Epílogo
El sonido de las manecillas del reloj era lo único que se escuchaba en el pasillo de la sala de espera, mientras que el señor Wyeth esperaba ansioso por noticias sobre su hija.
El hombre observó a Marshall y los demás chicos, aún preocupado después de que el muchacho de cabello negro lo llamara por teléfono a pedido de su hija, avisándole sobre lo ocurrido en aquel lugar que creía era seguro para ella.
Por supuesto, no bien supo la noticia, tomo el primer vuelo hacía Inglaterra, ante los reclamos de su pronto, ex esposa, y corrió hasta el hospital donde le habían avisado se encontraba Megan.
Un suspiro tembloroso escapó de sus labios, tan solo pensar que su hija pudo haber sido una víctima más de aquella mujer, le ponía los pelos de punta.
— Tranquilo señor Wyeth, Megan es la chica más fuerte que conozco... Estoy seguro de que ella estará bien –dijo el adolescente con el que había hablado antes en un intento de animarlo, mientras su madre lo abrazaba feliz de tenerlo a salvo.
— Lo sé, es idéntica a su madre...
Entonces, la puerta de la habitación se abrió y un doctor salió.
— ¿Familiares de la señorita Wyeth?
El hombre se levantó como un resorte
— ¡Yo! Soy su padre...
— La señorita se encuentra estable, afortunadamente las contusiones en su cuerpo no llegaron a causar un nivel crítico, pero deberá guardar mucho reposo, sin embargo, es importante que asista a terapia...
— Entiendo, gracias doctor –dijo el hombre aliviado.
Entonces, Marshall y la chica pelirroja que se encontraban con él se acercaron.
— Disculpe doctor, ¿Y nuestros otros compañeros cómo están?
El hombre de bata blanca observó a los chicos, luego dirigió la mirada hacia sus padres y tomó aire para responder.
— Afortunadamente están fuera de peligro, pero deberán permanecer bajo vigilancia –cerró la libreta que llevaba en manos y la guardó en su guardapolvo– ahora, si me disculpan, debo ir a atender otros pacientes, si tienen alguna otra duda una enfermera se las podrá aclarar.
El hombre se marchó y el señor Wyeth soltó un suspiro, así que, dando un par de pasos, tomó el pomo de la puerta y entró.
Megan se encontraba recostada en la camilla, con el rostro ladeado hacia la ventana, observando el horizonte.
Se veía tranquila.
El hombre cerró la puerta con cuidado, provocando un ligero ruido, lo cual consiguió llamar la atención de la muchacha, quien giró el rostro asustada.
Sin embargo, la expresión de la chica pronto cambió a un de sorpresa, mientras que las lágrimas empezaban a correr libremente por sus mejillas.
— Tranquila, mi niña, papá ya está aquí.
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