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11. Recuerdos

Una adorable bebé observaba atentamente los dibujos que se movían en la televisión con curiosidad mientras jugaba con su chupete en boca, un joven detrás de ella terminaba de coser el vestido que estaba haciendo.

—¿Lo ves, Yumi? Es por eso que hay que portarse bien —le dijo al bebé tras ver una escena en que un oso vestido de policía detenía a un mapache ladrón.

—Ya has visto demasiada tele por hoy —dijo mientras cogía el mando para apagar el aparato.

La niña se volteó a verlo.
—Dentro de poco tendrás que comer —comentó acercándose a ella para acunarla delicadamente en sus brazos —. ¿No quieres que te cambie el pañal?

Obviamente no obtuvo respuesta.

Una joven entró en la sala de estar con ellos.
—¿Ya has acabado tu pedido? —preguntó, señalando el vestido.
—Casi, faltaría revisar que las costuras están bien.

Ella sonrió.
—Eres muy detallista.
—Vamos, Rosaura, este es mi trabajo. Sabes que tengo que darlo todo para poder mantenernos a flote.

—Yo también debería conseguir trabajo.

—No, tú concéntrate en estudiar. Ya estoy aquí para eso —acunó alegremente a la bebé al ver que se reía —. Por cierto, no te han llegado más cartas o regalos raros ¿verdad? —Rosaura negó con la cabeza—. Te juro que si vuelvo a ver a ese acosador le arrancaré la lengua y abofetearé su feo careto con ella.

—¡Oye! No digas cosas así delante de un bebé —se quejó ella cogiéndola en brazos —. Entiendo que quieras ayudarme, pero estoy segura que si no me ha molestado en todo este tiempo, no volverá a hacerlo, y menos con él ayudándonos.

—No sé... pero por lo menos estamos los siete juntos y es lo que a mí me importa.

Ella lo miró.
—Pienso lo mismo que tú, James.

—Rosaura, voy a entrar.

Reiji abrió la puerta de la habitación al no obtener respuesta a sus llamadas. Vio que la humana se había quedado dormida encima del escritorio mientras leía.

Se acercó en silencio y le colocó encima de sus hombros una manta. Rosaura se removió un poco, pero no llegó a despertarse.
—James... —murmuró.

Reiji se sorprendió y suspiró cabizbajo mientras se dirigía nuevamente a la puerta.

—¿Se puede saber que le pasa a Reiji hoy? —si incluso Shu notaba el inusual comportamiento de Reiji, la situación debía ser preocupante.

Reiji había sido el último en levantarse, hasta Shu se había levantado más temprano.

—Siento haber tardado tanto —se disculpó al aparecer por fin en el salón —. Me quedé estudiando hasta tarde y se me ha pasado el tiempo. No volverá a ocurrir.

La excusa no acababa de convencer a los demás hermanos, había ocurrido algo el día anterior y el orgullo del segundo no les iba a decir nada al respecto.

Aparte de eso, parecía que iba a ser un día normal en la academia hasta que una irritante voz que habían olvidado su existencia volvía a resonar por los pasillos.
—Te echaba de menos, Rosa Bella.

—¡Ya empezamos! —gritó Ayato.
—¿¡No te habían expulsado por estar borracho!? —preguntó Subaru en su fallido intento de ocultar su sorpresa.

Las gemelas se rieron al recordar lo que hizo el extraño encapuchado para que expulsaran al pervertido de Kawayama, Yui las miró extrañada.

—¿Sabías que ayer fue mi último día de castigo después de escribir una carta de disculpa?

Laito logró esconder bien su fastidio con una de sus usuales sonrisas.
—Bueno, por lo menos hemos tenido unas buenas vacaciones de tu presencia, ojalá hubieran durado para siempre.

Aunque le costaba mantener sus deseos asesinos contra aquel asqueroso humano que le había provocado un susto con su mayor temor.

—¿Qué? ¿Te
gustaron mis arañas? —preguntó Isamu con sarna —. ¡Porque tengo muchas cosas más preparadas para vosotros!

Laito iba a estrangularlo, pero Ellie lo detuvo y plantó cara por él.
—¡Eh! ¡Deja ya de ser tan rancio y déjanos en paz!

—¡Tú no te metas, niñata!
—¡¿Niñata?! ¡¿Y me lo dices tú, pedazo de subnormal?! ¡Y por si no lo sabías esto también es asunto mío! Y si no lo fuera ¡yo me meto donde me da la gana!

—¡Eso! —la apoyó Kaitleen —. ¡Ella se mete donde le da la gana! ¡Y yo también!

Incluso Shu decidió intervenir en la situación.
—Las chicas tienen razón, ¿sabes? Es muy estúpido por tu parte decirle que no puede intervenir después de ser una víctima más en este asunto que tú mismo has provocado. De verdad que a veces no entiendo a los humanos...

El tipo ya se sentía entre la espada y la pared.
—Esto es ridículo. ¡Vámonos, Rosaura!

Trató de coger a la aludida, pero ella se apartó a tiempo y fue Reiji quien le agarró el brazo.
—Nos molestas —dijo con seriedad —, acosas a una joven y cargas tus gamberradas con los demás —aumentó la fueza del agarre, haciéndole más daño —. Márchate, y ojalá no vuelvas nunca.

Reiji lo soltó, Isamu Kawayama se quedó mirando al grupo con odio, sobre todo a Reiji.
—Esto no quedará así — amenazó.
—¡LÁRGATE YA! —gritaron los trillizos, Subaru y las gemelas.

Finalmente salió del edificio corriendo como si lo hiciera por su vida.
—Gusano —escupió Subaru.

Yui se acercó a Rosaura con preocupación.
—¿Te encuentras bien, Rosaura?

Ella la miró, estaba mucho más tranquila, pero en sus ojos todavía reflejaba el miedo.
—Estoy bien, no pasa nada. Él ha llegado a hacer cosas peores desde la distancia.

Decidió irse a clase, pero regresó nuevamente al grupo.
—Por cierto —dijo —. Muchas gracias a todos por vuestra ayuda, de verdad que os lo agradezco.

Horas después todo había vuelto a la normalidad, y ya no apestaba a humano acosador.

—Ya es hora de irse, May. ¿No vienes? —preguntó Yui al ver que la gemela menor se iba sin sus cosas.

—Tengo que ayudar a un compañero de clase. Saldré más tarde.

Un alumno había pedido ayuda para transportar unos materiales y May se ofreció voluntaria. La tarea era sencilla, por lo que tardaron muy poco en realizarla.

—Gracias por la ayuda, Murakami-san —dijo el joven.
—No ha sido nada. Y puedes llamarme por mi nombre, si quieres.
—Gracias, May. Te habré retrasado con esto, ¿quieres que te acompañe a casa?

Antes de que ella pudiera contestar, una mano le agarró con fuerza de la muñeca. Con cara de muy pocos amigos, Kanato la observaba fijamente.
—Nos vamos —siseó mientras tiraba de ella sin darle tiempo a reaccionar.

—Oye ¿qué pasa? — preguntó May tratando de ocultar su fastidio.

Él sólo gruñó como respuesta mientras aceleraba el paso y aumentaba la fuerza de su agarre, estremeciendo a la chica de dolor.

Siguieron así hasta que entraron en una clase, o más bien cuando Kanato la lanzó dentro de ella y cerró la puerta después de entrar para arrinconarla contra una pared.
—Me preguntaba por qué tardabas tanto... ¡y te encuentro con ese simple humano!

—¿Qué? Pero si solo le estaba ayudando —trató de razonar May.

Kanato dio un puñetazo a la mesa más cercana.
—¡MENTIROSA! ¡¿DE VERDAD CREES QUE ME VOY A TRAGAR UNA MENTIRA TAN OBVIA COMO ESA?! ¡¡Lo vi todo con mis propios ojos!! ¡¡Estabas tan contenta con él!!

—¡No es mentira!
—¡CÁLLATE! ¡No lograrás engañarne! —golpeó la pared con la mano, muy cerca de ella.

May comenzaba a asustarse.
—Pero no lo entiendo —tartamudeó —. ¿Por qué te enfadas tanto? ¿No se supone que sólo soy un saco de sangre y comida para ti?

La pregunta pilló de sorpresa a Kanato, que se puso a pensar en silencio por unos segundos para volver a mirarla a los ojos.
—De acuerdo —dijo olvidando el comentario anterior —. Escúchame atentamente, porque no lo voy a repetir —May lo miró con una mezcla de duda, miedo y expectación —. A partir de ahora tienes prohibido hablar con otro chico que no sea yo.

—¡¿Eh?! Pero yo...
—Sin embargo, en casa podrás dirigirle la palabra a mis hermanos a condición de que estés conmigo o con alguna de tus hermanas sin contar a Yumi. ¿Entendido?

May iba a replicar, pero se dio cuenta de que las prohibiciones podrían haber sido peores.
—De acuerdo, lo tengo claro —asintió.

—Te advierto que si me desobedeces una sola vez, te prohibiré volver a hablar con nadie que no sea solamente yo. Y a la segunda, si acaso ocurre, te mataré.

—No será necesaria ninguna de las dos, te prometo que no hablaré con ningún chico fuera de la mansión que no seas tú, Kanato —aseguró con tristeza.

—Buena chica, así me gusta.

Kanato dejó a Teddy en la mesa más cercana y apartó la ropa del cuello de la chica
—No obstante, creo que decir que me perteneces no es suficiente, debo marcarlo a pura conciencia en tu cuerpo, así no lo olvidarás jamás.

Dicho esto mordió el cuello de la joven, esta vez con más fuerza que las anteriores. Estremecida por el dolor y las duras palabras, permaneció inmóvil mientras le succionaba la sangre hasta perder el conocimiento.

Kanato tuvo que llevarla en brazos hasta la limusina, Reiji le regañó por haber retrasado el regreso con aquello pero le hizo caso omiso, al igual que a la mirada de odio de Claire.

Ya en casa, Ellie se sentó en su cama y se dispuso a organizar en su ordenador portátil las fotografías realizadas el fin de semana anterior, las que no había podido guardar debido a que Laito bebió más de la cuenta de ella y se desmayó. Todavía no se le habían curado esas heridas de colmillos, por suerte no habían llamado la atención en clase.
—Ellie-chan, voy a entrar —dijo Laito mientras abría la puerta de su habitación.

Hablando del rey de Roma...
—¿No podías haber tocado antes?
—¿Para qué? ¿Esperabas a alguien más? —preguntó con travesura.

—No, supongo —concluyó cerrando su portátil.

—¿Qué estabas viendo? —preguntó Laito con curiosidad.

Ellie se encogió de hombros.
—Nada especial, ¿por qué?

—No me digas eso. ¿Acaso estabas viendo cosas indecentes?

—¿Qué? —se dio cuenta de lo que se refería—.
¡Claro que no! ¡Y deja de darle doble sentido a todo lo que digo! Sólo estaba guardando aquí unas fotos —dijo mientras volvía a abrir su ordenador.

Laito se teletransportó a su lado para observar la pantalla, como era de esperarse sobresaltó a Ellie.
—Bien, veo que no mentías... ¿Ese es Shu?

—Sí, me daba gracia que no se diera cuenta de mi presencia y no pude contener las ganas.

—Ya veo.... ¿puedo? —preguntó señalando el ratón, esperando aprobación para ver más.
Ellie asintió y comenzó a mover la pantalla, enseñando las fotos más recientes a las más antiguas.

—¿De dónde has sacado el tiempo para hacer tantas?
—Siempre tengo la oportunidad mientras lleve la cámara encima.

Todas las imágenes mostraban escenas panorámicas de paisajes y momentos con las otras chicas.
—¿Quién es éste? —preguntó señalando a un chico de pelo castaño y ojos azules muy parecido a Rosaura.

—Es nuestro hermano mayor, James.

Laito abrió mucho los ojos por la sorpresa.
—¿Vuestro hermano mayor? Creía que lo era Rosaura.

—Más o menos, al igual que Claire y May son gemelas, Rosaura y James son mellizos, él nació unos minutos antes.

No se le ocurrió preguntar por él. Decidiendo explorar un poco más, Laito empezó a ver imágenes de los hermanos cuando eran más pequeños. Se detuvo en una que le llamó especialmente la atención, en la que una versión adulta de Ellie sontenía alegremente un pequeño bebé en brazos, colocada al lado de un hombre que, a pesar de sonreír a la cámara, su expresión ocultaba algo sospechoso.

—Ella es mi madre, sosteniéndome cuando nací.
—¿Y él es tu padre?
—Sí... —pero no sonaba muy convencida —. Bueno, ¿a qué habías venido?

Laito se levantó, sonriendo.
—Ven a mi cuarto, necesito que me eches una mano con algo.

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