Capitulo 1
(Narra: Ford)
El viento soplaba tranquilo, era un día caluroso en el pueblo de Gravity Falls y Stanford lo sabía, había hecho una apuesta con su hermano para saber quien de ellos iba a comprar las cervezas, es un poco obvio quien ganó. suspiró fuertemente mientras entraba a la tienda, la cual estaba especialmente fría esa tarde, se sentía demasiado a gusto. Agarró las cosas, aprovechando de echar al canasto unas gominolas y unas patatas fritas, es ahí cuando se encaminó a pagar, notando que el chico que atendía la caja registradora estaba mas nervioso de lo usual.
—Buenos días William. ¿Todo bien? Espero te estés cuidando, ese incidente de bote llego rápido a la Cabaña del Misterio —comentó mientras le entregaba las cosas, las manos del universitario parecian temblar, algo normal en él puesto que sabía era un poco nervioso. William es amigo de sus nietos, por lo que saber de su estado era importante para que ellos se tranquilizaran y dejaran de intentar escapar de sus labores en casa.
—Han sido días duros —suspiró y le cobró, antes que Ford pudiera tomar la bolsa que éste le preparó, añadió con un poco más de ánimos —Iré a ver a los chicos pronto, señor Ford, yo mismo les diré a esos dos que mi estado no es una excusa para holgazanear.—
—Eres un buen chico Will, por eso me agradas tanto —Y sin más que añadir, partió de ahí, le caía bien ese niño, siempre intentó ponerle los pies en la tierra a sus nietos, uno que seguía llenando diarios como loco (no se queja, pero de verdad a veces necesita dormir) y otra que solo se la pasaba en el teléfono hablando con chicos. No entiende como superaron la adolescencia y no quiere saberlo.
Stanford salió de la tienda con su bolsa, satisfecho con su pequeña victoria. El calor del día lo golpeó de nuevo al salir, pero no le importaba. Caminó lentamente de regreso a la cabaña, disfrutando del leve susurro del viento que agitaba las copas de los árboles.
Mientras se acercaba a la cabaña, vio a su hermano, Stan, esperándolo en el porche, con una sonrisa de satisfacción en el rostro, llamó a sus nietos para que bajaran, entregándoles el detalle a cada uno y decidió, con otro suspiro, sentarse con su hermano.
—Pensé que nunca regresarías —dijo Stan, levantando una ceja.
—Me tomé mi tiempo. Hace calor en todas partes, ¿sabes? —respondió Stanford, sacando las cervezas de la bolsa y entregándole una.
Los gemelos quedaron en silencio, disfrutando de la brisa y del sonido lejano de los animales del bosque. Stanford tomó un sorbo de su cerveza y observó el horizonte, donde el sol comenzaba a descender lentamente. Había algo en el aire que lo inquietaba, un cambio sutil que no podía identificar.
—Oye Stan, ¿has tenido la sensación de que algo está... diferente? —preguntó Stanford, sin apartar la vista del horizonte, tenía el ceño fruncido.
Stan se encogió de hombros y respondió con su típico sarcasmo.
—Siempre hay algo raro en este lugar, Ford. Pero mientras tengamos cerveza heladas, creo que podremos manejarlo.
Stanford sonrió ante el comentario, pero no podía sacudirse la sensación de que algo estaba mal. Mientras la luz del sol se desvanecía y el crepúsculo comenzaba a envolver el pueblo de Gravity Falls, Stanford no pudo evitar preguntarse qué cambios estaban ocurriendo, silenciosos e invisibles, en las sombras de ese tranquilo día de verano.
Las cosas no eran lo que parecían, y él lo sabía. Lo único que podía hacer era esperar y observar. Quizás, muy pronto, descubriría que había algo más en juego en ese pequeño y extraño pueblo.
(Narra: Bill)
Al día siguiente, Bill se despertó temprano, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Había pasado casi toda la noche en vela, sus pensamientos girando en torno a una sola idea: como recuperar sus poderes. Sabía que era ahí donde encontraría respuestas. Pero el hecho de que Ford estuviera cerca le hacía dudar, lo ponía nervioso de una manera que no entendía del todo.
Flashback
Bill estaba tendido en una camilla, rodeado de luces blancas y frías del hospital. La voz del humano era el único sonido que rompía el silencio aséptico.
—¡No debiste haberte tirado al agua de esa forma! —exclamó humano, su voz un eco en la habitación. Estaba al borde de las lágrimas, pero su enojo no lo dejaba llorar—. ¡Borracho y estúpido! ¡Eso no es excusa para tirarte como un maldito suicida! ¡Son las doce de la noche por la mierda!
—Dipper, no deberías gritarle, sabes que estaba borracho. ¡Igual tu lo estabas! Hacer cosas estúpidas es normal de nosotros y lo sabes.— Bill la vio por un segundo, notando recién algo sumamente importante: eso no eran humanos normales, eran los gemelos Pines.
Bill se sentó en la camilla, el cuerpo aún temblando por la frialdad del agua y el estrés de la situación. Miró a Dipper, que estaba a su lado con los ojos llenos de preocupación y una expresión de frustración. Intentó abrir la boca para explicar, pero no encontró las palabras. La vergüenza y la confusión lo abrumaban.
Dipper se inclinó más cerca, con las manos firmemente apoyadas en los bordes de la camilla.
—No puedo creer que te hayas metido en esta situación. Pensé que estabas bien, que tenías el control... —su voz se rompió un poco, revelando una vulnerabilidad que Bill no había visto antes—. Pero ahora estás aquí Will, y eso me asusta más de lo que te imaginas.
Bill intentó concentrarse, pero sus intentos de usar magia para resolver la situación resultaron inútiles. La magia no fluía, y cada intento fallido solo intensificaba su desesperación.
Los médicos y enfermeras entraron y salieron, haciendo sus chequeos, pero Bill apenas prestó atención. Su mente estaba fija en la impotencia de no poder hacer nada, en cómo su magia, su mayor fuente de poder y seguridad, simplemente no estaba allí. Estaba solo, con un cuerpo humano, sin poderes y con el nombre cambiado tontamente por una sola consonante.
Fin del Flashback
Con cada paso que daba hacia la cabaña, sentía cómo su incertidumbre crecía. En el pasado, habría entrado en cualquier lugar con confianza, seguro de que su astucia y poder lo respaldaban. Ahora, todo lo que tenía era un cuerpo humano débil y una mente llena de emociones que no sabía que podía sentir.
Al llegar a la cabaña, se detuvo frente a la puerta, respirando hondo antes de levantar la mano para llamar. Pero algo lo detuvo. Una sensación de peligro, de algo que no debería hacer. Se quedó quieto, indeciso, hasta que escuchó una voz familiar detrás de él.
—¡Will! ¡Qué sorpresa verte tan temprano! —La voz de Stanford lo hizo sobresaltarse, y se giró rápidamente para enfrentarlo.
—¡Señor Ford! —exclamó, intentando forzar una sonrisa— Solo... solo estaba dando un paseo matutino y pensé en pasar a saludar.
Stanford lo miró con suspicacia, como si pudiera ver a través de su fachada nerviosa, quizás se volvió hechicero y ahora podía, quien sabe.
—Bueno, siempre es bueno tener visitas "inesperadas" —dijo Ford con una leve sonrisa, haciendo las comillas con los dedos—. ¿Te gustaría entrar? Mabel y Dipper aún están dormidos, pero estoy seguro de que no les importará verte.
Bill asintió, aunque cada fibra de su ser le decía que se alejara. Necesitaba estar dentro, ver si había algo que pudiera usar, algo que pudiera darle una pista sobre cómo recuperar lo que había perdido.
Entraron en la cabaña, y Bill fue recibido por la familiar mezcla de aromas a madera vieja y libros polvorientos. El lugar no había cambiado mucho desde la última vez que estuvo allí, o al menos desde la última vez que lo vio con sus ojos demoníacos (en el cuerpo de Dipper). Pero ahora, sin sus poderes, todo parecía diferente, más grande y más amenazante.
Ford lo condujo hasta la sala, donde varios de sus viejos inventos estaban esparcidos por las mesas. Bill sintió un nudo en el estómago al verlos, recuerdos vagos de los tiempos en que esos artefactos eran solo pequeños obstáculos en su camino.
—¿Todo bien, Will? —preguntó Ford, notando su mirada perdida.
—Sí, todo está bien —murmuró Bill, tratando de controlar su ansiedad, esto de ser mortal era complicado—. Es solo que... este lugar siempre me ha fascinado. Es como estar rodeado de misterios esperando ser descubiertos.
Ford lo observó en silencio por un momento, como si estuviera evaluando cada palabra. Finalmente, asintió y se sentó en una de las sillas.
—Tienes razón. Este lugar está lleno de misterios. Pero recuerda, algunos misterios son peligrosos. No siempre es seguro buscar respuestas —advirtió Ford, con un tono serio.
Bill asintió, pero no pudo evitar pensar que la advertencia estaba dirigida directamente a él. Sabía que estaba jugando con fuego, pero no tenía otra opción. Necesitaba encontrar una manera de recuperar sus poderes, y este lugar era su única esperanza.
Sin embargo, mientras Ford hablaba, Bill no pudo evitar sentir que el verdadero misterio en esa cabaña no era un objeto o un secreto oculto. El verdadero misterio estaba en él, en ese hombre que muy felizmente le abría las puertas de su casa.
Mención honorifica a: @Night_nwn y @x_Dan_Stalker_x
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