37. Conversaciones
Yui y Claire estaban sentadas en el largo sofá de la sala de estar. Habían vuelto de clase y se envolvieron en una animada charla.
─Entonces el protagonista ve al cocinero y le dice: «Eh, ¡me gusta mucho tu pan! ¡Este ya es el tercero que me como!» ─Claire aguantó la risa antes de continuar─. Y el cocinero, atónito, le reponde: «Señor, ¡eso es una esponja!»
Sin esperarse aquel final, Yui se rio, acompañando las carcajadas de su amiga. Aquello debió de ser tronchante para ella cuando lo vio por primera vez.
─¡Siempre me parto de risa cuando veo ese episodio! ¡Ocurren tantas cosas absurdas! ─exclamó Claire, intentando recuperar el aliento.
Apenas habían terminado de reír cuando se fijaron en Ayato, subiendo las escaleras.
─¡Eh, Ayato! ─lo llamó su novia─. ¡Claire acaba de contarme algo gracioso! ¿Lo quieres oír?
Ayato se la quedó mirando antes de negar con la cabeza.
─Tal vez más tarde ─dijo antes de seguir su camino.
─¿Y a ese qué le pasa? ─preguntó Claire tras asegurarse de que se hubiera ido.
─No lo sé ─suspiró Yui─. Está un poco distante desde la cita del sábado. Ayer apenas lo vi y habló muy poco, incluso conmigo. Y hoy por la mañana parecía ausente en clase. Al volver a casa juntos a pie, si bien es cierto que no se apartó de mí, parecía pensar en otra cosa y estuvo callado la mayor parte del tiempo.
─Me he fijado, ni siquiera se sentó a tu lado en la limusina. ¿Ocurrió algo en vuestra cita, aparte del accidente del que May me habló?
Yui lo pensó un poco.
─Vimos el accidente de tráfico, pero estábamos muy alejados y realmente no ocurrió nada grave. Aparte de eso todo fue bastante bien, tuvimos un buen día.
─Entonces... ¿crees que el accidente tendrá algo que ver?
─¿Tal vez? Pero no sé en qué podría afectarle...
─¿Has probado a hablar con él y preguntarle qué ocurre? ─preguntó Claire, sentándose mejor en el sofá.
─Sí, pero él insiste que no pasa nada.
─Qué raro...
─¡Vaya! ─exclamó Kou repentinamente tras aparecer detrás de ellas─ ¡Parece que tenéis una conversación muy interesante! ¿Puedo unirme?
Claire inspiró profundo antes de apartar la mano del pecho, con el corazón aún agitado por el susto.
─¡No aparezcas así de repente! Además, ¿de verdad crees que te importa de lo que estamos hablando?
─¡Vamos, vamos, Claire-chan! ¡No seas tan dura! Tal vez pueda ayudar en vuestro dilema. ¿Será, por algún casual, problemas en el Paraíso? ─miró a Yui─. ¿Tal vez con Ayato-kun?
Yui lo miró sorprendida.
─¿Cómo lo sabes?
─Habláis de una manera seria y preocupada justo después de esas carcajadas de antes, y teniendo en cuenta que Ayato-kun ha pasado por aquí hace poco, me imagino que tendrá algo que ver. ¡Y menudo olor tiene él hoy! Debería echarse más desodorante...
─A veces me olvido que eres más listo de lo que pareces ─admitió Claire─. Y nunca dejará de darme mal rollo el hecho de que identificais olores, parecéis perros...
─¡¿Eh?! ¡Eres cruel! ¿Acaso tu novio te ha dado clases para tener una lengua afilada?
Yui rio levemente, Claire ya era así al momento de conocerla... Pero se acordó de la conversación y volvió a mirar a Kou.
─En realidad no ocurre nada malo, pero Ayato está actuando de forma inusual. No ha hablado mucho con nadie estos dos últimos días, ni siquiera conmigo.
Kou desvió la mirada para pensar.
─Ya veo... ¿No ha querido siquiera beber de tu sangre?
Yui levantó una ceja, extrañada; Claire, por otra parte, clavó su mirada con el ceño fruncido en el vampiro rubio, atenta a lo que se le ocurriría escupir.
─No, no me ha pedido ni un poco. Pero ¿qué tiene eso que ver?
─Solo es una pequeña hipótesis, pero ¿y si se ha aburrido de beber de la misma sangre? ¿Tal vez por alguna casualidad ha encontrado otra chica de la que alimentarse cuando él quiera y por eso está distante?
Yui abrió mucho los ojos.
─¿¡Eh!?
─¡Lo sabía! ─gritó Claire mientras agarraba el cojín sobre el que estaba sentada para lanzárselo a Kou en la cara.
─¡Eh! ¿¡A qué ha venido eso!? ─preguntó claramente molesto─ ¡Atacar la cara de un idol debería ser considerado un crimen serio!
─¡Sabía que ibas a decir alguna estupidez! ¡No bromees con ese tipo de cosas, insensible! ¡¿No ves que ella ya está lo suficientemente preocupada?!
─¡Vale, vale! ¡Perdón, solo era una broma! ─insistió él─. No creo que Ayato sea tan tonto como para engañar a la Gatita Masoquista, menos con una sangre como la que ella tiene.
─¡Kou! ─exclamó Yui, también molesta.
─¡Ok, ok! ¡Lección aprendida! Esta vez te ayudaré en serio. A mí también me llamó la atención que Ayato-kun no se sentara a tu lado esta mañana de camino a clase. Me pareció que, además de pensar profundamente en algo, parecía preocupado.
Yui inclinó la cabeza, curiosa.
─¿Por qué?
─Ni idea, ¿ocurrió algo últimamente para que se pusiera así?
─Que yo sepa no...
─¿No? Estos días han sido inusualmente tranquilos en casa, por lo que no puedo imaginarme qué podría haber pasado.
─Entonces somos tres ─suspiró Yui.
─Pero en fin, espero que encontréis una solución pronto ─dijo él sonriente─ ¡Hasta ahora!
Las chicas lo observaron marcharse sin decir nada más.
─¿Crees que ha servido de algo todo eso? ─preguntó Claire.
─Tal vez, si Ayato está preocupado y sigue sin decirme nada al respecto, hablaré con él más tarde. No quiero agobiarlo con preguntas antes de tiempo.
─Prueba a ver ─afirmó Claire─ Si no pasó nada malo últimamente, no creo que sea algo de lo que preocuparse demasiado.
Yui sonrió, más tranquila.
─Tienes razón. Eh, cambiando de tema: antes mencionaste que tenías problemas con algo de clase, ¿no?
─Sí, lo de Matemáticas no es demasiado difícil, pero aún no entiendo lo que vimos de Historia la semana pasada, ¡me hago un lío con las causas de una guerra!
─Tal vez pueda servirte de ayuda, ¿te gustaría enseñármelo?
─Pues claro, ¡me salvarías la vida!
Mientras las jóvenes se levantaban y continuaban hablando, el joven misterioso ya había escuchado la conversación desde un pasillo a partir del momento en que Kou se marchó.
Si bien su intención no había sido la de espiar, acabó por hacerlo para asegurarse del bienestar de Yui. Había sido poco lo que había escuchado, pero fue suficiente para estar tranquilo antes de recoger a Ayumi de la habitación de su compañera de juegos. A ella no le importaba quedarse tanto tiempo con la pequeña, pero el joven pensó que sería mejor encontrar una nueva guardería para ella y volver a rodearse de niños de su edad. Ya encontraría una solución.
Esperó que las chicas se alejaran lo suficiente, vigiló que nadie más andara cerca y abrió el portal con el que viajaba a aquel frío y oscuro castillo. Caminó por los largos pasillos y llamó a la puerta a la que se había acostumbrado a visitar. Recibió una respuesta y abrió.
Encontró a la mujer sentada en el borde de la cama leyéndole un libro a la niña, que estaba a su vez sentada en su regazo. Por lo menos no estaba encerrada en aquella horrible celda...
─¡Hola, señor de la capa roja! ─lo saludó Yumi alegremente.
─Bienvenido de vuelta ─lo recibió Christa─. ¿Vienes a recogerla?
El joven asintió, se acercó a ellas y estiró los brazos con un gesto de recibimiento.
─¡No! ─exclamó Yumi─. ¡Aún no hemos acabado el cuento!
─Nos queda poco, ¿podríamos terminarlo antes de que os vayáis? ─le preguntó Christa.
El joven suspiró antes de levantarse.
─De acuerdo, pero no tardéis mucho o sus hermanas se preocuparán ─dijo en voz baja.
Se sentó en la silla del tocador y miró sereno la escena, similar a una madre leyendo un cuento a su hijo antes de dormir, manteniendo el rostro oculto bajo la capucha en todo momento.
─...y fin... ─terminó Christa mientras cerraba el libro.
─¡Bien! ─exclamó Yumi emocionada─. ¡Léeme otro!
─No puedo, pequeña. Ya es hora de irse, ¿recuerdas?
─Jo... ─se quejó mientras cruzaba los brazos.
─Vamos, no te pongas así. ¡Ya vendrás otro día y leeremos más cosas divertidas! ¿Trato hecho?
─¡Vale...! ─respondió con resignación.
─Pues venga, vamos a casa ─susurró el joven mientras cogía a Yumi en brazos.
Al ver que la niña seguía con el ceño fruncido, le hizo cosquillas en la tripa. Eso le devolvió el buen humor a la pequeña. Los dos salieron de la habitación, pasaron por el pasillo de antes y volvieron a la sala de estar.
─¡Mira! ¡Ahí está Kaitleen! ─señaló la niña al ver a su hermana mayor en lo más alto de las escaleras.
La joven aludida se fijó en ellos de forma inmediata, pero no vio el portal al haberse cerrado justo en el último segundo.
El chico dejó a Yumi en el suelo y ella se acercó a su hermana con paso decidido, que también fue a recibirla.
─¡Hola! ¿Dónde has estado? ─le preguntó Kaitleen cuando se acercaron lo suficiente.
─¡Fui a jugar con el señor de la capa roja!
Levantó la vista para volver a verlo, pero él ya se había ido.
─¿Y qué tal? ¿Lo has pasado bien? ¡Mira, Laito acaba de llegar! ¿Quieres saludarlo?
El joven volvió a esperar a recibir vía libre y abrir el portal nuevamente. Al caminar de nuevo por el pasillo pensó en solicitar más lugares para viajar de un lado a otro además de la sala de estar, además de prudente sería mucho más fácil. En la mansión Sakamaki era mucho más fácil hacerlo desde las cloacas subterráneas, puesto que los hermanos apenas pasaban por ahí, si bien no le habría gustado acostumbrar a Yumi a pasear por ahí, de haberlo hecho si acaso alguna vez.
Esta vez pasó de largo delante de la habitación de Christa, se dirigió al jardín y la encontró en una zona llena de rosales, observando melancólica las flores. Dirigió su mirada hacia el joven a percatar su presencia, esbozando una pequeña sonrisa.
─Qué buena noche hace, ¿te parece bien si caminamos un poco?
─Por supuesto ─asintió él, esta vez sin bajar la voz.
Caminaron uno al lado del otro.
─¿Queríais hablar conmigo de algo, señora? ─le preguntó educadamente el joven.
─Quería preguntarte si ya habías considerado mi propuesta de aquella vez.
El joven se ajustó la capucha para asegurarse de que le tapaba bien los ojos y supiró.
─No me atrevo a decir que sea una mala idea, pero algo podría salir mal, tanto durante la organización como con el resultado final.
─Soy consciente de ello, pero últimamente me he encontrado bien y creo que será divertido. Y no creo que mi marido se oponga a ello.
─Vamos, señora ─insistió él tratando de no perder la compostura delante de ella─. Incluso si se trata de algo tan grande como esto, no tenéis que pedir permiso a nadie para hacer lo que queráis, ¡no sois una niña ni él vuestro padre! Y tal y como habéis dicho, os habéis encontrado bien. Y no tenéis que ser vigilada ni controlada.
─Agradezco tu consideración, pero no lo digo por eso, sino porque él es el líder supremo.
─Y por lo tanto sigue siendo un estúpido Calzaslargas.
─Vamos, ¡deja de llamarlo así! No es tan malo como piensas.
Él lo cuestionaba por completo, pero no quiso continuar con aquel tema.
─¿Podríais recordame por qué queríais organizar esto?
Christa se llevó las manos al pecho, como si de solo pensar en aquello la emocionara.
─Ayumi no ha parado de hablarme de su familia, y me gustaría conocer a la chica que ha visto lo bueno en mi querido hijo... También gustaría tratar de volver a acercarme él sin que él se pregunte si acaso lo reconoceré o no... ─entonces paró de caminar─ Por cierto, ¿qué tal se encuentra Subaru? Sé que Ayumi me ha dicho que está bien, pero sigue siendo una niña pequeña y... ¿cómo podría decirlo...?
─Se encuentra bien, ha agujereado menos paredes durante los últimos meses, por lo que la factura de las reparaciones a bajado considerablemente ─contestó intentando disimular la risa reflejada en sus ojos.
─¿Sigue destruyendo cosas? ¡Eso no está bien...! Tan solo espero que su amada y la pequeña no lo vean mucho así.
─No os preocupéis, él se controla y ahora mismo debe de estar vigilado por mis familiares. Aún así, si me permitís decirlo: si os preocupa deberíais tratar de hablar de eso con él, si alguna vez tenéis la oportunidad. ¿No habéis pensado en buscar ayuda para él?
─Sé que hay buenos psicólogos, pero mi marido insiste en que Subaru podría estar peor...
Y una vez más, si el Calzaslargas no se preocupaba ni en lo más mínimo por su mujer, menos iba a hacerlo con cualquiera de sus hijos.
─Volviendo al tema principal, ¿cuando os gustaría preparar este evento?
─En Navidad, cuando esos jóvenes estén menos ocupados con sus estudios, no vaya a ser que una fiesta les sea inoportuno.
─Eso será dentro de unas pocas semanas, ¿creéis que lo tendréis todo preparado para entonces?
─Tengo mucho tiempo libre, por lo que no será ningún problema ─suspiró ella─. Tampoco voy a hacer esto sola, hay muchos sirvientes que me ayudarán con las preparativos y, conociéndolo, él querrá participar en esto aunque no lo demuestre de forma abierta.
El joven frunció el ceño una vez más, pero no quiso decir nada al respecto.
─¿Cómo pensáis invitarlos? ¿Necesitáis de mi ayuda para eso?
─Tranquilo, enviaré las invitaciones yo misma. Me hace ilusión. Solo te pido que sigas cuidando de ellos como has hecho hasta ahora.
Sería cuidar a las chicas, a los chicos sería vigilar y patearles el trasero si se les ocurría hacer algo que no le gustara. Echaba de menos lanzarles dagas...
─Entonces, ¿necesitáis ayuda con algo más?
─No, por el momento... ─dijo antes de ser interrumpida por un agudo dolor que le hizo llevarse una mano a la cabeza.
─¡Señora! ─exclamó alarmado el joven─ ¿Qué ocurre?
─¡No te preocupes, estoy bien! Tal vez necesite descansar un poco...
─Sentaos aquí ─insistió al cogerla suavemente de la mano y guiarla a un banco de piedra─. ¿De verdad os encontráis bien?
─Sí, realmente lo estoy. Pero muchas gracias por preocuparte.
─¿Necesitáis tiempo a solas o queréis que os acompañe un poco más?
─No, quédate por favor. Si te viene bien, por supuesto...
─No tengo ningún problema, mis familiares me avisarán si ocurre algo.
─Muchas gracias. ¡Ya sé! Tienes buen gusto en este tipo de cosas, ¿podrías aconsejarme con los detalles y elementos de la fiesta?
─Será un placer ayudar ─asintió él─ En primer lugar, al ser Navidad vendrán bien los colores rojo y verde...
Christa escuchó atentamente a aquel joven que había demostrado innumerables veces preocupación por ella como si se tratara de su propia madre.
Entonces se preguntó si podría volver a tener conversaciones tranquilas y alegres como aquella con su hijo. Tenía tanto de lo que hablar con Subaru y quería retomar tantas cosas, como su nueva novia. Quería volver a estar en su vida como su madre y no como una desconocida que recibía periódicas visitas. Quería hacer saber que había cuidado a Ayumi como si de su hija se tratara y volver a comunicarse con la familia...
─Señora, ¿he dicho algo raro? ¿O queréis añadir algo?
−¡Oh, no, no! ¡Continúa! ¿Estabas insistiendo en confeccionar los vestidos para las chicas? En este lugar seguro que hay todavía vestidos viejos que deben seguir en buen estado, podrías modificarlos o utilizar elementos rescatables.
─Es una buena idea, pero ya veré lo que hago.
─También decías algo de los adornos, ¿podrías entrar más en detalle con ello?
Christa era consciente de que una fiesta no sería suficiente para arreglar las brechas que se interponían entre su hijo y ella, pero esperaba que fuera un pequeño paso adelante para comenzar.
[Publicado el 16/2/2021]
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