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3. Revelaciones

Tras aquel extraño día en el colegio, Kanato y Ayato hablaron sobre lo sucedido.
—¡Que no es mentira! —volvió a insistir Ayato por tercera vez después de que Kanato no creyese lo que había sucedido con Kawayama.

—Ayato... puede que los rumores sean ciertos, ¿pero cómo iba Claire a tumbar de un solo empujón a un tipo casi tres cabezas más alto que ella?

La impaciencia e incredulidad iban apoderándose Ayato cada vez más.

No se habían dado cuenta que Shu había entrado al salón junto a ellos y se estaba tumbando en el sofá.

—¡Oye, Shu! —gritó Ayato —. Tú estás en la misma clase que ese idiota, ¿verdad? ¡Dile a Kanato que esa chica lo tumbó de un golpe!

Shu sólo suspiró.
—Eres un fastidio, ¿lo sabes? Y no, por si lo habías olvidado yo paso de ir a clase. Tampoco estuve presente cuando eso ocurrió, así que a mí no me preguntes...

—Exacto, Ayato —dijo Reiji, mientras aparecía de la nada —. Shu no es más que un bueno para nada, por lo que está claro que ni te diría la hora.

—¡Oye, Reiji! ¡Tú sí que estuviste presente en aquel momento! ¡Dile a Kanato que es verdad lo que ocurrió hoy!

Reiji suspiró mientras se ajustaba las gafas.
—Sinceramente, todavía no me puedo creer que alguien como Claire tenga una brutalidad que se iguale a la de Subaru.

Subaru sólo pasaba por ahí para salir al jardín, pero frunció el ceño al escuchar su nombre.

—Espera... —interrumpió Kanato —. ¿Estás diciendo que lo que dice Ayato es verdad?

—¡Pero si te lo estoy diciendo! —volvió a gritar éste.

—Es lo de esa humana, ¿verdad? —intervino Subaru apoyándose en una pared.

Laito apareció allí de repente tal y como lo hizo Reiji.
—Vaya, Subaru-kun... —dijo —. ¡No sabía que te interesaría esta conversación tanto como a mí!

La reacción combinada de furia, molestia y vergüenza reflejados en la mirada de Subaru indicaban que había dado en el clavo:
—¡Ni mucho menos! ¡Sólo me fastidia que comparen con otros!

Laito ignoró la actitud de su hermano con una sonrisa y prosiguió:
—Y mirad por dónde, ese Isamu-kun decía estar enamorado de una chica que resulta ser una de nuestras queridas invitadas, la cosa se pone interesante... —se rió levemente.

—Todavía no conozco a Rosaura, pero tiene la pinta de ser lo suficientemente sensata como para no mostrar interés por un humano tan repugnante como ese —dijo Reiji.

Kanato iba a preguntarle a qué quería decir cuando escucharon unos pasos por las escaleras. Se trataba de Yumi, que bajaba uno a uno por los escalones.

—Hola, Yumi-chan —la saludó Laito.

Yumi no había prestado atención a los vampiros hasta escuchar a Laito.

—¡Hola! —devolvió el saludo y siguió bajando las escaleras hasta llegar al final.

—¿Necesitas algo? —preguntó Reiji.
—Estoy buscando a Minuette —respondió.

—¿Minuette? —preguntó Kanato antes de comprenderla —. Ah, te refieres a tu muñeca.

—¡Sí! —respondió ella —. ¿Está aquí?

—Pues sí —respondió Reiji —. Te la dejaste por aquí antes de irnos. Aquí la tienes.

Se dirigió a un mueble y cogió la muñeca con ambas manos.

—¡Minuette! ¡Gracias! —chilló la niña corriendo para cogerla y sentarse en el suelo para jugar con ella.

Los hermanos continuaron con su conversación, pero no podían evitar mirar con curiosidad a la pequeña.

—Reiji, ¿qué querías decir con eso de que Rosaura no mostraría interés por un humano tan repugnante? Aparte de su olor, claro —volvió a preguntar Kanato.

—Lo que me refiero es que ese tipo, a pesar de provenir de una buena familia y tener éxito con las jóvenes; he oído que en realidad es sólo un caprichoso, un cabeza hueca y un presumido en toda regla, ha quebrantado normas y leyes por fines egoístas.

Yumi lanzó un respingo.
—¡Mira! ¡Igual que el chico feo y malo de Rosaura!

—¿Quién? ¿Isamu-kun? — preguntó Laito.

—No, un chico con un nombre que no puedo decir bien.

—¿Por qué? —preguntó ahora Ayato.

—¡Porque es muy difícil de decir!

—¿El qué? ¿Kawayama?
—¡Sí! ¡Ese!

—¿Y por qué es malo, Yumi? —preguntó Reiji, curioso por saber el punto de vista de la pequeña.

—Porque la sigue a todas partes y le da cosas feas.

Si incluso una niña de tres años les afirmaba aquello, aquel humano no era de fiar.

La niña iba a marcharse cuando pasó al lado de Ayato y lo miró con el ceño fruncido.
—¿Qué? —preguntó.

—Tienes el pantalón abierto —dijo la pequeña con molestia mientras le señalaba la cremallera del pantalón bajada.

Ayato se fijó y avergonzado se la subió rápidamente, provocando las risas de Kanato, de Laito y unas más discretas de Subaru.

Yumi se dirigió a las escaleras mientras hablaba a su muñeca:
—¿Has visto eso Minuette? Encima eran rojos con corazones rosas, si James estuviese aquí diría que son cutres. Y es que es verdad —dijo para referirse a su ropa interior.

Las risas fueron generales a la vez que Ayato seguía flipando.
—¡¿EH!? ¡Oye espera, renacuaja! —gritó, pero la niña ya estaba subiendo por las escaleras a una velocidad más rápida que al bajar.

Todos los chicos se quedaron mirando por donde ella se había ido.

—Es espabilada para ser tan pequeña —comentó Laito

—Por cierto, ¿quién será ese James? —preguntó Shu.

Yui caminaba por los pasillos hacia su habitación. Al cruzar un pasillo se encontró a Yumi intentando abrir la puerta de su cuarto dando saltitos torpes.

—Deja que te ayude —dijo mientras se acercaba, y le abrió la puerta.

—¡Gracias! —chilló la niña y entró.

Yui echó un vistazo a la habitación de Yumi y se fijó que era la típica habitación para niños: sin terraza, con cama pequeña, un escritorio, una silla y una estantería del mismo tamaño.

Estaba claro que los Sakamaki habrían previsto alguna vez la llegada de invitados con niños.

—Puedes entrar —dijo Yumi, haciendo que la joven saliese de sus pensamientos con un poco de sorpresa.

—¿De verdad? ¡Gracias! Pues con tu permiso —respondió sonriente.

Con eso, Yui se fijó que los libros que había en la estantería eran en su mayor parte libros de cuentos o de mitos y leyendas. También vio los juguetes con los que Yumi jugaba, a parte de su muñeca, dentro de un baúl mal cerrado.

—¿Quieres jugar? —preguntó la pequeña mientras le tendía una pelota azul.
—¡Claro! —acertó a responder mientras se agachaba para coger la pelota.

—¡No, espera! —dijo Yumi mientras volvía con sus juguetes y sacó un osito de peluche y un panda —. Quiero que jueguen con nosotras mientras Minuette duerme —explicó.
—¿Quién es Minuette?
—Ella —señaló a la cama, donde había dejado tumbada la muñeca.
—Ah, ya veo. Así que se llama Minuette, ¡que nombre tan bonito!

—¡Sí! —concordó Yumi antes de hacerle señas a Yui para que le pasara la pelota. Ambas se sentaron en el suelo y comenzaron a rodarla.

—Yui-san.
—Dime, ¿que quieres?
—¿Te besas con Ayato-san?

Yui la miró con una mezcla de vergüenza, sorpresa y confusión.

—Las personas que se quieren se besan. ¿Tú quieres a Ayato-san?
—Bueno, sí. Lo quiero mucho y él a mí, así que nos besamos.

La niña se rió.

Yui no evitó recordar el momento en que Yumi preguntó aquello de los mayordomos, y aquella misma mañana había contado la anécdota en que una de sus hermanas mayores había tirado una silla por la ventana.

—Dime Yumi-chan, ¿cómo están tus padres?

Esta vez fue Yumi quien la miró con extrañeza.
—¿Eh?

—Tu mamá y tu papá, ¿no? Yo tengo a mi padre, que está trabajando en otro país.

—¿Tienes papá y mamá? —preguntó Yumi como si acabara de descubrir un gran misterio.
—Sí... tengo papá pero no mamá. Y los tuyos, ¿también están trabajando? ¿O no sabes dónde están?

Yumi pareció entender a lo que se refería, y con mucha alegría contestó:
—¡Ah, vale! Yo no tengo ni mamá ni papá.

A Yui se le heló la sangre.

—Están muertos —añadió la niña.

Se quedó en silencio y se arrepintió profundamente de haber formulado aquella pregunta.

—Oye, ¿me pasas la pelota? —irrumpió la niña, esperando la continuación del juego.
—¡Ups! Perdón. — dijo mientras le devolvía la pelota antes de levantarse.

—¿Eh? ¿A dónde vas? —preguntó Yumi con tristeza.

—Me tengo que ir Yumi-chan. Pero no pasa nada, si quieres podemos seguir jugando otro día, ¿te parece bien?
—¡Vale! —contestó.

Yui salió y se encontró con Kaitleen y Ellie apoyadas en la pared frente a ella. La primera tenía una mirada sombría fijada al suelo mientras que la otra miraba la pantalla de una cámara de fotos.

Habían estado escuchando.

—¡Lo siento mucho! ¡De verdad! No debí haber preguntado eso.

—No pasa nada, tranquila. —dijo Kaitleen con una sonrisa sincera —. Sabemos que no tenías malas intenciones.

—Además, nos alegramos de que Yumi se tome tan bien el hecho de no haber conocido nunca a sus padres —continuó Ellie mientras levantaba la mirada de su cámara.

—Siento vuestra pérdida —murmuró Yui.

—No importa —dijeron ambas a la vez.

— De todas formas nosotras ya lo superamos hace mucho tiempo —añadió Kaitleen.

—¿Qué les pasó? — preguntó Yui.
—Nuestra madre cogió una enfermedad grave poco después de nacer Yumi —explicó Ellie.

Yui intentó aguantar un respingo, pero no lo consiguió.
—Y... ¿vuestro padre?

Esta vez se miraron, como si dudaran de contestar.
—Murió en un incendio, poco después —dijo Ellie.

El largo momento de silencio fue interrumpido por un repentino sonido de flash de cámara.
—¡Sonríe! —dijo Ellie. Yui soltó un pequeño grito de sorpresa.

—¿No podías habérselo pedido antes? —preguntó su hermana con un poco de molestia.

Ellie no hizo mucho caso del comentario de su hermana.
—Perdón —le dijo a Yui —. Me encanta la fotografía, y no pude evitar la tentación de hacerte una de sorpresa —sonrió alegremente.

—No importa, espero no haber salido tan mal.

Ellie le enseñó la pantalla, mostrando la imagen de Yui con cara de sorpresa.
—También he hecho unas similares con Shu, aprovechando que estaba durmiendo. A ver si tengo oportunidad de fotografiar el bosque y los jardines, son preciosos de noche.

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