;; cruda verdad ;;

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Ya ha transcurrido una semana completa desde el altercado con Justin. Y si, aún sigo trabajando en este lugar aunque lo deteste con toda mi vida, sin embargo; estaba haciendo lo posible para conseguir otro empleo lo más rápido posible. Enguerrand me había estado ayudando no solo con el idioma, prometió recomendarme en algunos otros locales que según él pertenecen a buenos amigos, y realmente nunca había estado tan agradecida con alguien por ello. Pero, tampoco le dije la razón por la cual ansiaba salir de aquí y no lo hacía tan fácilmente, y era simple; si me iba y no conseguía un trabajo antes, probablemente dejaría de cenar varias noches.

En cuanto a Justin... no me mira, no me habla y hace el mayor esfuerzo posible por ni siquiera acercarse a mi. Sin duda alguna una parte de mi esperaba con ansias una muy buena maldita disculpa de su parte, o quizás un aumento de sueldo con lo que me había hecho pasar, pero simplemente es como si nada hubiera sucedido.

—Oye niña, ve a limpiar la mesa seis—Edmeé escupe seriamente cuando pasa a mi lado, depositando un golpe en mi codo.

—Te la han asignado a ti, si no me equivoco—respondí sin siquiera mirarla.

—¿Acaso tus padres no te enseñaron a cerrar la boca cuando un superior te habla?—levantó una ceja.

Eso había dolido como el infierno.

—¿Por qué no haces tu trabajo y me dejas en paz?—musité entre dientes tomando la bandeja que se encontraba a mi lado, y acto seguido giré sobre mis talones entrando directamente hacia la cocina.

Ahí dentro se daba el mayor caos existente, los cocineros se gritaban entre si, el sonido de los platos chocando, el ambiente tenso, el calor proveniente del fuego. Una total pesadilla. Pero viéndolo de otra forma, aquí se creaba el mayor lazo en todo el restaurante, y de vez en cuando eso se hacía notar.

—Un aperitivo de la casa para la mesa quince—medio grité hacia uno de los chefs, pero el negó moviéndose varias veces entre las personas, tratando de darle fin a su plato.

—Entrégaselo a Justin, es su especialidad. Ahora mismo se ha vuelto exigente como la mierda y no quiere que nadie mas haga mal el trabajo que él puede hacer a la perfección—dijo imitando su tono de voz y reí.

Relamí mis labios y me dirigí hacia el puesto solitario de Justin. Él se encontraba dándole los toques finales a un platillo, limpiando sus bordes con una fina servilleta. Al levantar la mirada, conectamos inmediatamente; pero como era de esperarse bajo la suya rápidamente mientras gruñía.

—Un aperitivo de la casa para la quince, Chef—musito entre dientes, colgando la delgada hoja frente al pequeño arnés frente a él.

—¿Acaso sabes cuál es el aperitivo?—preguntó negando levemente. Tragué en seco—Lo supuse—comentó—De todas formas debes quedarte hasta tarde nuevamente, mañana habrá un importante evento y la cocina debe estar impecable.

—No puede hablar enserio. Me he quedado hasta las dos de la mañana toda la maldita semana limpiando las mismas cosas todos los días.

—¿¡Por qué diablos te cuesta tanto seguir órdenes!?—estrelló su cuchillo contra la mesa de metal, provocando que la cocina se fundiera en un total silencio—¡Tienes suerte de estar aquí aún y lo único que haces es comportarte como una imbécil, y una malagradecida!

Todos nos observaban de manera impetuosa, podía sentir la risa burlona de Edmeé crecer cada condenado segundo, y la humillación seguía aumentando a pasos agigantados.

—¿Acaso no tienen que seguir trabajando?—Justin gruñó, girando un poco el cuello pero aún dejando su cabeza con dirección al suelo.

Y aunque me molestara bastante... era cierto, tenía que aprender a seguir órdenes.

—Estaré aquí el tiempo que me necesite, Chef—afirmé.

—Desaparece de mi vista, niña—dijo empujando con furia su ya terminado platillo hacia a mi, con el fin de que lo entregara a la mesa correspondiente—Pedido de siete—masculló—Espero que llegue tal y cómo está ahora.