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6. Melodías

Como siempre, Shu dormía profundamente, esta vez en el sofá de la sala de estar. Por fin había encontrado un sitio tranquilo para alejarse de una nueva discusión entre Ayato y Subaru.

Se había dejado puesta la música en sus auriculares mientras dormía, pero eso le daba más sosiego para conciliar el sueño.

De repente, la sensación de unos pasos provenientes de las escaleras le despertaron. No le interesó en saber quién era, pero el olor y la lentitud con la que bajaba indicaban que era Yumi, sujetando su muñeca y un pequeño espejo en la mano.

La pequeña se acercó con paso cauteloso y se sentó en el suelo, justo a espaldas y delante de la cabeza del joven. Sujetó el espejo con ambas manos y trató de reflejar su supuestamente dormida cara.

—Oye, ¿qué se supone que haces? —preguntó mientras la miraba con un ojo abierto reflejado en el espejo.

La niña se sobresaltó y se dio la vuelta para verlo.
—¡Oh! Tranquilo, tú haz como si yo no estuviera aquí —volvió a concentrarse en examinar el reflejo de Shu.
—Eso será difícil si sigues ahí, además no has contestado mi pregunta, ¿Qué haces con ese espejo?

—Bueno, sólo estoy viendo que es verdad que es mentira.

Aquella respuesta no tenía sentido alguno para Shu.
—¿Qué? —preguntó algo atónito.

Yumi se volteó otra vez para verle.
—Los cuentos dicen que los vampiros no se ven en los espejos. Pero James me dijo que eso son cosas inventadas. De todas formas quería ver si es verdad que lo de que los vampiros no se ven en los espejos es una mentira —señaló el espejo —. ¡Y mira! Te puedes ver en el espejo, así que James tenía razón, también mis hermanas, y también el Calzaslargas.

A Shu no le interesaba saber quién podría ser el desafortunado que recibía el apodo feo y ridículo.
—La próxima vez sé más clara... ¿Entonces ya estás contenta por saberlo? —preguntó volviendo a cerrar los ojos.

—Sí. Ehm... bueno no. ¿Puedo preguntarte algo? Es que me das poco miedo, no eres feo como los zombis.

Shu no sabía si tomarse aquello como un halago o no.
—¿Gracias? Bueno, dime lo que quieras, pero rápido.

La niñita se volvió a sentar en el suelo.
—¿También es mentira lo de los cuentos y las leyendas sobre los vampiros? ¿Que os morís con el sol, el ajo y las cruces, y también el agua de las iglesias, y de que os podéis transformar en murciélagos?

—Sí, todo es mentira. Las cruces, el ajo, el agua bendita, todo eso no nos hace daño. Podemos estar bajo la luz del sol perfectamente. Y no, no nos podemos transformar en murciélagos, pero podemos volar durante las noches de luna llena. Todo eso son mentiras que se inventaron los humanos por hipocresía.

—Oh... — murmuró Yumi con admiración.

—Y tú, ¿quién te ha enseñado todo eso? —preguntó Shu.

Todavía se acordaba de aquel día cuando la niña mostró ser espabilada, pero esta situación lo había hecho un poco más.

—Ya te lo he dicho, de los cuentos y de los libros.

—¿Acaso sabes leer?

—No, pero James y mis demás hermanas me los leen. El Calzaslargas también me dice cosas.

—Vale...  —respondió sin querer saber quién sería ese "calzaslargas" —. ¿Quieres preguntarme más cosas?

—Emm... no.
Yumi se marchó dando saltos y Shu se volvió a acostar, algo sorprendido por lo ocurrido.

—Hmph, que niña más rara... —murmuró sonriendo.

En el jardín de la mansión, Yui escuchó una leve pero hermosa música de violín que comenzó a sonar. Aquello le llamó la atención, el único que sabía tocar el violín en la mansión era Shu, pero nunca lo había escuchado. Como mucho lo había visto leyendo un libro de partituras para violín.

La audición se escuchaba con más intensidad a medida que se acercaba.
Aquello la condujo a la entrada de la mansión, sentada en la fuente estaba Kaitleen, sujetando su móvil en la mano, reproduciendo la musica que ella escuchaba. Un violín colocado a su lado, aquello explicaba el gran estuche que llevaba el día en que llegó.

La concentración de la joven le había impedido percatarse de su presencia, por lo que se sobresaltó al verla.

—¡Perdón Kaitleen! No pretendía asustarte, ¿qué haces?
—Sólo estoy escuchando musica —dijo mientras señalaba el móvil y dirigía la vista al instrumento —, hace años que no toco, y quería ver si me daban ánimos para volver a hacerlo. ¿Tan alto estaba el sonido como para escucharse de lejos?

—Sí, pero en fin, si quieres concentrarte no te molesto más, ¡nos vemos!

Kaitleen intentó detenerla, pero ya había echado a correr.
—¿A quién quiero engañar? —suspiró mientras cogía el violín y su arco —. No creo que vuelva a tocar esta cosa.

Al dirigirse a su habitación, se encontró con Yumi y se le ocurrió una idea bastante rara. La llamó y le puso el arco en las manos.
—¡Mira, Yumi! ¡Si corres mucho con él te lo puedes quedar!

La pequeña lanzó un gran respingo de alegría y empezó a correr por los pasillos soltando risas.

En el mismo segundo se arrepintió de haberlo hecho, y lo peor de todo era que la niña era muy rápida.

—¡Yumi, porfa ven aquí! —imploró —. ¡Yumi! ¡Yumi! ¡Yumiiiiiiii!

Yui y los demás Sakamaki se encontraban en la sala de juegos, cada uno a lo suyo mientras que Ayato ayudaba a Yui a mejorar su puntería con los dardos.

—Coloca los pies de esta forma y concéntrate en la diana, ¿de acuerdo? —le indicaba.
—Vale.

Yui se colocó como le indicó Ayato, estaba por lanzar el dardo cuando Laito le agarró el brazo.
—¡Oye, se me ha ocurrido una idea fantástica! —anunció —. ¡Hagamos una competición, y quien gane se quedará con Bitch-chan por un día!

—¡Ni en tus más sucios sueños, idiota! —protestó Ayato mientras lo apartaba de Yui —. Ella ya es solamente mía. ¡Y te recuerdo que ya tienes a la tuya propia para hacerle lo que quieras!

—Ayato-kun, ¿cuándo he dicho que yo también participaría? Yo sólo quiero entretenerme con veros cosas divertidas... —se rió con solo imaginarse la escena.

—Me parece una buena idea. Creo que será un método para esperar mientras no tengo a nadie por el momento —afirmó Kanato.

En ese momento se escucharon las risas de Yumi acercándose y la niña entró corriendo por la puerta. Al parar se chocó con las piernas de Laito y cayó al suelo, al igual que el arco de violín y Minuette.
—Auch... ¡Ups, perdón!

—¡Yumi! —gritó Kaitleen al entrar en la sala. Todos se la quedaron mirando —. ¡Lo siento mucho! No volveremos a molestar.

Cogió el arco y a Yumi de la mano para ayudarla a levantarse.
—Vamos Yumi, juguemos en otro sitio, ¿de acuerdo? —dijo tranquilamente.
—¡Vale!

Sin embargo, Laito cogió a Kaitleen por detrás.
—¡Cambio de planes: hagamos que el premio sea Kaitleen-chan!

—¿Yo? ¡¿Premio?! ¡Ni hablar!

Kaitleen intentó soltarse pero Subaru le arrancó el arco de las manos.
—¡Como te sigas moviendo o hagas ruido lo parto en dos! ¡Te lo mereces por molestar!

Ella enmudeció y paró de golpe.

—Kaitleen-san, si gano quiero que juegues conmigo todos los días —dijo Kanato.

—¿No quieres participar tú también, Shu? —preguntó Laito.

Shu estaba recostado en el sofá y trataba de dormir con todo aquel alboroto.
—Ni hablar, tengo sueño... —se quejó.

—Esta situación me resulta familiar —bufó Reiji con ironía.

Se refería al momento en que Ayato retó a Shu a los dardos para quedarse con Yui, pero aunque el mayor ganase, el resultado no le importó a nadie (ni siquiera a Shu) y todos seguían bebiendo de Yui. Esta vez era distinto, había muchas más chicas en la mansión.

—Claro, solo tuviste suerte para ganarle a Ayato aquella vez. Dudo mucho que lo logres una segunda, sobre todo con la mayoría de nosotros participando, bueno para nada —continuó.

—¿Hmm? —preguntó Yumi curiosa ante la situación, sentada en el sofá.

Aquel puñado de insultos no parecía haber satisfecho al segundo y se acercó a Subaru para coger el arco de violín y examinarlo.

—Que buena calidad, se ve que tiene sus años. ¿Tocas el violín?

—Sí... —titubeó la joven, todavía inmovilizada.

—¿Desde cuándo tocas? ¿Alguna más de vosotras lo hace?

—Soy la única, hace años que no lo hago, pero toco desde los ocho años.

Reiji se volvió a dirigir a Shu mientras devolvía el arco a Subaru.
—¿Lo ves? Aunque se trate de una humana, comparte un interés tuyo, por lo menos no sería tanta molestia para ti y sería una buena oportunidad de tenerla. Obviamente no ocurrirá porque eres un bueno para nada.

Shu se levantó en respuesta a aquellas duras palabras de su hermano.
—He cambiado de idea, yo también participaré.

Todos se sorprendieron ante el cambio de comportamiento, incluso Reiji frunció el ceño.

—Bueno... si ya habéis acabado, ¡que comience el juego! —anunció Laito.

Reiji seguía consternado, el tipo que considera un inútil había ganado una competición de dardos por segunda vez.

—¡Que aburrido! —se quejó Kanato —. ¡Teddy y yo estamos hartos!

—Pues haberlo hecho mejor —respondió Shu con fastidio.

—Pues entonces aquí tienes a Kaitleen-chan~ ¡Tu premio! —exclamó Laito al empujar a la chica hacia Shu, quien la agarró al instante y comenzó a lamerle el cuello.

—¡Para! —gritó mientras intentaba zafarse de los brazos del vampiro.

—Quédate quieta, a menos que quieras ser apuñalada delante de tu hermana —amenazó Shu mientras le colocaba la punta de un dardo en la mejilla.

Kaitleen se petrificó y miró a Yumi, que estaba sentada en el sofá observando con curiosidad. No tuvo más remedio que obedecer.

Shu soltó el dardo y agarró con más fuerza a la chica para clavar sus colmillos en el fino cuello. Acababa de elegir a su nuevo sacrificio.

Kaitleen sentía dolor, y vergüenza por tener que hacer aquello delante de tanta gente, entre ellos su hermana más pequeña.

Cuando Shu acabó, se acercó al oído de la exhausta joven.
—Ten claro una cosa — susurró —: para mí los humanos son simples presas, así que no creas que te vas a involucrar conmigo. Jamás.

El semblante de Kaitleen cambió de dolor y cansancio a uno de furia intensa y con una gran fuerza logró soltarse, dejando confuso al vampiro y le propinó un puñetazo en el estómago No le dolió, pero no era una sensación agradable.

—¡¿CREES QUE ESO NO LO SABÍA DE ANTES?! ¡Pedazo de borde!

Se acercó a Subaru, aturdido como el resto, para arrancarle el arco de las manos.
—¡Recuperaré lo que es mío! ¡Muchas gracias! —gritó.

Se dirigió a Yumi, más tranquila.
—Y tú Yumi, no te quedes mucho tiempo aquí.

—¡Vale! —contestó mientras su hermana mayor salía de ahí, fue la única de la sala que permaneció serena ante la reacción de su hermana —. ¡Hala, se ha vuelto a enfadar!

—Pensar que es tan tranquila... —murmuró Yui.

—¡Todas son así! —contestó la pequeña mientras se bajaba del sofá.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Subaru.

—Que todas mis hermanas son así. Dicen que es porque nuestra mamá también lo era.

La niña fue hablando mientras se acercaba al dardo que había soltado Shu para cogerlo.
—Y May se mete cosas en la ropa, como cuchillos, a veces también Claire, y Ellie, y Rosaura.

—¡¿Eh?! —exclamó Yui.

Se acercó a la diana y trató de lanzar el dardo sólo para que acabara en el suelo, poniendo una cara de desaprobación. Todos los presentes se rieron levemente ante la tierna escena.

—Oye, Yumi-chan —la llamó Yui al ver que iba a salir —. ¿Son así con todo el mundo?

—No sé, yo sólo los he visto enfadados con chicos, sobre todo James, y eso que él es un chico también. Minuette dice que le parece raro.

—¡Pero dinos quién es ese James! —gritó Subaru al verla alejarse.

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