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Capítulo 8


Tuve que ir a la sala de emergencias en mitad de la noche y decir que había caí por las escaleras.

Cuando los doctores le dijeron que había perdido el embarazo debido a mi supuesta caída se mostró muy triste y arrepentido, pero no le creí.

Pasó la siguiente semana en plan amoroso, considerado y romántico.

Incluso hasta se tomó unos días libres del trabajo para atenderme ya que no quería que mi madre se hiciera cargo. Todo el mundo pensó que lo hacía porque me amaba y quería cuidarme.

Pero yo sabía la verdad detrás de sus intenciones: tenía miedo de que yo le dijera a alguien sobre lo ocurrido.

—Toma —dice mi acompañante, lo cual me sorprende. Su voz es melodiosa y por alguna extraña razón me hace sentir en calma —, es muy impactante y triste lo que me cuentas. Este... ¿te puedo hacer una pregunta? —inquiere y la noto nerviosa. Se queda en silencio en espera de mi respuesta. Yo me limitó a asentir para no interrumpirla, después de todo lleva todo el rato callada, simplemente escuchándome—. ¿Después del accidente, no volviste a quedar embarazada? ¿O es que ya no puedes tener hijos debido a alguna complicación?

—Luego de eso en secreto iba todos lo meses a un pequeño dispensario para que me administrarán una dosis de la vacuna anticonceptiva. Aunque la doctora me recomendó usar la mini píldora me rehusé, no podía arriesgarme a que un día él las encontrara ya que luego de esa pérdida se obsesiono con la idea de que quedara embarazada. Pero no estaba, ni estoy, dispuesta a traer un niño al mundo bajo las condiciones de mi matrimonio.

—Tengo otra pregunta para ti, si no es molestia —dice ella.

—No, adelante. No me molesta —respondí. Ya se me estaba haciendo muy raro solo hablar yo.

—¿Recuerdas algo de lo que pasó anoche? —pregunta ella. La miro extrañada y confundida a partes iguales. ¿Por qué pregunta eso?— ¿Qué es lo último que recuerdas haber hecho anoche?

—¿Lo último que recuerdo? —digo en voz alta más para mí misma, ella espera por mi respuesta pacientemente.

A mi memoria llegan imágenes fugaces de lo sucedido anoche.

Recuerdo haber preparado la cena y lo nerviosa que me encontraba pues tenía algo importante que decirle, pero ¿qué? ¿Por qué estaba nerviosa?

—Sabes, nuestro encuentro de hoy no ha sido por casualidad —dice ella sacándome de mis pensamientos. Mis ojos están abiertos de par en par debido a la impresión que me provocan sus palabras.

No sé qué pensar.

—¿A qué te refieres? ¿Cómo podrías haber sabido que hoy saldría de compras? —inquiero alterada. Hoy decidí salir de casa justo después de levantarme.

Decidí que hoy sería el día que tomaría control de mi vida, un nuevo día para empezar de cero, así que, ¿cómo podría alguien saber mis planes incluso antes que yo?

—Tranquilízate y mira a tu alrededor, ¿no se te hace muy extraño que solo estemos tú y yo en toda la plaza? —Hago lo que me dice y dejo pasear mi mirada por la plaza dándome cuenta de que tiene razón, es como si la camarera que nos atendió y las demás personas que rodaban por la plaza fueran una mera ilusión—. Intenta recordar Camila, será más fácil de esa manera.

Ante sus palabras vuelven a mi mente imagines de la noche anterior: nos sentamos a la mesa y comenzamos a comer. A mitad de la cena saqué a relucir el tema del que quería hablar con él desde hacía unas semanas.

Quiero el divorcio, le dije y eso es todo lo que recuerdo. Esas fueron mis últimas palabras y luego nada. Después de eso mi mente está... en blanco —para este momento, estoy más que confundida.

—Ciertamente esas fueron y serán tus últimas palabras —concluye ella tomándome de la mano. Al sentir su toque vuelven a mí los recuerdos que hasta hace un momento no tenía.

Y así como así todo tiene sentido: lo dolorido de mi cuerpo al despertar, lo que paso luego de mi declaración de querer el divorcio, la presencia de esta chica en el centro comercial y por qué nuestro encuentro es cualquier cosa menos casualidad.

Con la respiración agitada y el corazón a mil por hora comprendo todo.

Decidí empezar nuevo, pero mi decisión llegó tarde.

Porque quién dijo que nunca es tarde para empezar, mintió.


Hoy es aparentemente otro día normal en la vida de la señora María. Se levantó a la hora de siempre y comenzó su rutina de todos los días.

Preparar el desayuno para ella y su esposo Miguel.

—Buenos días amor —dijo él al llegar al desayunador. Llevan más de 30 años casados y ni un solo día de esos le ha dado los buenos días de manera diferente.

Con una mano toma su taza de café mientras que con la otra agarra el primer periódico dejando pasear su vista por la primera plana del mismo, sin mirar nada en concreto, solo un vistazo superficial hasta que una imagen llama su atención.

En la parte inferior derecha se encuentra la noticia de que la policía encontró el cuerpo apuñalado de una joven mujer en su casa, al parecer ha sido su marido, quien ya está detenido, quien la ha asesinado.

El señor Miguel queda estupefacto al leer los nombres de la víctima y el victimario pues no puede creer que sea cierto. Su mente se niega a aceptarlo.  


Fin.

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