de contingencia. Su atención vagó hacia el omega, lucía completamente ido, contemplando un punto vacío en el ventanal, con los labios apretados, incluso bajo esa bonita yukata ceremonial, pudo interpretar sus temblores, era de esos conjuntos negros de dos piezas, elegante, delicado y le sentaba de maravilla. Él elevó su agarre para presionar un beso encima de sus nudillos, intentando conciliar el miedo.
—Todo estará bien. —Miedo, él se hallaba demasiado familiarizado con dicha emoción—. Relájate.
—Lo sé. —Eiji era un terrible mentiroso, pensó.
—Estoy a tu lado. —Suspiró—. ¿No prefieres protegerte con un collar? —La marca relumbró contra las luces grisáceas de las ventanas, era grande y fea, parecía haber sido hecha por un animal salvaje y así fue, recordaba el grito que arrojó a la perfección. Eiji se acarició la nuca, constipado.
—No quiero ocultarlo más. —Tratando de convertir un trauma en algo bueno—. Compartimos un vínculo especial ¿no? —Tratando de absorber demasiada radiación para sus pétalos.
—Sí.
Lo hería de sobremanera que la línea entre el consentimiento se encontrase tan subestimada, todos le dijeron que era normal pasarlo mal durante el celo, sin embargo, lo que recordaba se asemejaba a una película de horror, el rostro vacío de Eiji contra las sábanas, su cuerpo caliente pero inerte, su mirada perdida, no podía arrancar la imagen de su cabeza por más que lo intentara, también estaba mirando ese mugriento mural. Él suspiró, si hubiese llegado un minuto más tarde, Griffin no solo lo habría marcado durante el celo, sino que lo hubiese tomado. Sino fuese por la ayuda de Shorter...
Pero se sentía como la mierda haberlo tomado.
La residencia del clan Okumura se asemejaba a una casa japonesa antigua, él apretó la mano de Eiji luego de bajar del vehículo, no obstante, antes de siquiera poner un pie dentro del salón para los invitados, los guardias los detuvieron, separándolos.
—¡Lo lamentamos mucho señor Lynx! —Un golpe retumbó por los jardines—. ¡Rápido! ¡Pónganle un collar! —A pesar del impacto, su pareja no cayó contra el piso, se mantuvo firme—. ¿Acaso no recuerdas nada de lo que se te enseñó? No puedes andar sin tus bloqueadores de feromonas, son desagradables para los presentes.
—¿Qué diablos? —Empujaron al moreno lejos de él.
—Lo sentimos, nos aseguraremos de que no caminen al mismo nivel. —Ash nunca se había enojado tanto como en ese instante—. Debes caminar a un metro de distancia de tu dueño siempre, con la cabeza gacha y... —No lo dejó terminar, estampó contra el muro más cercano a aquel guardia.
—Lo vuelven a tocar... —Gruñó, la cabeza le hirvió como una tetera, ejerciendo una insoportable presión—. Los mataré. —El guardia cayó contra el suelo al soltarlo—. Vámonos Eiji. —Su expresión se suavizó de inmediato, Shorter solía molestarlo con eso, diciéndole que suavizaba tanto la mirada como la voz cuando se trataba de este infame japonés.
—Bien. —Aunque al principio vaciló en tomar su mano, la aceptó.
La habitación de invitados era increíblemente escueta, eso lo cabreó. Okumura era tan ostentoso como Dino, tenía la desgracia de saberlo, que los enviaran a un cuarto con una sola mesa y algunas plantas zen, era burlesco. Las puertas shoji eran tan delgadas que se agitaban contra la brisa a las afueras del jardín, simulando la estridencia de truenos, el tatami se profesó frío contra sus rodillas, él odiaba estar sentado de rodillas, demasiados recuerdos de infancia.
—Ash... —Eiji le apretó la mano por debajo de la mesita—. Ten cuidado, mi padre no es una buena persona. —Las palabras de Griffin lo golpearon otra vez.
—Lo sé.
Pero entonces, Okumura entró a la habitación, su presencia le heló la sangre y le erizó los vellos, la bruma de feromonas fue implacable, el bastón golpeó el piso, liberando un eco vacío, se encontraba vistiendo esos elegantes trajes de diseñador que tanto adoraba, sus mocasines aplastaron el tatami, le dio risa que ellos estuviesen obligados a quitarse los zapatos, una sonrisa maliciosa le gatilló una arcada, así que acá estaba otra vez. Hecho miles de pedazos, rompiéndose un poco más.
Mierda.
—Omega. —Su voz de alfa ni siquiera lo dejó moverse, nadie era rival para el líder Yakuza—. Conoces tu lugar. —Eiji apenas consiguió pararse, se encontraba trepidando y no dejaba de sudar. Él se movió hasta la esquina de la habitación, ni siquiera había tatami en esa zona, lucía rocosa e incómoda, se sentó antes de agachar la cabeza como un niño pequeño—. Lamento su insolencia.
—No tienes derecho a tratarlo así. —El jefe de mafia se desabrochó la corbata, un bufido pendió al aire, él se sentó al frente en la mesa—. Es tu hijo.
—Es un omega. —Lo desvalorizó—. Me alegra que hayas podido venir, Aslan. —Se sacó los guantes de cuero, revelando unas manos terriblemente ásperas, aunque se encontraban repletas de cicatrices, él creía conocerlas todas, pasó demasiadas horas mirándolas en el Club Cod ¿no?
—No me dejaste más opción. —La puerta se cerró tras el ingreso de otro alfa.
—¿Te importa si mi hija se une? —La primera vez que conoció a Masako, creyó que sería alguien muy diferente a la implacable réplica de Okumura, se equivocó.
—Sí, me importa.
—Aún conservas tu sentido del humor intacto. —El Yakuza le acomodó una palma bajo el mentón, el tacto fue crudo y desagradable, quiso llorar, sin embargo. ¿Qué sentido tendría?—. Por eso eras el favorito del monsieur. —Si no fuese por su instinto de alfa, gritándole para que resguardase la seguridad de su pareja a toda costa, habría sufrido una reexperimentación de mierda.
—¿A qué me has llamado? —Su risa le cosquilleó entre la boca, todavía apestaba a tabaco. Aslan sentía que se estaba cayendo a pedazos, no porque quisiera, sino porque en el fondo, seguía siendo el niño que esa noche rompieron. Él intentó regularizar su respiración, lento.
—Directo al punto. —La afilada mirada de Masako tampoco lo ayudó—. Me han notificado algunos movimientos extraños en las cuentas de Corsa, con GOOSE.
—No perteneces a la organización. —Okumura golpeteó la mesa de madera, una y otra vez, tenía ese hábito cuando se impacientaba—. ¿Por qué te interesa? —El pecho le punzó, como si hubiese un agujero negro succionándolo desde el interior. No debía pensarlo.
—Los Lee también han estado haciendo movimientos extraños. —Una sonrisa sarcástica pendió de su boca, mostrando sus colmillos afilados, le dijo que marcaría a su propio hijo con tal de preservar el control, era grotesco—. Aunque entablamos una alianza para garantizar la armonía, no faltan las manzanas envenenadas en mi Edén. —Su mirada saltó hacia Eiji, lucía tan pequeño en el rincón. ¿Un girasol marchito? ¿Un pájaro en agonía?
—No se ha tocado dinero si eso es lo que te preocupa. —Okumura suspiró, aburrido—. Y si eso es todo lo que me querías decir, me iré.
—Has cumplido con tu parte del contrato y has embarazado al regalo que te hice. —Regalo, ni siquiera habló de Eiji como si fuese un humano—. El hedor es notorio desde que llegué. ¿Por qué no le has puesto un bloqueador de feromonas? —Ash tensó los puños contra sus rodillas.
—Porque es mi pareja, no un objeto.
—Te dan náuseas los omegas. —Y acá estaba otra vez, Aslan evitó el infantil instinto de abrazarse a sí mismo, temía que al hacerlo acabaría más quebrado, como una torre de cartitas batallando para mantenerse en pie contra el viento—. Realmente nos divertimos esa noche en el Club Cod, ¿no es así? —La bilis le destrozó la tráquea. Asco, se dio asco. ¿Cómo miraría a Eiji si se enteraba? Oh, pero fue él mismo quien lo transgredió durante el celo, no debería importar.
—Cállate. —Gruñó.
—Realmente te divertiste tomando a todos esos omegas. —El sudor le goteó como ácido corrosivo por la piel—. Fue un espectáculo impresionante, digno de un alfa dominante.
¿Un espectáculo impresionante?
¿Digno de un alfa dominante?
Ja.
Recuerda los incidentes en el Club Cod con una escalofriante claridad, ninguno de los participantes se encontraba en celo, así que debe vivir con esto.
Recuerda la aversión, la vergüenza y el pavor arremolinándose dentro de sus entrañas mientras esos cerdos se deleitaban, creyeron que sería gracioso observar a un alfa tomar a varios omegas durante un estado de lucidez. Recuerda haber llorado durante toda la noche, no tenía derecho cuando se supone que era el perpetrador, sin embargo, esto tampoco fue consensuado por él, recuerda a la calidez de diferentes personas estampándose contra sus caderas, recuerda haberse repelido por sus manos manchadas de sangre y fluidos corporales, recuerda haber suplicado para que se detuvieran. Okumura carcajeó, colocándose detrás de Ash para forzarlo a seguir empujando, eso hizo que ese abuso se sintiese más...Real. Desde ese instante, no solo lo empezaron a asquear las feromonas de los omegas, sino que además nació una voz en su cabeza que le gritaba: «ellos son frágiles y tú estás sucio, no tienes el derecho a tocarlos, no vuelvas a tocarlos».
¿Quién le creería de todas maneras?
Incluso si hubiese sido contra su consentimiento, incluso si Okumura lo sostuvo por las caderas para que no se detuviera a pesar de sus gritos, incluso si carcajeó contra su oreja y se concibió quebrado, tan inmundo que se trató de arrancar la piel, él era un alfa ¿no? Por ende, era imposible que hubiese sido una trasgresión.
—Deberíamos repetir esa noche juntos. —Okumura volvió a posar un dedo debajo de su mentón—. Incluso podríamos compartir una presa.
—Por favor. —Ash se sintió increíblemente pequeño—. No digas más. —No quería que Eiji supiera. Se esforzó tanto para convencerlo de que era diferente a los demás alfas, le rompía el corazón saber que era mentira, que esta era solo la punta de un iceberg en el Club Cod.
—¿Sabes? —Aslan se sintió fuera de su propio cuerpo con esos roces—. La naturaleza es un misterio maravilloso, existen algunos desafortunados como yo que tenemos una pareja destinada de género inferior. —Nada se sintió real—. Y hay otros bendecidos como tú, que tienen a otro alfa dominante a su merced. —Masako alzó el mentón, imponente—. Te envidio.
—No puedes saber si ella es mi destinada.
—Oh, pero ambos lo sabemos.
Banana fish.
Dino Golzine.
Mierda.
—No existe nada más precioso que los alfas dominantes, somos superiores a los demás. —Un escalofrío lo impulsó a encogerse, este discurso delirante era demasiado familiar—. El único defecto es que nos es imposible cargar vida. —Masako era estéril como mujer, quiso decir—. Pero eso no debería ser un problema. —Las feromonas de Eiji lo alertaron, la ansiedad era palpable en el aire, se encontraba aterrorizado. ¿Podía culparlo? Aslan lidió un par de noches con este monstruo, él tuvo que resistir toda una vida.
—¿Tu punto?
—Ese bebé es mío. —Proclamó—. Una vez nazca el siguiente heredero de mi clan, tú y Masako cumplirán con su destino. —Abrió los ojos de golpe, perplejo.
—¿Qué diablos tienes en la cabeza, Okumura? —Aslan apretó los bordes de la mesita, haciendo que la madera crujiera debajo de sus uñas—. Ya cumplí con mi parte del contrato, no te debo nada.
—Pero me lo debes. —Se burló.
—Yo no...
—¿Quieres que cuente toda la historia? ¿Quieres que sepan aún más sobre ti? —Eiji, Eiji no podía saberlo jamás, lo odiaría—. Oh, Aslan. —El Yakuza jaló con fuerza de su cabello para acercarlo, fue un tirón demandante que pudo haberle arrancado la raíz, no se detuvo aunque le suplicó piedad, pero nunca se detenían. Se estaba desmoronando, sus pedazos caían y caían—. ¿Quieres que termine lo que el monsieur no pudo? —Caían un poco más—. ¿Quieres que les muestre la verdadera naturaleza de nuestra relación?
—¡No lo toques! —Esa fue la primera vez que Eiji se alzó—. No te atrevas a tocarlo. —Le quitó una katana a uno de los guardias, no dudó en apuntarla hacia su padre.
—Vaya, no recuerdo haberte criado tan insolente. —El omega caminó hacia la mesa, imponente.
—No permitiré que pongas una mano sobre mi hijo o mi pareja. —El Yakuza le hizo una señal a su hija para que se calmara, ella parecía a punto de sacar las garras para despedazarlo—. ¿Quedó claro?
—¿O sino qué? —Se burló—. ¿Qué harás?
—Te mataré. —No existió vacilación en su voz—. Vámonos, Ash. —Y así como esos ojos desprendían brasas de comodidad, también se encendieron con una determinación inquebrantable. El alfa se levantó, sus pedazos quedaron repartidos por el piso, quedaron dispersos en el Club Cod para ser maltratados.
—Omega. —La chispa de malicia en sus pupilas asfixió el ambiente—. Considérate a salvo hasta que des a luz al próximo líder del clan. —Eiji tensó el agarre de la katana—. Porque apenas lo tengas, me encargaré personalmente de matarte.
—Lo mismo digo.
Fue demasiado.
Aslan no podía evitar que Okumura despertase esos viejos fantasmas, lo trató de olvidar con tanta fuerza, pero a fin de cuentas, si se quedó en esa casa y se vio paralizado al momento de confrontarlo, no era tan sencillo. Eiji lo arrastró hacia uno de los jardines de la residencia, él lo soltó para mirarlo, estaba terriblemente asustado de que la putrefacción de su pasado saliera a la luz. De que su omega supiese dónde había estado y qué había hecho por su libertad, cómo engañó a su Dios para venderse al diablo, el por qué evitaba el tema de una pareja destinada y...
—Lamento que hayas tenido que pasar por eso. —Soltó la katana para poderlo rodear entre sus brazos, Ash tembló bajo tan violenta calidez. Fue un toque dulce, extraordinariamente gentil, trazó círculos alrededor de su espalda, justo como él lo hizo en su pancita esta mañana—. Ya estás a salvo.
—Eiji... —El alfa se deshizo ahí mismo, porque este chico le daba sentido a quién era, igual que piezas de rompecabezas en sus manos—. Mi dulce Eiji. —Le tomó tiempo corresponder el abrazo, porque esa voz en su cabeza seguía gritando: «él es frágil y tú estás sucio, no tienes el derecho a tocarlo, no vuelvas a tocarlo».
—No dejaré que nadie más te haga daño, lo prometo. —Primero fue un roce tembloroso contra la suavidad de la yukata, medroso, como la brisa alrededor de las flores o el agua danzando en el río. Luego, se vio envuelto paulatinamente por el dulzor de esas feromonas, por esa delicada silueta que además de resguardar el único futuro que anhelaba, desprendía una calidez más arrulladora que el sol.
—¿No vas a preguntar por nada de lo que escuchaste? —Le espantó pensar en la respuesta.
—No. —Pero entonces vio su rostro—. Parece ser un tema doloroso. —Y Aslan supo que finalmente ellos se pertenecían, independiente de lo que quisiese imponerle Okumura, la ferocidad con la que golpeteaba su corazón era la prueba irrefutable para que enviase al carajo al destino.
—Gracias.
—Puedes contármelo cuando te sientas seguro, no te presionaré. —El alfa ahogó una risita contra esa rebelde matita abenuz, estrechándolo todavía más en ese abrazo, recordando los pétalos de los girasoles en esa fina espalda.
—¿Por qué eres tan comprensivo? Ya debes sospecharlo. —Recordando las espinas de sus propias rosas ensangrentadas, sabiendo que encontró lo que había perdido justo dentro de esos ojos cafés.
—Porque Aslan Jade Callenreese... —Pronunció su nombre despacio, con una voz tan suave como el caramelo, pero tan potente que detuvo hasta el tiempo—. Te amo, americano idiota. —El aludido fue en pedazos, temeroso de que no lo quisiese, porque sus trozos eran filosos, igual que las espinas, porque eran más rojos que los pétalos y más sucios que una muñeca de trapo.
—Compremos pasajes para un lugar seguro. —Sus palmas descendieron hacia la cintura del omega, había un bebé dependiendo de este amor, su bebé, su hijo—. Vayámonos a Izumo cuando esto termine.
—Es una promesa.
Y ambos fueron en piezas, sabiendo que aunque no podrían completarse todavía, podían empezar a construir un mosaico.
Pero esa era la belleza de los destinados ¿verdad?
Como les dije, el tema de los destinados va para largo, pero algo de razón tiene Okumura y algo de razón no. Por fin salen las cosas más importantes de la trama, me siento más en paz mental, logre mantener este fic coherente e hilado. Gracias a quienes lo han apoyado hasta este punto, si las cosas van bien, tendremos actualización de todas maneras el viernes, con un capítulo bonito para respirar porque hemos ido angustia con angustia con más angustia XD
¡Cuidense!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro