30. Malas compañías
La mañana siguiente no fue muy distinta de las demás, además de tratarse del primer domingo desde que las chicas habían regresado a la mansión.
—Madre mía —suspiró Claire, sentada junto a Subaru en el sofá de la sala de estar después de haber desayunado —. Mañana vamos a volver a clase, supongo que tendré que ponerme al día con un montón de cosas.
—No tienes por qué volver allí —respondió Subaru—. Podemos quedarnos los dos juntos todo el rato en casa, si es lo que quieres.
—Vamos, no bromees con eso. Por mucho que no quiera ir, nos mandarían a hacerlo igualmente.
Antes de que Subaru pudiese responder, Laito irrumpió apareciendo repentinamente sentado en el sillón al lado de ellos.
—¡Qué romántico! —exclamó— Seguís los dos juntos por la mañana...
—¿A qué viene eso, Laito? —preguntó Subaru, fastidiado por su presencia.
—Vamos, no intentéis engañarme. Teniendo en cuenta lo bruto que es nuestro Subaru y que Claire se cargó una silla una vez... —Claire arqueó una ceja—. Decidme: ¿cómo de destrozada habéis dejado la cama?
La pareja se sobresaltó.
—¿¡Qué!?—exclamó Claire.
—¿¡Qué c*ñ* dices!?—gritó Subaru con más fuerza.
—Calma, calma, estuve con Ellie toda la noche, pero se nota que habéis hecho algo, y vuestras expresiones me están confirmando todo.
—¿De verdad? —preguntó Yumi con asombro desde lo más alto de las escaleras tras escuchar la conversación, sobresaltando de manera desagradable a los tres y borrando la sonrisa traviesa de la cara de Laito— Primero Claire tira una silla por la ventana —puntuó—, y después Subaru rompe la casa, ¿y ahora los dos han roto la cama de Claire? —dio un salto de alegría—. ¡Quiero verlo!
—¡Yumi, Yumi! ¡Ayumi!—exclamaron los tres en un intento de detenerla.
—¡Claire, quédate aquí! —mandó Subaru—. ¡Voy a acabar con este pervertido!
—¡Subaru, calma! —pidió Laito, aún aturdido por lo de Yumi— ¡Estaba de broma! Una broma, ¿verdad?
Echaron a correr, uno por su vida y otro para intentar acabar con ella.
Claire se quedó ahí sentada, sin haber podido decir ni hacer nada. Se llevó una mano a la cabeza, avergonzada tanto por el comentario de Laito como por el hecho de que su inocente hermana lo había escuchado. Pero se rió, la situación incómoda se había convertido en una absurda.
—¿Qué pasa? —preguntó Kaitleen, que bajaba por las escaleras— Acabo de ver a Yumi correr alegremente, ¿qué ha sido ese alboroto?
—Tranquila, Laito nos hizo una broma a Subaru y a mí. Lo demás ya te lo puedes suponer.
—Ya... —comentó Kaitleen sin saber en realidad de qué se podría tratar la razón de la nueva pelea.
Rosaura y Reiji aparecieron por el mismo camino de esta última.
—¿Todo bien por aquí? —preguntó la joven desde las escaleras.
—¡Sí! —gritó Claire, harta del asunto— ¡Dejadlo ya!
Laito volvió a aparecer repentinamente ante ellos, sobresaltándola.
—Creo que lo he despistado —rió—, en un rato se relajará y no habrá ningún problema.
—¿Tú crees? —le preguntó Claire con una obvia ironía —. Cuando te vea volverá a querer espachurrarte.
—Ya está bien —intervino Reiji con tono autoritario—. ¿Qué ha pasado esta vez?
Coincidentemente, Yumi volvió a asomarse por las escaleras, situada al lado de Reiji y Rosaura.
—No es verdad, Laito —dijo inocentemente—. La cama de Claire está bien, Subaru y ella no la han destrozado.
Un silencio incómodo se levantó tras analizar su comentario y relacionarlo con la situación.
Rosaura y Kaitleen miraron a Claire como si esperasen una aclaración por su parte.
Laito enmudeció otra vez y Claire se tapó la cara con ambas manos.
—Laito —habló Reiji con una con una entonación grave—. Dime que realmente no has dicho eso delante de la niña...
—¡No pasa nada, Reiji! La cama no está destrozada —exclamó Yumi una vez más, con alegría.
La hora del desayuno de las chicas se inundó con la incomodidad anterior, la cual intentaban apaciguar con charlas tranquilas. Yui se enteró de la situación de boca de Yumi tras ver a Laito siendo regañado por Reiji en uno de los pasillos.
—¿De verdad tenían que arrastrar a Laito fuera? —preguntó Ellie a modo de queja—. Seguro que todavía le están dando el sermón.
—Ellie, ¡dijo algo indebido delante de Yumi! —respondió Rosaura.
—Tampoco fue para tanto —dijo Claire, que ya le había quitado importancia a la situación—. Además Yumi no lo entendió.
—¿El qué?—preguntó Yumi, curiosa.
—¡Nada!—exclamó la mayoría de las chicas.
—Claire —la llamó la hermana más mayor—, necesito que vengas conmigo después de desayunar, si no te importa, claro.
—Sin problema.
No volvieron a mencionar el tema durante el resto del desayuno y continuaron con tranquilidad.
Después, solas en la sala de estar, Claire ya intuía de lo que iba a tratar la conversación, se sentó en el cómodo sillón mientras Rosaura lo hacía a su lado en el sofá.
—Claire —comenzó esta última—, tal vez esté preguntando algo muy íntimo para ti, pero solo quiero asegurarme de que... tuvisteis cuidado anoche. ¿Todo bien con eso?
—Tranquila, Subaru paró a tiempo, y yo me aseguraré de tomar pastillas. Más tarde pasaré por una farmacia.
Rosaura suspiró.
—Me alivia saber eso. Sé que eres lista, pero nunca falta de más recordar tener cuidado tanto con eso como con Yumi, asegúrate de que cerréis siempre las puertas cuando queráis hacerlo. Todo esto se aplica tanto a ti como para mí y el resto.
Claire asintió.
—Tranquila, lo haré.
Yui se fue a su habitación, se había planteado pasarle los deberes a Kaitleen para que recuperar el tiempo perdido durante su semana fuera, pero sopesaba si realmente merecería la pena al ser domingo, no le daría tiempo hacer todo en un solo día y aún seguían abrumados por la noche anterior.
—Me pregunto si los Mukami irán a clase —pensó—, no habíamos vuelto a verlos desde que Ayato me trajo de vuelta y ahora con todo esto...
Sus pensamientos fueron interrumpidos al abrir la puerta de su habitación y pillar allí al encapuchado misterioso.
Soltó un respingo nada más verlo, y su desconcierto aumentó tras darse cuenta que él estaba tan sobresaltado como ella, era la primera vez que lo veía tenso.
—¿Qué haces aquí? —le preguntó con incomodidad
Él no respondió de inmediato, pero recuperó su expresión serena, se acercó a ella a paso lento y le tendió una pequeña caja que ella recibió con duda.
—No me juzges —le dijo—, pero creo que vais a necesitar esto en algún momento. Me lo agradeceréis.
Pasó por su lado y salió por la puerta, que debía ser el mismo lugar por donde entró, puesto que la ventana del balcón estaba cerrada.
Ayato, que vio al tipo raro de la capa salir de la habitación de su amada, se asomó y la vio examinando lo que le había dado.
—¿Qué hacía ese tío aquí? —preguntó con un poco de molestia— ¿Te ha dado eso?
Ella se acercó a él para enseñarle la caja.
—Intentó dejármelo sobre la mesa de noche, pero lo encontré por casualidad y me lo dio en persona. No tiene muchas descripciones, pero parece ser una caja de medicamentos.
Lo abrió para demostrar que habían, en efecto, pastillas en su interior.
—¿Por qué lo habrá hecho? —se preguntó Ayato—, no estás enferma ni nada por el estilo. Y ahora que me fijo, tiene pinta de ser un producto del mundo de los vampiros.
—Dijo que a lo mejor las necesitaríamos en otro momento—recordó Yui—. Espera, hay un papel aquí, a lo mejor dice qué son.
Sacó y desdobló el papel que había dentro, que resultó ser una nota.
—Pone —leyó Yui en voz alta—algo de tomar una antes o después de... ¿hacer lo nuestro? ¿A qué viene eso?
—Busquemos a Reiji —propuso Ayato —, a lo mejor él sabe qué son.
Encontraron a Reiji en su estudio, que mostró un rápido interés tras ver las pastillas.
—Veo que también te ha dado una caja—dijo arqueando una ceja.
Eso extrañó a la pareja.
—¿También? —preguntaron a la vez.
—Sí, Rosaura tenía exactamente lo mismo sobre su cama. Supongo que será el hombre que siempre irrumpe en casa.
—Sí, él mismo me lo dio —contestó Yui—. ¿Sabes qué son?
Reiji se llevó una mano a la cabeza.
—Por la caja y su marca de procedencia supe enseguida que son del mundo de los vampiros, supuse que podrían ser medicinas o vitaminas, pero tras fijarme mejor... se tratan claramente de anticonceptivos.
Las caras de Yui y Ayato enrojecieron, más la de ella que la de él.
—¿Por qué narices nos daría él algo así? —tartamudeó Ayato.
Reiji se ajustó las gafas.
—Igual se dio cuenta de que este tipo de cosas llegarían a pasar tarde o temprano y quiso ayudar, pero esto es descarado, en mi opinión.
Primero la broma de Laito y ahora esto... Yui se preguntó qué podría ser lo siguiente.
Tras pasar un día haciendo alguna que otra pregunta en cuanto al extraño suceso, a la mañana siguiente todos se prepararon para volver a clase como un grupo completo tras una semana llena de malos recuerdos.
Las Murakami recibieron inundaciones de preguntas, tanto por parte de las estudiantes más cotillas como de los profesores. Las excusas de Rosaura y Kaitleen habían aliviado un poco la situación.
Tal y como se había supuesto, Yui no encontró a ninguno de los hermanos Mukami por ahí, no estarían de humor para volver después de haber provocado tantos problemas por un malentendido. No quiso ni imaginarse el caos que se habría montado si tan solo alguno de los Sakamaki se cruzase con uno solo de ellos.
Volvió a ser interrogada por los estudiantes, y ella siguió respondiendo como excusa que la ausencia se había tratado de asuntos familiares.
Pasaron dos semanas con tranquilidad, ya se habían disipado por completo los interrogatorios y los Mukami seguían sin aparecer. No era que Yui desease verlos, pero le preocupaba el hecho de sus largos períodos fuera, temía que estuviesen maquinando algo más.
Pero siempre dejaba de lado aquellos miedos y pasaba el rato con Ayato o con las Murakami, a las que ya consideraba como unas hermanas desde hacía tiempo.
Aquel jueves, Ellie, sentada frente a su escritorio, revisaba la memoria de su cámara fotográfica mientras Laito la observaba a sus espaldas, tumbado sobre su cama.
—¿No te aburre estar ahí sin hacer nada? —le preguntó ella sin girarse a verlo.
—¿Aburrirme a tu lado? —preguntó Laito de forma retórica—. Eso sería imposible.
Ellie dejó el aparato sobre la superficie lisa.
—Ya he terminado aquí de todas formas, ¿qué te apetece?
—¿Damos un paseo por la ciudad? Hace un buen día —le propuso Laito.
—¡Suena bien! —respondió Ellie emocionada— No hace mucho frío para estar casi a finales de noviembre, así que podemos aprovechar para salir.
—¡Pues hecho está! —afirmó Laito mientras se levantaba de la cama y se acercaba a ella, aún sentada en la silla, y la rodeaba con los brazos por detrás— Llevaba tiempo queriendo estar a solas así, contigo.
Ellie recibió el abrazo acariciando uno de sus brazos, ya se había acostumbrado a aquellos gestos llenos de afecto por parte de Laito.
—Eres el mejor —murmuró.
Se alegraba de que Laito respetase sus límites y fueran poco a poco con aquel tipo de contacto para tener más seguridad.
—Tu pulso se acelera —notó Laito—, ¿qué ideas se te pasan por la cabeza?
—No es nada —rió ella—. Soy feliz así contigo,nada más.
El momento cariñoso para ambos fue interrumpido por un sonoro crujido. La pareja miró a su alrededor, confundida.
—Viene del armario —indicó Ellie—, supongo que la madera estará muy vieja.
—Ahora que lo pienso —recordó Laito—, tu silla tiene poca estabilidad desde hace tiempo.
Ellie se levantó y Laito movió una de las patas de la silla, demostrando que se tambaleaba mucho.
—Hasta ahora no le había dado importancia —comentó Ellie.
Laito iba a plantear comprar nuevos muebles cuando Yumi entró empujando la puerta, que estaba entreabierta.
—¡Hola Ellie y Laito! —los saludó— ¿Os puedo hacer una pregunta?
Ambos asintieron.
—Unas hormigas muy grandes y muy feas se están comiendo mi cama y mi cofre de juguetes. ¿Qué significa eso?
Ambos se extrañaron por su pregunta, pero a Laito no le hacía ninguna gracia la posibilidad de que hubiesen bichos en casa.
—Espera, Yumi —le dijo su hermana, la cogió en brazos y se la pasó a un confundido Laito—. Sujétala un rato, por favor.
Se acercó con un presentimiento desagradable hacia el armario y abrió las puertas, apartó las prendas colgadas y lo vio oculto en la oscuridad.
Soltó un respingo y se apartó de golpe tras identificar de qué se trataba.
Vio un montón de lo que parecían ser unas hormigas enormes en un gran agujero carcomido de las paredes y la grieta que habría producido el crujido de antes.
—¿Qué pasa? —preguntaron Yumi y Laito a la vez por su expresión de sorpresa.
—Laito, sal de aquí con Yumi con mucho cuidado y déjala en el suelo —respondió nerviosa.
Con intriga, Laito lo hizo y Ellie cerró la puerta tras acompañarlos.
—Hay termitas —farfulló.
Laito deseaba haber escuchado mal.
—¿Eh?
—Hay termitas en casa, no se me ocurre otro insecto que coma madera.
Yumi no entendía la situación, pero Laito temblaba por los escalofríos. La joven le cogió de la mano para intentar calmarlo.
—Tranquilo, avisemos a Reiji.
Fueron a buscarlo en su habitación, pero salían más bichos del marco de la puerta.
Laito se angustiaba cada vez más, le daba mucho asco pensar en aquellos parásitos corretear libremente por su casa.
Decidieron ir a la sala de estar para pensar en una idea mejor, por suerte estaban allí Rosaura, Reiji y Kaitleen.
—Sabía que seríais de los primeros en venir a buscarme —comentó el vampiro tras ver a la pareja y a la niña.
—¿Sabemos si hay muchas? —preguntó Ellie, preocupada por la fobia de Laito.
—Rosaura vio varias en su cama y en su estantería —contestó Kaitleen—, yo he visto en la cocina y algunas en ese sofá de la esquina.
—¿Ahí cerca? —musitó Laito— ¿En la cama? ¿Habrán en la mía también?
—Laito, intenta calmarte —ordenó Reiji—. No van a atacarte ni son tantas. Acabo de mandar un mensaje a padre para buscar alguna solución.
Pero su afirmación fue vana con más testigos de termitas: en las habitaciones de Yui, de Subaru, de Shu, incluso estaban en el interior de las paredes y habían aparecido varios agujeros en ellas.
Laito necesitó sentarse.
—¿Qué son termitas? —preguntó Yumi.
—Son unos bichos que comen madera —contestó Yui.
—¡Pero no pueden hacer eso! ¿Cómo podemos vivir si se comen la casa?
—No entiendo como esas cosas han hecho esto tan rápido —se quejó Kanato—. ¿Acaso llevan tanto tiempo aquí sin que nos hayamos dado cuenta?
—Podrían haber venido del bosque y meterse debajo del edificio —comentó Shu, que no podía dormir por la falta de espacio en el único sofá no infectado de la casa.
Una media hora después, los integrantes de la casa recogieron lo necesario tras recibir un mensaje que informaba que se instalarían temporalmente en otra mansión a nombre de la familia Sakamaki.
—Los familiares se encargarán de exterminar esta plaga —informó Reiji una vez todo el mundo fuera—, hasta entonces nos quedaremos allí.
Nadie podía estar más de acuerdo, sobre todo Laito, el cual Ellie tuvo que ayudar a recoger sus cosas.
El grupo viajó por un largo rato en limusina, la mayor parte del equipaje los esperaría en su destino.
La nueva mansión era casi del mismo tamaño que la mansión Sakamaki, se diferenciaba por los colores iluminados del tejado y de las fachadas, y tenía un mayor número de ventanas y balcones. Parecía una enorme residencia de vacaciones.
—¡Guau...! —murmuró Yumi maravillada al lado de Yui— ¡Mirad! ¡Mira, Minuette! ¡Son nuestras cosas!
Las maletas y las bolsas de visje estaban allí, delante de ellos en un montón.
—¿Por qué las habrán dejado fuera? —preguntó Ayato, expresando tanto fastidio como extrañeza.
—¿No nos habremos equivocado de lugar? —preguntó May— Sería raro...
—Imposible, esta es claramente la dirección —respondió Reiji.
Yumi se acercó al montón para coger su mochila.
—¡Eh, hay alguien dentro! —exclamó Kaitleen— ¡He visto a alguien por esa ventana!
La puerta de entrada se abrió a escasos metros de Yumi, que volvió al grupo, asustada. Se asomó alguien familiar por la puerta.
—¿Estáis aquí por la misma causa? Esa persona ya nos avisó que vendríais —preguntó el joven.
Las chicas soltaron respingos de sorpresa y horror. Subaru aferró a Claire contra su cuerpo; Rosaura agarró a Yumi en brazos y se ocultó detrás de Reiji por instinto; Laito le apretó la mano a Ellie; Ayato, Kanato y Shu se colocaron delante de Yui, May y Kaitleen con afán protector, respectivamente.
—Primero un acosador y ahora vosotros —dijo Shu con un sonoro suspiro de fastidio.
—El sentimiento es mutuo, Shu Sakamaki, pero creo que no somos dignos de compararnos con lo que has dicho.
—Ruki, ¿qué pasa? —Kou comprendió rápidamente la situación a ver el gentío fuera—. Oh no...
Subaru apretó los dientes mientras echaba una mirada a Claire, que se le había acelerado el pulso.
—Decidme que no debemos compartir el lugar con estos imbéciles.
[Publicado el 29/12/2019]
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