Capítulo 3
Decia
Decia no sabía que le dolía más, las heridas por los disparos que recibió o ver cómo caían cada uno de sus compañeros de regimiento, en especial Cloud, era la única amiga que había logrado en todos esos años de servicio. La vio caer; sin embargo, eso no era sinónimo de que haya muerto.
Se quedó ahí, quieta, soportando aquel dolor; no podía recogerse en sí misma porque estaba restringida de pies y manos. Oía pasos y voces a lo lejos.
—¿Por qué no nos deshacemos de la soldado?—dijo una voz muy grave que sonaba grave.
-Azai, la quiere viva— La voz de una mujer respondía.
-Ellos nos quieren muertos. No sabemos si sobrevivirá –
—Sí, si lo hará. Te recomiendo no hacer una locura. Ella es la única que puede decir qué sucedió en ese ataque —dijo la mujer.
-Nosotros no les tendimos esa trampa. Fue Bardo quien los atacó. No nosotros —Gruño el hombre.
—Lo sabes. El gobierno no. ¿Sabes que Hill está usando a nuestra gente para atacarlos haciéndose pasar por nosotros? Ella debe haber visto lo que sucedió —Reafirmó la mujer.
-Estaba casi muerta cuando Azai la salvo, ese hombre fue brutal con ella -La conversación continuó, sí que esas dos personas se enteraron de que ella los escuchaba.
"Así que fue una trampa de Hill. ¿Quiénes son esta gente? ¿Por qué me salvaron?"
Decia escuchó que la puerta se abría y cerraba, su estómago la traicionó cuando un rastro de olor acomida llegó a sus fosas nasales. Despacio sin que ella lo notara, un miembro del personal médico salió en busca de alguien que sea específico.
Minutos después, la puerta se abrió, y se dejaron escuchar pasos muy pesados.
-¿Qué tal está? ¿Ha despertado? —La sala quedó casi en silencio, solo se escucharon susurros que Decia no lograba entender.
-Entiendo. Déjenme con ella. Salgan todos —A Decia se le disparó en corazón, los pasos se acercaban a ella.
—Sé que estás despierta, tu estómago te ha traicionado. Debes comer para reponer fuerzas. Perdiste mucha sangre y, bueno, tuvimos que remplazarte una mano. —Deseo morir en aquel momento.
—¿Por qué me salvaron? —Ella quería escucharlo directamente.
-Abre los ojos y mírame. Quiero que me veas cuando te hablé —Así lo hizo, volteó la cabeza para mirarlo.
Se sorprendió al ver aquella mole de más de dos metros, cuerpo musculoso, cabello castaño, ojos de color azul metálico y algo que era más notorio, aquellos implantes cibernéticos que lo delataban, no es humano del todo.
—Sí, soy un cíborg. Fui creado en un laboratorio. Pero eso no nos hace menos humanos que ustedes -Decia tragó el nudo que tenía en la garganta. Tenía miedo, había escuchado testimonios de personas que aseguraban que estas criaturas eran crueles.
-¿Entonces por qué atacan pueblos pequeños? -Preguntó.
—No somos nosotros. Es Bardo Hill, que se esconde como alimaña. No niego que tiene a un grupo de nosotros, los controla con un chip en su cerebro, yo tengo uno de ellos. Es extraño, en mí no funcionó, nuestros médicos dicen que se quemó. Hill, se ha asociado a grandes compañías, cuyos propietarios quieren fraccionar al planeta, como decirlo... quieren gobiernos independientes. —Aquel hombre comenzó a soltar sus amarras.
-¿Qué haces? -Preguntó con curiosidad.
-Debes comer algo. Llevas una semana aquí recuperándote, así es hora de que tu cuerpo sane con la ayuda de los alimentos. -Luego de soltarla, la tomó en sus brazos para sentarla en una silla de ruedas. Decia se estremeció al sentir aquel cuerpo, es duro y caliente. Creía que, por ser mitad máquina, sería frío; todo lo que creía saber de ellos era erróneo. Le habían mentido; no obstante, no bajaba la guardia.
Se miró la nueva mano, esa que había perdido y ahora había sido sustituida por una cibernética. La acarició, la movió y, por último, suspiró de resignación.
-Si lo deseas, puedo hacer que te la cubran con piel artificial del color adecuado a tu tono de piel. -Acató aquel hombre que la había salvado, lo reconoció.
—Tú eres Azai, ¿verdad?—Preguntó ella.
—Sí, ese soy yo. -Llegaron al comedor del humilde hospital. Al verla a todos, se quedaron en silencio. Decia se encogía en sí misma cuando vio que un "hombre" parte humano, parte cíborg y parte animal se acercaba a ellos. Decia no se intimidaba con nada, pero ver aquellos seres y con aquella estatura de Azai.
-¿Qué hace ella aquí, Azai? Nos pone nerviosos — quejó aquel.
—Cálmate, Yanai —Es uno de los nuestros ahora -Azai tomó su mano mecánica y se la mostró.
—No deja de ser una soldado. Recuerda que su gente ha matado a muchos de los nuestros, incluyendo mujeres y niños. —Decía, se encogió. Era cierto, ella misma había sido llevada a corte marcial por no asesinar niños ni mujeres.
—Yo... Yo no lo he hecho —Se defendió.
-¡MIENTES! -Rugió el hombre felino.
—¿Qué sabes tú?—Preguntó ella y se calló en el instante. A ellos no les importaba la vida de mierda que había sido toda su vida.
—¡Es suficiente! Ella está conmigo y si alguien la toca de una mala manera, se las verá conmigo -La dejo en la mesa, se llevó a Yanai y traer comida para ambos.
Comieron en silencio, bajo la atenta mirada de todos, luego volvieron a su habitación, para continuar con su recuperación.
Los días pasaron, hasta que llegó el día de su alta médica. No sabía qué pensar, qué decir. ¿Qué haría de ahora en adelante? ¿Dónde vivirías? Porque era evidente que jamás la dejarían ir.
-¿Lista para abandonar esta cama? —Ella negó con convicción. Azai frunció su seño.
—No quiero ir a una celda... Yo quiero irme -Comenzó a mirar a todos lados y tratar de escapar. La puerta se abrió viendo la oportunidad de escapar.
Decía corría entre los pasillos, extrañamente se dio cuenta de que nadie la seguía, aun así, siguió corriendo hasta que sus pulmones no dieron más. Llegó a una playa, miró al horizonte y la realidad la volvió a golpear de frente; estaba en una isla y frente a ella solo había agua.
—No tienes dónde ir; estamos en una isla del Pacífico sur. No eres una prisionera, sin embargo, tendrás que ganarte un puesto entre nosotros y sobre todo nuestra confianza. No irás a una celda —Aclaro su duda.
-¿Dónde viviré? —Preguntó derrotada.
-Conmigo eres mi responsabilidad. Todos querían matarte. Yo fui quien decidió que vivieras. Vamos —Y no le quedó otra que seguirlo después de darle una última mirada al mar.
—Ahora seré tu empleada... —La detuvo él. Cuando llegaron a una casa pequeña y rústica.
-Te dije que tendrías que ganarte un lugar. Por ahora solo te encargarás de acomodar la comida en los almacenes. Todavía no estás bien de salud; cuando ya lo estés, se te asignará otro trabajo. —No podía creerlo.
-¿Dónde dormiré? -Miró a su alrededor y encontró que solo había una cama. Azai le señaló la cama.
-¿Dónde dormirás tú? -Azai volvió a señalar la misma cama.
—No, no podemos. Eso lo hacen las parejas y tú y yo no somos nada —Con movimiento ágil, mucho para ser verdad por su contextura.
—Eres mía. Les dije a todos que eres mía. Esa es la única forma de mantenerte viva. Eres la única que lo puede decir al gobierno que somos inocentes de lo que se nos acusa –
-¿A qué te refieres con que soy tuya? No soy un objeto —Le dijo y sin darse cuenta se vio pegada a la pared con el cuerpo de Azai presionando contra ella.
—Te voy a demostrar a qué me refiero —Siseó en su oído.
Mi ropa se rasgó y lo siguiente que supe está muy nublado.
https://youtu.be/p2pDaE6ye7A
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