Día 2: Caricias.
Remedio mágico.
¿Qué sucedía?, no tenia ni la mas remota idea de que era lo que estaba pasando en ese momento, su corazón estaba latiendo como un loco, nunca de los nuncas había sentido una sencacion parecida a la que ahora se adueñaba de todo su ser, ni siqueiera cuando tenía que decirle a sus padres que había reprobado el examen de química, esta vez era algo más.
Quería salir corriendo de ahí, quería escapar de todo cuanto lo rodeaba en ese momento, quería escabullirse como un conejillo asustado pero no podía, se había paralizado, sus piernas no le respondían y la mirada azulada que estaba sobre él no ayudaba mucho que digamos.
Había salido corriendo de su salón de clases gracias a los idiotas que se empeñaban en molestarlo, le hacían sentir miserable, inútil, bueno para nada, un niño mimado, pero no, Afrodita estaba lejos de ser esa clase de persona, no era el mas listo de la clase pero sus notas tampoco eran una desgracia, se mantenía al margen y siempre hacia lo posible por mejorar.
Su único defecto... ninguno, no tenía defecto alguno, era la convinacion perfecta de un muchacho responsable pero con gusto por las fiestas y la divercion, apreciaba tanto la música clásica como el rock, vestia de manera elegante y pulcra pero a la moda, era perfecto, si, lo era, pero no para los ojos de sus compañeros que decían cosas horribles de él.
Harto de esa situación tomó sus cosas y salió a todo lo que le daban sus pies, bajaba las escaleras sin prestar atención a los escalones, grave error, su prisa fue más que su atención en el suelo que ahora era disparejo, piso mal y gracias a eso resbalo cayendo de manera abrupta por los escalones faltantes, doce para ser exactos, se levantó con un inmenso dolor en las caderas y en la espalda, ese había sido el golpe más fuerte que había sentido en toda su vida.
Quiso caminar pero el dolor se lo impedía, como pudo se recargo en la pared, suspirando y haciendo muecas, maldiciendo a sus agresores, maldiciéndose a él mismo, maldiciendo su vida y la hora en que no se fijó por donde caminaba, su celeste mirada se alzó buscando consuelo en el alto techo de la institución.
Bajaba las escaleras a prisa, escucho desde el pasillo un golpe, eso había sido alguien cayendo de las escaleras, Ángelo había escuchado todas las cosas que le decían a Afrodita, en un pasado no tan distante él se quería unir a las burlas pero no lo hizo, suficiente tenia con sus notas bajas como para sumar problemas de conducta a su historial en el instituto, se detuvo a mitad de las escaleras observando como el de ojos celestes se apoyaba en la pared tratando de aguantar el dolor.
Camino un poco más lento, sin despegar la vista de ese joven que ahora tenía su par de jemas celestes cerradas a causa de las sensaciones propinadas por la gravedad, su torpeza y el suelo; se acercó y en un acto reflejo Afrodita abrió los ojos topándose con el rostro de Ángelo.
— Vamos, ¿Qué esperas para burlarte de mí? — Dijo y espero por un momento que de la boca de su acompañante saliera una ofensa.
Para su sorpresa no pasó lo que imaginaba, vio la sonrisa más sincera, ¿qué sucedía?, no tenia la mas mínima idea, el dolor que sentía se hizo más fuerte y de sus ojos comenzaron a salir lágrimas, en acto inconsciente Ángelo comenzó a tocar de manera suave las mejillas de Afrodita, un pequeño rato más se quedó así, disfrutando de la suave caricia en su piel, ¿Qué importaba lo que habían dicho de él hace unos momentos?, que se los coma el kraken o algo, esa caricia en su mejilla le mando un mensaje silencioso que entendió a la perfección.
Por más dolor que haya, siempre, siempre habrá una caricia que te devuelva el honor perdido y aunque no ayude mucho físicamente, en el interior es un remedio mágico.
Dan R.
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