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7. Inocencia

Aquella era una noche tranquila y apacible. May observaba el paisaje por la ventana en los pasillos de la mansión. Una parte de ella se alegraba por tener una vida nocturna y disfrutar más de la noche, pero otra suspiraba por la nostalgia del día y la luz del sol...

Depués de que Reiji eligiera a Rosaura como su próxima novia sacrificada sólo quedaban ella y Claire, su gemela, las demás ya habían sido cogidas por los vampiros, y sólo era cuestión de tiempo que alguno de los dos restantes, Kanato o Subaru hiciera lo mismo con ellas.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por unos pasos saltarines y sonrió.

—¡Yumi! —saludó a su hermanita al verla, se sorprendió al ver que en vez de llevar a Minuette sostenía el cuento de El Mago de Oz.

—¡Hola, May! —saludó —. ¿Qué estás haciendo?

—Nada en particular. ¿Qué haces tú?

—Iba a leer un cuento con Rosaura, pero ella ya estaba con Reiji.

—Vaya, pues si quieres lo puedes leer conmigo.
—¡Síí! —chilló Yumi mientras May la cogía en brazos y se disponían a ir a su habitación.

—May-san, estabas aquí —dijo una voz masculina detrás de ellas.

May se dio la vuelta sobresaltada y vio a Kanato mirándola fijamente.

—Kanato... —murmuró May todavía con la sorpresa.

—¡Y Teddy! —exclamó Yumi al no querer dejar al peluche desamparado.

—Acompáñame, por favor. Y no me hagas esperar mucho —dijo.

Su mirada era indiferente y daba un poco de miedo.

May tragó saliva y dejó delicadamente a Yumi en el suelo.
—Yumi... ya leeremos el cuento juntas más tarde, ¿de acuerdo?

La niña asintió, pero se notaba la desilusión en su carita.

May siguió a Kanato hasta un cementerio, con un ramo de rosas en mano.

Kanato se detuvo justo en frente de una tumba que destacaba de las demás.
—Hemos llegado —informó —. Aquí es donde descansa mi madre.

—Siento tu pérdida —murmuró May.

—No es necesario que lo sientas, fui yo la quien mató, pero si soy sincero no me importa —dirigió la mirada a su peluche —, ¿verdad Teddy?

May decidió no preguntar la razón exacta, pero pensó que tendría sus razones para haberlo hecho.

—Coloca las rosas ahí —indicó el vampiro.

—De acuerdo.

La tumba parecía más acogedora con el ramo.

—Kanato, si tú mataste a tu madre... ¿por qué visitas su tumba de esta forma?

—No lo sé —respondió encogiéndose de hombros —. Supongo que es por nostalgia.

May no dijo nada más y se agachó para acariciar la fría piedra de la tumba de lo que una vez fue un monstruo.

—¿Qué haces? —preguntó Kanato, extrañado.

—Nada, supongo —murmuró la chica sin mirarle, y se puso de pie.

El silencio se prolangó un par de minutos sin compartir siquiera una mirada entre ambos, hasta que fue roto por Kanato.
—Bien, deberíamos irnos ya.

May asintió en silencio y caminó a su lado. Al final no había sido para tanto, o eso pensaba.

—Si soy sincero, estoy bastante sorprendido.

—¿Qué quieres decir? —preguntó May mientras Kanato la volvía a mirar fijamente.

—Eres la primera persona a la que traigo aquí sin que se ponga nerviosa o quiera marcharse enseguida. ¿No has tenido miedo?

May parpadeó un par de veces antes de contestar.
—No, siempre he relacionado los cementerios más como sitios de tranquilidad que de terror. Además, hasta ahora nunca me habían dejado ir a uno para visitar a alguien.

Kanato no lo dudó más. Dejó a Teddy en una tumba y cogió a May de la muñeca para acercarla a él.
—Lo sabía, me toca a mí —pensó May.

Había decidido no resistirse porque casi todas las demás habían pasado por lo mismo y ella no sería la excepción. Sólo cerró los ojos con fuerza para recibir la punzante sensación.

Kanato la examinó con algo de curiosidad antes de morderle el cuello.

Como era de esperarse, la sensación era dolorosa. May quería golpearle, empujarle y huir de ahí. Pero debía ser prudente, de lo contrario podría pasar algo peor.

Además era fuerte, y que un vampiro le chupara la sangre era algo que podría resistir y tolerar en comparación con muchas otras cosas.

Kanato la soltó, un hilo de sangre resbaló de sus labios, mientras ella caía al suelo, mareada.
—Tu sangre no es como la de Yui-san, pero me gusta...

Pobre Yui, pensó May, si ahora había una presa por vampiro, no quería ni imaginarse lo qué habría tenido que pasar ella con seis a la vez.

—No te preocupes, tomaré sólo un poco más —dijo él mientras le  rodeaba los brazos por la espalda y la levantaba del suelo para morder su hombro.

Sin saber muy bien por qué, May colocó la mano en la nuca de Kanato. Sus últimos momentos antes de perder el conocimiento le hicieron pensar que, aunque muchas veces había logrado defenderse mediante la fuerza, no quería hacerlo con él.

Subaru miraba pensativo a la luna por la ventana de la sala de estar. No muy lejos de ahí se encontraba Ellie haciendo fotos a la Luna con una de sus cámaras y parecía no haberse fijado en el vampiro, o por lo menos fingía no hacerlo.

Fuera lo que fuese, a él no le importaba. Pocos minutos después ella salió y le sonrió. Subaru se mantuvo impasible.

Por alguna razón, se sintió raro por aquella alegre amabilidad, por otra razón se irritó rápidamente y pisó lo primero que vio en el suelo, sin fijarse siquiera en lo que era.

—¡¡Eh!! ¡Mi pelota...! —chilló Yumi.

¿Desde cuándo estaba allí?

Subaru volvió a la realidad y se dio cuenta de que hizo explotar su preciada pelota azul.
—¿¡Eh!? Esto... yo no...

Por primera vez desde que llegó a la mansión, la pequeña comenzó a llorar.
—¡Ya sé que sólo me ves como comida, pero no se puede ser tan malo!

Se marchó de ahí corriendo con sus llantos.

Subaru se quedó sin saber que hacer y cogió los restos de lo que fue su pelota.
—¡Jod*r! —se dijo a sí mismo.

Era la primera vez que le hacía algo así a alguien de su edad, salió al jardín a pensar.

En la zona de los rosales blancos que tanto detestaba, se quedó mirando los restos de goma azul en su mano. Lo había decidido, le pediría disculpas y le compraría otra pelota, después de ello trataría de no volver a acercarse a ella.

Unos tristes sollozos lo despertaron de sus ensoñaciones y vio de lejos a Yumi sentada en el suelo con la espalda apoyada en la pared, abrazando a su muñeca mientras lloraba.

Pensaba acercarse a ella cuando una larga y afilada daga con la empuñadura gris lanzada desde lejos le cortó el paso. Reaccionó rápidamente y vio al muchacho encapuchado mirándolo fijamente desde un árbol.

—¿¡Pero cuál es tu...!?

El recién llegado lo interrumpió al aparecer justo delante de él y se quedó mirando los tristes restos azules.

—Yo no tenía intención de romperla ni de hacerle llorar, lo juro.

El chico se quitó uno de sus guantes de cuero y le tendió la otra a Subaru, que dudoso le dio la pelota rota. El muchacho buscó el agujero y pasó sus dedos por encima mientras susurraba algo que Subaru apenas pudo entender.

En un abrir y cerrar de ojos, el agujero se cerró y la pelota volvió a hincharse mágicamente.

Subaru era incapaz de ocultar su incredulidad mientras que el encapuchado sonreía satisfecho y le tendía la pelota.

—Ten, devuélvesela y dile que la has arreglado tú. Te perdonará.

—¿Tú crees? Dudo que ella perdone a alguien como yo.

—¿Ves? Ese es tu problema, te echas ti mismo la culpa de todo, incluso por pequeñas cosas. Claro que te perdonará —añadió, volviendo a ponerse el guante.

Tras eso, el joven cogió su daga clavada en el suelo y se fue. Pensar que ese era el mismo tipo que les lanzaba cuchillos y dagas, por no hablar de los insultos...

Subaru se fue acercando a ella y se agachó.
—Oye...

Yumi levantó la vista e intentó alejarse de él

—Tranquila, no voy a hacerte daño —dijo con voz tranquila —. Además, esto te pertenece.

La mirada de Yumi se iluminó al ver la pelota.
—¡Guau! ¡La has arreglado!

—Sí, eso he hecho... —murmuró Subaru tratando de parecer convincente —. Perdón por romperla.

En el fondo, Subaru se sorprendía de hacer algo como aquello, pero al final supuso que no quería ver a alguien tan joven sufrir.

—¡Pensaba que eras un malo enfadica, pero no es verdad! —chilló antes de abrazarlo efusivamente —. ¡Gracias, Subaru!

El vampiro quedó confundido por su acción y la alejó cogiéndola suavemente por los hombros.

—No, no te equivocas en eso. Soy un vampiro, así que debes tener cuidado conmigo.

—¿Eh? ¿Por qué?

—¿Cómo que por qué? —eso lo sorprendió todavía más —. Puedo ser peligroso. ¿Acaso no te doy miedo?

Yumi negó la cabeza.
—No, los vampiros no me dan miedo. Sólo me dan miedo tres cosas.

—¿De verdad? ¿Y cuáles son?

Subaru tuvo una extraña curiosidad por saber lo que indagaba en los pensamientos de aquella pequeña humana.

—Primero, lo que más miedo me da son los zombies, que son muy feos, muy malos y te comen el cerebro.

Subaru se preguntó dónde narices había visto una niña de tres años algo así
—Ya veo, ¿que más te da miedo? —volvió a preguntar.

—Los zombies me dan miedo, pero más las brujas. Las brujas que son malas.

Vale, aquello tenía más sentido. Era normal ver brujas en los cuentos.
—¿Y cuál es la tercera cosa?

Yumi respondió:
—No es que me dé miedo, solo es algo de lo que debe tener mucho cuidado.

—¿Y qué es?

—Pues son los hombres mayores que les gusta besar y acariciar niñas... era algo que empezaba por "P".

Eso ya era todavía mas extraño que los zombies.

Yumi bostezó y cerró los ojos.
—Pero no pasa nada. Minuette dice que siempre que esté con mis hermanos en la calle y no sola estaré bien...

Cayó dormida sobre las piernas de Subaru.

—¡Oye! ¡Pero no te duermas!

Claire, que estaba buscando a Yumi, había visto la escena de su hermanita pequeña charlando alegremente con el vampiro y sonrió. Se dirigió hacia ellos para agacharse junto a la somnolienta niña.

—Ya me encargo yo —dijo mientras la cargaba con cuidado para no despertarla —. Siento si te ha causado alguna molestia.

—Qué va, no ha sido nada —Subaru sonrió levemente hasta que se le pasó por la cabeza lo último que dijo la niña —. Oye, ¿de verdad ella sabe lo que son...? Ya sabes.

—¿Los pedófilos? No exactamente, cuando una prima nuestra le dijo a Yumi que el hombre del saco no existía, a otra se le escapó que debía tener cuidado con esos. Sólo se hace ideas, pero no está enterada del todo. Y menos mal, no queremos que pierda la inocencia antes de tiempo.

—Sois una familia llena de raras.
—Lo mismo podría decir de tus hermanos, pero creo que tú eres el más tranquilo y amable de todos ellos.

Claire acarició suavemente la mejilla de la niña, cuando se dio cuenta Subaru ya se había ido. Se encogió de hombros y decidió hacer lo mismo.

El vampiro la observaba desde lejos para ocultar el sonrojo producido por lo que le había dicho la chica, y más aún porque lo viera interactuar tiernamente con una niña.

Tanto Subaru como Claire pensaban que el otro era más distinto de lo que pensaba en un principio.

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