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15. Monstruos

-Shu, ¿qué piensas sobre esto?
-¿Sobre qué? -contestó a su vez sin mirar a Kaitleen.

Las únicas veces que Kaitleen y Shu se habían dirigido la palabra fue cuando él mandaba a la joven que lo arrastrara donde el quería ir o cuando bebía de su sangre. Al ocurrir por lo menos una vez al día, Kaitleen ya se había acostumbrado a ambas cosas y le extrañó que Shu no se las demandara en aquellos días.

Ahora ambos caminaban por la calle tras recoger a Yumi de la guardería. Le tocaba a Kaitleen y por alguna razón, Shu quiso acompañarla, con la excusa de que quería tardar más en llegar a casa para sufrir menos molestias.

-Ya sabes, lo que ocurrió con nuestros hermanos. -decía ella mientras tenía a la niña sentada por encima de sus hombros.
-No creo que sea asunto mío.

-Bueno, tal vez. ¿Pero no te intriga por lo menos un poco?

Él sólo la miró con indeferencia para ver con curiosidad a la pequeña sobre ella.
-¿Acaso no te pesa?

Kaitleen negó con la mientras colocaba mejor a Yumi.

-Oye, si Laito y Ellie se han peleado, ¿por qué no piden perdón? -preguntó Yumi con inocencia.

-Yumi... -Kaitleen suspiró y levantó la vista hacia la pequeña -. Ya sabes cómo es Ellie.

-¡Pero si es muy buena!

-Sí, es verdad, pero espera y verás cómo ya dejan de estar enfadados.
-¡Oh! ¡Vale!

-Siento interrumpir, pero hace frío y creo que ya deberíamos volver a casa.

Shu había decidido intervenir para contradecirse a sí mismo lo que había dicho momentos antes.

-¿Y tú Yumi? ¿También quieres volver a casa?

-¡OH NO! ¡ESTÁ AQUÍ!

Kaitleen se alarmó por el chillido de su hermanita, y más aún al recibirlo chirriando justo por encima de sus oídos.
-Yumi, ¿qué pasa?

-¡Es el monstruo!

-¿Monstruo? -repitió Shu -. ¿Qué estás diciendo tú ahora?

Ambos siguieron con la mirada la dirección en que señalaba Yumi, pasando de extrañeza a asco.
-Justo cuando pensaba que no lo íbamos a volver nunca más... -bufó Shu.

Kaitleen lo miró.
-No, una cosa es la varicela, Shu, pero las cucarachas son más difíciles de eliminar.

Sí, por una cansina y enésima vez, Kawayama estaba por ahí, al otro lado de la calle. No se había fijado en ellos, estaba ocupado en flirtear con una chica que parecía más mayor que él.

-Creía que estaba obsesionado con tu hermana.

-Y lo está. Lo confunde con enamoramiento, pero sólo ve a Rosaura como un trofeo que le han negado y trata de recuperar a toda costa. Pero aunque lo lograra, él sólo la dejaría tirada como a un trapo viejo para hacer lo que estás viendo.

Qué desgraciado, pensó Shu, un humano asqueroso en toda regla.

Como vampiro había visto muchas cosas horribles a lo largo de los años, pero con eso sentía incluso pena por Rosaura por tener que lidiar con algo como eso y que una niña pequeña lo tuviera que presenciar.
-De todas formas, larguémonos de aquí antes de que nos vea -apremió mientras sujetaba el hombro de la chica y daban media vuelta.

-Yumi -susurró Kaitleen mientras la bajaba y la cogía en brazos -, tú quédate calladita y haz cómo si él no estuviera, ¿vale?

La niña asintió.

Todo fue bien, tuvieron que realizar un camino más largo, pero mereció la pena. Al llegar a la mansión, Yumi se había quedado dormida y Kaitleen la tumbó suavemente en uno de los sofás del salón.

-Me alegro de que no se haya acercado a ella -comentó Kaitleen con preocupación

-¿Alguna vez le hizo algo a Yumi? -preguntó Shu mientras se tumbaba en el otro sofá.

-Hace no mucho, Kawayama nos vio en un zoo y le pidió un beso en la mejilla, pero lo único que le dio ella fue una bofetada y se puso a llamar a gritos a la policía diciendo que un "tocador de niños" le había pedido un beso. Los guardias de seguridad lo persiguieron y lo tuvieron vigilado por dos días.

-¿En serio? -rió divertido Shu -. ¿De dónde sacó eso?

-De James, y también de Ellie -la joven se puso seria al pensar de nuevo en su hermana pequeña -. Oye Shu, ¿tú crees que Laito intentó...?

-No -Shu se levantó, sin mirarla a los ojos -. Laito es idiota, antes de que llegara Yui solía estar con chicas de las que se cansaba rápidamente, es capaz de herir a gente sin resentimiento alguno, pero jamás se atrevería a violar a una chica de esa forma.

Kaitleen no respondió, trató de imaginarse cómo sería la situación si aquello no hubiera ocurrido, pero seguro que todo seguiría como lo había sido hasta ahora y ella seguiría dando forzadamente su sangre a Shu.
-Pero dejemos eso de lado -dijo para acercarse a la joven y colocarse delante suya -. ¿Siempre te recoges el pelo de esa forma?

Ella se llevó una mano de forma dubitativa a la coleta ladina que caía por su hombro.
-Casi siempre, ¿por qué?

Shu deshizo la cinta que mantenía atado su pelo y se lo echó hacia atrás de forma que cayera por encima de su espalda. Kaitleen lo miró confundida por su acción.

-¿Lo ves? -preguntó al terminar-. Estás mucho mejor sin esa coleta tan rara. ¿No te han dicho que se le considera el peinado de la muerte?

-Yo no creo en esas cosas, además lo he llevado desde hace mucho tiempo y sigo aquí -contestó mientras se atusaba el pelo para acomodarse.

-Nunca se sabe. Además, ahora me debes una recompensa por haberme encargado de ti -la agarró para empujarla al sofá de golpe y colocarse encima suya.


-¡Para!

Shu se limitó a observarla con una sonrisa traviesa.
-Me pides que pare, pero la sangre de tu cuelo y la cara que ponías me indican que deseabas sentir mis colmillos. ¿Tanto lo echabas de menos? Si al final sólo eres una pervertida como las demás que me encuentro.

-¡Oye, no me compares con ese tipo de personas!

Shu frunció el ceño.
-Deja de hacer ruido. También es tu culpa por acercarte a mí cuando yo te digo que no lo hagas. Si quieres seguir viviendo deberías alejarte de mí.

Aunque lo dijera con otras palabras, era la misma advertencia que no se cansaba de decirle.

-¡¿Pero por qué me dices eso a cada rato?! -preguntó a gritos, sin importarle que la volviera a tachar de ruidosa o la mordiera para que se callara-. ¿¡Y sabes qué!? ¡Puede que seas un vampiro que me amenaza, pero no eres como Isamu Kawayama o mi padre!

Era la primera vez en mucho tiempo que una joven humana le hablaba de aquella forma sin miedo alguno. No supo que contestar, pero lo ocultó con una de sus típicas miradas indiferentes y se levantó.
-¡Oye! ¿No ibas a chuparme la sangre? -preguntó Kaitleen irguiéndose.

-He perdido las ganas, pero te puedes conformar con esto.

Sujetó su rostro y le plantó un suave beso en la frente.
-Considéralo como algo para que aguantes la falta de mis colmillos -dijo con una sonrisa.

Kaitleen se quedó muda a sus acciones, era la primera vez que lo veía sonreír. Pero se dio cuenta en lo que él había querido decir con aquello.
-¡Deja de decirlo como si fuera verdad! -pudo protestar antes de que Shu desapareciera de ahí.
Pero se arrepentiría de su griterío al recordar que Yumi todavía estaba durmiendo a unos escasos metros de ella y la acababa de despertar.

Tras teletransportarse a su habitación, Shu se dejó tirar de bruces sobre su cama. ¿Por qué se sentía identificado por aquella joven humana de rojizos cabellos? Se sentía cómodo con ella, pero fuera lo que fuese, no quería que nadie sufriera daños mínimos por su culpa, y para ello, lo mejor era tratar de alejarse de ella.

[Publicado el 23/3/2018]

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