" Nunca Viniste Por Mí..."
Esa frase permaneció rondando en su cabeza durante más tiempo del que pudo haber contado.
«Yo aún se mucho sobre ti. Como el hecho de que a pesar de que nunca Viniste por mí... Vendrías por el pretendiente.»
Esas palabras que le dedicó su hijo hace un año nunca abandonaron su anciana mente. Durante todo ese tiempo se encontró a sí mismo meditando acerca del significado de esa frase, pensando día y noche en cuál sería la verdadera razón que Damian tuvo para abandonarlo hace tanto tiempo. Él nunca fue el mejor padre, o al menos no el que hubiera deseado ser. Cometió incontables errores en el pasado y no le alcanzaría una vida entera para disculparse.
Recuerda como Damian desapareció de la faz de la tierra hace años sin decir una palabra, despidiéndose únicamente con una carta que le dejó a Alfred —que por milagros de la ciencia aún seguía vivo en esa época. En cama, pero vivo—. Dicha carta no contenía más que un simple "Espero que comprendan" escrito con perfecta caligrafía. Bruce supo inmediatamente a qué se refería con aquello, sabía que Damian había tomado una decisión y que debía enfrentar las consecuencias de la misma. Y no fue detrás de él para intentar convencerlo de regresar.
Otro gran error de su parte.
Cada día que pasa se arrepiente más de su decisión. Debió haber dejado su orgullo de lado, haber sido valiente y haber ido como alma que lleva el diablo tras su hijo. ¡Debió haber hecho algo! Pero no lo hizo, ya el daño estaba hecho y ninguna excusa ridícula servirían para algo.
Pero necesitaba desesperadamente sacar ese arrepentimiento y frustración de su anciano corazón. Necesitaba que Damian supiera que a pesar de que fue un padre de mierda él aún lo quería. Quería que supiera que incluso después de haber tomado el papel de Ra's Al-Ghul, sus alas seguirían abiertas para él hasta que su corazón o mente dejaran de funcionar.
Necesitaba hacérselo saber a toda costa.
Y es por eso que tan pronto como una misión precisó un objeto en específico que se encontraba justamente en el nuevo hogar de su hijo, él no dudo un segundo en ir. Terry había crecido con cierto rencor hacia su primogénito, digamos que el casi matarlo en su primer encuentro no fue la mejor primera impresión que pudo haber tenido. Además, el recuerdo de Curare continuaba presente en su mente.
Pero Terry aprendió un poco de su historia con el tiempo, y Bruce sabía que ocultaba algo. Pues su actitud cambió drásticamente una vez que lo encontró revisando un anuario antiguo de su padre, Warren, cuando este estudiaba en la Academia de Gotham. Él nunca supo con exactitud el contenido de dicho anuario, pero Terry era un mal mentiroso, especialmente cuando se trataba de algo relacionado con Bruce y su familia.
—¿Estás seguro de esto Bruce? Digo, sabes que él me odia pero no creo que debas venir para prevenir que no me mate o algo así.
Miró de reojo a McGinnis, viéndolo tragar nerviosamente, probablemente pensando que metió la pata al romper el silencio. Y el silencio fue justamente lo que se restauró cuando Bruce no dio respuesta. Pero algo más lo inquietaba.
Acababan de aterrizar en el terreno baldío y letal de Nanda Parbat, estaban preparados para cualquier tipo de ataque proveniente de la Liga al atreverse a pisar su terreno. Pero no apareció nadie, había solamente un soldado esperándolos en la entrada, como si supiera que vendrían. Como si no les importaran su presencia. Caminaron lentamente, desconfiados de la escena que bien podría tratarse de una trampa.
—Mi señor los está esperando en el Gran Salón. Seguidme.
Bruce y McGinnis compartieron miradas desconfiadas, pero decidieron seguir al hombre que no parecía tener intención alguna de atacarlos. Pasaron a través de los pasillos que le traían tantos recuerdos, Talia solía pasear por allí, caminando en dirección a la que era su habitación en ese momento.
Él recuerda a Talia, su piel color canela que había heredado el fruto de ambos, las líneas delicadas y pronunciadas de su cuerpo, el cabello negro deslizándose por su espalda. Recuerda sus ojos, esos ojos cual esmeralda que fueron el mayor regalo que le pudo haber dado al hijo de ambos. Recordaba las noches que pasaron juntos en el trópico con la luna de único testigo.
Pero ahora no era momento de evocar tales memorias, debía mantener su mente afilada y calculadora como siempre. Nunca sabían cuándo los podrían atacar de sorpresa. ¿Significaba esto que no confiaba en su hijo? No, Bruce siempre confió en Damian, pero su primogénito había cambiado más de lo que se dignara a reconocer. Ya no estaba ni siquiera seguro de sí lo conocía tan bien como antes.
La edad lo estaba volviendo sentimental.
Sus cavilaciones internas se detuvieron cuando el sirviente que los había acompañado ahora abría las puertas talladas para dar paso a un salón gigante adornado con varias obras de arte en las paredes y una mesa que se extendía a lo largo de la habitación. Al final de dicha mesa se encontraba Damian, no, Ra's Al Ghul de espaldas a él.
Su hijo ya se había convertido en todo un hombre, imponente como él pero con la misma presencia mortal y elegante de su madre. Bruce sabía que Damian ya había notado su presencia en el lugar, pero aún así no se daba la vuelta para enfrentarlos. Terry estaba listo para atacar de ser necesario, pero justo cuando iba a dar el primer paso la nueva cabeza del demonio habló.
—¿Qué es lo que desean?
—Hay una situación en Gotham que requiere la ayuda de un objeto que se encuentra aquí.
—¿Qué objeto? —inquirió Ra's, sin el más mínimo interés.
—El Cetro de los Reyes.
Él habló sin rodeos como acostumbraba, y Damian se tensó ligeramente al escuchar el nombre de aquella reliquia en específico. Sabía que su hijo se había visto envuelto en varias "encrucijadas" en el que había denominado El Año de Sangre. Una de sus misiones fue robar dicho cetro perteneciente a los antiguos reyes y reinas de la tierra de Bialya. Cetro con el cual Talia tomó control sobre el lugar, autoproclamandose Reina de esas tierras.
—¿Por qué razón precisan de tal objeto?
—Bialya está en guerra con sus países vecinos por las tierras fronterizas, ricas en minerales valiosos. La única forma de resolver un conflicto de tal magnitud es con el Cetro de los Reyes, pues ambos países son muy apegados a sus tradiciones y creencias. Pero todo esto ya lo sabías.
Creyó haber visto una leve sonrisa asomarse en el rostro de su hijo por un breve momento, pero tan pronto como esta llegó se fue.
—El Cetro de los Reyes es un artefacto preciado para la familia Al Ghul. Pero supongo que podemos hacer una excepción por esta vez. Seguidme.
Acto seguido Ra's comenzó a caminar lentamente en una dirección que le resultaba desconocida, con Terry y él tras sus pasos. Pasaron en silencio a través de varios pasillos que no reconocía a pesar de conocer ese lugar a la perfección. Bruce pudo observar mejor a su hijo.
Las facciones de su rostro eran parecidas a las suyas, pero con esas líneas extrañamente afiladas propias de Talia, incluso su nariz, labios y ojos eran como los de la mujer. Ahora Damian era considerablemente más alto, sobrepasándolo a él cuando tenía su edad incluso. Figura fornida pero delgada, se movía con una elegancia y agilidad sobrenatural. No cabía duda alguna que su hijo había crecido para ser un hombre apuesto e imponente, pero algo más había cambiado en él.
Algo más íntimo y personal.
Ya no se parecía al Damian sediento de sangre con el que se había encontrado un año atrás. Seguía siendo estricto, serio y autoritario, con una voz y una presencia que te hacía temblar de pies a cabeza. Pero al mismo tiempo parecía más relajado y libre, feliz incluso. Por supuesto que cualquier persona no hubiera notado tal pequeño cambio. Pero él no era cualquier persona.
A pesar de todo el tiempo que había pasado él seguía siendo su padre, y lo conocía tanto como para asegurar que no sabía algo de importancia para la vida de su hijo. Y eso lo carcomía por dentro.
De repente Damian se detuvo para mirarlos por el rabillo del ojo y luego entrar en una habitación que Bruce reconoció al instante. La alcoba de Ra's Al Ghul. Terry lo miró confundido, pero al ver la expresión pensativa y despectiva en su rostro, desvío la mirada nervioso.
—Esperad aquí.
Su hijo les ordenó con esa voz autoritaria que haría temblar a cualquiera para luego irse a quién sabe dónde. Terry le dio otra mirada preocupada antes de tomar asiento lentamente en uno de los grandes sillones del lugar. Bruce también lo hizo, a su vez analizando cada detalle del sitio que lo hacía sentir cada vez más incómodo.
La habitación era enorme por decir lo menos, tanto que estaba dividida en dos por una pared decorada con grabados típicos de la cultura de los países orientales como aquel. Un amplio balcón daba vista al hermoso y mortal paisaje que las tierras de Nanda Parbat brindaban. En las paredes se encontraban retratadas a modo de pinturas —en las que pudo reconocer fácilmente la firma y estilo de su hijo— las diferentes historias y leyendas que giraban alrededor de la familia Al Ghul. La espaciosa cama estaba adornada con joyas y distintas pieles de animales raras, cortesía del antiguo Ra's Al Ghul, pues si había algo de Damian que estaba seguro que nunca cambiaría era el amor que este le profesaba a los animales.
Pero lo que le resultaba extraño era esa fina pared que resultaba en discordia con el resto del lugar y que no recordaba haber visto antes. Era como una especie de escudo, como si detrás de esa pared grabada se encontrase algo muy valioso que su hijo deseaba proteger. ¿Pero qué podría ser tan importante?
La puerta de la alcoba se abrió para revelar a Damian con las manos vacías, después de todo no habían pasado unos cinco minutos desde que los había abandonado. Su hijo no dijo nada y sin ni siquiera mirarlos se acercó a uno de los cuadros de la habitación, abriendo detrás de él una puerta que parecía conducir a una especie de pasillo secreto.
—Seguidme.
Terry dudó un poco al principio, y no lo culpaba, pero él se aventuró a andar tras los pasos de su primogénito sin temor alguno
Los pasillos eran iluminados levemente por las luces de unas antorchas colgadas de las paredes de piedra.
—¿A dónde conduce esto?
Damian tardó un poco en responder la pregunta que lanzó el nuevo Batman con tal de aliviar un poco la tensión.
—A la cámara que contiene los trofeos del Año de Sangre. Ahora les recomiendo que hagan silencio, a Goliath no le gustan los visitantes que no sean de mi sangre. Especialmente tú, McGinnis.
Bruce pudo sentir cómo Terry atravesaba con la mirada —lo mejor que podía— a Damian mientras seguían caminando en lo que comenzaba a parecer un laberinto. Y de repente la mente de Bruce hizo click.
—¿A los que no sean de tu sangre?
Ante esto Damian sonrió arrogantemente como solía hacerlo.
—Has tardado mucho, padre. La edad te está pasando factura.
El silencio volvió a ellos mientras él intentaba descifrar qué había querido decir su hijo con esa respuesta. Llegaron a lo que parecía ser una especie de caja fuerte gigante vigilada por Goliath, el compañero de Damian por esta difícil e injusta vida y la única mascota que le quedaba después de la muerte de Titus y Alfred el gato.
—Yo soy el único que puede entrar aquí. Goliath los mantendrá vigilados.
Dicho esto la cabeza del demonio se aventuró dentro de la oscuridad para regresar minutos después con el objetivo de su visita.
—Espero que pueda serles de ayuda en su misión.
—Lo será —Terry le contestó de manera mordaz y con una mirada de odio en sus ojos, mirada que no pasó desapercibida para Damian.
—Puedo ver que continúas resentido conmigo, McGinnis. ¿Es debido a Curare?
—Sí, lo es... Aún no entiendo qué hizo que fuera tan malo como para merecer la muerte. ¿Acaso intentó irse de la liga? ¿O le faltó el respeto al gran Ra's Al Ghul? ¿Dime, qué fue lo que hizo?
—Terry —intentó calmarlo, Terry podía controlarse pero en momentos como este, (cuando ese control se iba por la borda) sacaba todo lo que pensaba de su mente sin pensar en las consecuencias. Y esto lo metía en problemas si no tenía en cuenta con quién estaba hablando. Como ahora.
—Curare era una traidora que merecía la muerte a toda costa. Ella se condenó a sí misma sabiendo perfectamente las consecuencias de sus actos. Y no me arrepiento lo más mínimo de haberla hecho pagar como lo hice.
Damian habló con voz monótona pero fuerte. No parecía agradarle el recuerdo de esa mujer lo más mínimo, y hablaba en serio cuando dijo que no se arrepentía de sus actos. Lo que hizo molestar aún más a Terry.
—¡¿Pero cuál fue el pecado tan grande como para merecer la muerte?! ¡¿Qué demonios fue lo que hizo?!
Levantó la voz fuertemente, pero Damian no parecía inmutarse.
—Esa mujer hizo lo peor que alguien puede hacer. Intentó asesinar a sangre fría a alguien muy preciado para mí, alguien que se encontraba indefenso en ese momento. Curare sabía perfectamente que esa persona no podría defenderse y por eso fue tan cobarde y burda de intentar quitar su vida en ese instante. Por suerte un soldado se encontraba cerca y pudo evitar que esa bruja cumpliera su cometido.
—¿Fue por eso que ordenaste su muerte?
—La muerte fue un castigo muy suave para esa bastarda cobarde que se atrevió a tocarlos.
Damian restauró el silencio dando a entender que no volvería a hablar. ¿De quién estaría hablando su hijo? ¿Quién sería tan importante como para convertir a Damian en el asesino lleno de sed de sangre que vieron el año pasado solamente por estar en peligro? ¿Por qué Curare intentaría matar a esta (o estas) personas.? Bruce tenía un millón de preguntas en la cabeza, pero todas se disiparon al escuchar una melodiosa voz proveniente de la alcoba de su hijo.
La voz suave y profunda de una mujer cantaba lo que parecía ser la melodía de una canción de cuna. El simple sonido alejaba todas las preguntas que acosaban su mente y lo relajó de una forma inexplicable. Terry también había escuchado la voz y al igual que él, parecía estar maravillado. Damian en cambio sonrió levemente y apresuró el paso, casi ansioso por volver a adentrarse en su habitación.
Y una vez que pasaron por la puerta Bruce pudo ver claramente por qué.
Sentada enfrente del balcón se encontraba una figura femenina de espaldas a ellos, cargando los que parecían ser dos bultos pequeños en sus brazos. La mujer de larga cabellera negra y violácea y de piel de luna se paró de su asiento una vez que Damian se acercó a ella. Una vez que logró ver el rostro de la joven mujer la realidad cayó sobre Bruce como una roca.
Ella había desparecido un tiempo antes que Damian, y a pesar de que sabía que su hijo y la joven eran cercanos nunca atribuyó la decisión de su hijo con la desaparición de la muchacha. Sabía que la chica fue compañera de su hijo en aquel equipo durante un tiempo, que se habían acercado más de lo que pensaba pero esto ya sobrepasaba su entendimiento.
Ahora y contra todo pensamiento lógico Damian se encontraba abrazando posesiva y protectoramente a aquella mujer que el conoció por el nombre de Raven. Ambos se miraban mutuamente con un amor tan profundo en sus ojos que su anciano corazón casi no podía soportar la escena. Pero lo que más le sorprendió fue descubrir que aquellos bultos que cargaba la mujer eran nada más y nada menos que dos bebés, a los que su hijo besó en la frente con ternura.
Habían muchas preguntas pendientes pero poco a poco comenzaban a tener sentido para él. De alguna manera u otra su hijo había formado una vida con la hija de Trigon, llegando a crear una familia. Ahora su cambio de humor a uno más ligero e incluso feliz tenía más sentido.
Pero eso significaba...
¿Él era abuelo?
Un torbellino de emociones inundaron su pecho cuando la mujer lo miró con esos ojos amatistas y se acercó lentamente a él bajo la mirada atenta de su hijo.
—No esperaba encontrarlo aquí, señor Wayne.
—Raven... Esos son... Acaso...
La mujer le sonrió, asintiendo con la cabeza levemente. Y con ese sencillo gesto Bruce pensó que no sería capaz de aguantar su propio peso por más tiempo. Pronto Damian se acercó más a ellos, y posando suavemente una mano en el hombro de la joven, habló.
—Estos son tus nietos, padre. Conoce a Sahira y Muharib Al Ghul.
Al anciano no pudo retener una rebelde lágrima cuando Raven posó suavemente a sus nietos sobre sus brazos. Los miró con detenimiento, como si fuese la única oportunidad que tendría de hacerlo.
Ambos eran hermosos. La niña tenía la misma piel canela de su padre, pero su cabeza era adornada con hebras negras y violaceas propias de su madre. Y pudo comprobar en cuanto abrió sus ojos que estos eran los mismos ojos que odio durante mucho tiempo, los mismos ojos con los que soñaba durante esas noches en el trópico. Esas mismas gemas de esmeralda con toques de Ámbar que su hijo mostraba orgullosamente.
En cambio, el niño tenía la piel un poco más pálida que su hermana, llegando a ser una combinación perfecta entre la piel de Luna de su madre y la canela bronceada de su padre. Su cabello era justo como el de Damian, y la única diferencia entre él y la niña eran sus ojos. Pues si su hermana había heredado los ojos de su padre él poseía las amatistas con rubí de su madre.
Y luego profundizó en sus nombres.
Sahira y Muharib.
Bruja y Guerrero.
Eran perfectos.
Mientras los movía con suavidad en su pecho, sus Padres los observaban con ternura y orgullo y Terry continuaba con la boca abierta cual pescado, Bruce conectó algunos puntos.
—¿Cuánto tiempo...?
—Acaban de cumplir un año.
Ahora todo tenía más sentido. La plenitud de Damian, la pared en su habitación, inclusive... Un momento... ¿Un año? Entonces..
Oh mierda.
—Ellos son la razón... De lo que ocurrió hace un año... ¿No es así?
Terry lo miró con sorpresa mientras comenzaba a conectar los puntos, y Damian y Raven compartían una mirada llena de dolor y furia al evocar esos momentos. Un leve asentamiento de cabeza fue toda la confirmación que necesitó.
—Fue el día de su nacimiento... Fue un buen día, celebramos hasta que los entrenamientos de la Liga precisaron de la presencia de Damian... Estaba durmiendo con nuestros hijos cuando... Cuando sucedió... Yo... Yo debí...
Raven comenzaba a ceder ante el nudo de su garganta mientras ellos empezaron a entender sus decisiones. Damian colocó una mano fuerte y reconfortante sobre el hombro de su compañera de vida antes de continuar con la explicación.
—Esa maldita los atacó mientras no podían defenderse, pero la magia dormida dentro de los hermanos logró detenerla... Un soldado escuchó el estruendo y entró en la habitación con tal de proteger a los herederos... Antes de escapar la bastarda de Curare dijo que los hijos de una mitad demonio no deberían existir...
—¿Es por eso que enviaste la Liga tras su cabeza?
—La rabia me consumió, yo mismo iba a salir a desacerme de ella cuando el pretendiente invadió mis filas y me informó sobre su muerte... Yo deseaba torturarla, hacerla pagar por haber intentado...
—Damian.
Rachel intentó calmarlo, solamente ella sabía lo que esos recuerdos le hacían a su hijo. Antes pensaba que Damian le había dado la espalda para seguir los pasos de su madre y convertirse en el asesino a sangre fría que su abuelo siempre deseó, pensaba que ya no quedaba nada de su hijo en el hombre sediento de sangre con el que se encontraron hace un año.
Pero ahora...
Ya no podía juzgarlo, mucho menos cuando él mismo sabía mejor que nadie lo que era perder los estribos cuando alguien amenaza de muerte a tu hijo. Aún recordaba lo ocurrido con Nobody hacia tantos años ya... Y si lo pensaba bien desde que el anterior Ra's Al Ghul había muerto, nunca supo nada más acerca de la Liga. ¿Quizás Damian intentaba cambiar lentamente la Liga? ¿Quizás lo que le había enseñado a su hijo sí había hecho mella en él después de todo?
Damian lo miró a los ojos, regalandole una mirada cargada de comprensión y redencion, y como si fuese él y no su esposa quien podía leer mentes le dijo algo que nunca olvidaría.
—Padre, yo no decidí volver a la Liga por contrariarte o por seguir los pasos de mi abuelo ciegamente... Lo hice por que esta era la única manera en la que podría ayudar al mundo... Sin perderme a mí mismo en el proceso.
Bruce sintió su corazón calentarse con estas palabras, sintió como enviaba todo su pasado al olvido para quedarse en el presente. Olvidó todos los pecados de su hijo, todos los propios, y sin dejar a su mente abrumar su corazón, mirando a sus nietos a los ojos, dijo esas palabras que resonaban en su pecho rogando por salir durante tanto tiempo.
—Estoy orgulloso de ti, Damian.
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