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5. Mis opciones son escasas, por no decir nulas

No podía creer lo que estaban viendo mis ojos. Parpadeé un par de veces y hasta me froté los ojos con los dedos, tenía que ser un espejismo. Pero no. Lo que estaba viendo era real.

Magnar estaba jugando al voleibol mágico con los zombis.

Era obvio que mi amigo había conjurado una bola de fuego que funcionaba como pelota, pero no tenía ni la menor idea de cómo los zombis no ardían en llamas a penas la tocaban.

Ah, claro. Los zombis habían sido brujos antes de morir, estaba pasando por alto ese pequeñísimo detalle.

Sacudí la cabeza y me acerqué a él, con Clover pisándome los talones. Ahora tenía guardaespaldas personal. Después de ofrecerme su ayuda de una forma nada amable solo para decirme que si no aprendía por las buenas, aprendía por las malas; la había invitado a venir conmigo. Necesitaba toda la ayuda disponible.

—Cuando me fui, les tenías miedo y ahora estás jugando con ellos. ¿De qué me perdí? ­­—pregunté, colocándome una mano en la cintura, mirando a Magnar con las cejas alzadas.

Mi amigo movió la muñeca y deshizo el hechizo que mantenía la pelota de fuego en el aire, esta soltó un chisporroteo antes de deshacerse en cenizas, haciendo que los zombis suspiraran con aburrimiento.

El día más raro de mi vida. Y aún no terminaba.

Magnar me miró con una sonrisa en la cara, abrió la boca para responderme y la cerró de golpe cuando sus orbes grisáceos repararon en Clover. Abrió los ojos con pánico y su cara entera se enrojeció. Miré por encima de mi hombro para darme cuenta que la muchacha estaba viendo hacia otro lado con sus mejillas pecosas cubiertas de un rubor rojo.

Qué lindos, se habían sonrojado al verse mutuamente.

—H-hola, Clover —dijo Magnar, con la voz en un murmullo.

La chica se puso más roja, si es que eso era posible y asintió en su dirección en forma de saludo.

—Hola —respondió ella, interesándose en un hilo suelto de la manga del vestido.

La conversación quedó ahí, colgando de forma tensa entre los tres conmigo en el medio. Por Merlín, había mucho trabajo que hacer con esos dos. Pero primero estaba el asunto urgente de los zombis.

Me aclaré la garganta. Magnar ­­parpadeó.

—Ah, sí —él volvió a mirarme—. Resulta que no son malos en absoluto, lo cuál es raro porque lo más seguro es que los hayan despertado con magia negra. Nuestro escritorio quedó reluciente después del desastre que hiciste. Y luego comenzaron a dar vueltas en círculos esperándote. Fue incómodo... y raro. Así que decidí distraerlos mientras venías ­­—Magnar dio un paso atrás y los señaló­­—. Todos tuyos.

Miré a los zombis acercarse en mi dirección y les hice una seña para que se alejaran y se quedaran quietecitos.

—Amaría quedarme con mis nuevos mayordomos zombis pero lastimosamente no puedo. La directora me ha dado un ultimátum —susurré en dirección a mi amigo.

Lo tomé por un brazo y con la otra mano hice lo mismo con Clover, llevándolos lejos de los zombis. Se supone que teníamos que trazar el plan para deshacernos de ellos, me parecía de mala educación que escucharan eso.

Le conté a Magnar lo que me había dicho Morgana. El tiempo límite que me había dado para conseguir al verdadero culpable y su estupenda idea de ponerme una vigilante, digo, tutora. Y que por eso Clover nos acompañaría ahora en la misión.

Él se revolvió incómodo con lo último. Quería decirle que en parte era una buena noticia, porque así podía pasar tiempo con ella. Pero me abstuve porque Clover estaba a mi lado modo fantasma.

—¿Así que esto es ahora una misión? —preguntó él, sentado frente a mí bajo la sombra de un gran roble que estaba en el jardín—. ¿Y la primera parte es deshacernos de los zombis?

—Exacto.

—¿Y la directora no te dio ni una pista de cómo podías hacer eso?

Negué con la cabeza y saqué el libro de nigromancia que había llevado conmigo. Me acomodé de forma que quedé en medio de ambos –desgraciadamente– y coloqué el libro frente a mí para que los tres pudiéramos leer.

—Solo me dijo que los zombis estaban enlazados a mí mediante el cuchilllo. Quién sea que lo hizo, vinculó sus almas a la daga y por ende a mí. Por eso me buscaron.

—O sea que, quien lo haya hecho, lo hizo con el propósito de que pareciera que tú lo hiciste —dijo Magnar.

—Sí. Y quiero creer que en este libro hay alguna solución para ello —dije, abriéndolo.

Empecé por el índice. Buscando lo que me interesaba.

Nigromancia para principiantes.

Simbología.

Hechizos y rituales de resurrección.

Adivinación con intestinos de cadáveres (¿Qué?).

Invocación de espíritus ancestrales.

Enlazar almas a objetos inanimados. Bingo.

Fui a la página que indicaba.

Hablaba de como hacer el vínculo. Estaba todo explicado. Había que tomar algo perteneciente a la persona e ir invocando el o las almas que se querían enlazar. El objeto debía estar cargado de una gran energía mágica o el hechizo no iba a funcionar.

No sabía qué tanta energía mágica tenía mi daga, pero por lo visto tenía la suficiente como para que veinte zombis estuvieran vinculados a mí. ¿Tenía algo que ver con el pasado mágico de mi familia? Es decir... la daga había pertenecido a varios antepasados importantes. Y había venido a parar en las manos de la más irresponsable de la prole.

Seguí leyendo. Pues si salía como hacerlo, tenía que salir cómo deshacerlo también. Y no me gustaba para nada lo que decía.

Sonaba bastante simple: destruir el objeto era la única forma de desvincular las almas. Pero no era tan fácil.

Primero, mi daga no iba a ser destruida por culpa de alguien que quería vengarse de mí por quien sabe que cosa. Había sido un regalo de mi padre. Era lo único que me hacía sentir cercana a él, ya que debido a su trabajo casi nunca lo veía. Él y mamá eran los líderes del clan de brujas de Inglaterra. Me habían dejado en la Academia Naidr en Wicked Falls para estudiar magia bajo la tutela de mi abuela mientras ellos casi nunca estaban presentes en mi vida, los veía durante cada solsticio de invierno y al finalizar cada año escolar. Tenía suerte si pasaba más de dos semanas con ellos al año. Me habían dicho que ahí aprendería a ser una bruja excelente como lo era mi abuela. Vayas mentiras. Era de todo menos excelente. Y aún así... me aferraba a cualquier recuerdo que tenía de ellos, mientras intentaba romper todas las reglas bajo cualquier excusa porque eso significaba que ellos vendrían a buscarme.

Nunca lo hacían.

Y ahora estaba en serios problemas. Y la solución era destruir lo único tangible que me acercaba a ellos.

Lo segundo era que, destruir el objeto garantizaba desvincular las almas pero no decía nada de devolver a los zombis de donde habían salido. No entendía nada.

Parpadeé, ahuyentando las lágrimas que estaban formándose en mis ojos.

—No entiendo —dije, fallando en el intento de que mi voz no sonara rota.

La mano de Magnar cubrió la mía y la apretó ligeramente, dándome una mirada que me decía que lo sentía. Él sabía cuán importante para mí era ese cuchillo. Clover nos miró ajena a la situación, esperando que alguno dijera algo.

—Lo que yo entiendo es... —continuó Magnar—, que si destruyes el cuchillo cabe la posibilidad de que las almas se liberen pero eso no te asegura que vuelvan a donde deben volver. Podrían quedar atrapadas en un limbo, y algún espíritu maligno que esté suelto podría tomar posesión de los cuerpos. Lo cual sería un desastre.

—¿Y si mato a los zombis? —hipé.

Clover negó con la cabeza.

—Si lo que Magnar dice es cierto, entonces quedarías en una situación parecida. El hecho es que sus cuerpos ya están muertos, no hay mucho que puedas matar. Al estar sus almas atadas a ti, de alguna forma seguirían con vida, hasta que destruyas el objeto que forma el vínculo.

—Y si destruyo el objeto... —resoplé, era inútil—. Bueno, al parecer no dispongo de muchas opciones —señalé el libro—. ¿Qué clase de solución de mierda es esa?

Magnar se rascó la nuca.

—Es magia negra, es engañosa. No te puedes fiar de lo que dice.

—Debe haber alguna forma de guiar sus almas hasta el más allá después de destruir el cuchillo —aseguró Clover—. Y tiene que ser una forma rápida. Si las almas están demasiado tiempo sueltas, pueden perder el rumbo.

La miré.

—¿Y si no estoy dispuesta a destruir el cuchillo?

Ella se encogió de hombros.

—La magia se basa en sacrificios, Amethyst. No puedes obtener un resultado sin ofrecer algo a cambio.

Me mordí el labio. No quería admitirlo, pero la ratoncita de biblioteca tenía razón.

—¿Y cómo se supone que encontraremos la forma de guiar sus almas de una forma segura?

—Creo que conozco a alguien que puede ayudarnos —dijo Magnar de repente, haciendo que Clover y yo volteáramos a verlo como si hubiera dicho un disparate.

¿Magnar conociendo a alguien que supiera de magia negra?

—¿De qué estás hablando? —pregunté.

—Eh... puede ser que tenga un tío —bajo la voz hasta convertirla en un susurro—que tiene una tienda de objetos mágicos prohibidos en la parte sur del pueblo, cerca de las cascadas. Quizás él sepa de estos temas. Al fin y al cabo, trabaja con cosas prohibidas. Siento que te caerá bien.

Entrecerré los ojos, juzgándolo con la mirada.

—¡Te lo tenías bien guardado! ¿Cómo es que no sabía de ese tío?

Aunque yo tampoco le había contado de mi abuela, pero era distinto.

—Tal vez, Amethyst, porque trabaja con lo oculto. No lo voy a andar divulgando así como así. Pero esto es una emergencia.

—¿Y qué estamos esperando? Llévanos con él —Cerré el libro y me puse de pie, guardándolo en la mochila que me había cuidado Magnar. La mochila extra estaba encogida con magia y guardada dentro de la otra.

Magnar se puso en pie y Clover le siguió, esta última movió un dedo de forma negativa.

—Qué va. Ya mismo tenemos clase de adivinación. Y no nos la vamos a saltar.

No podía estar hablando en serio. ¡Tenía cosas más importantes que hacer que ver a través de una bola de cristal!

Espera....

¿Podía usar eso para ver quién había estado en el cementerio la noche anterior?

Miré a Clover con repentino interés, sonriéndole.

—¿Con las bolas de cristal se puede ver el pasado?

Ella de nuevo me miró como si no hablara en serio y Magnar se golpeó la frente con la mano.

—¿Tú no prestas atención en clases, verdad? —pregunto ella.

—Solo cuando me interesa.

Clover soltó una larga respiración.

—Vamos, hay mucho que aprender —dijo, y comenzó a caminar en dirección al edificio.

La mano de Magnar me palmeó el hombro.

—Iremos con mi tío después de clases.

Me crucé de brazos, con la vista fija en la espalda de Clover.

—Es odiosa, ¿cómo puede gustarte?

—Es preciosa —dijo él, suspirando—. Vamos.


✨🔮✨

¡Hola! Lamento mi desaparición, mi computadora no quería dar señales de vida y mi creatividad tampoco, en consecuencia, tengo que volar con los capítulos para terminar la novela antes del domingo. Lo que significa que tendrán actualización toda la semana. Al menos eso es bueno :D

Deseenme suerte, porque la necesitaré.

Echando a un lado mis desgracias, hablemos de las de nuestra protagonista, ¿qué les ha parecido el capítulo? ¿Qué opinan de la relación que tiene con sus padres?

¿Esperaban lo del tío de Magnar? ¡¿Y COMO SE JUEGA VOLEIBOL CON UNA BOLA DE FUEGO?!

¿Alguna teoría que debería saber?

¡Los leo!

No olviden votar si les gustó, nos vemos en el siguiente <3

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