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Introducción

Miércoles 9 de octubre del 2019

Las gruesas gotas de sudor se resbalaban de forma rápida por su rostro, desde lo alto de su frente hasta desprenderse con extrema facilidad de su barbilla. Por un percance debido a una falla en el motor del autobús en el que se trasladaba, no lo quedó de otra más que correr y apresurarse si no quería llegar tarde a uno de los mejores sucesos de su vida. 

Para Kim Namjoon, ese día sólo había ido de mal en peor; desde llegar tarde a una importante junta de trabajo y ser reprendido por su superior, hasta chocar su auto y obtener un duro golpe procedente del otro conductor aun cuando él no tuvo la culpa. Pero ahora, se encontraba a tan sólo unas cuadras de distancia para tener un encuentro con quién ya había denominado como al amor de su vida. Su sonrisa se ensanchó con tan sólo pensar e imaginar que pronto la tendría en sus brazos y nunca más la soltaría, completamente dispuesto a entregarle todo su corazón. 

Luego de tantos desastres y melancolías, ¿qué podría salir mal? Desde que se enteró de la noticia, todos sus problemas y malestares fueron remplazados por alegrías, sonrisas y el sentimiento de un millón de mariposas revoloteando en el interior de su estómago.

Se detuvo unos segundos al darse cuenta de que había llegado al primer punto de su destino, por lo que aprovechó el momento para retomar sus fuerzas y seguir corriendo lo más rápido que sus piernas le permitían. 

Al tan sólo poner uno de sus pies en el interior del hospital, dejó escapar un reconfortante suspiro para luego dirigirse al ascensor. ''Tercer piso, sala número seis.'' Se repetía en su mente mientras presionaba los botones correspondientes para llegar al lugar correcto. Aprovechando que nadie más se encontraba en ese pequeño espacio, se soltó a reír al pensar en lo feliz y afortunado que era.

Corrió al exterior aun cuando las puertas no terminaban de abrirse por completo, su cuerpo era movido por la emoción y se le dificultaba un poco fijarse en lo demás más allá de sí mismo y sus asuntos de interés. Dio algunos brincos de felicidad al leer el letrero y descubrir que finalmente había llegado al lugar de su destino, en el cual toda su situación cambiaría para bien.

Se extrañó un poco al notar que no se encontró nadie conocido en la sala. Siendo que él había hecho todo por llegar un tiempo, le era resultaba confuso el pensar que los demás no habían llegado aún. Sin cuestionarse más, se resignó a tomar asiento en una de las sillas incómodas del hospital.

Su cabeza se alzó rápidamente al escuchar a una de las puertas ser abierta, dejando ver así a una mujer de bata blanca sosteniendo un portapapeles entre sus brazos. El joven se levantó rápidamente de su asiento y se encaminó a ella al escucharla pronunciar un nombre muy conocido por él.

— ¿Familiares de Kim Youngmi? 

— Yo soy su esposo. — Avisó al estar frente a ella.

— Señor Kim... — Su tono de voz bajaba, poniéndolo algo nervioso. — La situación se complicó más de lo esperado y Kim Young Mi no pudo continuar con tanto dolor. Lamentamos informarle que su esposa ha fallecido. 

Sus piernas flaquearon de forma inmediata causando así que callera al piso sobre sus rodillas. A partir de ese momento fue incapaz de prestar atención a lo que pasara a su alrededor, ''su esposa ha fallecido''. Resonaba un sin fin de veces en escuchar su mente al punto de causarle dolor de cabeza. Las lágrimas se escabullían por la superficie de su rostro logrando que algunas entrarán a su boca, confundiéndose así con el sabor metálico de su sangre a causa de la fuerte mordedura en su labio por la impotencia del momento. 

Levantó su mirada rápidamente y sonrió de gran manera al recordar que todavía quedaba ilusión alguna en esa sala repleta de consternación. 

— ¿Cómo se encuentra mi hija? — Preguntó en un hilo de voz lleno de esperanza. 

La doctora soltó un afligido suspiro antes de pronunciar lo que anteriormente había anunciado.

— Señor Kim... Lamento informarle que la bebé tampoco sobrevivió al parto. 

Sus palabras lograron deteriorarlo por completo, le fue inevitable el no soltar una ligera risa socarrona que rápidamente se transformó en gritos de dolor y llantos de tristeza. Las personas se alejaban de su cercanía mientras lanzaban pequeñas miradas de pena en su dirección, pero para él sólo existía un pensamiento en mente y un dolor en su corazón. 

Aun siendo conformista y sin desear nada, en tan sólo un instante le fue arrebatado todo. Convirtiendo así lo que para él sería el mejor momento de su vida, en los fragmentos de un mísero y amargo recuerdo. 

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