Outro ;
Sus amarillos rizos volaban suaves ante el viento, el leve sudor de su frente caía gracioso sobre su ropa, dejando una leve marca, su frenética respiración lo inquietaba, pero no más que el hecho de que a pesar de apresurar más su paso no lograba llegar a su destino. Se recargó sobre sus rodillas tratando de calmar su respiración errática, sus caladas de aire eran insuficientes ya que su cuerpo no aguantaba tanto cansancio pulmonar al cuál él mismo se había lanzado, pero sus razones por llegar a aquel lugar con extrema rápidez lo agobiaban, puesto que tenía muy poco tiempo.
— Joven Park ¿se encuentra bien? — oyó en cuánto paró su apresuradísimo paso, levantó la vista topándose con una elegante mujer con el ceño algo fruncido.
— S-si señora, sólo que corrí demasiado, p... pero trataré de calmarme para así poder ingresar a la biblioteca en silencio — le regaló a la dama una sonrisa suave y cálida.
La mujer sólo negó y le ofreció agua, el cuál, él acepto gustoso, puesto que su garganta se lo exigía. A los minutos regreso a su estado normal, su respiración pareció calmarse y decidió ir directo a esa sección que lo llamaba, al ingresar en ese laberinto de conocimientos buscó con ansias un libro en particular qué bien sabía que le daría lo que quería.
El libro de aquel escritor maldecido yacía un poco fuera de su lugar, sus extremos naranjas y su título eran detonantes de una mente diferente y fascinante. Abrió hasta la página 30 y encontró lo que buscaba, un pedacito de papel con un suave aroma varonil y adictivo mesclado con lo floral del carmesí.
El joven vislumbró una alegría palpable al hallar esa frase anotada en un pedazo de papel negruzca con aquella impresión tan elegante, delicada, con aquella caligrafía tan perfecta y bella. Sonrió ampliamente y comenzó a pensar. Ese acertijo era sencillo, demasiado para él. Sus ojitos brillaron en cuánto ahora él escribió en el dorso de esa notita, su respuesta.
Él era Park JiMin, un hombre pulcro, guapo, inteligente, cursante del nivel superior en baile. Uno de los jóvenes de mala reputación debido a una ex-pareja despechada. Encontrar esas notas era como tener esperanza, aunque a su persona poco o nada le molestaban los rumores que corrían sobre sí, porque eran muchos, le bastaba saber que él no era lo que los pasillos decían que era. Su persona valía más que simples chicos que decían que era un chico que andaba de cama en cama, revolcándose por notas o por pagar sus estudios, era más lo sabía, pero entre creerlo y que alguien más te lo demuestre hay una brecha inmensa. Por eso, aquellos acertijos dejados por un extraño en su libro preferido desde hacían ya meses lo llenaban de cierta alegria. Ni él mismo entendía cómo comenzó, sólo sabía que era divertido. Ponía a su mente a calcular a veces los sencillos enigmas cómo también los difíciles. No habían muchas palabras dichas entre él y su "amigo", quién sólo conocía por su seudónimo J. Pero le tomó cierto cariño. creía que era de las pocas y nulas personas que se aproximaban a él sin buscar ver si los rumores sobre su persona eran verdad cayendo en lo patético y vulgar.
Ciertamente no sabía de él pero conocía que tanto como a sí mismo amaba los acertijos mentales y por eso le gustaba retarlo siempre, era esa incertidumbre y la manera en que lo enredaba mentalmente lo que lo hacia querer conocerlo aún más, pues todos los días había una nota.
Salió contoneando de manera sexy sus finas caderas sin realmente notarlo, era su típico caminar, pero había que retocar el impacto que su ser en la simpleza de los actos cotidianos, quizá era una de las razones por las que habían malas lenguas tratando de mandarlo abajo, ya que no solo era visualmente hermoso, su baile era la manera en que el mundo podía constatar que algunas personas nacieron con el don de llevarte al cielo u el infierno con solo moverse con la gracilidad con la cuál él lo hacia, se despidió luego de unos minutos de todos los que allí trabajaban, observó su reloj y aún le quedaba tiempo pero debía apresurarse aunque sus pasos fueron interrumpidos por su choque abrupto contra una persona.
— Discúlpeme no fue mi intención — habló tratando de juntar las hojas tiradas al piso, sin ver al ser a quién causó tal hecho.
— No te preocupes, sólo déjalo — habló el chico, juntando sin mucho esfuerzo sus papeles, ambos al momento de cruzar miradas permanecieron estáticos en el tiempo, cómo si estuviesen contándose un secreto que ni ellos mismos se podían explicar.
Sus manos comenzaron a temblar pero trato de hacer más firme su voz. Jimin sintió un cosquilleo que surco desde la punta de sus dedos hasta sus hebras, ese escalofrío lo abarcó al momento de internarse ante esa mirada tan conocida pero a la vez peligrosa y extraña, el chico de suaves, finas, pero filosas facciones, una mirada penetrante casi queriendo hacerlo arder en el fuego que tenia su persona, lo delineó a su vez el contrario cómo complacido por su vista.
— En serio lo siento mucho — pronunció el rubio manteniendo su hilo de contacto visual al filo de sus realidades.
— Si, no te preocupes — habló dejándolo con un leve picor en su piel. Esa voz era conocida para sus oídos, cómo si lo acariciasen a través de la distancia inexistente, cómo si ese timbre vocal ya lo hubiese acogido cuál terciopelo ante sus heridas. Lo había hecho, bien lo sabía
Jimin se perdió en esos orbes obscuros los cuáles derrochaban misterio, mucha pasión, unos ojos dignos de enmarcar, unas manos grandes y fuertes. Sin contar con su voz. Algo poseía ese hombre, era cómo si una peligrosa pasión lo hiciese sucumbir ante sus deseos más ocultos de sus instintos.
— Adiós — pronunció el joven levantando todas sus pertenencias dejándolo en la órbita de su ensimismamiento de su extrema necesidad de seguir en ese instante prohibido.
Él permaneció estático en el aire divisando aquella contextura de quién lo dejó atónito, su cuerpo deseaba aproximarse a él, su voz parecía querer seguir el grave compás suyo. Jimin sacudió la cabeza y siguió su camino alejándose de ese chico tan absurda-mente atrayente para sí. Quería negar ese impacto en su sistema le creaba leves electrochoques a su deseo, pero le era imposible, todo era imposible excepto el arder entre su ser.
Por su parte el joven dueño de esas hebras marrones brillantes conducía su vista hasta ese muchacho de cuerpo tan deleitable para sí, con una sonrisa ladina suave se dibujó en sí, arregló su chaqueta de cuero negra y se despeinó más los cabellos. Al entrar a la biblioteca lo primero que hizo fue buscar aquel libro necesario para sí, saludó con la cortesía que extrañamente no iba consigo, por su fachada de chico malo, se internó entre los pasillos y siguió su laberinto hasta encontrar aquel libro. Sí el mismo libro que Jimin.
Leyó esa pequeña nota y sus labios delinearon una curva reluciente.
— ¿Oh Jimin cuánto más jugaremos? — se cuestionó a sí mismo jugando con esa nota con un suave aroma, tan masculino como lo era el de su perfume pero mezclado con ese que parecía al olor de calma, un hogar —. ¿Cuánto más deberé de esperar para delinear tus bellos labios? — volvió a repasar el papel y escribió.
El dueño de tal apariencia de fiera pero de preciosas facciones esculpidas poseía el nombre de Jeon Jungkook, el cuál se hacía llamar a sí mismo de J, sonrió al recordar al chico con el cuál chocó en la mañana, puesto que ese joven era uno de los chicos más guapos, envidiados de todo ese complejo estudiantil — y su gran amor — desde que lo conoció, también sabía que era él que respondía a sus enigmas y eso lo llenaba de una sensación algo rara y satisfactoria.
—"La respuesta es la esperanza PJM" Y ahora te dejo otro, lamento si no es de la índole de tu capacidad, estoy quizá perdiendo mi toque — sonríe y deja otra nota.
Dejó la nota y se retiro, sabiendo que lo resolvería, caminó por los pasillos escuchando los murmullos que lo seguían, cuál velo de novia encarcelado al estigma de los prejuicios sobre su persona, pero sólo había una cosa en su mente, no eran los deslices de las chicas o las miradas de los chicos, mucho menos era ambivalente admiración que creaba su aura de miedo y de poder que se enfundaba entre su contextura, era esa simple danza de los iris de aquel chico que respondía sus enigmas, ese mismo vistazo sin malicia o deseos muy ocultos de una simple revolcada de miradas, quizá sólo eran ideas estúpidas suyas, quizá no, pero si no se arriesgaba nada ganaría u perdería y Jeon Jungkook no era ningún cobarde, podría tenerlo a sus pies, como lo estaba la mitad del estudiantil, pero sabía que Jimin merecía más que simples palabras susurradas y palmas picando por adentrarse en su piel. Su corazón latente por amar o destruirse de nuevo se lo decía y con voces muy fuertes y claras.
Al día siguiente Jimin puntualmente leía la nota, pero en vez de tener una hermosa sonrisa sus ánimos bajaron sin el saber muy bien porque. A lo lejos Jeon veía cómo la sonrisa de Jimin desaparecía a medida que leía su nota y eso lo llenó de esperanza, de fe de que podría lograr algo. Sólo necesitaba tiempo y unos enigmas más. Quizá a la mayoría le preocuparía como es lo lógico, pero para Jungkook era la manera en que la vida le decía que todo iría genial.
Pues Jeon estaba malditamente enamorado de Park Jimin. Desde que su poca memoria le permitía recordar. Claro el dueño de su corazón no lo sabía aún, no sabía de sus puros sentimientos, del sueño que le robó desde que esos pasos suaves y certeros lo atraparon en esa lujosa lujuria que se guardaba él entre las líneas de su poseía dónde el se vendía con tal de poseerlo a él. Desde que se encontraron
Él haría que Park JiMin se enamorara de sí, sólo faltaban pequeños detalles y una semana más. Tomó su móvil y marcó a uno de sus mejores amigos.
— Yoongi necesito que me compres algunas cosas, sí, gracias hermano.
Jeon sonrió por lo bajo sus mejillas estaban destacadas por su sonrisa ladina, unos días más y tendría a su pequeño príncipe para sí. Porque si algo lo destacaba era el estar a un paso adelante de todos siempre, claro ser un calculador y su presa era Jimin y lo cazaria de la mejor manera hasta tenerlo entre sus brazos, porque todo lo que Jeon quería lo conseguía.
Al día siguiente siguió normal, luego de dos semanas al fin pudo llenarse de valor para poner el enigma que lo llevaría al cielo. Pero antes volvió a marcar a su amigo.
— ¿Hyung? — cuestionó dudoso al comenzar la llamada.
— Oh. ¡Hola Jeon!. No soy Min, soy Hoseok, perdón es que él se olvidó de su móvil en el carro, pero si llamas por lo de la sorpresa no te preocupes, ya esta todo listo amigo.
— Gracias Jung — habló suavemente — te lo recompensaré.
— Vamos Jeon, yo soy él que te debe la vida, sin ti hoy no estaríamos a pasos de nuestra libertad — suspiró levemente — los esperaremos, cuídense.
— Ahg... tanta cursilería me da arcadas, sin embargo en serio agradezco todo — rió oyendo a su vez la contraria — pronto lo serán.
Y tras leves palabras más Jungkook cortó, miró su reloj. Tanto tiempo de espera valdría la pena, estaría a minutos de tener a su amado. Porque detrás de leves enigmas se escondían más profundas razones que simples palabras. Se escondían vidas, lágrimas, un amor demasiado real como para poder explicarlo en letras, luego de unos minutos ensimismado vio cómo el rubio ingresó tranquilamente a la biblioteca.
Jimin ingresó sin muchas ganas al lugar, siguió el trayecto hasta ese libro. Delineó sus contornos. Charles Bukwoski; el hijo del demonio.
Encontró su notita, suspiró al leerlo.
Jimin se sorprendió, pensó unos minutos. Lo leyó de nuevo, su mirada viajó entre los confines de aquel lugar. ¿Que estaba pensando, de verdad estaba pensando con claridad? Bueno no podría perder nada sinceramente y no tenia clases, decidió salir y comenzar a pensar de que se trataba el enigma, la verdad no era muy complicado de saber de que se trataba. Si su intuición y sentido común no le fallaban serían árboles, tomó su mochila y salió corriendo a los bosques que quedaban detrás de ese campus
Sabía que buscaba un árbol pero uno en específico, uno que le indicara algo. Las hojas y ramas tronaban ante sus pasos curiosos del porque J haría algo así si se suponía él simplemente dejaba las notas por mera diversión y además según la última nota su corazón ya estaba ocupado, pero no quería quedarse con la duda tampoco de manera que continuó, su vista cuál águila buscaba fielmente lo que sería un lazo. Y lo halló, luego de varios minutos.
Por un árbol de fresno se hallaba un listón verde, corrió y al hallarse frente al viejo trozo de madera divisó una polaroid, la foto mostraba un edificio viejo con luces de neón, con un viejo automóvil rojo estacionado en frente, no entendió muy bien pero luego observó que detrás había otra nota.
Park llevó esa fotografía y comenzó a adentrarse aún más en el bosque buscando esa flor, sabía bien cuál era, los enigmas de J eran sencillos. Era claramente una rosa. Su vista le mostró un camino marcado por pétalos de la misma, se sorprendió gratamente al seguir ese camino carmín, pero pensó ¿porqué J hacía eso?. Si se conocían hacia casi un año, pero solo eran notas sin mucha gracia. Sólo enigmas. Pero lo que Park JiMin ignoraba era el amor silencioso que Jeon Jungkook meticulosamente calculo para sorprenderlo.
Se halló con una laguna, sus pasos lo llevaron allí. Una nota divisó cerca de una rosa despampanante.
Jimin se quedó atónito.
— Los vientos susurran muchos secretos ¿sabías? — esa voz erizó su piel, giró levemente hasta toparse con esa silueta celestial, esos cabellos flotando ante el viento — sólo si sabes oírlos dicen.
Apenas volteó por completo Jimin contuvo levemente el aliento, sus ojos repasaban a ese hombre que sujetaba una rosa algo diferente entre sus manos, eran bonita, pero de color noche, casi contrastando con sus penetrantes ojos que parecían querer poseerlo entre sus hilos.
— ¿Quién...
— Decías que las rosas lilas eran tus flores predilectas y yo te decía que las mías eran las lycoris, sólo por contrastar de manera tan sutil contigo — lo interrumpió el joven aproximándose sin prisa, bajando su mirada, siendo rodeado por las pequeñas mariposillas que exaltaban lo bonito del lugar — nos conocimos de la manera más caótica, te volviste mi obsesión, te odié en la manera en que te amé, descontrolada y posesivamente, te busqué por años, entre almas, entre mis demonios y tú infierno. Me buscaste, me hallaste, me llenaste de ti, nos perdimos mi bebé y ahora no te dejaré ir jamás — suavemente aprisionó sus labios a su mejilla.
Ese leve toque lo paralizó, oía y comenzaba a recordar cosas que no parecían suyas, que eran lejanas, de otra vida y a la vez no.
Al sentir ese sabor agridulce colarse entre sus belfos le mando un electrochoque a su mente. Todo cobró vida ante sus ojos, los cuáles en aquel cuello divisó un tatuaje. Una rosa enredada por una lycoris y una fecha puesta en números romanos.
Se perdió en ese beso sintiendo su pecho a punto de explotar y sus sentidos aflorar ante cada toque. Su lengua saboreaba esa contextura con un tipo de hambruna que no sabía qué tenía, sus manos estaban ansiosas, su cuerpo exigía más piel más contacto más y más. Sus labios se movían con gracilidad y templanza, sus choques eran necesitados, pero cálidos, cómo si antes ya hubiesen sido saboreados por los mismos belfos, sus pequeñas manos acariciaban el filoso rostro del contrario y los de este lo sujetaba de la cintura haciendo que fuera inevitable no caer en la inconsciencia de ese instante.
— Kookie eres tú, Kookie — susurró rompiendo en llanto, de pronto todo en su mente se unió todo por lo que alguna vez huyó, creyó, cuidó se extendió dándole a entender quién era él en realidad.
— Sí príncipe, aquí estoy y esta vez, nada ni nadie nos separará. Ni la muerte misma, esta vez nadie borrará tus recuerdos jamás, venceré a cualquier amnesia y guerra que necesite, sólo si te quedas conmigo.
—
Park Jimin a los 16 años sufrió un accidente automovilístico al lado de su pareja Jeon Jungkook mientras hacían de sus hazañas, a causa de la misma el mayor; Park sufrió un golpe en la corteza prefrontal, causando su amnesia. Jeon Jungkook solo sufrió daños físicos pero nada que con terapia muscular no se pudiese recuperar. Ambos fueron separados por su bien, ya que su amor era aunque aceptado por los padres muy dañino, ya que estaban muy obsesionados el uno por el otro. A Jungkook lo hicieron creer que Jimin lo dejó por otro cosa que hizo que lo odiase, y como Jimin sufría de lagunas mentales sus padres no necesitaron mucho.
Al encontrarse en la universidad Jungkook, luego de meses buscando información constató que él perdió los recuerdos, de manera que trató de acercarse de manera tranquila y meticulosa planeando todo durante un año hasta que llegó el día justo en su aniversario de poder volver a tenerlo entre sus brazos de dónde nadie los volvería a separar.
"Unieron sus vidas en ese eterno contrato de dos almas suicidándose por amor ante la eternidad".
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