Capítulo 20
Decia
Escapar de mi padre fue difícil. Mi madre y yo somos conscientes de que él no permitiría que nos fuéramos tan fácilmente. Su obsesión por ella es enfermiza, y es capaz de voltear el mundo entero con tal de encontrarla. Miro a mi alrededor y siento cómo mi pecho se oprime. ¿Cuándo nos dejarán en paz? Lo que veo confirma que esto es obra de mi padre. Solo pensar que podría haber capturado a mi madre hace que la rabia hierva en mi sangre.
—Esto es obra de mi padre, Azai —digo, mientras observo las casas del pueblo costero.
—Estoy de acuerdo contigo —responde él, mirándome de reojo—. Pero creo que no encontró lo que buscaba. —Se dirige hacia donde está Ashur.
—Al ver cómo dejaron esta comunidad, envié un pequeño equipo al pueblo —informa Ashur.
—Es posible que hayan dejado un escuadrón esperando nuestro regreso —le aseguro, porque sé que eso es exactamente lo que haría mi padre.
—Sí, envié a un grupo de metas. Si hay soldados, no los verán llegar. Son los mejores en camuflarse —Ashur sonríe con confianza.
—No los verán venir —asiente Azai.
Reviso las pequeñas chozas donde vivían los niños, pupilos de Mace. Niños abandonados por sus propias familias debido a sus mejoras cibernéticas. Saber que fueron sus propios padres quienes los rechazaron me llena de asco. Sean como sean, yo nunca despreciaría a mis hijos.
—Solo dejen a uno vivo —ordena Ashur, girándose hacia nosotros—. Están esperándonos en la plaza principal. Vamos.
Caminamos hacia el centro de la isla, donde se encuentra la ciudad. A lo lejos, escuchamos disparos. Miro alrededor, buscando señales de mi madre o de Mace.
—Ellos no están aquí, nena —dice Azai, notando mi tensión al verme mirar en todas direcciones.
—¿Dónde están, Azai? Los niños, mi madre, Mace y los demás... —Las hormonas comienzan a apoderarse de mis emociones.
—Están en un lugar seguro. Siempre supimos que esto podría suceder, Hill, tu padre o cualquier otro —me abraza y luego me besa en el cuello, quedándose allí unos segundos más de lo necesario, provocando que mis hormonas se alteren.
—¿Qué haremos ahora? Han descubierto nuestra ubicación. En mi condición, no puedo estar huyendo —toco mi vientre con preocupación.
—Tengo muy claro tu condición; ellos también son míos. Ya verás dónde estaremos —me besa de nuevo, esta vez en la boca.
Continuamos caminando con cuidado, revisando cada rincón del camino para evitar sorpresas. Los disparos ya no se escuchan, pero estoy cansada. Desearía estar acostada en mi cama, aunque sé que, por ahora, eso no será posible. Al llegar, los chicos están apartando los cuerpos esparcidos de los hombres de mi padre. Solo han dejado a uno vivo, quien ahora no me quita los ojos de encima.
—¡Eres una puta traidora! —me grita el oficial al reconocerme.
Azai camina hacia él y lo golpea en el rostro. Los chicos que lo sostienen lo levantan, manteniéndolo de pie. Mi compañero lo golpea de nuevo, esta vez en las costillas, y puedo imaginar que alguna se ha roto, porque el tipo escupe sangre.
—Ella es mi mujer, y debes hablarle con respeto. En todo caso, fueron ustedes quienes la traicionaron, especialmente su padre, tu general. Yo la rescaté al borde de la muerte —lo golpea de nuevo.
—¿Por qué destruyeron este lugar? No le hemos hecho daño a nadie. Solo queremos que nos dejen vivir en paz. Deberían ir tras Hill. Mira a tus hombres, murieron por nada. Bardo es el que ataca ciudades, se lleva a las personas para convertirlas en armas, y el gobierno mundial, podrido, solo se dedica a perseguirnos en vez de a ese loco desquiciado —escupo con impotencia, tratando de disimular el mareo que me ataca.
—Fueron órdenes del general Black... —comienza a decir, pero me río con desprecio.
—Solo eres otro perro siguiendo órdenes estúpidas de un ególatra como el general Black —el soldado me mira con odio.
—Es tu padre, deberías obedecerle —suelto una carcajada para disipar las náuseas.
—Un padre de mierda que nunca me amó y que no dudó en ordenar mi muerte. Estas personas me han dado la familia que nunca me dio tu general, soldado. Y si no vas a decirnos nada útil, creo que estos chicos están dispuestos a darte una muerte apropiada —camino hacia donde estaba nuestra casa.
—No estás bien, puedo leer tus constantes —Azai me detiene.
—No he dormido bien en todo este tiempo, solo estoy cansada —me siento en una piedra, tratando de calmarme.
—Esperemos a los chicos para irnos a nuestro nuevo hogar —se pone de cuclillas a mi lado, con su mano en mi vientre. Mi corazón salta ante ese gesto.
Es increíble. Todos los que no conocen a los cyborgs les temen, y en cierto modo los entiendo. Sin embargo, el más poderoso de ellos se fijó en mí, y es el más tierno y protector de todos, al punto de destruir una base militar para rescatarme.
—Quiero que los revisen y que descansen por un largo tiempo. Ahora ustedes son lo más importante para mí, y si tu padre insiste en hacerte daño, no habrá lugar en este universo donde se pueda esconder —me besa en la boca, y yo le respondo con todo mi corazón.
—El soldado dijo que el general y el resto de los soldados regresaron a la isla donde tenían a Decia, por lo que considero que vayamos al refugio antes de que decidan volver por ellos —señala Ashur hacia la pila de cuerpos en la plaza.
Azai asiente y me levanta en sus brazos. Me duermo en el reconfortante pecho de mi pareja.
—Hemos llegado —la voz gruesa de Azai llega a mis oídos.
Trato de bajarme, pero él me lo impide.
—Dije que debes descansar —me mira sonriendo, y me pierdo en sus ojos.
—Hemos llegado —interviene Ashur.
Llegamos a una parte de la isla a la que nunca había estado. Estamos al pie de una pequeña montaña. Ashur empuja una pequeña piedra, aparece un teclado y luego digita un código. Un elevador nos lleva bajo tierra. Me sorprende ver una ciudad subterránea, inacabada pero magnífica.
—¿Cuánto tiempo llevan construyéndola? —pregunto, asombrada.
—Desde que llegamos —responde Azai.
Caminamos con los demás chicos detrás de nosotros. Los otros se ven felices al vernos, pero yo solo quiero ver a mi madre y a Mace.
—Quiero ver a mi madre y a Mace —le pido a Azai.
—Primero iremos a la clínica. Quiero que te revisen. Mientras lo hacen, iré a buscarlos —me deja en la camilla, habla con uno de los médicos y se marcha.
—Decia, Azai me ha pedido que te haga una revisión completa. Mientras regresa, te sacaré una muestra de sangre —el médico me informa.
Mientras me extraen sangre, aprecio el lugar. Es más avanzado y cómodo que el anterior. El doctor revisa mi brazo positrónico.
—Esta área está enrojecida. ¿Hiciste mucha fuerza con él? —me pregunta.
—No, lo que sucede es que trataron de quitármelo —le explico.
—Pudieron haberte desprendido el brazo completo —dice, preocupado.
—Por suerte, estaba muy sedada para sentir algo —respondo.
—Pudieron haberte causado un daño severo —dice, negando con la cabeza.
Me acuesto en la camilla mientras el médico, que está reemplazando a Shung, prepara todo para la ecografía. Me estoy quedando dormida cuando un grito me hace saltar.
—¡HIJA! —grita mi madre.
—Madre, por amor a lo divino, no me des estos sustos —me pongo la mano en el corazón por reflejo.
—¿Cómo están mis nietos? —mira al doctor.
—Estaba esperando por ustedes para hacer la ecografía —conecta el ecógrafo portátil a una pantalla a mi costado, mientras Azai me ayuda a subir mi blusa y ajustar mi pantalón.
—Ahora sí vamos a ver cómo están estos chicos —me pone un poco de gel y pasa el transductor por mi vientre.
Extrañamente, mi vientre apenas se nota, a pesar de que son dos. Miramos la pantalla, mi madre con lágrimas en los ojos, al igual que yo. Sus corazones laten sincronizados con el mío. Hasta el momento, todo está bien, según el médico.
—Bueno, todo está bien con los mellizos. La única que tiene problemas eres tú, Decia. Necesitas alimentarte; tu hemoglobina está un poco baja, y en tu condición no es recomendable. Así que a comer. Puedes irte a tu casa —sonrío. No hay nada que desee más que ir a mi casa.
—Hija, me preocupé tanto cuando desapareciste —me abraza.
—Sí, casi se vuelve loca. ¿De verdad fue esa amiga tuya la que te secuestró? —confirma Mace.
—En realidad, mi amiga murió en el ataque. Hill solo usó su cuerpo para engañarme. Venía por Azai. Yo fui el eslabón débil para llegar a él —les cuento rápidamente lo sucedido.
—Por cierto, ¿dónde está Harris? —le pregunto a Azai.
—Está con Shung, poniéndose al día con la tecnología que usamos aquí —me explica.
—Ahora vamos a que comas, Decia —caminamos hacia el comedor.
Llegamos a un gran edificio que es el nuevo comedor. Algunas personas están comiendo. Los cuatro nos sentamos, y mi plato parece una montaña de comida. Me lo como completo, y mis acompañantes sonríen con satisfacción. Les cuento a los tres lo sucedido durante mi secuestro. Mi madre despotrica contra mi padre, y Mace lo hace contra el gobierno mundial, que insiste en perseguirnos en vez de tratar de apresar a Hill y a sus ciborgs.
Caminamos a lo que será nuestra nueva casa. Es más grande, con dos habitaciones adicionales. Nos tomamos una ducha juntos. Azai lava mi cuerpo con mucho cuidado, tomándose más tiempo en algunas partes. Cuando me está enjuagando, se postra de rodillas para besar mi vientre.
—Los amo —me río.
—Todavía no pueden escuchar, hasta los cuatro o cinco meses —le cuento.
—No importa, quiero que sientan mi amor por ellos —se levanta para besarme apasionadamente.
Toma mis muslos por la parte de atrás, haciendo que rodee su cintura con mis piernas, mientras besa mi cuello. Me estremezco por la anticipación. Me penetra despacio, y yo saboreo su intrusión en mi sexo. Mi respiración es agitada por la excitación, y mis músculos vaginales aprisionan su erección, buscando más fricción.
—Despacio, nena —me besa lentamente, y yo me estoy desesperando.
Me penetra una y otra vez con calma, mientras el agua cae sobre nosotros. Ambos llegamos al orgasmo de una manera intensa. Azai me seca con la toalla y luego me hace acostar en la cama, cubriéndome con el edredón. Mi chico se seca para acompañarme, pero se detiene cuando alguien llama a la puerta. Azai bufa, toma su pantalón de ejercicios y se dirige a la puerta.
—Espero que sea de urgencia, para interrumpir mi descanso —le dice a la persona al otro lado.
—Recibimos una señal de auxilio de la isla donde estaba Decia. Al parecer, el general llegó ahí y ahora está siendo atacado por los hombres de Hill. Ashur pregunta si quieres que enviemos un contingente para apoyarlo —Azai vuelve su vista a mí.
—No me interesa lo que le suceda. Ha dejado de ser mi padre —le doy la espalda.
Dejo de escuchar lo que sucede a mi alrededor. Estoy cansada y tengo mucho sueño para prestar atención a lo que le pasa a mi padre. Él renunció a su paternidad, y yo renuncio a él. Mis hijos ahora son mi prioridad. Me duermo sintiendo el cuerpo de mi pareja rodeándome con sus brazos.
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