23. Compañerismo
—Mira Ayato, aquí no hay mucha gente, ¿nos sentamos aquí? —preguntó Yui, señalando uno de los bancos de la azotea de la academia mientras sostenía la caja del almuerzo con la otra mano.
—De acuerdo, aquí nadie nos molestará —asintió Ayato.
La noche estaba clara y despejada, las estrellas se podían ver perfectamente junto a la resplandeciente luna, ahora en cuarto menguante. Era un ambiente romántico y apacible digno de una fotografía.
—Qué noche tan bonita —comentó Yui al fijarse mejor en el paisaje nocturno —. Merece la pena venir aquí.
Abrió la tapa del envase, dentro había takoyaki que ella misma había preparado aquella mañana antes de salir de casa. Había preparado mucho para poder compartir con Ayato, y así de paso compartir un buen rato juntos.
Tal y como ella supuso, a él le encantó la idea.
—¿Qué tal están, Ayato? —preguntó Yui, expectante —. ¿Saben bien?
A ella le habían sabido bien, pero estaba expectante por la opinión de Ayato.
—¿Tienes que preguntar eso? —preguntó Ayato a su vez con la boca llena, tragó antes de continuar —: ¡Lo que cocinas es siempre de lo mejor!
Yui se había alegrado mucho de escuchar aquello, pero no respondió y se quedó mirando una esquina.
Ayato lo notó enseguida.
—Oye, ¿no me has oído? Y estoy aquí, ¿qué estás mirando?
Se guío en dirección a la vista de Yui y vio a dos jóvenes sentadas juntas al otro lado de la azotea, también comiendo. Nunca antes las había visto.
—Yui, ¿son ellas? —preguntó para asegurarse.
Yui asintió.
Eran dos chicas de su mismo curso que estaban en otra clase. Yui se había fijado últimamente en que ellas le habían dedicado malas miradas, las cuales eran más notorias cuando estaba al lado de Ayato o cerca de alguno de sus hermanos. Parecía que tuviesen algo en contra de ella.
Yui nunca había hablado con ellas, por lo que no entendía por qué hacían eso.
Le había dicho a Ayato, quien también tenía sus sospechas, que en un principio no le importaba, pero el hecho de que aquel comportamiento se hiciera más frecuente la había hecho sentirse intimidada.
—Tal vez esté exagerado —trató de razonar.
Sin embargo, tras un rato se fijaron en que ambas giraban la cabeza en dirección a ellos de forma periódica e indiscreta.
—No les hagas ni caso, estarán celosas de lo increíble que eres —aseguró Ayato.
Ella se sonrojó, y más aún cuando le acercó uno de los pinchos de takoyaki.
—Venga, abre —la animó —. Demuestra a esas harpías que eres solo mía, igual que "El grandioso yo" es solamente tuyo.
—¡Tampoco hay que alardear, Ayato!
—¡Vamos, no es para tanto, abre! —dijo con la emoción de un niño animado —. Ten cuidado con no atragantarte, ¿de acuerdo?
Con aquella consideración, Yui se animó y abrió la boca.
Las preocupaciones de la joven se disiparon enseguida, y cabe destacar que ella también pudo llevarle la comida a Ayato a la boca tal y como había hecho ella.
Estaba muy alegre y sentía que aquel era una cosa divertida que cualquier pareja, como ellos, suele hacer.
Cuando acabaron, se dirigieron a su clase.
—Recuerda, Yui —le dijo Ayato —: si te ocurre algo puedes contar conmigo. ¿Me prometes que lo harás?
Ella sonrió.
—Pues claro, te lo prometo.
—¡Te aviso que si rompes esta promesa te chuparé la sangre! —rió.
Aquel era Ayato: el vampiro presumido y arrogante que le mostraba a Yui su lado sensible y romántico.
A pesar de los mordiscos y la necesidad de alimentarse con sangre, Yui lo amaba profundamente, sabía que era recíproco y nadie iba a hacerlos cambiar de parecer.
El tiempo pasó lento, pero Yui lo había pasado bien, aunque solamente se tratara de comer con Ayato.
Ahora estaba en los pasillos de la academia una vez más tras el final de las clases.
Tenía que devolver un libro de la biblioteca, por lo que había salido un poco más tarde y ya no quedaban muchas personas en el edificio.
Los demás ya la estarían esperando para volver a casa.
—¡Yui Komori! —chilló una voz detrás de ella —. ¡Tenemos algo que decirte!
Eran las chicas del mediodía, aquellas que le tenían envidia sin motivo aparente
No debía hablar con ellas, eso lo sabía.
—¿Acaso vas a huir después de lo de antes? —preguntó una de ellas.
—No sé de qué me estáis hablando —contestó ella.
Intentó mantenerse firme, pero los nervios se le notaban en la voz
—¡No te hagas la tonta! —exclamó la otra —. ¡Nos estuviste restregando en todas las narices que estás con Ayato Sakamaki!
—¡Eso no es cierto! —se defendió Yui —. No sé qué tendréis en mi contra, pero no quiero meterme en problemas.
Intentó irse, pero una de ellas la agarró del brazo y entre las dos la empujaron contra el suelo y colocaron de golpe los pies en su abdomen para evitar que se levantara.
—¡Cuando llegaste a la academia, ya te juntabas mucho con los Sakamaki por vivir con ellos! ¡Y encima sales con uno de ellos! ¿Qué habrá visto el gran Ayato en una chica tan simple como tú?
—¡Parad ya, por favor! —chilló Yui, intentando levantarse.
—¡Exacto! ¡Y si sales con uno significa que estás con los demás! ¡Seguro que te tiras a todos!
Eso la hirió profundamente.
—¿Cómo te atreves a decir eso? ¡No es verdad!
—¡No sería de extrañar! —se dirigió a su amiga —. ¡Seguro que también te tiras al profesor! Alguien tan tonta y patética como tú no puede sacar unas notas tan altas.
—¡No eres más que una p*ta y una zorra!
Las dos se rieron como las tontas que eran, Yui no podía decir nada más para defenderse por el nudo que tenía en la garganta y por el intento de aguantar las lágrimas.
Las risas se detuvieron cuando un zapato fue lanzado con fuerza hacia la cara de una de ellas, lo que la calló al instante.
—¡Ay!
—¿¡Pero quién ha sido!?
Las tres miraron la procedencia del extraño lanzamiento, delante de ellas estaban Rosaura y Kaitleen con un pie descalzo.
—¡Madre mía! —suspiró Kaitleen con ironía —. ¡Se me ha llenado el zapato de excremento al tocar tu feo careto!
—Ya decía yo que Yui estaba tardando mucho —comentó Rosaura —. Algo me decía que vosotras dos tendríais algo que ver...
Detrás de ellas llegaron las gemelas, quienes apartaron a las abusonas de un empujón y ayudaron a Yui a levantarse.
—¿Estás bien? —le preguntó May.
-Sí, gracias... -respondió ella en un murmullo y se llevó una mano al abdomen.
—Perdónanos por tardar tanto —murmuró Claire —. Eso dolerá por un buen rato.
Este noble acto no contentó para nada a las otras dos.
—¡Meted las narices en vuestros asuntos, Murakami!
—Ya empezamos... —bufó Claire, harta de aquella frase típica de los abusones.
Kaitleen se había acercado a ellas solo para volver a ponerse el zapato, pero se impuso ante ellas.
—Solo queríamos sacarla de aquí, y no me importa lo que penséis; pero tened en claro varias cosas: Yui no es como pensáis, ella ama de verdad a Ayato y solo está con él, casi el resto de sus hermanos ya están con mis hermanas, y nada ni nadie los separarán; Yui se esfuerza mucho en estudiar y se merece esas notas; y lo más importante: ella es nuestra amiga, ¡si os metéis con ella, os metéis con nosotras!
Comenzaron a preocuparse y se intercambiaron una mirada nerviosa.
Yui sonrió ante sus increíbles palabras mientras Claire le acariciaba el hombro.
—Y no os conviene meteros con nosotras, podemos contar todo a los profesores —continuó Kaitleen.
La preocupación de las chicas se disipó como si nada y se rieron de forma burlesca.
—¡No tenéis pruebas!
—Solo les haréis perder el tiempo.
Ante eso, Ellie se asomó por una pared y enseñó la pantalla de su teléfono móvil.
—¿Lo has grabado todo? —preguntó May.
—De principio a fin... —respondió, reproduciendo el vídeo,
Reprodujo el vídeo, en los que estaba todo grabado, desde que llamaron a Yui hasta que las gemelas la apartaron del peligro.
Las chicas palidecieron.
—¡No, por favor! —imploró una —. ¡Mis padres me matarán si se enteran!
—¡Lo mismo digo! —exclamó la otra —. ¡No volveremos a hacerlo, pero no se lo digáis a nadie, por favor! ¡Solo teníamos envidia de Komori-san!
—¡Sí! ¡Perdonad nuestras acciones, por favor!
Las dos juntas hicieron una reverencia de disculpa casi sincronizada y se fueron corriendo del edificio.
Las chicas observaron la huida con aire triunfante.
—Y ya que los chicos se han ido sin nosotras por petición mía —dijo Rosaura —, ¿qué tal si vamos al centro comercial para celebrar nuestra victoria? Están vendiendo helados de edición limitada en una de las heladerías.
—Me apunto —afirmó Claire —. Pero antes tendremos que recoger a Yumi.
—Pero hay algo que no entiendo —interrumpió Yui —. Ellie, la grabación comienza justo cuando esas chicas me llaman antes de empujarme, ¿acaso sabías que iba a ocurrir eso?
Ella negó con la cabeza.
—No tenía ni idea, me había dado cuenta de que dejé el móvil en clase para hacer una foto de la Luna, y cuando fui a buscarlo me encontré justo aquí al tipo raro de la capa que suele jugar con Yumi-chan. Tenía la cámara del móvil preparada para grabar y al verme me lo tendió, esas chicas te acosaron y no desaproveché la oportunidad. Él se fue enseguida.
—Nosotras tampoco lo sabíamos —confesó Kaitleen —. Todas recibimos un mensaje de Ellie que decía que te estaban haciendo daño y vinimos aquí en cuanto antes.
—¿De qué estáis hablando? —preguntó Ellie, confundida —. Yo no envié nada, me limité a grabar las pruebas.
—Ese desconocido tenía tu móvil —supuso Claire —. Igual tuvo algún presentimiento y nos hizo venir para ayudarte.
—Aunque también lo podría haber hecho Ayato, hubiera quedado muy bien de su parte —suspiró May.
—Fuimos nosotras quienes se enteraron y yo la que les dijo que se fueran adelantando —recordó Rosaura —. Y ahora que estamos todas aquí podemos descansar por un rato de las succiones de sangre y hacer algo juntas.
—¡Me pido ese de vainilla con esencia de jazmín! —exclamó Ellie, aceptando la propuesta anterior.
—Yumi se alegrará mucho al ver que vamos a buscarla todas juntas —dijo Kaitleen —, y más aún cuando te vea a ti, Yui, no se lo esperará.
—¡Eh, esperad! —las detuvo Yui.
—¿Qué pasa? —preguntó Ellie —. No importa si no quieres helado, daremos una vuelta por ahí.
—Es cierto que ni te hemos preguntado si quieres hacerlo —dijo Rosaura —, parece que te estamos arrastrando con nosotras...
—¡No es eso! —aseguró Yui —. Me parece una idea estupenda, solo quería... daros las gracias por ayudarme, ha sido muy amable por vuestra parte.
—¡Pues claro! No íbamos a dejarte ahí así —afirmó Claire —. Y Kaitleen tiene razón, eres nuestra amiga, si alguien se mete con una de nosotras, se mete con todas.
Yui sonrió una vez más,
—Gracias chicas —volvió a agradecer —, sois las mejores.
Tal y como suponían, Yumi se alegró mucho de verlas todas juntas, alegando que era el mejor día de su vida.
Yui lo pasó bien, no recordaba ni la última vez que había salido con chicas a las que consideraba como amigas.
Y justo después de que Ayato la reprimiera por haberlo dejado esperando en casa, May le echó en cara que él podría haber sacado a Yui de aquel lío con aquellas guarras envidiosas.
—¡May, cuida ese lenguaje delante de Ayumi! —le recordó Kaitleen, aunque la niña no estaba prestando atención.
Más tarde, cuando todas regresaron a lo suyo, Kanato se enfadó un poco al enterarse de que May había ido a tomar helado sin él, pero ella le prometió que ir algún día los dos solos.
Cabe decir que a él le encantó la idea.
Ellie planeó una cita similar con Laito, aunque él ya se estaba haciendo ideas con otros lugares que tenía en mente, unos buenos y otros no tanto.
Subaru ya se mostró más reticente con Claire, ella supuso que a lo mejor no le apetecía salir.
Todos estaban tan enfrascados con sus planes que no imaginarían que una figura delgada observaba la mansión desde lejos.
No se trataba del guardián de la capa escarlata.
—¿De verdad hay más humanas allí? —preguntó un tipo alto, acercándose.
—Sí, llevan un tiempo aquí —respondió el joven.
—¿Comenzamos ya? —preguntó otro más —. ¡No es justo que tengan a más chicas después de arrebatarnos a la gatita masoquista!
—Cálmate, solo debes esperar un poco más.
Un último joven, de aspecto más lánguido que los otros tres, preguntó lentamente:
—¿Creéis... que ellas también pueden servir?
El primero en llegar abrió su libro para cerrarlo de golpe.
—No lo sabemos aún —respondió con firmeza y frialdad —. Y por eso debemos verlo por nuestra propia cuenta.
[Publicado el 4/7/2019]
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