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20. Festín

El encapuchado había saltado por la ventana. Si alguien se lo recordaba, él era totalmente consciente de que existían las puertas, pero suspuso que sería más rápido salir por ahí. Cayó de golpe, todavía sorprendiéndose de no torcerse un pie o una rodilla, era una de las ventajas de ser inmortal.

Se alejó de la mansión, como acostumbraba hacer cuando lo consideraba propicio.

Habían pasado días desde la última vez que amenazó a los vampiros con dagas, tal vez debería volver a recurrir a ellas, pensó.

-No es propio de ti irte tan temprano, ¿estás seguro que todo irá bien? -dijo una voz masculina detrás de él.

El joven se sobresaltó, aún no estaba acostumbrado a que aparecieran repentinamente detrás de él.
-¿Era necesario que lo mataras? Van a pensar que fui yo quien lo hizo. A mí me parecía suficiente empaparlo con alcohol para hacer pensar que se emborrachó y lo volvieran a arrestar.

-¿Para que volvieran a sacarlo con la misma facilidad que la última vez? -preguntó su acompañante con desdén, el joven bajó la vista -. Eres consciente que si quieres seguir protegiéndolas debes tomar medidas mayores, y que en algún momento dejarán de necesitarlo estando con ellos.

-¡Ya lo sé! Pero no quiero ser como tú. Ya es suficiente que me hagas vestir de negro como si no fuera suficiente hacerlo contigo mismo.

El hombre ignoró sus quejas textiles y preguntó con frialdad:
-Después de todo lo que he hecho sigues desconfiando de mí, ¿verdad?

-Exacto, y tampoco me fiaré de tu hermano, nunca.

-Anda, vámonos ya.

A la noche siguiente, la noticia del asesinato se había difundido por toda la ciudad. No se supo la identidad del perpetrador del crimen, pero supusieron que fue un atraco a mano armada que acabó de la peor forma.

Los alumnos de la academia estaban nerviosos y le guardaron luto a pesar de ser un alumno deplorable que ocultaba su verdadera naturaleza con una fachada de amabilidad que se derrumbó fácilmente.

Por otra parte los Sakamaki, las Murakami y Yui Komori fingían no saber nada, pero al volver a casa celebraron el fin de tres años de acoso, de paquetes de amenaza y del mal olor en los pasillos con una cena especial.

Todos hablaban entusiasmados del tema, incluso Shu parecía interesado en la conversación.
-Por lo menos ese raro parece útil, ha acabado con una molestia -dijo.

-Hubiera sido más divertido si lo hubieramos matado nosotros, ¿no creéis, chicos? -preguntó Ayato.

-Yo hubiera colgado el cadáver en la puerta de casa como advertencia -comentó Kanato, siguiendo la corriente de su hermano.

-A mí me apetecía hacer algo similar -comentó Ellie -, pero en vez de colgarlo clavaría sus extremidades por toda la casa.
-Vaya Ellie, nadie hubiera sabido que ideas cosas macabras -bromeó Laito.

-Supongo que por eso la quieres tanto -comentó Claire, provocando risas.

-Vamos, chicos - interrumpió Yui -, no creo que esté bien hablar de este tipo de cosas delante de Yumi-chan, ¿no?

-Tranquila -dijo Kaitleen -, Yumi está más que acostumbrada a escucharnos hablar así, sobre todo por James, y no siempre entiende de qué hablamos. De todas formas no está prestando atención, mírala.

Todos observaron a Ayumi, ajena a la conversación y sentada en su sillita mientras decidía qué trozo de carne debería comer primero. Al percatarse del repentino silencio, se fijó en que todas las miradas estaban posadas sobre ella.

-¿Qué pasa? ¿Por qué me estáis mirando? -preguntó ella, provocando alguna que otra carcajada -. ¿Qué? ¿¡De que os estáis riendo!? -volvió a preguntar, enfadada.

-No es nada Yumi, tranquila -respondió Yui al calmarse.

-¿Es verdad que Kawuchi está muerto? -preguntó Ayumi.

Era la primera vez que intentaba referirse al acosador por su nombre en lugar de llamarlo "monstruo" o "el chico feo y malo que persigue a Rosaura". Aún no le habían dicho que Kawayama había muerto, por lo que no estaba tan distraída en la conversación.

La mayoría no sabía cómo responder, pero Kanato se apresuró:
-Sí, Yumi-chan. ¡Está muerto y no volverá nunca más!

-¡¡Bieeen!! -gritó Yumi alzando los brazos sin soltar su pequeño tenedor -. ¡Ha muerto el malo!

Kaitleen no estaba sorprendida por la reacción de su hermanita, pero no pudo evitar querer darle otro sentido a aquel desenlace:
-Yumi, es verdad que los malos siempre reciben su castigo. Pero recuerda esto siempre: no está bien alegrarse por la muerte de una persona o que le pase algo a otra, ¿verdad? -preguntó girándose hacia las chicas para buscar apoyo, ellas asintieron, unas con duda y otras con decisión -. ¿Ves Yumi? No siempre puedes alegrarte de las cosas malas que le ocurren a las personas, sean buenas o malas, ¿vale?

Yumi la miraba con duda, pero asintió por la seguridad de su hermana mayor.

Le soltó las manos y volvió a sentarse, la alegre conversación de antes continuó como si nada hubiese ocurrido.

Al terminar con el banquete, cada uno de los presentes decidió volver a lo suyo.

Kaitleen pretendía quedarse en su habitación y leer un poco, o al menos aquella era su intención hasta que la fuerte mano de Shu la detuvo sosteniéndole el hombro.
-Si eso que le has dicho era una lección de vida, no creo que te haya entendido -le dijo.

-No me importa -contestó ella-, sé que solamente tiene tres años, pero con tal de que lo mantenga de alguna manera en la consciencia servirá de algo habérselo dicho.

-¿Consciencia? ¿Acaso eres psicóloga para decir eso?
-Tenía que hacer algo, ¿no? No quiero que Ayumi sea de ese tipo de personas que le desean cosas malas a los demás aunque las merezcan.

-Es decir, que no quieres que sea como tú -dijo Shu con picardía.

-¿¡Eh!? ¿A qué viene eso? ¿Acaso me has visto hacer o decir algo para que pienses eso?

-No, pero estoy seguro de que tú deseabas tanto como la mayoría que a ese tipo le ocurriera algo horrible.
-¿Y qué? No quiero que Yumi crezca con esa mentalidad.

-No sé pensar si es que eres una hipócrita o una chica muy rara.
-¡Vale, está bien! Es cierto que quería que recibiese su castigo, pero no con la muerte o heridas graves. Eso era lo que quería decir con no desear lo peor a alguien.

-Eres difícil de entender, pero creo que estuvo bien de tu parte decirle eso.

Que dijera eso la sorprendió.
-¿De verdad lo crees?

-Sí, muchos humanos en tú lugar le darían la razón a sus hijos para que piensen de esa forma y después al crecer se conviertan en seres con mentalidad violenta.

-Supongo que tienes razón en eso... ¿Querías decirme algo más?

-No, ¿qué vas a hacer ahora?
-Me voy a mi habitación a leer un rato.

-¿Sólo eso? -preguntó Shu, enarcando una ceja.

-¿Qué más podría hacer ahora?
La única respuesta que obtuvo Kaitleen fue que el vampiro le agarrara suavemente la muñeca y se la llevara de allí caminando. Se quejó e intentó soltarse, pero Shu no le hizo caso.

Parecía que no la iba a dejar nunca cuando él, finalmente, abrió una puerta y entró con ella.

La soltó para cerrar la puerta detrás suya.

Kaitleen reconoció el lugar, por todas la veces que tuvo que llevar a rastras al vago Shu hasta allí, su propia habitación.

Hasta entonces había sido ella la que lo llevaba hasta allí, pero ahora había ocurrido lo contrario, él a ella.

Por primera vez, sentía miedo de estar en ese lugar, después de todo ella salía nada más entrar. ¿Qué pretendía Shu hacer con ella allí?

Tras cerrar la puerta, Shu se acercó a Kaitleen, la agarró por las muñecas y la tumbó sobre la cama.
-¿Qué haces? -tartamudeó.

Shu sólo sonrió.
-¿Estás asustada? ¿O estás pensando en cosas raras?

-¿¡Qué!? Tan solo te he preguntado qué estás haciendo.
-¿No es obvio? Este es tu castigo por acercarte a mí a pesar de advertirte que te alejaras.

-¡Pero si fuiste tú el que se acercó a mí!

-De acuerdo, pues te castigo por haberme atraído con lo que le dijiste a tu hermana pequeña.

-Eso no ha sido culpa mía -protestó Kaitleen.

-Es igual, ya que tienes tanto tiempo libre podrías estar estar aquí conmigo en lugar de perder el tiempo leyendo o tocando el violín.

-Apenas he tocado el violín durante los últimos meses. Además, ¿acaso te importa algo lo que yo haga con mi vida?

-Tal vez, porque eres mía, eso es obvio. Y ya que he sido yo el que te trajo hasta aquí por esa misma razón, voy a asegurarme de que te quede claro.

Le apartó el cuello de la camisa y le mordió el cuello para succionarle la sangre como buen vampiro que era. Kaitleen había olvidado lo insoportable que era el dolor, pero no se movió.

Pasaron así unos escasos pero largos minutos hasta que paró y la dejó en paz. Ella lo miró enfadada, pero por lo menos no había acabado inconsciente.

Shu no le hizo caso y, esbozando una sonrisa, se limitó a acariciar uno de sus mechones de pelo.
-Menos mal que has seguido mi consejo de dejártelo suelto, te quedaba fatal recogido con el "peinado de la muerte".

-¿En serio? ¿Eso es lo que se te ocurre decir después de beberte mi sangre?

-Sí, ¿algún problema? Sólo quería preguntarte si lo hiciste por mí -respondió con picardía.

-No, simplemente decidí seguir tu consejo.

-¿Por qué? ¿Como humana le temes a la muerte y querías evitarla soltándote el pelo?

-Ya te dije que no creo en esas cosas -contestó ella, perdiendo la paciencia.

Shu se apartó de ella para colocarse a su lado y abrazarla por detrás.
-Quédate así de quieta conmigo, sólo te había traído aquí para pasar un rato junto a ti tras escucharte decir todo eso. Toma responsabilidad por hacerme querer estar contigo...

Sorprendida y sin saber qué responder, Kaitleen no se dio cuenta de que Shu se había quedado dormido abrazándola hasta escuchar su respiración relajarse de forma acompasada.

Intentó apartar los brazos que la aprisionaban, pero temiendo despertarlo, enfadarlo y hacer que volviera a morderla, decidió rendirse e intentar dormir un poco junto a él, sin saber qué más hacer.

Aquel tipo era bastante raro, pero a la vez la intrigaba y la impulsaba a conocerlo mejor, a querer saber la razón de su comportamiento tan desinteresado por todo.

Además, le había sorprendido que un vampiro como él se interesara por su opinión, y más aún que el hecho de intentar enseñar algo a una niña pequeña la llevara a una situación como aquella.

[Publicado el 2/1/2019]

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