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34. Saludos

Kanato apretó los ojos al despertarse con la luz diurna de la ventana. Aquella era una de las cosas que más odiaba de aquella vivienda temporal: la gran cantidad de luz.

Frunció el ceño al darse cuenta de que aún era de día, estaba durmiendo tan bien...

Su mal humor se disipó de inmediato tras removerse un poco y sentir la cabeza de su amada apoyada sobre su hombro.

Kanato la miró con serenidad, su rostro aún dormido tenía una expresión tranquila.

Estaba desnuda, como él. Se sonrojó al recordar la noche anterior, cuando la había hecho completamente suya.

Se movió con lentitud y volvió a abrazarla, no aguantó la tentación de acariciarle el pelo con suavidad.

May se removió un poco y abrió los ojos con lentitud.
─¿Kanato?

─Perdón ─susurró él─. No pretendía despertarte, aún es de día.
─No importa... ─respondió ella en un bostezo.

Volvió a acurrucarse en el cuerpo de Kanato para rodearlo con los brazos. Él hizo lo mismo con ella.

─Nunca olvidaré esto, ha sido maravilloso ─aseguró May.
─Ni yo...

Sus dedos entrelazados, las caricias, los suspiros, los besos, la ternura... Todo era insustituible para ambos.

─Tendremos que ir a clase después ─recordó May─, pero yo me quedaría aquí contigo todo el día.
─Podemos hacerlo ─dijo Kanato mirándola a los ojos.

─No podemos saltarnos más clases ─murmuró ella con un disimulado fastidio─, tendríamos problemas.

─Eso debería dar igual, ¿no crees? Pero si tanto insistes, podemos hacer esto mientras tengamos tiempo.

Sin dar aviso alguno, Kanato empujó a May suavemente sobre el colchón y se colocó encima de ella para besarla, acción que ella no se negó a corresponder y acompañó con caricias en el pelo y la espalda del vampiro.

Aunque no era la hora de despertarse, aquel había sido un tierno beso que, iluminado por los rayos de sol, deseaba los buenos días.

Unas horas después, por otra parte, la gemela mayor no estaba a la misma labor de querer quedarse en casa.
─¡Basta de tonterías, Subaru! ¡Salgamos de aquí! ─exclamó Claire.
─¡No te muevas! ─se quejó Subaru─. El espacio ya es limitado de por sí.

Por alguna razón, nada más ponerse el uniforme, Subaru decidió agarrarla y meterse con ella en su ataúd.

─Si hay tan poco espacio deberíamos salir ─razonó Claire─. Además, ¿por qué tuviste que traerte el ataúd de casa? ¿Era realmente necesario?

─Ya te lo dije antes: no quiero arriesgar a que unas inmundas termitas me lo arruinen. Además nos sirve para escondernos.

─¿Por qué no quieres que salga? ¡Tenemos que ir a clase!

─Hoy no tengo ganas de ir ─respondió Subaru como si le pareciera algo razonable.

─¿Y tenías que meterme aquí?

─¿No quieres quedarte así conmigo? ¿Aquí los dos juntos solamente?

Con ello cerró los ojos, como si intentase dormir.

Claire resopló. En aquel momento, no servía de nada razonar con él.
─No podemos quedarnos aquí por mucho tiempo, Subaru. Vendrán a buscarnos.

─No me importa.
─Piénsatelo, el oxígeno aquí dentro se acabará tarde o temprano, será peligroso para mí.

Subaru volvió a abrir los ojos, pero la esperanza de Claire volvió a irse al garete.

─Entonces abriré un poco la tapa para que no te pase nada.

Claire reprimió un gruñido de disgusto.

─Venga, no te pongas así. ¿No te parece bien hacer cosas distintas como esta de vez en cuando? ─esbozó una sonrisa que Claire no pudo descifrar con claridad─. Nadie nos molestará aquí...

Subaru rodeó una de sus piernas con otra de Claire y la acercó más a su pecho antes de volver a intentar dormir.

─Pero vendrán a buscarnos... ─insistió Claire.

─Y por eso te he escondido aquí conmigo.

La humana volvió al alterarse con el sonido de la puerta abriéndose.

─¡Subaru! ¡Claire! ─los llamó la voz de Reiji─. Tenemos que irnos ya.

─¡Oh no! ─susurró Claire─. ¡No te duermas ahora, Subaru! ¡Reiji ha venido a avisarnos!

─Intenta no hacer mucho ruido, ¿o quieres que Reiji nos vea así? ─le preguntó con una sonrisa traviesa.

Claire volvió a gruñir.

─Veo que aquí tampoco están, pues tendremos que irnos sin ellos...

Esas palabras fueron una señal de victoria para Subaru, por fin iba a pasar tiempo a solas en casa con la única con quien querría hacerlo.

─Si van a estar en casa entonces... ─continuó Reiji antes de ser interrumpido por otros pasos─. Mira por dónde, llegas en el momento más oportuno ─dijo cambiando a una tonalidad alegre─. ¿Estás buscando a Claire?

Claire se preguntó con quién podría estar hablando.

─Pues muy bien ─respondió Reiji─, tengo una tarea muy importante para ti.
─¿Ah, sí? ¿El qué? ─respondió una voz chillona.

Claire se estremeció al reconocer a su hermanita pequeña.

Reiji elevó a Ayumi en brazos, volvió a entrar en la habitación de Subaru y la sentó sobre la superficie del ataúd.

─Claire y Subaru se han escondido, y necesito ayuda para encontrarlos. ¿Podrás hacerlo?
─¡Sí! ─exclamó ella dando alegres palmadas.
─¡Muy bien! ─exclamó Reiji─. Cuando los encuentres ellos tendrán que cuidar de ti. Y cuando todos volvamos a casa, me dirás dónde los has encontrado para que yo hable con ellos, ¿entendido?

─¡Sí! ¡Minuette y yo los encontraremos!

Reiji le acarició la cabeza, provocándole risas.
─¡Muy bien, cuento contigo!

Y se marchó de ahí.

Ver a Reiji encomendar una tarea importante a Yumi habría sido una escena súper adorable para Claire si no estuvieran metidos en un gran lío.

─¿Y ahora qué? ─preguntó Claire entre dientes tratando de mantener la voz lo más baja posible.

─Esperemos a que se vaya ─le susurró Subaru─, no nos movamos hasta entonces.

Por unos segundos, el único sonido que escucharon fueron los golpes de las piernas de la niña.
─¿Sabes, Minuette? ─preguntó la niña para hablar con su muñeca─. ¡Vamos a encontrar a Claire y a Subaru! ─se levantó del ataúd y se acercó a la cama─. ¿Estarán debajo de la cama? ─levantó las mantas que colgaban sobre el suelo y echó un vistazo─. No, aquí no están ─dijo con decepción.

La pequeña se alejó unos pasos.
─¿Y si están en el armario?

Dio un par de saltitos para intentar abrirlo.
─No puedo, ¡está muy alto! ─exclamó enfadada.

─¿Lo ves? ─susurró Subaru─. Se rendirá y se irá a buscar por otra parte.

─¡Eh! ¡A lo mejor están dentro de la caja grande y negra de Subaru! ─exclamó la niña alegremente.

Claire y Subaru se estremecieron del horror. ¡Al final había decidido investigar el ataúd!

La niña tocó la tapa del ataúd como si llamara a la puerta.
─¿Hola? ¿Estás ahí, Subaru?

Al no obtener respuesta, tocó con más fuerza.
─¿Hola? ¿Hay alguien?

La pareja se mantuvo tiesa en su sitio.

Unos segundos de silencio parecieron indicar que Yumi había parado, pero tras el suspiro de alivio de la pareja, los golpes en la tapa resonaron con mucha más fuerza y rapidez. Incluso había dejado su muñeca de lado para golpear con ambas manos.
─¿Hola? ¡Holaaa! ─exclamó con entusiasmo─. ¿¡Hooooolaaaaa!?

A ambos les retumbaba la cabeza, afortunadamente duró poco y se detuvo.
─¡Hola, señor de la capa roja!

El tipo misterioso estaba allí con ellos.

─Estoy buscando a Subaru y a Claire, ¿sabes dónde están? ¡Eh! ¡Qué flores tan bonitas! ¿Vamos a ver a la señora guapa? ─el joven pareció asentir─. ¡¡Bieeeeen!! ¡Vámonos! Pero vamos a por leche antes, ¿vale?

Escucharon pasos alejarse.

Subaru abrió la tapa del ataúd. Extrañada, Claire levantó la cabeza.

─¿Salimos ya? ─le preguntó mientras se levantaba y salía─. ¿Te has decidido por ir a clase o quieres hacer otra cosa?

─Los demás ya se habrán ido, además tenemos la casa para nosotros ahora que ella no está.

Claire frunció el ceño con preocupación y miró la dirección en que su hermana se fue.
─¿No tienes curiosidad por saber adónde han ido?

Se fijó que Ayumi no había vuelto a coger su muñeca del suelo, debía de estar muy emocionada por irse a saber dónde.

─No exactamente, pero eso de la "señora guapa" me intriga un poco.

─No deben de haberse alejado mucho, ¿qué te parece si los seguimos? Después podríamos estar solo tú y yo juntos aquí, tal y como tú querías ─dijo con intención burlona.

Subaru apartó la vista y se puso rojo.
─¡Está bien! Pero solo porque me preocupo en parte por Ayumi y para que te prepares por lo que vendrá después.

Claire rió y salió de la habitación a paso rápido.

─Espera. ¡No vayas tan rápido! ─exclamó Subaru antes de suspirar y seguirla.

Por una parte, esperaba que su presentimiento fuera falso; por otra, deseaba que la pequeña no estuviese en peligro.

Tras bajar por las escaleras de la casa, vieron a Ayumi de la mano del joven, quien sostenía cuidadosamente un ramo de lirios blancos.

Los siguieron con cuidado y los vieron entrar en la cocina.
─¿Crees que ella querrá leche esta vez? ─preguntó Yumi, pareció recibir una respuesta negativa─. Jo... pues ¡le llevaremos zumo! Por si quiere. ¿Podemos llevar galletas? ─esta vez recibió una respuesta positiva─. ¡Bieeeen! Llevaré galletas de chocolate, ¡seguro que le gustarán! Así no estará triste.

─¿De qué estará hablando? ─preguntó Claire en un susurro.

─Ni idea, solo sabemos que van a visitar a alguien. Y parece que se ha olvidado por completo de buscarnos.

Era cierto, la niña estaba tan emocionada por lo que iba a hacer que se olvidó por completo de la misión que Reiji le había asignado.

Los vieron salir de la cocina, Yumi estaba terminando de meter dos bricks, uno de leche y otro de zumo, de los que solía beber con pajita, y un paquete entero de galletas con trozos de chocolate dentro de una bolsa de tela.

─Espero que los demás no se den cuenta de que están desapareciendo cosas de la cocina ─murmuró Claire.

Reiji echaría la culpa a Kanato y a Yumi, seguramente Ruki también y Rosaura señalaría a cualquiera como culpable de darle demasiadas cosas dulces a Ayumi, puesto que ella no alcanzaría a cogerlas.

Después se asomaron por la entrada de la sala de estar para verlos delante de una pared despejada.
─Pero ¡estamos muy lejos! ─exclamó Yumi, desilusionada─. Ahora vamos a tardar mucho en verla.

El desconocido levantó un dedo índice para realizar un alegre y vehemente gesto de negación. A continuación, dio unos cuantos golpes, como si llamara a una puerta, y unos pequeños haces de luz se formaron hasta crear mágicamente una puerta de madera.

Subaru observó la escena con estupefacción, Claire todavía más.

─¡Una puerta! ─exclamó Yumi dando saltos─. ¡Ahora podemos ir a casa de la señora guapa!

El desconocido abrió la puerta, que soltó un fuerte crujido, volvió a coger a Yumi de la mano, entraron juntos y volvió a cerrarla.

La pareja salió de su escondite y se apresuraron en acercarse a la puerta.
─¿Crees que podrá seguir abriéndose? Espero que ese tipo no sea él unico en poder abrirla.

─Déjame ver ─le dijo Subaru.

Claire se echó a un lado para dejarle examinar.
─Ve despacio ─le aconsejó─, aún estarán cerca y podrían escucharnos.

Con un poco de duda, Subaru agarró el pomo y la entreabrió sin dificultad.
─¡Genial! ─exclamó victorioso.

Intentaron abrir la puerta con cuidado, pero el fuerte crujido les convenció de solo echar un pequeño vistazo por un espacio.

Tenían delante un largo y oscuro pasillo formado por paredes de piedra, iluminado levemente por lámparas de gas.

Daba frío de solo verlo. Aún se podían ver al desconocido y la niña, que no habían pasado ni la mitad del recorrido. Habían hecho bien en no acercarse demasiado, se habrían percatado de su presencia y se habría arruinado la oportunidad de descubrir sus actividades secretas.

Esperaron a que estuvieran lo suficientemente alejados para abrir la puerta y no ser escuchados. Aún así lo hicieron con cuidado y volvieron a cerrarla detrás de ellos sin hacer ruido.

─Vamos ─murmuró Claire.
─Espera ─le susurró Subaru y le agarró de la mano─. Es fácil tropezarse por aquí y ni siquiera sabemos dónde estamos. No te sueltes de mí para no perderte, ¿vale?

Claire asintió. El lugar no era el más romántico del mundo, pero le gustaba la idea de descubrir un misterio, más aún el hecho de que Subaru se preocupara por ella.

El desconocido y la niña giraron a la derecha en un cruce. La niña empezó a sentirse extraña.
─¡Un momento! ─exclamó─. ¡Este no es el castillo de la señora guapa! ¿Dónde estamos? Este sitio da miedo...

Claire se alarmó. ¿Acaso el joven que las había estado protegiendo había engañado a su hermana en una trampa?

Por el contrario, el joven se arrodilló a la altura de la pequeña y la calmó con unas caricias en la cabeza y unas palabras. No pudieron escuchar nada porque, además de la lejanía, el joven hablaba mediante susurros.

─¿De verdad? ─preguntó ella desanimada antes de fruncir el ceño─. ¡Pues tenemos que ayudarla!

Intentó correr, pero el joven la detuvo rápidamente, le dijo algo y volvieron a caminar de la mano.

Se perdieron de vista en el cruce, la pareja lo volvió a seguir en su dirección.

Aquel pasillo era igual que el anterior, con la diferencia de que había ventanas; la luz de la luna se reflejaba del exterior.

─¿Por qué irían a un sitio como este? ─se preguntó Subaru en voz alta.

─Parecen venir por primera vez ─enmarcó Claire─, Yumi no reconoce el sitio.

Pero por otra parte, a Subaru se le hacía horriblemente familiar.

─¿Ocurre algo? ─le preguntó Claire al darse cuenta de su incomodidad.

─No, nada. Vamos, será mejor que no la perdamos de vista ─insistió él.

Combinó su comentario con un leve tirón de la mano y continuaron el camino.

Se detuvieron en un último cruce y se volvieron a asomar por una esquina de la pared.

El deconocido abrió la puerta de lo que parecía ser una celda. Yumi entró sin vacilación.
─¡Hola, señora guapa!

La esbelta y pálida figura que se había negado a mirar sus visitantes se giró de golpe al reconocer la voz.

Se emocionó, se agachó y estiró los brazos para recibir a la niña.
─¡Has vuelto! ─exclamó.

─¡Claro que sí! ─respondió Ayumi─ ¡Te dije que volvería!

Subaru se estremeció al identificar la voz y el aspecto de la mujer que estaba abrazando a la hermana de su amada.

Sintió que su corazón incapaz de latir había dado un vuelco, que la respiración se le había detenido.

Antes de que Claire le hiciera preguntas, le hizo un gesto para que no dijese nada.

─Perdón por no haber venido antes ─dijo Ayumi a la mujer─, pero tuvimos que cambiarnos de casa.
─No importa, al menos estáis aquí ─recibió el ramo de flores del desconocido con gratitud─. Muchas gracias, siento que esta vez no pueda ponerlas en agua, como suelo hacer...

El joven hizo un amable gesto de negación y desapareció de ahí.

Claire soltó un leve respingo al fijarse mejor en el aspecto de la señora y darse cuenta de todo. Subaru se la llevó con él de un tirón un pasillo atrás y se detuvo para recuperar el aliento con su respiración entrecortada.

─Subaru, ¿acaso ella...?

─Es mi madre: Christa.

Claire ya tenía una idea hecha sobre su situación cuando Subaru le habló sobre ella aquella noche.

No hacía falta ser muy listo para darse cuenta de que eran familiares: eran idénticos en el físico.

─Podemos irnos si no quieres seguir aquí ─le sugirió.

─No, estoy bien ─le aseguró Subaru─. No es la primera vez que la veo en un sitio como este ─volvieron a caminar─, y no quiero que le haga daño a tu hermana.

Volvieron a guardar distancias para poder observarlas.

─¿Tenéis bichos en casa? ─preguntó Christa con preocupación─. Entonces ¿qué habéis hecho?

─Nos hemos ido a otra casa mientras quitan los bichos que se comían mi cama y mi caja de los juguetes. Pero tenemos que vivir con los vampiros malos que se llevaron a Kaitleen, a May, a Ellie y a Claire.

Christa se llevó una mano a la boca.
─¿De verdad? ¿Y lo estáis pasando mal?

─¡No! Al final los vampiros malos son buenos ahora. Bueno, ¡casi todos! El de pelo azul oscuro se pelea mucho con Rosaura y se enfada con Yui, y el chico de pelo amarillo como Ellie me puso algo para mayores en la tele sin querer. ¡Y el que es muy grande como un gigante es más enfadica que Subaru!

Claire tuvo que reprimir una pequeña risa.

La sonrisa de Christa se borró al escuchar el nombre de su hijo.
─¿Qué tal está Subaru? ─le preguntó con melancolía.

Subaru tragó saliva.

─¡Muy bien! Ahora duerme en la misma habitación que Claire ─se llevó una mano a la cabeza─. ¡Oh, es verdad! ¡Se me olvidó que tengo que buscarlos!

Un escalofrío recorrió las espaldas de la pareja.

─¿Por qué?

─Porque Reiji me lo dijo, porque no han ido a clase.

─Vaya...

Básicamente, la niña se había chivado a su madre.

─Pero en fin, ¿qué tal la caja de música que te regalé? ¿La estás usando?

La pareja se intercambió una mirada rápida de sorpresa. Ya se habían olvidado de aquella caja de la que Yumi no quería dar explicación.

─¡Sí! ─exclamó Yumi intentando abrir el plástico de la bolsa de galletas─. ¡Tiene una música muy bonita! Y como no tengo joyas quise esconder galletas ahí, pero Reiji no me dejó, dijo que la caja se estropearía. Pero ¡no te preocupes! Me la llevé para que los bichos no se la comieran.

Christa rió con una alegre suavidad y le ayudó a abrir el plástico al ver que le estaba costando.

─¡Gracias! ─la niña sacó una galleta y se la ofreció a la mujer─. ¿Quieres?
─No gracias, pequeña ─negó amablemente con la cabeza─, come todo lo que quieras.

─¡Nunca quieres nada! Ni la leche, ni el zumo...

─No hace falta, estoy bien. Dime, ¿puedes hablarme más de tu hermana?

─¿Cuál? ─preguntó ella con la boca llena.

Christa le sacudió las migas de galleta de la cara con suavidad, otorgando a la escena una imagen maternal.
─La que está con Subaru, Claire, ¿verdad? Me gustaría conocerla. ¿Qué tal está con él? ¿Los dos son felices juntos?

La joven mencionada sintió su mano ser apretada por la de Subaru.

─Sí ─contestó Yumi─, hacen muchas cosas juntos y se lo pasan muy bien. ¡Y también se dan besos en la boca!

Subaru se tapó la boca para evitar decir algo a gritos. Claire volvió a aguantar la risa al ver su cara roja.

─Pero ¿por qué estás aquí encerrada? ¿Por qué no estás en tu habitación, que es muy bonita?

Christa esbozó una sonrisa triste.
─Te lo diré otro día, pequeña. Pero te prometo que la próxima vez me verás en un sitio mejor.

─Vale... ¡Eh! ¡Ya sé! ─se levantó y empezó a tirar de la mano de la vampiresa─. ¡Salgamos juntas de aquí y busquemos a Claire y Subaru!

Christa parecía ahora más alarmada, al igual que Claire.
─¿Qué? ¡No, no puedo! Tengo que estar aquí hasta que me lo digan.

─¡No pasa nada! ¡Nadie nos descubrirá!

Una figura fugaz pasó por el lado de Claire y Subaru y se acercó a Christa.

─¡Un murciélago! ─exclamó Ayumi.

El animal pareció anunciar algo a Christa, que asintió con la cabeza.
─Parece que ya puedo salir de aquí, ¿qué tal si vamos a mi habitación hasta que el joven venga a recogerte?
─¡Vale!

Yumi recogió la comida que había traído y Christa las flores. Se fueron juntas en dirección contraria a la situación de la pareja.

Claire suspiró al perderlas de vista.
─Por un momento pensé que se acercarían y nos pillarían.

Miró a Subaru al no obtener nada de él: estaba cabizbajo, y el apretón de la mano apenas se había suavizado.

─Volvamos por donde hemos venido, ¿de acuerdo? ─lo animó ella.

Subaru caminó hacia la salida sin soltarla, sin decir una sola palabra. Lo único que se escuchaba era el resonar de sus pasos.

Cerraron detrás de ellos la puerta de madera y se sentaron en el sofá de la sala de estar.

─¿Estás bien, Subaru? ─le preguntó Claire para romper un momento de silencio incómodo.

─Sí ─volvió a asegurar─. Solo es que yo... ella...

─No tienes que hablar de ello si no quieres ─le recordó la humana.

─¡He dicho que estoy bien! ─insistió él alzando un poco la voz─. ¡Perdón...! ─murmuró tras ver su reacción preocupada─. De todas las personas que conozco no me esperaba verla precisamente a ella. ¿Por qué ese tipo lleva tu hermana a ver a mi madre? ¿Y desde cuándo? Está claro que no es la primera vez.

─Ni idea, pero se ve que Caperucita Roja conoce a tu madre de algo, ¿le presentaría tu madre a Yumi para hacerle compañía, a lo mejor?

─No me extrañaría, siempre fue una persona muy solitaria.

─Parece preocuparse por ti, ¿cómo os lleváis?

Subaru pensó antes de responder.
─Es complicado. Unas veces está en sus cabales, como la has visto ahora; otras no, se echa a gritar si alguien se le acerca, empieza a lanzar cosas y golpear a la gente e incluso llega a no reconocerme, me ve como a la cara de mi viejo. Ha sido así desde que era pequeño.

─¿De tu padre?

Entonces Claire recordó la razón por la que Karlheinz tenía que ver en la situación.

─Estúpido Calzaslargas ─maldijo Claire, imitando a su hermano.

─Es una de las muchas razones por las cuáles lo odio ─gruñó─. Pero lo de antes... ─murmuró volviendo a cambiar de tonalidad─. Ya la has visto, parecía tan tranquila y feliz, escuchaba a tu hermana con atención, hasta yo me sentí tranquilo con su comportamiento. Parecía una auténtica madre...

Claire se acercó a Subaru.
─Subaru, puede que aún no esté familiarizada con vuestra situación, pero puedes contar conmigo con lo que necesites, lo sabes, ¿verdad?

Subaru volvió a fijar la vista en ella y la abrazó repentinamente.
─Es posible que vuelvan a verse, ¿podrías acompañarme cuando ocurra? Es para asegurarme de que se encuentren bien, aunque es cierto que no habrá tantas oportunidades.

Claire le devolvió el abrazo.
─Pues claro, cuando sea posible ─se separó un poco para verlo y sonrió─. Eh, aprovechando que estamos solos, ¿te apetece hacer algo? Hoy haré cualquier cosa por ti, lo que sea.

Sorprendido, y a la vez aliviado, esbozó una sonrisa maliciosa.
─¿Lo que sea?

Subaru la agarró en volandas.

─¡Para el carro! ─exclamó Claire─. ¡Acabas de pasar por un momento emocionalmente vulnerable para ti, no te vengas arriba tan de repente!

─Te recuerdo que íbamos a dormir en mi ataúd ─le dijo mientras caminaba con ella en brazos─, y prepárate por si se me ocurre hacer algo más ahí.

Claire se rió al saber que no tenía más remedio, había sido ella la que se había ofrecido a hacer cualquier cosa con él.
─¡Esta bien! Pero con la tapa abierta, ¿de acuerdo?

─Lo que cerraré con llave será la puerta, para que no te escapes.

Aunque a ella tampoco se le habría ocurrido escapar.

[Publicado el 26/2/2020]













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