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36. Bueno para nada

Estúpido bueno para nada...

Aquellas palabras fueron lo primero que le vinieron a Shu a la cabeza aquella noche, nada más despertarse de otro día lleno de pesadillas.

Se llevó una mano a la cabeza y se fijó en la hora. Aún era temprano, tenía tiempo de prepararse para ir a clase, por muy poco que le apeteciese ir.

¿Qué pasa? ─volvió a preguntarle aquella voz en sus pensamientos─ ¿Eres tan patético que no eres capaz ni de levantarte para preparate y salir como todos los demás? No eres más que un bueno para nada.

Se levantó molesto por aquellos pensamientos.

Vale, ya te has cambiado. Ahora haz el favor de bajar con todos los demás a menos que quieras darle la razón a Reiji y vuelvas a demostrar ser un bueno para nada.

─Un momento... hoy es sábado ─se corrigió Shu─. Nadie me estará esperando abajo.

Pensó en dormir un poco más, se lo podía permitir aquel día.

Genial... Ahora ya ni sabes qué día es. ¡Y encima te duermes con la ropa puesta!

Por otra parte, los trillizos fueron poco después al centro de la ciudad, cada uno con sus respectivas parejas.

─¿Ya hemos decidido dónde vamos? ─preguntó Yui.

─¡Obviamente vamos a por takoyaki! ─respondió Ayato─ Esa es la razón por la que me convencisteis para salir, ¿verdad, Laito?

─¿Esa es la razón? ─preguntó May con el ceño fruncido─ ¿Comer takoyaki por enésima en vez de salir y pasar un buen rato con tu novia? De eso ya puedes atiborrarte en casa...

Kanato interrumpió a Ayato antes de que este pudiera decir algo:
─Estoy de acuerdo con May, y que yo recuerde decidimos entre todos ir a aquella confitería cerca de la academia.

─¡Vamos, vamos! No discutamos ─los detuvo Laito alegremente─. Estamos aquí, ¡nos dará tiempo a todo!

Ellie agarró uno de sus brazos y enterró la cara en él.
─Eso sí, ¡démonos prisa! ─apremió─. ¡Empieza a hacer frío aquí!

Laito se rió y la rodeó con su brazo libre, verla era tan adorable...

─¡Ya sé! ─exclamó Yui con una idea─. En la confitería también venden chocolate caliente, podemos ir allí y después vamos a por takoyaki para los que queramos. ¿Os parece bien?

Ayato resopló, ocultando el hecho de que también tenía frío.
─De acuerdo... ─contestó─ ¡Pero más os vale no echaros atrás!

─Claro, claro... ─murmuró Kanato.

Laito dio un paso delante.
─Pues aquí vamos: ¡los trillizos y sus amadas humanas en una aventura! ─exclamó.

─¡Sí! ─lo acompañó Ellie con el mismo entusiasmo.

─Espero que no ocurra nada malo... ─le murmuró May a Yui y Kanato.

─¡Seguro que no! ─aseguró Yui.

─Ya veremos ─contestó Kanato apretando su osito de peluche al pecho.

─¡Estúpido bueno para nada...!

Y volvía ese pensamiento a su cabeza, Shu no podía volver a conciliar el sueño.

Se levantó del sofá en la sala de estar y se frotó los ojos. ¿Tanto le había afectado esa pesadilla que lo había perseguido tiempo atrás?

Se preguntó cuál podría ser la causa.

─¿Qué haces? ─le preguntó una voz infantil.

Miró a Yumi sentada en el suelo, observándolo con atención mientras se comía un helado en un plato de plástico. Se llevó una cucharada a la boca a la espera de una respuesta.

─Intentaba dormir, pero no puedo ─le contestó.

─¿Por qué?

─Porque tengo pesadillas.

─¡Oh, no! ─exclamó ella preocupada antes de sonreír─. ¡No pasa nada! ¿Sabes como decir adiós a las pesadillas? Ellie dice que cuando tienes pesadillas, piensas en cosas bonitas cuando duermes para convertir lo sueños malos en bonitos.

─¿De verdad? ─preguntó él, sonriendo levemente─. Lo intentaré para la próxima vez.

─¡Sí! ─exclamó ella.

Imbécil, ¿qué haces? ¿No te das cuenta de que si dejas que se te acerque acabarás haciéndole daño? ─le preguntó aquella horrible voz─. Literalmente compartes techo con el resultado personificado de lo que le pasó al amigo que habías dado por muerto. ¿Qué pretendes ahora con una niña humana que no tiene ni cuatro años?

¡Cállate! ─exclamó irritado.

─¿Con quién hablas? ─le preguntó Ayumi.

Se acordó que seguía ahí con ella.
─Con nadie ─dijo con incomodidad.

─¡Venga ya! ─exclamó Kou colocándose detrás de Ayumi─. ¿Acabo de venir y ya me dices que me calle? ¡Eres cruel, señor Shu!

─No te hablaba a ti ─contestó Shu─. Y no me llames de esa forma, es irritante.

─Vale, lo entiendo ─se arrodilló en cuclillas para hablar con Ayumi─. ¡Eh, pequeñina! ¿Qué tal estás?

─Muy bien.

─¡Me alegro mucho! ¿Qué estás comiendo? Parece que está bueno.

─¡Sí! Es helado de fresa ─enterró su cuchara en el helado y le tendió el plato con ambas manos─. ¿Quieres un poquito?

─¿Helado en invierno? ¡Vale! Eh, ya sé: si me das un poco, te daré lo que tú quieras.

─¿De verdad? ─preguntó ella emocionada─. ¿Puedo comer galletas?

─¡Todas las que quieras!

Su jovial tonalidad se ahogó en un grito al ser agarrado fuertemente por detrás.

─¡Kou! ─exclamó Yuma─. ¡No le quites comida a la cría, que necesita crecer! ¡Y das mal rollo!

─¿¡Eh!? ¡Pero si fue ella quien me ofreció!

─¡Haber dicho que no! Ya eres lo suficientemente mayorcito como para coger tu propia comida ─se dirigió a Shu─. ¡Y tú, ricachón! ¡Podrías hacer algo más que quedarte mirando!

─Ruidoso... ─se quejó Shu como respuesta─. No me parecía para tanto, y es ella la que quiso hacerlo.

─¡Pues no le metáis cosas raras en la cabeza o acabará como él! ─exclamó Yuma señalando a Kou─. O peor aún: ¡como Ayato!

Aún concentrada en su helado, Ayumi observaba a los tres jóvenes como si estuviera presenciando un espectáculo.
─¡Ayato es muy divertido! ─dijo en su defensa tras tragar.

─¡Ahora no, cría! ─le espetó Yuma.

─No me llamo "Cría". Me llamo Yumi.

─¡Me da igual! ¡Eres una cría!

─¿¡Y qué es una cría!? ─preguntó impaciente.

Antes de poder responder, unos pasos sonaron en las escaleras.
─Aquí estabas, Yumi ─dijo Reiji mientras se acercaba a ella─. Rosaura te estaba buscando. ¿Ya te has terminado todo el helado?

Ella le tendió el plato vacío y él lo recogió.
─Sí, ¿puedo tener más?

─No, tu hermana dijo que esto era mucho para ti.

─Jo...

─Venga, no te quejes. Rosaura te va a leer un cuento, Minuette también te está esperando.

─¿De verdad? ¡Qué bien!

Subió los escalones uno a uno, Reiji esperó a que se alejara lo suficiente para dirigirse a los tres jóvenes.
─Vale, ¿qué acaba de ocurrir aquí? ─preguntó─. Dejando de lado la extraña discusión que has tenido con ella, Yuma Mukami, supondré que ninguno de vosotros habrá causado problemas a la pequeña, ¿verdad?

─No a menos que consideres un problema el hecho de que Kou quiso quitarle comida a la cría.

─¡Eso es mentira, Yuma! Solo le pedí un poquito.

Reiji arqueó una ceja.
─¿Y puedo preguntar por qué? ¿Para jugar con ella o porque eres tan vago como para no ir a por lo que quieres por cuenta propia?

─¡He dicho que ella fue quien me ofreció!

─¡Pero le ofreciste galletas a cambio como si se tratara de un negocio! ─le recordó Yuma.

─¡Claro! Después de todo vivimos en un mundo de dar y recibir.

─¿¡Y eso qué le importa a una niña de dos años!?

─Tres ─le corrigió Reiji─. ¿Le ofreciste galletas después de ver que ya estaba comiendo helado? Veo que no te importa su estado de salud.

─¿Y a ti sí? ─preguntó Yuma a su vez, escéptico─. Me sorprende que ya de por sí te preocupes por esa cría humana.

─En fin, ¡después de todo es la hermanita de su amorcito! ─exclamó Kou jovialmente─. ¡Seguro que hasta Shu, con lo dormilón que es también lo haría! ¿A que sí, Shu?

─No me incluyáis en vuestra conversación ─se quejó él sin abrir los ojos.

─¿A qué viene esa pregunta? ─bufó Reiji─. Shu no levantaría ni un dedo ni aunque Ayumi se tropezara justo a su lado. Ya veis que no es más que un bueno para nada.

─¿Ni siquiera por la dulce Kaitleen─chan? ─volvió a preguntar Kou, con picardía.

─Hasta donde yo sé, el inútil de Shu no tiene nada más allá de una relación "depredador-presa" con Kaitleen, nada que ver con lo mío con Rosaura. Y no la culpo, yo en su lugar tampoco vería nada interesante en él.

Shu se levantó del sofá.

─Sois unos ruidosos ─se quejó─. Tendré que quedarme en mi habitación ─se giró a verlos una vez más─. Y solo para que lo sepáis, lo único que tiene de bueno esa chica es su sangre, aparte de eso no quiero nada más de ella.

Mientras se alejaba al subir las escaleras, todavía pudo escuchar la conversación de los tres vampiros detrás de él.

─Pensar que un richachón de sangre pura estaría con una mera humana ─comentó Yuma, incrédulo.

─No lo entenderías ─le contestó Reiji─, y hace tiempo que ella dejó de ser una mera humana para mí.

─Me pregunto si la gatita masoquista te ayudó para hacértelo ver... ─comentó Kou.

Ignorando las miradas inquisitivas de Reiji y de su hermano, Kou observó a Shu desaparecer por la parte superior de las escaleras.

Pensó en lo último que había dicho:

"Lo único que tiene de bueno esa chica es su sangre, aparte de eso no quiero nada más de ella".

─Veo que alguien no está diciendo la verdad ─pensó para sus adentros mientras su ojo derecho se teñía con una breve luz roja.

¡No podías haber caído más bajo! ─volvió a gritar aquella voz de su consciencia─ ¡Te has ido en el peor momento posible! ¡Ahora sospecharán que sientes algo por ella más que sed de sangre!

─Cálmate ─susurró Shu─, solo me voy porque no me dejaban dormir.

¡Menuda excusa! Te fuiste de ahí porque mencionaron a esa chica y no querías que te recordaran por enésima vez lo patético e inútil que eres. ¡Aunque no hacían falta recordatorios, ya eres consciente de eso todo el tiempo!

─¡Basta! ─exclamó para sus adentros.

La voz interior le había hecho caso, pero su regreso ocurriría en cuestión de tiempo.

Pensando en el beso en el que días atrás había depositado en los cálidos labios de aquella humana pelirroja, Shu fijó su mirada sombría en el suelo...

Mientras tanto, en otra parte de la ciudad...
─¡No sigas enfadado, Ayato─kun! ─volvió a insistir Laito en un tono de disculpa─ ¿Cómo iba a saber qué precisamente hoy estaría cerrado?

─¡Me juraste que estaba abierto fines de semana de mañana a tarde! ─exclamó furioso.

─¿Qué se le va a hacer si el encargado tuvo que irse por un asunto familiar? Al menos dejó un cartel de aviso ─comentó Ellie colocándose delante de Laito en un ademán de protegerlo de los gritos de su hermano.

─¡Cálmate, Ayato! ─le pidió Yui─. Cocinaremos takoyaki juntos cuando volvamos a casa, ¡podremos preparar todos los que quieras!

─Esto significa que por lo menos llegaremos antes a la confitería ─dijo
Kanato─. ¿No es genial, May?

May lo miró y asintió.
─Era algo que habíamos pensado ─preguntó a los demás─ ¿Vamos allí?

─¡Yo voto que sí! ─exclamó Laito.

─¡Yo también! ─afirmó Yui.

Ayato suspiró resignado y decidió no decir nada más. Al verlo en aquel estado de ánimo, Yui decidió imitar a Ellie y agarró cariñosamente con ambos brazos el de Ayato. El vampiro la miró sorprendió por aquella acción y estuvo a punto de preguntarle qué estaba haciendo, pero decició dejarlo pasar y le cogió la mano.

Menudo inútil estás hecho.

¿Por qué seguía pensando tan mal de sí mismo aquel día? Shu admitía que no tanía mucho aprecio por su vida, pero incluso él mismo se estaba cansando de escuchar aquella voz tan negativa que le decía cosas hirientes; la conversación anterior con Yuma y Reiji no había mejorado nada la situación.

─¿Tienes que seguir recordándomelo? ─preguntó para sus adentros en un esfuerzo de conciliar el sueño en su habitación.

Por supuesto. ¡Mírate ahora! Estás haciendo lo mismo que haces todos los días: absolutamente nada. Solo duermes para demostrar lo incompetente que eres y lo incapaz que eres de enfrentarte a tus problemas y los daños que cometiste.

─¿Qué estás diciendo ahora? Yo no tengo problemas.

¿Tú crees? ¿Qué me dices de Reiji? Siempre fue un niño rechazado e ignorado por vuestra madre por tu culpa. ¿Y qué hacías tú? ¡Ser un mocoso malcriado e incompetente que no supo agradecer ese privilegio!

─Eso no es verdad...

Y ¿qué ganaste siendo aquel mocoso malcriado e incompetente? ¡Fíjate en ese Yuma! ─Shu abrió los ojos de par en par─. ¿O debería decir... Edgar? Hace tiempo que te diste cuenta, no trates de negármelo. ¡Edgar! Aquel niño humano con el que cometiste el horrible error de forjar una maravillosa amistad. ¿Qué pasó después? Fuiste tan incapaz de protegerlo que perdió su hogar, su familia y su memoria tras un incendio para después perder la humanidad y a saber cómo transformarse en un vampiro. Reiji tenía razón: ¡Estás mejor sin hacer nada!

─¡Eso no fue culpa mía! ─insistió Shu, poniéndose de pie. Caminó a paso apresurado a la puerta de entrada para salir.

¿Que no? Mírate bien. ¡Eres la causa de sufrimiento de muchas personas! ─Shu empezó a correr por el jardín, como si intentara huir de una pesadilla─ ¡Es por eso que Edgar "murió"! ¡Es por eso que Reiji nunca dejará de tenerte rencor! ¡Por no hablar de Yui: fue poseída por un fantasma por la acción de tu repugnante tío y podrías haberlo evitado! ¿Qué le vas a hacer ahora a esa inocente niña? ¿Piensas hacerle algo cuando su vida apenas está empezando? ¿Qué me dices de esa pelirroja de la que te alimentas y con la que has pasado tiempo? ¿Vas a torturarla? ¿Destrozarla? ¿Jugar con sus sentimientos y su cordura antes de matarla como has hecho con otras personas? ¡Algún día te pasarás de fuerza y le romperás el cuello con esos asquerosos colmillos tuyos! ¿¡Qué harás cuando eso ocurra!?

─¡Cállate! ─exclamó en voz alta, harto de escuchar y se sentó en un banco, cubriéndose la cara con ambas manos e intentando calmar su pesada y entrecortada respiración.

A lo lejos, el joven encapuchado, que pasaba por ahí con el fin de salir y vigilar a las tres parejas, lo observó pensativo. En comparación al resto de sus hermanos, Shu era del que menos información tenía, pues no lo consideraba una amenaza grave. Verlo en aquel estado le preocupó, no quería que las jóvenes de la casa, sobre todo Kaitleen, les ocurriese algo estando cerca de él en aquel estado de ánimo tan delicado.

Decidió centrarse más en el primogénito de los Sakamaki, pero tendría que recurrir a acciones que iban más allá de vigilarlo y revisar sus cosas personales, y no se sentía cómodo con ello. No sabía siquiera si merecería la pena.

─No, todavía no... ─decidió finalmente en un suspiro─. Hablar con el Calzaslargas puede esperar. ¿Y qué me diría de todas formas? Le importa un comino hasta sus propios hijos...

─Se hace tarde, deberíamos volver ─sugirió Laito tras ver la hora.

Tras un largo y tranquilo momento en la cafetería, algo muy poco usual en una noche con los trillizos Sakamaki, Ellie había insistido en ir a un local de recreativos localizado que no quedaba muy lejos de la situación en que se encontraban. A los chicos, si bien en un principio Ayato y Kanato se quejaron un poco, no les pareció mala idea, y Ayato se lució ganando un conejo de peluche para Yui en unas de las máquinas. Habían perdido la noción del tiempo allí y en el exterior había comenzado a hacer frío.

Los seis asintieron a la idea de Laito y salieron a la calle.

─Admito que no ha estado nada mal ─comentó Kanato apretando su oso de peluche con un brazo mientras que con la mano libre sujetaba la de May.

─¡Yo lo he pasado bien! ─exclamó Ellie─. Os paso después las fotos que he hecho con el móvil.

─Yo también he hecho algunas, si las queréis ─dijo Yui─. Deberíamos repetir este día en alguna otra casión, todos juntos.

─Estoy de acuerdo ─afirmó May─. A ver si tengo más suerte con ese juego tan difícil.

─Seguro que la máquina estaba trucada ─farfulló Kanato─. Si no me hubieses detenido, Laito, me la habría cargado.

─Kanato, ¡era un juego de azar! ¡No puedes culpar a otras cosas de tu mala suerte!

Viendo que la tranquila noche estaba en riesgo, Yui los interrumpió y cambió de tema:

─Para la próxima vez deberíamos volver al puesto de Takoyaki con tiempo, así lo encontraremos abierto. ¿No crees, Ayato?

─Por supuesto, no me lo pienso perder después de todas las veces que me habéis hablado de él.

Observó a May y Kanato agarrados de la mano y a Laito rodeando a Ellie por la espalda. Decidió hacer lo mismo y rodear a Yui por los hombros con el brazo y acercándola a ella.

Ella se sonrojó como respuesta y lo miró.

─¡No te hagas ideas equivocadas! ─le dijo nervioso─. Es porque hace frío y tu sigues cálida.

Yui rió divertida, sabiendo que lo que decía no era verdad.

Laito también se rió. Iba a decir un comentario burlón cuando un fuerte estruendo sonó detrás de ellos, al otro lado de la calle.

La gente que caminaba cerca se sobresaltó y miró en dirección al ruido. Dos coches se habían chocado en un cruce.

Una señora que estaba cerca del accidente había comenzado a gritar horrorozada. Otras personas comenzaron a llamar a emergencias.

Yui se asustó con la escena y se apretó al abrazo de Ayato. Se preguntó por la reacción de la mujer si habrían heridos en lo que parecía un simple golpe accidental.

─No nos quedemos más tiempo aquí ─indicó Ayato al darse cuenta─. ¡Vámonos ya!

Las tres parejas continuaron su camino a paso acelerado, como si temieran un segundo incidente.

Ayato echó un último vistazo hacia atrás antes de volver a ver a Yui, pensativo, mientras regresaban a casa.

Tras un largo rato de espera a que el joven se calmara, aún sentado en el banco, el encapuchado carmesí se acercó a paso lento, con intención de ser escuchado.

Quedó delante de él. Shu levantó la cabeza y lo miró.

El joven se levantó un poco la capucha con un dedo, como si quisiera enseñar su rostro completo por primera vez.
─¿Podemos hablar? ─le preguntó con serenidad.

[Publicado el 26/7/2020]

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