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capítulo 14

En la mansión de Mr. Posh estaba este sentado en la silla frente a su escritorio. En sus patas tenía su teléfono en el cual veía las natocias con notable seriedad. En su interior solo eran llamas, la rabia lo llenaba de motivos para ir él mismo a solucionar el grave problema en el cual sus hombros habían caído. Se le escucha gruñir levemente y apaga el teléfono dejándolo a un lado para ver al frente, donde estaba Julian mirándolo de manera tranquila, aunque apenada.

—Señor, fue una emboscada -se excusa rápidamente —. No pudimos hacer nada, solo huir.

—No serás el líder de la misión —le dice serio y se levanta de su asiento —. Buscaré a alguien mejor, a alguien en el cual pueda dejar todo mi confianza.

—¿Pero quién es más confiable que su líder natural y gran amigo?

—No lo sé, pero tengo mis candidatos.

El tigre suspira bajo y se levanta disculpándose con su jefe. Se despide de él y se va de la oficina.

El zorro suspira cabizbajo, no le sabia bien tener que decirle eso a su amigo, pero ya no importaba. Presionó un botón en un teléfono fijo que tenía en su escritorio mientras pensaba en sus palabras.

—Nancy, necesito que me hagas un favor.

En la jefatura de policía se encontraban las dos oficiales encargadas del caso. Ambas miraban los expedientes de los dos capturados el día anterior.

—El gato es Hamilton Sanchez, un experimentado cerrajero que trabajaba para esa banda. El perro es Roberto Jiménez, un corredor joven y criminal buscado por manejo de drogas. Parece que era un comerciante de la banda -decía la coneja de manera tranquila.

La cebra escribía todo en una pequeña pizarra de su oficina mientras escuchaba. Como en todo caso trataban de conectar las piezas y tenían fotos de cada uno de los sospechosos pegados en la pared.

Hablaban tranquilas sobre el caso, y que más podían hacer para resolverlo.

—Tal vez deberíamos investigar los contactos que tenían estos dos -sugiere la coneja mientras señala la foto de los dos últimos capturados.

La cebra asiente tranquila al escucharla.

Caminan hasta la zona de celdas donde en una de estas se encontraban ambos convictos compartiéndola. La coneja suspira y les empieza a hacer algunas preguntas para conocer a sus contactos más cercanos, pero ninguna de las respuestas les es útil para su trabajo. La coneja suspira frustrada.

—¿En serio nada? -susurra para si misma.

No muy lejos de ahí, un lobo se despertaba de una buena siesta. Junto a él, estaba una loba acurrucada en su pecho de manera tierna. Se habían complacido la noche anterior, y estaban agotados por toda la acción que duró hasta más de la madrugada. El chico se levantó de la cama lentamente sin despertarla y toma su pantalón, se viste y camina a la cocina para empezar a hacer el desayuno para ambos. Mientras cocinaba, su teléfono empezó a vibrar en su bolsillo. Este lo saca de ahí y contesta poniéndolo en su oreja.

—Diga —dice educado sin saber exactamente quien era quien estaba al otro lado de la llamada.

—Señor Wolfie —responde una voz ronca y seria, hace poco conocida por el lobo. Daniel baja sus orejas un poco y suspira sin decir ni una palabra, reconoció quien era -. Me alegra que conteste, espero no haberlo incomodado en su velada.

—¿Qué quieres? —pregunta algo fastidiado.

—Hay un conejo cerca de su ubicación. Quiero que usted y el señor Doger vayan por él y lo interroguen. Si hay algo sospechoso nos avisan para arrestarlo.

—¿Debe ser ahora?

—En este momento está trabajando, tienen una hora aproximadamente antes que se vaya a almorzar, y para tal hora puede ser tarde. Así que sí, debe ser ahora.

El chico suspira y acepta antes de colgar la llamada. Le manda un mensaje a su amigo antes de terminar el desayuno. Cuando acaba su tarea le lleva un plato a la loba con comida para su provecho.

Después de media hora, ambos lobos caminaban a la ubicación que el puma detective les había dado. Era una joyería bastante refinada y lujosa. Un conejo de ojos rojos sangre estaba en el mostrador, vestía con elegancia y porte de un hombre con poder, y al ver a los lobos un pequeño gesto de disgusto se forma en su cara.

—Señores, esto no es un simple taller de mecánica —su voz es profunda y elegante. Camina a un lado pasando del mostrador al frente para estar cerca de ellos —. Les pido amablemente que se vayan de mi establecimiento.

—¿Acaso no es ilegal que nos eche? —le pregunta el de pelaje blanco.

—Es un establecimiento privado, y nos reservamos el derecho de no servirle a cualquiera —les explica tranquilo—. Así que, a menos que vengan de traje o con dinero para comprar no serán bienvenidos aquí.

—Solo le haremos una pregunta, señor Riuk -le dice Sebastián—. ¿Usted no tiene eso que se está haciendo de moda? Uno de nuestros amigos nos dijo que usted la distribuía —El conejo algo incrédulo los mira de arriba a abajo—. El dinero no es problema.

Daniel saca un fajo de billetes de su bolsillo con una sonrisa y la deja a la vista del conejo. Este levanta las orejas y mueve su nariz un poco errático. Sin decir nada camina hasta su mostrador y de la parte baja saca una pequeño bolsa de platico trasparente con un polvo de color azul oscuro. Ambos lobos sonríen y hacen negocios con él.

Diez minutos después la policía estaba en el lugar. Obviamente habían dejado ir a ambos lobos antes que estos llegaran para mantener la coartada. El conejo es llevado a la prisión para ser investigado y procesado por tráfico y venta de estupefacientes.

Hola, esperó les guste, si es así voten y comenten,

Gran las y hasta la próxima

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