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11

Al despertar al día siguiente, la atmósfera en la habitación del hotel era cálida y tranquila. Los rayos de sol se filtraban a través de las cortinas, iluminando suavemente los rostros de Sana y Sullyoon, quienes aún estaban acurrucadas en la cama. No había prisa, ni horarios, ni expectativas. Era su día libre, y ambas estaban decididas a disfrutarlo al máximo, sin preocuparse por nada más que estar juntas.

"Buenos días", murmuró Sullyoon, con la voz aún adormilada, mientras giraba para mirar a Sana a su lado.

Sana le dedicó una sonrisa perezosa, aún sin abrir completamente los ojos.

"Buenos días, preciosa", respondió Sana suavemente, estirándose antes de levantarse. "¿Tienes hambre? Porque yo me muero por algo dulce."

Sullyoon asintió, sintiendo cómo su estómago comenzaba a rugir.

"Un desayuno suena perfecto", dijo, sentándose en la cama mientras se desperezaba.

A diferencia de otros días en los que debían preocuparse por su imagen, maquillaje o conjuntos cuidadosamente seleccionados, hoy optaron por algo diferente. Ambas decidieron no complicarse demasiado: ropa cómoda, sin maquillaje, el cabello recogido de manera sencilla. Querían disfrutar de un día relajado, lejos de la presión de siempre verse perfectas. Y, para ser sinceras, entre ellas no necesitaban más que sonrisas y la compañía mutua para sentirse perfectas.

Salieron del hotel y se dirigieron a una pequeña cafetería cercana que Sana conocía bien. Era uno de esos lugares acogedores que solía visitar cuando vivía en Japón, y le encantaba la idea de compartir ese pedacito de su pasado con Sullyoon.

El desayuno fue sencillo pero delicioso: croissants, tostadas francesas, café, y una selección de postres japoneses que Sullyoon nunca había probado. Sana se reía al ver la cara de asombro de Sullyoon cuando probaba algo nuevo, especialmente los dulces.

"Este está buenísimo", dijo Sullyoon, saboreando una pequeña tarta de matcha. "Nunca había probado algo así."

"Te dije que te encantaría", respondió Sana, dándole un pequeño mordisco a su propio postre. "Japón tiene los mejores postres, créeme."

Después del desayuno, decidieron pasear por la ciudad, explorando algunos comercios. Sana llevaba a Sullyoon de la mano, guiándola por lugares llenos de tiendas de recuerdos, ropa, maquillaje, perfumes, y todo tipo de pequeños tesoros que capturaban la esencia de Japón.

"Mira esto", dijo Sullyoon, levantando una pequeña botella de perfume con un aroma floral. "¿Te gusta cómo huele?"

Sana se acercó para oler el perfume y sonrió, asintiendo.

"Huele delicioso", dijo Sana, antes de sonreír de forma coqueta. "Aunque seguro que olería mejor en ti."

Sullyoon se sonrojó un poco, pero sonrió de vuelta.

Ambas compraron algunas cosas: Sana se llevó un perfume ligero y fresco, mientras que Sullyoon se entusiasmó con unas cremas de manos y unos tonos de maquillaje suaves que no podía esperar para probar. También aprovecharon para comprar ropa cómoda y relajada, perfecta para esos días en los que solo querían estar tranquilas sin preocuparse por verse como idols.

"Este es uno de mis días favoritos", confesó Sullyoon mientras caminaban por las calles de Osaka, una bolsa de ropa en una mano y la mano de Sana en la otra. "No tener que preocuparnos por nada más que disfrutar."

"Lo sé", respondió Sana, dándole un suave apretón en la mano. "Estos momentos, cuando somos solo tú y yo… son los que más valoro."

A medida que avanzaba el día, pasaron por un pequeño puesto de dulces tradicionales. Sana insistió en comprar unos dango y mochi, los cuales comieron mientras caminaban.

"Nunca me cansaré de estos postres", dijo Sana con la boca llena de mochi. "Siempre tienen el sabor perfecto."

"Deberíamos llevar algunos para las chicas cuando volvamos a Corea", sugirió Sullyoon, mientras probaba uno de los dango. "Aunque no estoy segura de que aguanten hasta entonces."

Ambas rieron, sabiendo perfectamente que lo más probable era que se los comieran todos antes de volver.

Después de un largo día de compras, risas y comida deliciosa, decidieron regresar al hotel. Las bolsas de recuerdos y compras llenaban sus manos, pero la satisfacción de un día tranquilo y relajado era lo que realmente les quedaba. Sana, siempre la más atenta, le dedicó una mirada dulce a Sullyoon cuando entraron al ascensor del hotel.

"Gracias por pasar este día conmigo", dijo Sana suavemente. "A veces olvidamos disfrutar de las cosas sencillas, y hoy ha sido perfecto."

Sullyoon sonrió, sintiendo el calor en su pecho.

"El placer ha sido mío, Sana. Siempre es perfecto cuando estoy contigo."

Con esas palabras, las puertas del ascensor se cerraron, y ambas supieron que ese día, lejos de las luces brillantes del escenario y de las presiones de sus carreras, había sido uno de los más especiales que habían compartido.

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