29. Nocturno
Los Mukami se fueron poco después de repetir sus disculpas, insuficientes para todos.
Se hacía tarde y no quedaba mucho para el alba. Todos se retiraron a sus respectivas habitaciones.
Yui se cambió a su bonito negligé para dormir. Ayato se tumbó a su lado.
-Menudo día, ¿no? -comentó.
Ella asintió como respuesta.
-Nunca pensé que llegarían a algo como volver después de lo que hicieron -añadió.
-Siempre lo digo: son unos idiotas. Incluso Ruki te empujó cuando hablaste con la pelirroja.
-Pero al menos han admitido su error y pidieron disculpas -suspiró Yui.
-¿Acaso se creen que una simple disculpa servirá de algo?
Yui se quedó en silencio un momento al darse cuenta de algo.
-Bueno, conmigo no se disculparon nunca, pero porque ellos me necesitaban para una especie de plan que ellos tenían.
-Recuerdo que habías mencionado algo similar.
-Sí, pero aparte de querer convertirse en Adán con mi sangre, no me aclararon nada más.
-Dijeron que querían reclamar a las demás como una especie de recompensa por "habernos juntado" a ti y a mí -recordó Ayato -. ¿Crees que tendrá algo que ver?
Yui se encogió de hombros.
-Supongo, pero aún no entiendo por qué Ruki se volvió tan insistente conmigo para después dejar todo de lado como si nada. Es como si faltara algo por saber.
-No le des más vueltas a eso -insistió Ayato -. Sea lo que fuere lo que querían ya no nos interesa. Nosotros estamos bien, y espero que ellos nos dejen en paz -apartó las mantas para meterse-. ¿Vienes?
Yui se acercó a él y se abrazaron hasta sumirse en el sueño.
Por otra parte, Claire todavía estaba levantada, ni siquiera se había cambiado. Estaba sentada en la cama, pensativa. Ya se encontraba mejor, pero pensar la reaparición repentina de sus secuestradores y las anteriores insistencias de Subaru por descansar le habían quitado el sueño.
Tampoco debía quejarse, al menos no vio a la cara al tipo que la dejó inconsciente con violencia. Aunque le hubiera gustado darle una patada como las inusuales de Rosaura cuando Yui le dijo que ya se habían ido.
Le pareció extraño que Subaru no volviese a verla después del incidente, aunque en parte se alivió de librarse de su preocupación exagerada y poder ir a por agua por cuenta propia.
Como si sus pensamientos hubieran sido escuchados, alguien llamó a la puerta antes de entrar.
-¡Subaru! -exclamó Claire al verlo-. Ya me extrañaba que no vinieras.
-¿Te encuentras bien? -se limitó a preguntar.
Claire asintió y lo invitó a entrar y sentarse a su lado en el borde de la cama.
-Esos tipos ya se han ido -comentó Subaru.
-Lo sé, me lo dijo Yui hace unas horas. No has venido a verme desde entonces, ¿dónde has estado?
-Por ahí.
-¿Y dónde es "por ahí"?
-Fuera de casa, estaba pensando en lo ocurrido.
Claire desvió la mirada.
-Me dijeron que intestaste cargarte al tipo que me dejó así.
-¡Lo hubiera hecho si no me hubiesen detenido! -exclamó Subaru mientras apretaba los puños, pero se relajó rápidamente-. Menos mal que no me viste así.
-Te he visto enfadado muchas veces, al igual que los agujeros de las paredes. Seguro que lo de ahora no fue tan distinto.
Subaru frunció el ceño.
-Te equivocas, estaba furioso con aquel gigante estúpido. Quería hacerle sufrir por hacerte daño, podría haberle destrozado un brazo, ¡incluso mucho más que eso..! También quería protegerte en caso de que se les ocurriese ir a buscarte, ¡me habría vuelto loco!
-¿Pero...? -preguntó Claire al saber que había algo más.
-Pero entonces me pregunté cómo habrías reaccionado si me vieses así. Tuve miedo de que te asustaras de mí.
-¿Qué dices?
-De que te horrorizaras y me vieras como...
-¡Oh no! -exclamó Claire con aire amenazador-. ¡Ni se te ocurra decirlo!
Él no la escuchó y terminó su frase:
-...como un monstruo.
Claire explotó:
-¡¿Ya vamos con eso otra vez?!
Subaru la miró estupefacto mientras ella lo agarraba por los hombros:
-¡Deja de hacerte el tipo emo de los libros románticos! ¡No eres un monstruo! ¡No eres peligroso! Y no voy a alejarme de ti por eso.
No recordaba la última vez que alguien le habló así.
-Tampoco es culpa tuya que me secuestraran -añadió Claire, con más tranquilidad-. Además, yo era la que tenía miedo de que pensaras que te había dejado, no eres el único que tiene miedos estúpidos que nunca ocurrirán.
Quitó las manos de sus hombros y las puso sobre su rostro para que fijara la mirada sobre ella.
-Pero por favor, no vuelvas a decir que eres un monstruo, porque no lo eres.
Le dio un beso decidido del cual ambos lucharon por el control.
Subaru tumbó a la humana sobre la cama sin separarse de ella. Le sujetó las muñecas con suavidad.
Claire lo lo rodeó con las piernas y liberó una mano para acariciarle la espalda por debajo de la camiseta y trasladarla al abdomen.
-Espera -la detuvo Subaru abruptamente y le apartó las manos.
Se separaron para recuperar el aliento, Claire desvío la mirada con vergüenza.
-¡Perdón! Creí que...
-¿Por qué pides perdón? -preguntó él.
-Por tocarte de esa forma... lo entiendo si no te sientes cómodo. Me he dejado llevar -se agarró un brazo en señal de vergüenza.
Sintió un escalofrío cuando Subaru le tomó suavemente la mejilla. Aún ruborizado la miró a los ojos.
-No es eso. Solo que... ¿qué tan lejos quieres llegar? -preguntó con seriedad-. Una vez que hagas esto conmigo, no habrá vuelta atrás. ¿Estás segura de esto?
Claire también se relajó, pero volvió apartarse.
-Bueno... ¡Tiene sentido que quiera hacer esto contigo! Después de todo eres mi novio... y quiero dejarte claro que no eres un monstruo. ¡Déjalo, sé que es una estupidez!
Sentía que la había fastidiado, se suponía que debía ser un momento de abrirse entre ellos y ella acabó por hacer el tonto... No obstante, fue Subaru quien le agarró el rostro por la barbilla para mirarla a sus ojos azules. Le transmitió seriedad y seguridad.
Claire no pudo evitar un respingo de sorpresa cuando fue agarrada por las muñecas otra vez para ser empujada contra la cama con más fuerza que antes.
-¿Sigues queriendo lo mismo? -volvió a preguntar, colocado encima de ella otra vez.
Claire se ruborizó.
-Yo... sí -respondió con decisión.
-No te haré nada si no quieres -le prometió mientras le acariciaba el pelo.
-Quiero esto, Subaru -aseguró-. Si es contigo, no me arrepentiré.
Una sonrisa cálida se dibujó en los labios ambos antes de volver a unirse con otro beso y transformarlo en algo más.
Por otra parte, Shu se quedó mirando al techo de su habitación tras leer por un rato uno de sus viejos libros de partituras para violín.
Kaitleen había vuelto, estaba bien y no tenía intención de irse. Había sido la única que había podido escaparse de las garras de sus captores para pedir ayuda sin que la destrozaran por ello.
Aún intentaba saber qué sentía exactamente. ¿Alivio? ¿Tranquilidad? ¿De qué hubiera vuelto ella o la sangre que fluía por sus venas?
No, ya había pasado tiempo cuando le había quitado importancia a aquel líquido rojo.
¿Enamoramiento? Tampoco podía ser eso; a diferencia de sus hermanos y sus parejas, aún no la conocía del todo y ella era reticente a acercarse a él. Pero él quería hacerlo, quería ser más cercano a ella, y tal vez llegar a algo más que conocidos.
Tiró el libro al suelo y se tumbó de lado sobre la cama. Ahora estaba demasiado cansado para pensar en cómo intentarlo, pero a partir del día siguiente comenzaría.
-¡No... no lo hagas!
May se despertó bruscamente por la voz de Kanato. Estaba dormido, pero la pesadilla debía de ser lo suficientemente horrible como para gritar de aquella forma.
-¡Para! ¡No...! -se estremeció entre sueños.
No lo dudó un segundo más y lo sacudió.
-¡Despierta, es solo un sueño! -exclamó May.
Abrió los ojos abruptamente con un respingo y jadeó.
-¿May? -preguntó, aún confundido.
-Tenías una pesadilla, me desperté con tus gritos y no podía dejarte así -explicó.
-Gracias... -murmuró-. Y perdón por despertarte, no era mi intención.
-Venga, no digas eso. No es culpa tuya. ¿Estás bien?
Apenas dijo esas palabras para ser estrechada por Kanato entre sus brazos sin aviso alguno.
-¡No me dejes nunca, por favor! -murmuró.
-¿Qué pasa? -preguntó ella, expresando su sorpresa por la repentina acción.
-Soñé que te ibas con ese tipo, que te cogía de la mano... ¡Ni siquiera me escuchabas cuando te llamaba!
A May se le sobrecogió el corazón. Supuso que estaría hablando de Azusa, pero no se lo quiso preguntar para no ponerlo más nervioso de lo que estaba. De todas formas la idea de irse con otro le parecía una estupidez.
Ella le devolvió el abrazo con fuerza.
-Tranquilo, eso no pasará nunca -le aseguró-. Yo siempre estaré a tu lado, pase lo que pase.
-¿Lo prometes?
-Sí, te lo juro.
Le dio un beso rápido en los labios para terminar de calmarlo, Kanato se lo devolvió con otro más suave y alentador.
-Gracias, May -susurró él, acariciándola. Se detuvo para separarse de ella -. Espera -le dijo-, hace un poco de calor aquí, ¿no crees?
A May le parecía que la temperatura de la habitación estaba bien, aunque era cierto que él había sudado un poco durante la pesadila; pero fueron sus mejillas las que se calentaron al ver al joven erguirse para quitarse la camiseta del pijama. Giró la cabeza rápidamente hacia el lado contrario.
-¿Por qué desvías la mirada? -le preguntó Kanato-. Puedes verme perfectamente -sonrió-, después de todo somos pareja. Y no está mal hacer esto de vez en cuando.
Se giró con duda y vio su torso al descubierto; era delgado, pero tenía los pectorales y los abdominales ligeramente marcados. Fuera como fuese, Kanato era muy guapo para ella.
-Además -añadió el joven-, hoy te he visto salir de la bañera, así que de alguna forma te lo debo.
May no necesitaba verse al espejo para saber que su cara colorada se había tornado aún más roja, ni siquiera sabía cómo reaccionar aquel comentario.
Kanato volvió a abrazarla.
-No tengas vergüenza de hacer lo mismo -le dijo con voz tranquilizadora al sentir como se estremecía.
Más confiada, May correspondió el abrazo una vez más. El contraste entre su piel cálida y la fría de él le daba la sensación de darle la calma que necesitaba.
Se dio cuenta de que no tenía su oso de peluche por ningún lado. Estiró un poco el cuello en un intento de ver si se había caído de la cama.
-¿Qué haces? -preguntó Kanato al darse cuenta.
-No veo a Teddy por ninguna parte, ¿se te ha caído?
-Vamos... olvídate de eso -insistió.
Tras esas palabras, May no pudo retener una exclamación de sorpresa al ser empujada de espalda al colchón y tener a Kanato encima.
-Ahora solo estamos tú y yo aquí -le recordó-, no pienses en nada más.
Y antes de dejarle decir nada, volvió a darle un beso en los labios, uno más insistente que los anteriores.
Esta vez May se dejó llevar, le acarició el pelo con una mano y la espalda con la otra. Su piel era tan suave...
-Eh, May -la llamó Kanato tras separarse por la falta de aire y erguirse sobre ella -. Estaba pensando... Todo el mundo estará durmiendo , y ya que nadie nos ve... -colocó una de sus rodillas en la entrepierna de la humana antes de acariciarle una pierna por debajo de la falda de su negligé-. Ni nos oye...
Estremecida por las caricias y las insinuaciones, May llegó incluso a cuestionarse si estaba con el verdadero Kanato.
-Estarás cansada, así que no iremos muy lejos esta noche.
-De acuerdo... Me parece bien, pero ¿no estás cansado tú también?
El negó con la cabeza.
-Soy incapaz de volver a dormir, y quiero compensar el tiempo perdido cuando estabas fuera -explicó.
May le acarició el abdomen con suavidad
-Si quieres, puedes beber lo que necesites -estiró el cuello para darle permiso de tomar su sangre.
Él también se sonrojó y sonrió.
-Eres adorable...
Pero antes de poder siquiera acercarse a su cuello, fueron detenidos por unos golpes torpes que llamaban a la puerta.
-¿Quién será a estas horas? -preguntó Kanato, visiblemente irritado por la interrupción.
May se levantó para abrir la puerta. Fuera estaba Ayumi, de pie, vestida con un pijama con estampado de globos y su muñeca agarrada de la mano.
-¿Yumi, qué pasa? -le preguntó su hermana mayor.
-He tenido una pesadilla, ¿puedo dormir contigo?
May la miró nerviosa, la niña se fijó en Kanato, observándolas desde la cama.
-¿Kanato? ¿Qué haces ahí? ¿Y por qué no tienes camiseta? -preguntó antes de darse cuenta de una cosa-. ¡Ah, ya veo! ¡Tiempo a solas!
-¿Qué? -susurraron May y Kanato con perplejidad.
-¡No pasa nada! Os dejo. ¡Ya me voy con Ellie!
-¡No! -gritó Kanato con alarma.
-¿Y por qué no? -preguntó la niña, extrañada.
-Porque... -ahora era él quien estaba nervioso-. Es posible que ella ya esté con Laito...
May comprendió rápidamente su preocupación.
-Es verdad... -murmuró con desilusión la pequeña-. ¿Y entonces qué hago?
May miró con duda a Kanato y él asintió.
-Puedes quedarte a dormir con nosotros, si quieres... -le dijo con la ternura con la que solía hablarle.
-¿De verdad? ¡Bien!
Se subió a la cama con ayuda de ambos jóvenes y se acurrucó entre ellos.
-¡Estás muy flaco! -exclamó tras ver a Kanato más de cerca- ¡Tienes que comer más!
-Y tú acabarás gordita si comes demasiadas galletas -bromeó Kanato.
-No, ¡no me pasará! -respondió ella entre risas.
Ayumi no tardó mucho en dormirse.
-Gracias Kanato -susurró May-. Ya haremos eso en otra ocasión.
-De acuerdo -miró a Ayumi con ternura-. Es mejor eso que destruir una inocencia más...
Subaru rodeaba a la gemela mayor con ambos brazos y la apoyaba contra su pecho mientras le acariciaba suavemente la nuca y espalda desnuda. Claire no quería separarse del abrazo en que estaban enfundados y recibía las suaves caricias con cariño. Las mantas casi desechas eran lo único que los cubría tras entregarse en cuerpo y alma en una noche llena de amor y pasión para ellos.
-Te quiero -le repitió Claire por enésima vez antes de relajarse entre sus brazos.
-Y yo a ti... -murmuró Subaru antes de darse cuenta de algo-. ¿Estás bien? -le preguntó-, ¿No te duele por ninguna parte?
Al principio dolió un poco, pero a Claire se le había pasado rápidamente.
-Tranquilo, estoy bien -le aseguró.
-Menos mal -suspiró.
-¿Qué pasa? -le preguntó Claire, tras alzar la vista y ver su rostro pensativo.
-Dime si mañana por la mañana te arrepientes, lo aceptaré.
-¡No digas eso! Hacer el amor por primera vez contigo ha sido maravilloso, no lo cambiaría por nada del mundo y jamás lo olvidaré... -dejó de sonreír-. Subaru, dime: ¿por qué eres así? ¿Por qué piensas que solo destruyes lo que se te acerca? —no recibió una respuesta—. Está bien si prefieres no decirlo, lo comprendo.
Subaru se sentó sobre el colchón, Claire lo imitó, tapándose el pecho desnudo con la manta.
-Mi madre... -comenzó a explicar Subaru-. Se volvió loca después de tenerme. Al principio pensaba que era culpa de mi padre, ya que fue él quien la ultrajó -Claire se llevo una mano a la boca con horror-. Pero el asco que ella me tenía me hizo darme cuenta que era yo quien la había dejado así... No quiero volver a cometer el mismo error contigo, porque a tu lado no me siento... inmundo.
-¡Cuánto lo siento, Subaru! -Claire dirigió la vista al colchón-. Muchas gracias por contármelo, pero debes saber que no tienes culpa de nada. Tú eres solo tú, el tipo de quién me enamoré, no lo olvides nunca.
Subaru suspiró aliviado, como si se hubiese quitado una carga de encima
—Gracias a ti por estar a mi lado -la miró y dirigió la vista a su pecho cubierto-. Oye, ¿por qué te los tapas? -volvió a tumbarla de golpe sobre el colchón y le apartó la manta-. Ya he estado encima de ellos todo este rato.
-¡Eh! ¡No cambies de tema así de repen...!
Subaru la interrumpió al enterrar la cabeza en su cuello y acariciarla una vez más, pero no se esperaba que ella soltara unas leves risas.
-¿A qué viene eso? -le preguntó.
-Por nada, perdona -respondió ella-. Tu pelo me hace cosquillas.
El vampiro le dedicó una sonrisa maliciosa acompañada de una mirada socarrona:
-Cosquillas, ¿entonces será que tengo que hacer que duela?
Claire se veía venir lo que iba a pasar.
—¡Ni hablar!
Los besos en el cuello se convirtieron en una mordedura para beber de su sangre. Ella intentó oponer resistencia hasta acabar dejándose llevar.
—El sabor de tu sangre ha cambiado... —comentó Subaru con satisfacción tras lamerle las heridas.
—¿Eso es malo? —preguntó ella.
—No, simplemente es la prueba de que tu cuerpo ha cambiado.
—¿Te refieres a...? Entonces podrías haber probado el sabor anterior una última vez antes, por mí hubiera estado bien.
—No le des importancia, me da igual el sabor con tal de que sea tu propia sangre —la acercó a él y la acurrucó otra vez contra su pecho—. Con tal de que seas tú la que esté conmigo, da igual todo lo demás.
Claire sonrió emocionada.
—Gracias, Subaru. Yo tampoco te dejaré de lado.
Se recostó en su pecho y se quedó dormida. Subaru la miró por un rato antes de cerrar también los ojos.
[Publicado el 6/12/2019]
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