27. Razonamiento (I)
Sábado por la noche.
Claire abrió los ojos con cansancio, lo último que recordaba era ser mordida con violencia por aquel vampiro tan bruto.
Gimió al mirar a su alrededor, no estaba en la habitación que le habían asignado sus secuestradores.
No, estaba acostada en la cama de su añorada habitación en la mansión Sakamaki, arropada por las suaves mantas.
Subaru estaba sentado en una silla al lado de la cama; levantó rápidamente la cabeza al escucharla moverse.
-¡Claire! -exclamó suavemente, cuidando de no alzar demasiado la voz-. ¡Has despertado!
Ella miró en su dirección y abrió los ojos como pudo.
-¡Subaru...! -susurró, parpadeó un par de veces para asegurarse de no estar soñando-. Pero ¿cómo...? ¿Qué ha pasado?
Subaru se arrodilló a los pies de la cama y le estrechó suavemente la mano.
-¡Estaba tan preocupado...! -murmuró-. Llevas un día inconsciente.
Claire intentó incorporarse sobre la cama con la ayuda del vampiro, notó que tenía gasa pegada con esparadrapo sobre las heridas de la noche anterior.
-Subaru, yo...
-Tranquila, no pasa nada. Ya estás aquí, me lo contarás todo después.
Ella lo abrazó con suavidad sin aviso alguno, él no tardó en corresponder.
-Tenía miedo de no volver a verte, golpeé a uno de esos tipos para escapar y... era obvio que se iba a enfurecer. ¿Cómo he llegado hasta aquí, Subaru?
-Eso para después -repitió Subaru-. Ahora descansa, te traeré agua.
-¡Espera! -insistió Claire - Quédate aquí un poco más, por favor; o por lo menos dime que las demás están aquí.
-Sí, ellas también han regresado -respondió -. De acuerdo, me quedaré solo un poco más.
Se sentó junto a ella y volvieron a abrazarse.
-Te he echado de menos, Subaru. Lo he pasado fatal...
-Yo también, pero no volverá a ocurrir, lo prometo.
Después, Subaru avisó a los demás, la gemela mayor casi lloró de la emoción al ver a Yui, a Rosaura y a Yumi, quien se había pasado el día recogiendo flores para regalárselas.
Le explicaron que el tipo de la capa las había sacado de allí. Se sintió un poco mal por no haber sido capaz de darle las gracias.
Aún estaba cansada, Subaru decidió encargarse de ella hasta que recuperara fuerzas.
A Laito todavía le costaba creer que la persona que amaba había reaparecido tras una semana.
-Laito, para ya... -le pidió Ellie después de que él dejara de morderla.
Se la había llevado a su propia habitación, el lugar donde habían hecho juntos aquellos crucigramas sobre fotografía.
-Todavía no -insistió Laito tras limpiarse la sangre de una de sus sonrientes comisuras-. Debo asegurarme de que pierdas la esencia de esos tipos.
Volvió a clavarle los colmillos en el cuello, pasó al hombro y le apartó uno de los tirantes del vestido.
-¡Basta! -repitió ella, era cierto que echaba de menos aquella sensación por parte de Laito, pero se sentía desvanecer y acabó por empujarlo.
Laito reaccionó finalmente, miró pasmado la expresión contraída en dolor de la humana.
-Perdón -murmuró con seriedad mientras le volvía a poner el tirante-. Siento haber perdido el control... -se disculpó-. Tengo miedo de volver a perderte.
Ella lo miró y se sentó en el borde de la cama.
-Tranquilo -respondió-. Contrólate un poco para la próxima, pero al menos tú no me has encerrado en un cuarto pequeño y oscuro.
Laito se sentó junto a ella.
-¿Por qué lo hicieron? Es más, ¿os dijeron por qué habían hecho aquello? ¿Cuáles eran sus intenciones?
No les habían hecho preguntas el día anterior para que pudiesen descansar.
Ellie suspiró.
-Me encerraron por amenazar a uno de ellos, no se lo tomaron nada bien; y en cuanto a lo otro... no dijeron más de algo de "revancha" o "recompensa". Supongo que querían quedarse con algo después de Yui.
Laito la estrechó en sus brazos.
-Esto no va a quedar así, lo juro.
Levantó la cabeza rápidamente, como si hubiese escuchado algo.
-¿Qué pasa? -le preguntó Ellie.
-Creo que alguien indeseable acaba de entrar en casa.
En el cuarto de baño de la habitación de May, Yumi todavía intentaba asimilar que su hermana no había sido devorada por un zombi:
-¿De verdad no te comió el cerebro? -le preguntó por enésima vez en el cuarto de baño-. Era un zombi muy feo y malo.
May rió levemente, la pequeña solía vigilar la puerta cuando alguna de ellas se bañaba o se metía en la ducha, otras veces se quedaba hablando con ellas de cualquier cosa.
-Yumi... -murmuró mientras cruzaba los brazos sobre la bañera y apoyaba la cabeza sobre ellos-. Si me hubiera comido un zombi ya no estaría aquí, ¿no crees?
-¡Oh, claro! -respondió Ayumi, haciendo eco en el cuarto-. Estarías en la tripa del zombi.
-Exacto -rió otra vez-. Espera un momento.
Se sumergió en el agua para volver a mojarse la cabeza.
Yumi se levantó de puntillas para intentar asomarse por encima del borde y verla. Entonces escuchó la puerta abrirse, después unos pasos lentos y pesados detrás de ella.
Se preocupó al pensar que podría ser alguno de los chicos, se giró para decir que los únicos que podían entrar allí eran sus hermanas, Yui y Kanato.
-¿Quién eres? -preguntó antes para asegurarse.
Lo que vio la horrorizó. Rompió a llorar.
May emergió del agua al escucharla.
-¿Qué pasa?
Al ver a la persona que había entrado, lanzó un grito de espanto:
-¡Corre, Yumi! ¡Huye de aquí!
La niña se fue llorando de ahí, aferrando su muñeca al pecho.
Ella le dio la espalda al joven intrusor, se metió hasta los hombros y se pegó a la pared de la bañera, deseando que él no la hubiera visto.
-¿¡Qué haces aquí!? -preguntó con miedo y vergüenza-. ¿¡Cómo has podido entrar!?
-Por fin te encuentro... May.
-¡Vete antes de que comience a gritar!
Ayumi corría por los pasillos gritando por ayuda:
-¡Socorro! ¡Claire! ¡Reiji! ¡Rosaura! ¡Kanato! ¡Ayudaaaa!
Afortunadamente para ella, Kanato estaba cerca y se acercó corriendo.
-¡¿Qué pasa?! -preguntó alarmado.
-¡Es el zombi! -gritó Yumi-. ¡Ha vuelto para comerse el cerebro de May! ¡Y también para verla desnuda en la bañera!
Kanato se levantó y la agarró de la mano.
-¡Llévame con ella!
Corrieron por el pasillo hasta la habitación de May.
-¡Te he dicho que no quiero tener nada que ver contigo, vete! ¡¡Kanato!!
-¡No lo entiendes! -exclamó una voz masculina, una que Kanato reconocía-. ¡Tienes que venir conmigo, aquí estás en peligro!
-¡Suéltame! ¡Ayuda!
Entraron en el baño finalmente.
-¡Es él! -chilló Yumi-. ¡Él es el zombi!
Kanato vio con horror cómo una existencia tan detestable para él estaba agarrando a su amada del brazo para sacarla de la bañera,.
Solo lo había visto por los pasillos de la academia y apenas lo conocía más allá del incidente con Yui, pero solo ver su extraño comportamiento le ponía de los nervios. Y era muy fácil identificarlo incluso sin el uniforme del colegio puesto.
-¡¡AZUSA!!
Le pasó a Yumi su osito de peluche con un poco de fuerza para abalanzarse sobre el otro vampiro.
Lo apartó de la humana, lo tiró al suelo y empezó a propinarle puñetazos.
-¿¡Cómo te atreves a tocarla con tus sucias manos!? ¿¡Cómo se te ocurre venir aquí!? -gritó furioso-. ¿¡Cómo pudiste apartarla de mi lado!?
Azusa intentaba oponer resistencia, pero Kanato lo tenía inmovilizado.
May hizo gestos a Yumi para que se acercara a ella y así alejarla de la pelea. La niña se agarró a sus manos y volvió a llorar.
Kanato se detuvo y miró la triste escena. May le pidió con la mirada que se detuviera.
Él soltó a Azusa y se apartó de él.
-¡Anda, vete! -le gritó.
Él no lo dudo y salió lentamente de allí.
Kanato volvió a mirar a Yumi, le tocó suavemente el hombro y ella se giró con los ojos llorosos. Tomó su peluche de vuelta con cuidado y le acarició la cabeza para calmarla.
-Perdón, Yumi -le dijo con ternura-. Gracias por traerme aquí y cuidar de Teddy, eres muy valiente.
Yumi se secó las lágrimas y se limpió los mocos con la manga.
-Ve a pedir ayuda -le dijo Kanato-. Avisa a los demás de que hay un intruso en casa.
Ella asintió y se fue de allí. Él miró a su amada fijamente, aún con el ceño fruncido.
-Kanato, yo... -murmuró May.
-No te ha visto nada, ¿verdad? -preguntó Kanato mientras dejaba su peluche a un lado para coger una toalla.
-No, no le dejé.
-Bien -contestó él mientras extendía la toalla-. Será mejor que salgas, no deberías seguir ahí dentro estando él aquí.
No le hacía falta que se lo dijera, pero se quedó mirando la toalla y después a él, viendo que iba en serio. Se dio cuenta de que pedirle a Ayumi irse tenía otro motivo más que el de pedir ayuda.
Al no querer tardar más y hacerlo esperar, salió con cuidado para no resbalarse y él la envolvió con la toalla.
Era la primera vez que la veía desnuda, un momento incómodo para ella. Tenía la cara colorada por el agua caliente aún más roja por el rubor. Al darse cuenta, Kanato la besó en sus húmedos labios.
-Eres muy guapa... -le susurró-. Te dejaré sola un momento para que te vistas, pero no tardes.
En los pasillos, Yumi buscaba a Reiji y a Rosaura por todas partes. Tenía que advertir a todos.
Corrió y corrió, buscó en la habitación de Rosaura, pero no estaba allí. Cruzó un pasillo más.
-¡Hay que ver! -exclamó una voz desconocida, alejada a unos pasos de ella-. Si yo fuera una chica pelirroja con problemas de control, ¿dónde estaría?
Se detuvo y se asomó por la esquina del pasillo. Se trataba de un chico joven muy alto, tenía pelo rubio y llevaba una chaqueta rosa, estaba a espaldas de ella.
No lo había visto nunca y no quiso acercarse a él, le habían dicho que no se acercase a desconocidos sin sus hermanos.
El joven se giró repentinamente.
-¿Hay alguien ahí? -preguntó.
Yumi sabía por experiencia del juego del escondite que si decía «No, no hay nadie» la encontrarían.
Asustada, corrió por donde había venido, pero chocó con unas fuertes piernas y cayó al suelo. Al alzar la vista pudo verle la cara: era bastante guapo y tenía los ojos azules. Se parecía a Ellie.
Tras verla, al desconocido se le iluminó la cara, sonrió y se agachó apoyando las manos sobre las rodillas.
-¡Hombre! -exclamó-. ¿Qué hace una monada como tú en un sitio como este? ¿Cómo te llamas?
Yumi se levantó, se alisó la falda del vestido y apretó su muñeca contra su cuerpo.
-¿Cómo has ido tan rápido? ¿Eres un vampiro tú también? -no lo dejó contestar al darse cuenta de algo-. No, espera, no puedo hablar con extraños -le dijo con decisión-. Caperucita Roja lo hizo y se la comió un lobo feroz. Bueno, después la escupió, ¡pero aún así!
-¡Pues haces muy bien! -exclamó maravillado -. Pero no te preocupes, yo no soy ningún extraño, ¡soy el gran Kou Mukami!
A Yumi le sonaba el apellido.
-¿Muka... mi? ¡Oye, espera! ¡Tenemos que salir de aquí! ¡Hay un zombi en esta casa!
Kou alzó las cejas.
-¿Un zombi? ¿De los que comen cerebros?
-¡Sí, y quiere comerse el mío!
Supuso que la niña estaba jugando.
-¡Uh, qué miedo! ¡Pues hay que salir de aquí!
-¡No! Antes hay que avisar a los demás.
-Kou, ¿qué haces? -preguntó otra voz desconocida-. ¿Con quién estás hablando?
Kou se giró y volvió a sonreír.
-¡Yuma! ¿Has encontrado algo?
Él negó con la cabeza.
-Ni rastro de ellas -se fijó en Yumi, que lo miraba con la boca abierta, pasmada por su gran altura, mientras se alzaba de puntillas-. ¿De dónde ha salido esta niña?
La niña perdió el equilibrio y volvió a caer al suelo.
-Soy Yumi, y vengo de ahí -contestó señalando el pasillo detrás de ella.
-¡Yumi! Qué nombre tan bonito -exclamó Kou.
-¡Venga, tenemos que correr o el zombi nos comerá!
Yuma frunció el ceño y miró a Kou en busca de respuestas, él solo se encogió de hombros.
-¿Y cómo es el zombi? -preguntó Yuma, estrechando un brazo para demostrar fuerza-. Tal vez pueda ayudarte a vencerlo.
-¡Bien! -exclamó esperanzada-. Pues es un zombi muy feo y malo, tiene pelo negro y verde oscuro, piel muy blanca y...
Fue interrumpida por un respingo de espanto de Kou:
-¿¡Azusa, qué te ha pasado!?
Azusa había aparecido por el mismo pasillo tras escuchar hablar a sus hermanos. Se estaba sujetando el brazo adolorido, seguía teniendo las marcas de golpes en la cara y jadeaba mucho.
Cabía destacar que también tenía parte de la ropa mojada.
-¿¡Quién te ha hecho esto!? -preguntó Yuma.
Azusa no tuvo ni tiempo para dar explicaciones por el nuevo grito de Yumi:
-¡Es el zombi! ¡El zombi! -echó a correr-. ¡Quiere comerse mi cerebro!
-¡Eh, espera! -exclamó Kou, pero ella ya había desaparecido de su vista.
-Déjala -dijo Yuma-. Pero ¿qué hará ella aquí?
-No lo sé, pero lleva llamándome de esa forma... desde que llegué aquí -murmuró Azusa con su lenta forma de hablar.
Mientras tanto, Rosaura y Reiji estaban en su estudio. Ella leía sentada en el sillón mientras Reiji revisaba uno de sus líquidos experimentales.
-¿Podrías pasarme el libro de esa esquina, por favor?
Rosaura se levantó y le hizo el favor.
-¿Qué estás haciendo? -le preguntó.
-Intento hacer una medicina contra la gripe, pero creo que he cometido un error tonto...
-No es común en ti.
-Lo sé, pero desde hace rato siento como si alguien hubiese irrumpido en casa y no logro concentrarme.
Alguien llamó a la puerta antes de que Rosaura pudiera preguntar a qué se refería.
-Será Subaru -supuso Reiji-, querrá algo para Claire.
Rosaura abrió la puerta.
-¿Quién eres? -preguntó sorprendida.
Extrañado, Reiji dirigió la vista hacia ella.
Se trataba de un joven alto de pelo oscuro, su tez era pálida y firme. Lo reconoció enseguida.
Para Rosaura, sus ojos azules y oscuros emanaban una seriedad y frialdad que le ponían los nervios de punta.
-Parece que no nos conocemos -comentó el recién llegado tras mirarla de pies a cabeza-, mi nombre es Ruki Mukami.
Tragó saliva, ni siquiera Reiji le parecía tan imponente al verlo por primera vez.
-Creía que era mi imaginación al pensar que alguien desagradable había irrumpido en casa -suspiró Reiji-. Hay que ver...
-Siento esta intromisión -contestó Ruki-, pero hay un asunto que mis hermanos y yo debemos zanjar aquí con vosotros.
-Déjalo entrar, Rosaura.
Ella lo miró con duda por un segundo y se apartó de la entrada.
-Gracias, con vuestro permiso -dijo cordialmente tras entrar.
-¿Qué es lo que se te ofrece? -preguntó Reiji, dejando en la mesa lo que estaba haciendo para acercarse a su indeseado invitado.
Él lo miró fijamente:
-No me andaré con rodeos; he venido a por la mayor de las Murakami, me iré en cuanto la tenga.
[Publicado el 11/9/2019]
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