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32. Amistades

Yui escuchó una voces ruidosas y extrañas en la sala de estar de la mansión que compartían con los Mukami. Curiosa, se acercó. El sonido venía de la televisión encendida, creía que nadie la estaba viendo hasta que se fijó en Ayumi sentada en uno de los sillones, con los ojos plantados en la pantalla.

Eso le pareció raro, sabía por sus hermanas mayores que a Yumi le aburría ver la tele.
-Hola, Yumi, ¿qué haces? -preguntó al colocarse a su lado para intentar entablar una conversación con ella.
-¡Hola, Yui! ¡Minuette y yo estamos viendo la tele! -respondió sin saber que era obvio.
-¿Por qué? Creía que no te gustaba.
-Ya, pero el chico alto de pelo amarillo como Ellie quiso ponerme cosas en las que él se metía pequeñito dentro de la tele y se ponía a cantar y a bailar. Y como acabó, estoy viendo esto.

Yui entendió que Kou le había puesto algún programa en el que participó en su trabajo como idol. La razón, aún no la sabía.
-¿Kou te puso esto?

Siguió el dedo de la niña que señalaba a la pantalla. Eran unos dibujos animados coloridos; no le dio importancia hasta recordar que aquel era uno de los programas que su padre no le dejaba ver de pequeña por ser muy vulgares...

Miró con horror como un niño vestido con una capucha salía calcinado del interior de un microondas.

"¡Oh, Dios mío!", gritó otro niño con una especie de gorro verde al ver el cadáver de su amigo convertido en un esqueleto, "¡Han matado a Kenny!". El mismo niño se dirigió al microondas asesino, furioso:

"¡¡HIJOPU-!!"

-¡Eh, que estaba viendo eso! -se quejó Yumi al ver a Yui con el control remoto en la mano para apagar el aparato, justo a tiempo.

 
-¡Yumi, eso era para mayores! -le explicó ella-. ¿Cuánto tiempo llevas viendo eso?

-No, no es para mayores, tiene niños y no tiene personas pequeñitas de verdad dentro -intentó justificar-. Pero cuando se acabó lo del señor Kou, apareció esto.

Un rato después, Rosaura y Reiji regañaron a Kou por dejar a la niña ver sin supervisión un programa para adultos.

-¡No lo entendéis! -se indignó Kou! -. La situación fue en plan: "¿Sabes qué, pequeña? ¡No sabes la suerte que tienes de tener delante al gran idol Kou Mukami!". Ella se me quedó mirando, respondió "Vale" y siguió jugando con su muñeca. Y cuando le mencioné que no parecía muy emocionada, ella preguntó: "¿Qué es un idol?" -dijo mientras imitaba la voz aguda de la niña-. ¡Fue horroroso!

-¡Tiene tres años! ¡Es normal que no sepa lo que es un idol! -exclamó Rosaura, intentando mantener la calma.

-¿Y puedo preguntar qué tiene eso que ver con el programa de adultos que le pusiste? -preguntó Reiji, aún con la mano sobre la frente en señal de disgusto.

-¡Os he dicho que era un programa de entrevistas al que me invitaron una vez! ¡¿Cómo iba a saber que después cambiaría a eso y la gatita masoquista os avisaría?!

-Y me alegro que Yui lo hiciera, fue muy responsable por su parte. De todas formas, ¿cómo narices pudo aparecer precisamente el episodio en el que te entrevistaban? -preguntó Rosaura.
-¡Me avisaron los de la cadena! Y quise enseñarle a la niña algo interesante.

Reiji se puso firme.
-Ya nos costó convencerle de que era falso lo que le dijeron ayer en la guardería, y ahora va a pasar más tiempo en casa. ¡No seas tú el próximo en corromper su inocencia, ni aunque sea por accidente! -se calmó-. No diremos nada a Ruki, pero considera esto como tu primer y único aviso.

-¡Eres un mandón, Reiji! -reprochó Kou y suspiró-. Pero yo tampoco quiero que esa pequeña y dulce niña se eche a perder, así que tendré más cuidado.

Sonrió alegremente como si nada hubiera pasado y se despidió.

-¡INFAME! -gritó repentinamente el joven de la capa- ¡YO SI QUE TE DEJARÉ FRITO EN EL MICROONDAS! ¡Así no volverás a ensuciar mentes infantiles! ¡VEN AQUÍ!

Sacó una daga de empuñadura rosa. Kou corrió por su inmortal vida entre gritos de horror mientras era perseguido.

La pareja intercambió una mirada perpleja. Abatida, Rosaura se sentó en el sofá.

-Hay que ver -resopló Reiji-, cometer un descuido tan tonto como ese... -miró a Rosaura y decidió cambiar de tema-. Por cierto, ninguno de esos cuatro ha intentado molestarte otra vez, ¿no?

Ella negó con la cabeza.
-No, es cierto que el chico de las vendas me volvió a insistir en darle patadas, pero el hermano alto se lo llevó a rastras de ahí -lo miró y sacó otro tema que le preocupaba-: Reiji, ¿crees que fue lo correcto sacar a Yumi de la guardería? Era la única de horario nocturno que estaba más cerca de casa, Yumi tiene que relacionarse con niños de su edad y no podemos dejarla sola mientras estamos en clase. ¿Habrá que tomar turnos por día para cuidarla?

-Tranquila, ya encontraremos algo -le respondió-. Esa no es una mala opción a largo plazo, pero tenemos otras más. Por ejemplo... -miró hacia el lugar por el que el cazador carmesí corrió hacia su vampírica presa-. ¿Te fías lo suficiente de ese merodeador?

Kaitleen paseaba por el jardín, admirando los rosales que rodeaban la fuente; el lugar, si bien era más pequeño, le recordaba al de la mansión Sakamaki, se notaba que era propiedad del mismo apellido.

Se acordó de aquella noche en la que tocó el violín por primera vez en mucho tiempo, la misma en la que Shu bebió de su sangre por primera vez.

Se estremeció, habían sido pocas las veces en las que había sido mordida, pero no era agradable recordarlo. No sabía por qué las demás lo aguantaban sin problema.

Se sentó en un banco de piedra colocado delante de la fuente.

Pensar en su violín le recordó que o había dejado en la mansión Sakamaki. Por ella, el instrumento podía ser alimento para las termitas.

-¿Qué estás haciendo aquí tú sola? -le preguntó alguien nada agradable para ella.

Miró a la izquierda con un sobresalto. ¿Desde cuándo estaba ahí Yuma?

-¿Y ahora qué pasa? -preguntó él, molesto por la reacción.
-¡Acabas de aparecer así como así! -exclamó ella-. Podrías avisar al menos con los pasos al caminar.
-¡No grites, ruidosa! Y para tu información, yo me muevo como me venga en gana.

Kaitleen se levantó furiosa para irse de ahí.
-¡Eh, tampoco hay que ponerse así! -reclamó Yuma- Además, vengo en son de paz.

Kaitleen se detuvo y volvió a sentarse en la fuente.
-¿Qué entiendes tú por "paz"? -le preguntó con desconfianza.

Él también se sentó en el borde de la fuente, a unos palmos de ella.
-Ese tipo tan vago de los Sakamaki -comenzó-. ¿Quién es?

Ella alzó una ceja.
-Es Shu, el hermano mayor de los Sakamaki.

-¡Ya sé de quién se trata, idiota! ¡Me has respondido lo mismo que aquella cerda cuando le pregunté!

Kaitleen frunció el ceño, sabía por Ayato que aquel tipo usaba aquel nombre para referirse a Yui.
-¡Eh! ¡No llames así a mi amiga, te lo advierto! -le gritó.

-¡Tú te callas! -le gritó Yuma como respuesta - ¡Me refiero a quien quiera como yo quiera! Y deja de evitar mi pregunta, solo quiero saber cómo es ese vago estirado.

Kaitleen resopló.
-Me da igual lo que me digas, pero iré al grano: admito que no sé mucho sobre Shu, ya que he hablado poco con él, aparte de que sabe tocar el violín y le gusta la música. Eso sí, antes me hacía arrastrarlo de un sitio a otro, y más de una vez me ha avisado que no esté cerca de él, no porque le caiga mal, sino porque él mismo dice que no quiere que me pase nada malo por su culpa... en ese sentido es muy raro y misterioso -confesó-. ¿Por qué lo preguntas?

Yuma no parecía nada satisfecho con la respuesta, pero mantuvo la calma.
-Por nada en especial -preguntó-. Te pregunté a ti porque pensé que lo conocías por ser su novia, pero veo que estaba equivocado.

Kaitleen enrojeció de inmediato.
-¿¡Eh!? ¡Alto, alto! -exclamó perpleja-. ¿Yo? ¿Su novia?

Yuma estaba tan sorprendido como ella.
-¿No sois pareja? Lo había asumido al ver a vuestros hermanos tan acaramelados entre ellos.

-¡No! No lo éramos cuando nos secuestrasteis y no lo somos ahora. Así que yo de ti no generalizaría.

-Entonces ¿solo eres su presa? -preguntó Yuma-. ¿Nada más?

Kaitleen perdió la compostura con aquellas preguntas. Yui y sus hermanas habían logrado romper una barrera importante, pero ella no. No era su culpa de todas formas, tal como había dicho, apenas conocía a Shu; él tampoco estaba interesado en ella y no se había mudado para buscar pareja.

A pesar de todo, ella deseaba conocerlo mejor, saber el motivo de tanto misterio, la razón por la que Shu era como es: un tipo vago que antes le exigía llevarlo de un sitio a otro, el chico con el que compartía un gusto en común; el tipo que primero le exigía beber sangre de ella para después decirle desde las cosas más bonitas y reconfortantes hasta avisarle que solo sufriría si estaba a su lado, y no lo decía por la sangre.

Se llevó una mano a su pelo suelto, había sido él quien la convenció de dejárselo así, y a ella le había gustado el resultado.
-Sí, supongo... -respondió con un poco de tristeza- Aún solo soy comida para él.

Yuma se la quedó mirando por un rato. Tras pensárselo, esbozó una sonrisa maliciosa y se puso de pie para acercarse a ella.
-Si así son las cosas...

Kaitleen apenas tuvo tiempo para levantar la cabeza en su dirección cuando el enorme vampiro la agarró por la muñeca y tiró de ella. Sabía que el asunto no era bueno.

-¡Anda, levántate! -le dijo como si aquello fuese un juego para él-. Sería incómodo beber de tu sangre en esa posición.

Ella intentó soltarse, horrorizada.
-¿¡Qué haces!? ¡Déjame!

-Ni hablar, si para él no llegas más allá de ser un ganado significa que puedes serlo para otros también. Considera esto también tu castigo por haberme hablado de aquella forma. ¡Me serviré aquí mismo!
-¡No, no es verdad! ¡Socorro!

Pedir ayuda solo apresuró al vampiro para apartarle el pelo y morderla con fuerza.

Kaitleen gritó por el dolor, aquellas mordidas no eran como las de Shu en lo absoluto.

-¡Deja de moverte! Así solo te harás más daño.

-¿Qué está pasando aquí?

Shu había aparecido a unos pasos de ellos. Estaba de pie y los miraba con el ceño fruncido.
-Había venido aquí precisamente porque no había nadie, pero vas tú y provocas ruido, Yuma Mukami.

Yuma soltó a Kaitleen y se acercó a Shu.
-¡Pues vete a otro sitio! Nosotros ya estábamos aquí.

Shu no le hizo caso y miró a Kaitleen.
-Incluso ella dijo que te detuvieses, estarás acostumbrado a que te digan que eres un bruto.

-¡Me da igual lo que me diga un bastardo de alta cuna como tú! Ella solo es comida para ti, si te importa tan poco, yo también tengo derecho a reclamarla.

-Eres un fastidio, déjame en paz -dijo mientras pasaba de largo y se acercaba a Kaitleen, que aún estaba arrodillada en el suelo aún con la mano en el cuello.

-¡¿Acaso has oído lo que te he dicho?!

Volvió a hacer caso omiso al vampiro mientras sujetaba a Ellie en brazos, sorpendiendo a los otros dos presentes.
-¿Qué haces? -murmuró Kaitleen con un poco de vergüenza, era la primera vez que alguien la cogía así.

-Tranquila, vámonos de aquí.

Se fueron los dos de ahí con lentitud, Yuma no hizo nada más que observarlos.

-¿Qué le pasará a este? -se preguntó-. Al menos ella tenía razón al decir que era raro.

Se alejaron de ahí hasta que no pudieron divisar más al atacante.
-Creo que pesas más que la última vez -bromeó Shu.

Kaitleen no dijo nada, aún seguía pensando en lo ocurrido.

-¿Puedes ponerte en pie?

La humana asintió y la bajó con cuidado.

-¿Qué hacías con ese tipo? -le preguntó- Estaba tan tranquilo y así de repente te ataca.

«Mira quién fue a hablar» pensó Kaitleen, pero no se le ocurrió decirlo.

-Vino para preguntarme por ti, no me quiso decir por qué.

Shu abrió los ojos como platos. ¿Acaso comenzaba a sospechar algo? ¿Intentaba recordar aquellos días en los que eran tan amigos? Se había dado cuenta aquel día en que Yui aún seguía en manos de los Mukami, cuando se encontró con ella estando en brazos de aquel vampiro tan alto y ruidoso que lo detestaba por el simple hecho de ser de noble linaje, aquel que reconoció como aquel niño supuestamente muerto muchos años atrás en aquel incendio infernal... su amigo Edgar.

-¿Qué pasa? -preguntó Kaitleen al verlo con aquella expresión.
-Nada, pero no se me ocurre en qué podría estar pensando aparte de lo mal que le caigo -comentó para ocultar sus pensamientos-. ¿Por qué te preguntó a ti todo eso?

Kaitleen se sonrojó otra vez.
-Como todos nuestros hermanos están emparejados entre ellos, él asumió que nosotros también lo estábamos -le explicó-. Obviamente se lo negué, entonces asumió que él podía chuparme la sangre si no hay nada sentimental que se lo impida y me hizo aquello.

-Menudo imbécil -comentó Shu-, ahora entiendo todo lo que te dijo.

Kaitleen se extrañó. ¿Estaba malinterpretando la situación o Shu estaba molesto por lo que le acababa de pasar?
-Menos mal que estabas de paso, a estas alturas me habría desmayado por la pérdida de sangre. Muchas gracias.

-Tampoco iba a dejar que te hicieran algo otra vez -comentó Shu-. Después de todo...

-Ya lo sé -lo interrumpió, irritada-. No vas a perder tu sangre de calidad una segunda vez...

Shu frunció el ceño.
-No es ni de lejos lo que iba a decir.

Cogió a Kaitleen de la muñeca y la arrastró hacia él para abrazarla.

-Cuando desapareciste, te eché de menos, me preocupaba al pensar que no volverías nunca. Y ahora que has vuelto quiero que permanezcas así a mi lado, por siempre...

Kaitleen lo miró. Se estremeció al tener el rostro levantado suavemente por los fríos dedos de vampiro. Cerró los ojos con fuerza, ¡aún sentía el dolor de las dentelladas de Yuma!

Lo único nuevo que sintió fueron los labios de Shu sobre los suyos en un dulce beso. Kaitleen abrió los ojos, no se movió, debería haberse enfadado, pero le gustaba aquella sensación: suave, cariñosa, decidida... Shu mantenía los ojos cerrados.

Pensó en lo que le acababa de decir, lo que había sonado a una confesión. Por lo menos no era algo que un depredador le diría a su presa.

El beso no duró mucho. Se separaron y se miraron a los ojos por un rato.

De repente, Shu sintió como si un rayo fulminara la tranquilidad y la seguridad que tenía hacía tan solo un segundo.

-¿Qué pasa? -preguntó ella, confundida.

-¡Aléjate! -exclamó Shu, dando un paso atrás.

Shu acababa de presenciar el resultado de haber tenido un amigo a su lado: un vampiro violento sin memoria. Daba igual que Kaitleen hubiera sido caoaz de huir temporalmente de sus captores, eso no la hacía invulnerable. ¡¿Acaso no había aprendido la lección?!

La expresión de Kaitleen lo hizo volver a la realidad, había sido él quien la había besado y dicho las cosas más bonitas que no recordaba haber dicho antes. Había sido él que le había dicho que se quedaría con ella... ¿Y ahora lo iba a negar?
-Ahora mismo no me entiendo ni a mí mismo -le dijo-, estoy tan confundido como tú, así que hasta que todo esté claro, intenta alejarte de mí.

Desapareció antes de que la joven pudiese decir nada.

Aquella vez no le había dicho que se alejara de él, sino que tuviera precaución a su lado. Al menos había dicho algo distinto.

En aquel momento, Kaitleen lo decidió: estaba dispuesta a saber más de aquel joven tan extraño, el por qué de su comportamiento tan cambiante, el sentido de aquellas palabras, la razón por la que sentía un extraño interés por él.

Daba igual que le chupase la sangre, Shu no parecía capaz de matar a nadie y tenía un carmesí guardaespaldas el triple de misterioso; daba igual que él insistiese en no tener nada que ver con ella, Kaitleen estaba dispuesta a derruir aquel muro que parecía tan impenetrable a su ser.

[Publicado el 15/1/2020]


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