8. Castigo
Yui se levantó antes de tiempo, por suerte no había que ir al colegio. No creyó que fuera a tardar mucho, miró a Ayato y se levantó con cuidado para no despertarlo. Se dirigía a la cocina a buscar algo de agua, pero al pasar al lado de una ventana le pareció divisar humo cerca, al fijarse mejor vio que en el jardín había una hoguera encendida.
Se extrañó, pero antes de ir a decírselo a alguien, apareció aquel misterioso chico de la capa roja, nunca antes lo había visto y era tal y como los demás lo describían.
Él llevaba en las manos una caja envuelta con un curioso papel verde con lunares rojos, se quedó mirando las llamas durante un minuto y tiró el paquete hacia ellas. Nada tenía sentido.
El chico parecía irse, pero repentinamente levantó la vista para fijarse en ella. Yui se asustó, pero no se movió de allí, él sacó de algún bolsillo un lápiz y un papel para escribir algo.
—¿Por qué narices llevaría eso? —se preguntó Yui.
Después llamó a un murciélago, se lo dio y señaló a la ventana. Al comprender la situación, Yui abrió la ventana y el animal le entregó la nota en las manos, cuando quiso darse cuenta, el desconocido ya estaba apagando el fuego con un cubo de agua que tenía cerca y se fue.
Atónita, desdobló el papel.
«No te preocupes, no voy a incendiar nada. Cuando los demás se hayan despertado no habrá prueba alguna de fogatas por aquí»
—¿Y a qué hora exacta ocurrió aquello? —preguntó Reiji tras examinar la nota.
—Más o menos a las cuatro de la mañana —respondió Yui.
Después de lo ocurrido, Yui había vuelto a la cama y al despertar contó todo a Ayato, que pensó que lo mejor sería informar de eso a Reiji.
—¿Y dices que lo hizo para quemar una caja?
—Sí, una de regalo.
—Pues sí que lo ha limpiado bien todo — comentó Ayato al fijarse en el mismo sitio desde la ventana, sin una sola quemadura.
—Lo que no entiendo es por qué haría fuego sólo para quemar una caja. Podría haber provocado un incendio.
—¿Una caja? —tartamudeó Kaitleen detrás de ellos. Ella se había ofrecido a hacer el té, la bandeja con las tazas y la tetera casi se caía por el temblor de sus manos. Antes de que ocurriese la dejó rápidamente en la mesa.
—¿No sería un paquete con un envoltorio verde y puntos rojos?
—Sí, ¿por qué?
—Si no os importa, solo diré que hay que eliminar esas cosas nada más verlas.
Había intentado permanecer seria, pero sus ojos revelaban un brillo de preocupación. Se fue antes de que le hicieran más preguntas.
—Da igual —suspiró Reiji —, esa caja y lo que tuviera en su interior están reducidos a cenizas. Lo lógico sería dejar este tema de lado
Yui asintió en silencio mientras Reiji se marchaba de la sala sin antes girarse.
—Por cierto Yui, si ves Rosaura dile que estará conmigo en cinco minutos exactos.
—Vale.
Pobre Rosaura... su elección había sido una de las más repentinas de todas.
—Mira que llamarme a su habitación en pocos minutos —suspiró Rosaura mientras aceleraba el paso.
La frustración la llevó a pensar que todo aquello era mejor que estar con un acosador. Apenas le quedaba un minuto y al cruzar una esquina se chocó con Shu.
—Fíjate por dónde vas —se quejó él con pereza.
—Perdón, y ya nos veremos, supongo... —se diculpó mientras continuaba su camino.
Tocó la puerta antes de entrar en el cuarto de Reiji, el cual estaba sentado en una de las sillas.
—Llegas dos segundos tarde —dijo su anfitrión con molestia mientras echaba un vistazo a su reloj de bolsillo.
¿En serio? ¿Por sólo un par de segundos? Rosaura ya sabía que convivir con alguien como él sería complicado, pero aquello era demasiado.
—Lo siento, no volverá a pasar —se disculpó intentando ocultar su incredulidad.
—Eso espero, lo dejaré pasar por ser la primera y única vez que ocurrirá.
Cerró de golpe su reloj y con un gesto la invitó a tomar asiento. Ella asintió y se acercó en silencio.
Todas las noches que estuvo con Reiji habían sido iguales. La primera fue cuando Reiji escogió a Rosaura como su presa, pero esta vez ella no cometió el "error" de intentar servirse el té, ya que, según Reiji, "debía entender la diferencia entre las posiciones de ambos y no creerse más de lo que era". Rosaura había tratado de esforzarse por no pegarle una bofetada hasta que él le ofreció una taza ya preparada.
Si bien ella desconfiaba de la supuesta amabilidad del vampiro, sus insistencias la impulsaron a dar el primer sorbo.
Todo parecía bien hasta que, al cabo de unos minutos, comenzó a sentirse mareada, Reiji sonrió y a la vez se sorprendió de que el veneno no hubiese funcionado directamente al principio.
También le había dicho que como compensación la próxima vez sería una taza de verdad, pero aprovechó la dificultad de movimiento de la joven para acercarse a ella y beber de su sangre por primera vez.
Cuando Rosaura despertó del desmayo, sabía que no podía fiarse de él.
No, ese momento todo estaba siendo más o menos normal hasta que se sentó en la silla colocada delante del elegante sillón en el que Reiji estaba sentado.
El vampiro fijó su mirada en ella como si acabara de pulsar un interruptor.
—Ese olor... ¿has estado con Shu?
Parecía tranquilo, pero su voz expresaba un claro enfado.
—Me encontré con él de camino, pero solo me choqué.
El vampiro se levantó con brusquedad.
—¡¿Y acaso le has dirigido la palabra?!
Era la primera vez que actuaba así con ella y no respondió por la confusión, Reiji le agarró la muñeca y tiró de ella antes de que pudiese decir algo.
—¡Ven conmigo!
Cada latigazo resonaba por toda la sala de torturas.
—No puede ser que haya ocurrido sólo eso. Dime la verdad y tal vez pare.
La humana no paraba de jadear, sus manos estaban atadas a unas cadenas y todo su cuerpo ardía. De sus ojos caían lagrimas de dolor y cansancio.
—¡Se lo juro! Me choqué con Shu sin querer... ¡Nada más!
—¡No me importa! ¡Todo de ese bueno para nada me da asco! ¡Incluso escuchar su nombre!
Otro latigazo.
Después, acarició la mejilla de Rosaura con el extremo del látigo mientras esbozaba una sonrisa que revelaba todo su sadismo.
—Te lo advierto, señorita —dijo —: admito que eres inteligente, así que espero que te quede claro que a partir de ahora tienes absolutamente prohibido volver a hablar con ese vago, y si es posible, haz el favor de no caminar en su dirección.
—Totalmente claro... pero por favor, para... —respondió sin fuerzas.
—Ni hablar, todavía no estoy satisfecho con sólo esto, y me aseguraré que tengas grabado... ¡¡a quién perteneces!!
Los siguientes golpes fueron más cortos y rápidos, algunos le abrieron heridas en los brazos. Al cabo de un minuto que se hizo eterno, Reiji dejó el látigo y mordió con fuerza el cuello de Rosaura, que ya había perdido la sensibilidad y cayó inconsciente por el dolor y el cansancio.
Debía ser ella, tanto su comportamiento como sus acciones eran considerables para tratarse de una humana, prácticamente perfectos.
Aquellos ojos azules que le recordaban tanto a los de su madre irradiaban fuerza, firmeza, responsabilidad, y cuando se presentaba la ocasión, la amabilidad de un corazón cálido y el cariño que una madre otorgaba a sus hijos.
De esa forma era vista por Reiji como el vivo reflejo de su madre, con la diferencia de que se expresaba con facilidad y demostraba todo el amor y la atención que nunca recibió de niño. Debía ser ella, no quería que su oportunidad de obtenerla se fuera al garete por culpa de su hermano más odiado.
Y si era necesario reclamar su propiedad de aquella forma tan cruel, merecería la pena.
Esos fueron los pensamientos de Reiji mientras llevaba en brazos a la inconsciente Rosaura hasta su habitación. La dejó suavemente sobre la cama y aprovechó para vendar las heridas de sus brazos y limpiarle los rastros de lágrimas de su bonita cara.
Tras acabar, salió en dirección a la cocina para preparar la cena, pero al poco de acercarse a la puerta escuchó unos ruidos secos acompañados de risas y canturreos infantiles.
Abrió la puerta y se encontró con la niña golpeando la mesa con una cuchara, acompañada de su muñeca y su conejita de peluche.
Reiji carraspeó para llamar su atención. Ella se dio la vuelta sorprendida.
—¡Hola Reiji-san! —saludó.
—Yumi, ¿se puede saber qué haces aquí sola?
—Me dijeron que ibas a venir aquí y que te dé esto.
Ayumi cogió un plato con algo rojo y se lo tendió. Con un poco de duda, el vampiro lo cogió y se fijó que aquello era un filete de ternera, pero no estaba cocinado.
—Yumi.... está crudo.
—¡Lo sé! Pero él dijo que si está así os gusta más por seguir con sangre.
Reiji se limitó a guardar el alimento en su respectivo sitio en la nevera.
—Yumi, que los vampiros bebamos sangre humana no significa que seamos animales salvajes —era irónico decir eso después de herir con latigazos a su hermana mayor —. Sea quien sea el que te haya dicho eso estaría bromeando o burlándose de nosotros. ¿Quién es él?
—Pues el señor de la capa roja.
Una desagradable sensación invadió a Reiji.
—¿Lo has visto? —preguntó.
—Sí, me dijo que te diera eso y se fue. Minuette decía que estaba mal, pero Lulú también me dijo que lo hiciera.
Lulú, así era como se llamaba la coneja de peluche con lazos rojos que aquel extraño le había regalado.
—¿Tienes algo más que contarme?
—No.
—Entonces puedes retirarte.
Yumi permaneció allí, mirándolo en silencio con curiosidad.
—Estoy diciendo que vayas a jugar a otro sitio. Voy a ponerme a cocinar aquí.
—¡Aah, vale! ¡Adiós! —dijo tras coger sus peluches y salir de allí.
—¡Y no corras tanto o te caerás! —avisó al verla alejarse.
Nadie hubiera dicho que acababa de cometer una atrocidad sangrienta.
¿Acaso aquel filete crudo era una insinuación por parte de aquel misterioso vampiro?
La hora de la cena transcurrió en silencio. Rosaura se había despertado a tiempo, pero ponerse una camiseta de mangas largas no logró hacer pasar desapercibidas las vendas, al igual que las miradas de odio hacia Reiji por parte del resto de las Murakami, exceptuando la menor.
Reiji les hizo caso omiso y al acabar se fue a su laboratorio con el fin de buscar algo de tranquilidad. O eso pretendía.
—Vaya, vaya, vaya... Parece que alguien ha sido malo...
Reiji se encontró con el dichoso encapuchado carmesí sentado cómodamente en el sillón.
—¿¡Quién te ha dado permiso para entrar aquí!? —replicó molesto.
El chico sacó una daga de empuñadura azul que ocultaba y analizó su filo.
—Por lo que veo, no te ha gustado la "comida" que te preparé, ¿me equivoco? Creía que te iba a gustar, puesto que eres todo un carnicero.
Reiji trató de mantener la paciencia, pero aquella ocasión le estaba costando.
—Vale, no sé que quieres de mí, pero ahora no me apetece...
El encapuchado lo interrumpió agarrándolo por el cuello de la camisa y lo golpeó bruscamente contra la pared. Ahora era él quien estaba furioso y le acercó el filo de la daga al cuello de forma amenazante.
—Creí haber sido bien claro cuando os lo advertí a ti y a tus hermanos. Dije explícitamente que las únicas heridas que recibirían esas chicas serían las marcas de colmillos. Pero tú, el supuestamente más serio y responsable de la familia, vas y propinas latigazos a una de ellas. ¿Recuerdas por lo menos lo que dije si hacíais eso?
Reiji guardó silencio.
—Os dije que os la veríais conmigo. Y es lo que voy a hacer ahora mismo.
Levantó la daga. Reiji cerró los ojos esperando el apuñalamiento, pero en vez de eso el atacante la clavó en la pared, dejando al otro petrificado.
—Deberías haberte visto la cara. ¡Creías que te iba a matar! —se rió a carcajadas.
—¡Esto no tiene ninguna gracia! —respondió Reiji con molestia.
—Tampoco la tiene herir a una chica inocente, y todo por sentir envidia de otra persona —escupió el otro con furia.
El encapuchado tiró a Reiji al suelo y se sentó encima de su espalda.
—¡¡Esto es humillante!! ¡¡Apártate!! —gritó, intentando levantarse.
El desconocido sólo volvió a su habitual sonrisa.
—Mi padre me hizo humillaciones peores de niño. Estoy siendo más amable contigo de lo que debería por lo que has hecho —apretó la cabeza de Reiji contra el suelo, haciéndole daño, pareciera que lo iba a aplastar en cualquier momento —. A lo mejor paro si prometes no volver a hacer eso con Rosaura ni ninguna chica de esta mansión, incluyendo a Yui.
—¡De acuerdo! ¡No volveré a hacerlo! —trató de decir Reiji.
—¿Qué has dicho? No he entendido bien —dijo mientras lo presionaba con más fuerza.
Se veía lo mucho que el visitante disfrutaba con la situación.
—¡Lo juro! ¡Yo, Reiji Sakamaki, prometo no volver a dar latigazos a ninguna de ellas!
Finalmente se levantó. Reiji tosió y trató de recuperar la compostura.
—Recuerda que lo has jurado. Y si me disculpas...
—Espera, no hemos acabado; ya que me has hecho pasar por esto, déjame por lo menos tener en claro algo.
El desconocido se detuvo, dándole la espalda.
—Eres un enviado de nuestro padre, ¿a qué vino lo de esta mañana? ¿Qué contenía aquella caja?
—Créeme, no querrás saberlo. Sólo te diré que era tan morboso y asqueroso que habría hecho temblar incluso a Laito y a Kanato. Y ya que estoy os aviso —se giró para verlo —. Esto pasaba antes, esa era la primera de más cajas con amenazas que os aparecerán de vez en cuando. Si eso ocurre destruidlas, nunca las abráis, y sobre todo alejadlas de Rosaura. Hacedme caso.
Reiji escuchó todo con cautela y atención. Su indeseado invitado se dispuso a marcharse, pero antes de hacerlo se dió la vuelta una vez más.
—Y por cierto, ¿nadie te ha dicho que eso de ponerse un sólo guante sin el otro es una horterada?
Abrió la puerta y se fue, dejando al vampiro aún más desconcertado.
Las horas pasaron y Reiji continuaba pensando en el aviso del encapuchado. ¿Sería cierto todo lo que dijo? ¿Qué tendría Rosaura que ver con aquellas amenazas?
Al caminar por los pasillos escuchó las típicas risas infantiles de Yumi, esta vez de su habitación. La puerta estaba entreabierta, iba a cerrarla cuando al observar el interior por casualidad, vio que la niña estaba sentada en las piernas de Rosaura, ambas con el pijama.
La mayor le estaba contando un cuento a la menor.
—¿Te acuerdas de lo que ocurrió después, Yumi?
—Sí, Cenicienta y el príncipe se casan.
—Exacto, y vivieron felices para siempre. Fin.
La mayor acostó a la niña y la arropó.
Reiji no se perdió un solo detalle de la escena.
—¿Cuándo se curarán tus pupas? —la niña señaló las vendas.
—No lo sé, pero seguro que en poquito tiempo. ¿Ves Yumi? Por eso debes tener cuidado con no quemarte en la cocina.
Rosaura le había dicho como excusa a la niña que llevaba vendas por haberse quemado los brazos mientras cocinaba.
—Buenas noches, bonita... Descansa.
—Buenas noches.
La mayor le dio un suave beso en la frente y salió de la habitación tras apagar la luz. Reiji se apartó a tiempo, le había sorprendido un poco la la excusa de sus latigazos para evitarle un trauma a la pequeña.
Por el camino se cruzó con Ellie, que al juzgar por su cara de cansancio y las heridas de colmillos en su cuello era evidente que Laito había hecho presencia hace poco.
Volvió a encontrarse con Rosaura, pero la sorpresa era difícil de contener al ver que ella ya no tenía las vendas y sus heridas estaban curadas, se acercó a ella y le sujetó el brazo derecho.
—¿Cómo es esto posible? —preguntó antes de dejarla hablar.
—Él me las curó... —contestó, no hacía falta dejar en claro a quién se refería.
—¿Y cómo lo... ? Bien, dejemos eso para luego. Supongo que ya te habrá avisado.
—¿Lo de las cajas de amenazas? Sí.
—Permíteme preguntar, ¿sabes acaso qué contienen o quién las envía?
—El contenido siempre cambia, son cosas asquerosas o ridículas. Pero tú ya conoces al tipo que las envía —desvió la mirada con una mezcla de vergüenza, tristeza... y miedo.
Reiji no tardó en saber a quién se refería y suspiró.
—No puede ser.
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