5. Advertencias
Desde que le avisaron de que su antiguo acosador había vuelto, Rosaura estuvo durante los siguientes días caminando con cautela por los pasillos vacíos del instituto.
No se lo podía creer, había aprovechado una oportunidad para escapar y él se había adelantado.
Sin duda alguna prefería ser mordida por un vampiro a tener que volver a cruzarse con él.
—Vaya, vaya, vaya... por fin te encuentro, mi Rosa Bella.
Se detuvo en seco. Aquella horrible voz otra vez, llamándola por aquel cansino apodo.
—Kawayama... —murmuró sin darse la vuelta.
—¡Cuánto tiempo sin vernos! No puedes hacerte ni idea de lo mucho que te he echado de menos, Rosa Bella.
—Te he dicho mil veces que dejes de llamarme de esa forma —farfulló ella entre dientes.
Ella intentó irse, pero el chico la acorraló contra la pared.
—Mira por dónde, todavía sigues siendo la hermosa, modesta e indomable yegua que conozco. ¿Qué tal si recuperamos juntos el tiempo perdido estos meses?
Ella trató de buscar espacio para irse.
—¡Contigo ni aunque fueses la última persona del mundo! Además tengo que irme después de clase.
—Vamos, Rosa Bella, me he enterado que James ya no está con vosotras, así que no tienes que...
—¡No te atrevas ni a decir su nombre! —gritó para interrupirlo.
—¡Tú! —exclamó Kaitleen al otro lado del pasillo.
—Kaitleen, ¡cuánto tiempo...!
La segunda de las Murakami frunció el ceño y comenzó a correr hacia él.
—¡Si te pillo estás muerto! —gritó.
Asustado, el canalla trató de huir de ella bajando las escaleras, pero no se fijó que había alguien tumbado de por medio y se tragó los últimos escalones.
—¡Oye, mira por dónde pisas! —le reprochó Shu con molestia.
—¡No duermas tú en las escaleras! ¡Pedazo de...!
—¡Pillado! —exclamó Kaitleen a la vez que lo agarraba del cuello antes de que se levantara —. Cuánto tiempo sin vernos, señor Acosador Asqueroso —murmuró, tratando de imitar su comportamiento.
—Tú... —intervino Shu, perplejo —. ¿Cómo narices has bajado tan rápido?
—Las escaleras tienen barandilla, es fácil deslizarte por ellas si sabes hacerlo. Y bien, ya te he pillado voy a pensar que haré contigo ahora —dijo, levantándolo y golpeándolo contra la pared.
Pero su fuerza no fue suficiente y Kawayama logró apartarse de ella y la miró como si de un orangután se tratara.
—Vaya, la pelirroja se pone fiera —se mofó.
—¡Hola Kawayama-san! ¡Cuánto tiempo sin vernos! —sonó de repente la alegre y dulce voz se May con una encantadora sonrisa.
El semblante de desafío del joven cambió a una de completo horror al verla.
—No... ¡No! ¡TÚ NO! ¡TÚ NO! —gritó.
Se soltó de Kaitleen como pudo y corrió como pudo con un exasperante grito mientras May lo observaba fijamente con la cabeza inclinada.
—¿Puedo preguntar que significa todo esto? —preguntó Reiji mientras se acercaba con Rosaura a su lado. Ayato, Kanato y Yui también aparecieron.
—¡Y mirad eso! Ese cabeza hueca es tan idiota que ha confundido tan fácilmente a May con Claire! ¡Hasta se lo ha hecho encima! —se burló Ayato antes de reírse a carcajadas.
—No, Ayato —lo interrumpió May —. No huyó porque me confundiera con Claire. Isamu sabía que yo era yo.
Yui frunció el ceño, extrañada, ¿por qué iba Kawayama a sufrir miedo por una persona tan amable y encantadora como ella?
—¿Qué hiciste para que reaccionara así? —preguntó Reiji, suponiéndose varias ideas.
—Bueno... —murmuró May —. Digamos que una vez le amenacé con rajarle el cuello si volvía a si intentaba volver a tocarla. Y estuve a punto de hacerlo.
A los demás les costó creerselo, ¿cómo iba a querer hacer eso la chica que jugaba todos los días con una niña de tres años?
—¡Oye! ¿Nos tomas el pelo? ¿A qué te refieres con eso? —preguntó Ayato, siendo uno de los principales presentes pensando eso.
—Tal y como lo oyes, y con esto.
A continuación sacó del interior de su camisa el colgante de oro alargado que siempre llevaba consigo y lo descolgó de la cadena.
—¿Con eso? ¿Un collar? —preguntó Shu, sin ocultar su incredulidad.
May pulsó un discreto botón de su medallón, del que salió una afilada hoja metálica, revelando ser en realidad una navaja.
—Es pequeña y no la uso nunca, pero es de las buenas.
—¡May! ¡Dijiste que no lo ibas a traer a clase! —la regañó Rosaura.
—No. Dije que no lo iba a usar nunca en clase —rectificó mientras volvía a esconder la navaja ya cerrada en el interior de su ropa —. Y realmente espero no tener que hacerlo.
El día siguiente era sábado, aún así Ellie se despertó temprano.
Hacer fotografías era su pasatiempo favorito desde pequeña, y siempre encontraba el sitio perfecto para hacer una buena captura.
—¿No es un poco temprano para estar aquí fuera? —le preguntó una alegre voz, antes de que empezara a hacer nada.
La chica se sobresaltó al ver a Laito.
—¡Buenos días, Ellie-chan! —la saludó.
—Creo que debería hacerte la misma pregunta. Además, ¿cómo sabías que estaba aquí?
Laito se acercó caminando a ella.
—Digamos que sólo vine a admirar un poco el paisaje y me encontré contigo.
La chica lanzó como respuesta una mirada de desconfianza.
—Vale, vale. Estaba despierto y escuché tus pasos. Quería ver qué hacías a estas horas.
—Sólo voy a fotografiar el amanecer, ya que hemos cambiado de horario tendré varias oportunidades de hacerlo.
—Si te gusta hacer fotos ¿por qué no haces de la noche o la luna? Opino que serían todavía mejores.
—Ayer pensé en hacerlo, pero se me hizo tarde y apareció aquel tipo que Yumi llama "el señor de la capa roja".
—Ah claro, eso... En fin, Ellie-chan, ¿qué planeas hacer después? —preguntó de forma traviesa sin que la humana se percatara de sus intenciones.
—Todavía no lo he pensado —contestó antes de apuntar la cámara hacia el amanecer.
No le dio tiempo de pulsar el disparador antes de que Laito la agarrara por detrás. Los escalofríos se apoderaron de su cuerpo
—¿Qué haces? —tartamudeó nerviosa.
—Si te soy sincero, con sólo notar ese aroma tuyo tan cautivador... —jadeó en su cuello.
Ellie supo inmediatamente a qué se refería.
—¡No, espera! —chilló mientras Laito le apartaba el pelo a un lado.
—Es tarde para detenerme. Clavó sus colmillos en la fina piel de la joven, estremecida por el dolor.
—No me lo esperaba, tu sangre no es tan dulce como la de Bitch-chan, pero es igual de seductora... —susurró antes de continuar.
Ellie acababa de ser la primera de sus hermanas en ser mordida. El dolor era inmenso, quería irse de allí, pero no lo hizo, se quedó allí quieta de pie, mientras apretaba con fuerza los ojos, pues no quería darle la satisfacción de verla sufrir.
—¿Qué pasa? ¿No vas a resistirte? —preguntó Laito con algo de sorpresa.
—No, no lo haré. Hay cosas todavía peores que esto, por lo que no voy a quejarme —contestó.
Laito se quedó mirándola con estupor por unos segundos, sonrió y se relamió los labios a la espera de más.
—Vale, si no te opones yo continuaré haciendo esto. Ya verás que te empezará a gustar.
Ellie perdía el equilibrio y se mareaba a medida de que iba perdiendo sangre cada vez más, hasta que finalmente se desmayó.
—Veo que ya has dado todo de ti —susurró Laito tras limpiarse la sangre que caía de sus comisuras —. Bueno, supongo que no hay más remedio, no voy a dejarte aquí así.
La cogió en volandas y entró con ella de vuelta en la mansión.
Horas después, en la sala de estar sólo se encontraba Reiji, sentado en uno de los sillones mientras evitaba todo contacto visual con Shu, dormido en el sofá.
—Reiji ¿qué significa todo esto? —preguntó Kanato de repente.
Enseguida le siguieron Laito, Ayato y Subaru.
—Veo que ya estamos todos —comentó Reiji —. Supongo que todos habéis obtenido al igual que yo una nota diciendo que nos reunamos aquí.
—Creía que habías sido tú, aunque también me parecía extraño —comentó Laito.
Subaru frunció el ceño, molesto.
—Ayato, ¿esto es cosa tuya?
—¿Yo? ¿Perder mi tiempo en algo así? ¡Ni de casualidad! —contestó él de la misma forma.
—Dudo mucho que a Shu se le haya ocurrido también —supuso Kanato —. Entonces si no habéis sido ninguno de vosotros, ¿quién? ¿Tal vez padre?
Shu abrió por fin los ojos. —Seguramente, es la clase de tipo que haría algo así.
—Pues error —dijo una voz desconocida.
Todos los hermanos, desconcertados, miraron a su alrededor para buscar la procedencia de la voz.
—Aquí arriba —volvió a sonar.
Apareció en la parte superior de las escaleras el mismo muchacho misterioso, vestido de negro, cubierto con su capa de color rojo y el rostro tapado con la capucha, sonriendo ladinamente.
—No fue ese tipo, solamente yo. Quería asegurarme todos estuvierais aquí —añadió.
—¿Cómo has entrado aquí? —preguntó Ayato, molesto, pero fue interrumpido con una daga empuñadura roja que le lanzó el desconocido, que quedó clavada en el suelo, justo al lado de sus pies.
—Aviso que esa es la primera de muchas —informó el atacante —. Y dejemos la preguntas menos esenciales para el final. En fin, veo que estáis empezando a elegir a las chicas de las que vais a beber.
—Cierto, hemos comenzado con la cortesía de Laito —respondió Reiji —. ¿Pero podría preguntar qué tienes que ver en todo esto? ¿Y por qué trataste de colarte anoche en la habitación de la pequeña?
El desconocido se encogió de hombros.
—En cuanto a la primera pregunta: mucho, creo que ya dije por carta que os estaría vigilando. Y con lo segundo, sólo quería dejar la carta allí y aprovechar para darle un regalo a Ayumi, pero no recordaba que su sueño fuera tan ligero.
Reiji continuó con el interrogatorio:
—Ahora que lo recuerdo, dijiste que eras un enviado de alguien que siempre velaría por su seguridad, ¿quién?
—¿Quién más va a ser? De parte de James, él me contrató para que no os paséis de la raya con ellas —sacó una daga de empuñadura verde y se puso serio —. Y ya que estoy os lo advierto: me da igual cuánta sangre bebáis de ellas, pero como vea un ojo morado en sus bonitos rostros, heridas que no sean de colmillos, que se os ocurra torturarlas o hacerles daño de cualquier forma... ¡Lo digo por ti! —lanzó la daga en dirección a Laito, quedando clavada a unos pocos centímetros de él en el suelo, dejando al vampiro petrificado del susto —. ¡Más te vale alejar tus sucias manos de Ellie! ¡Serás el que más vigilaré! —se calmó —. Pues eso, sabréis de mí.
A pesar de aquel hostil comportamiento, su rostro volvió a marcar su sonrisa inicial.
—Bueno, eso es todo. Muchas gracias por vuestra atención. Oh, por cierto Ayato, que Yui no sea una Murakami no significa que tú te vayas a librar. Y Yumi-chan tiene razón, son bastante cutres, ¡a ver si cambiamos de boxers!
—¡Tú a callar! —logró contestar Ayato antes de verlo marchar mientras sus hermanos se reían a carcajada, olvidándose del tenso ambiente por el que acababan de pasar.
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