Capítulo 39
Desde la primera vez que escuchó su nombre en aquella reunión en WayL, Lee Taeyong no le agradó. Cuando se apareció sin avisar en su casa, quiso degollarlo, su presencia, su aroma, todo él le daba vibras negativas. El día que cerraron el primer acuerdo e incluso dos noches atrás cuando tuvieron aquel violento enfrentamiento, quiso matarlo y ahora se arrepentía de no haberlo hecho.
No entendió muy bien su reacción, todos estaban al pendiente de su marca y por un momento creyó que estaba relacionado a esta. Rebobinando su memoria, llegó al momento en que lo vio arrugar su nariz con molestia, cayendo en cuenta que seguramente lo que sintió fue el olor de su destinado en él.
Quizás esa era la tensada fricción que había entre ellos, que de alguna forma, ambos estaban destinados a Taehyung, con la gran diferencia de que ellos dos se habían escogido, fueron creando su relación con una base, sus sentimientos, no lo místico. Algo muy diferente a los dos licántropos que veían ahora, no se escogieron, fueron designados por plantilla.
No eran humanos, la batalla contra sus instintos, su especie y todo lo que esta representaba era larga y jamás ganarían la guerra, solo pequeñas batallas dependiendo del frente. Podrían arreglar o intentar mejorar una cosas, otras simplemente no podían modificarse.
Él también era un alfa, un lobo y entre lobos se entendían, comprendía lo diferente que era acostarse con cualquier persona por decisión propia y con un destinado que no esperas. Cuando vio a Seokjin por primera vez, todo fue como un interruptor que se apagó y lo dejó actuando como robot.
No estaba con nadie en ese entonces, Taehyung solo vivía en su memoria y no sabía si todo hubiese ocurrido diferente de haber estado juntos. Los únicos destinados que conocía que no se habían acostado el día en que se conocieron por casualidad, eran Namjoon y Jimin.
Sucedía diferente con aquellos que ya habían estado interactuando con anterioridad, porque sus animales y ellos se iban adaptando, muy diferente a cuando aparecían de la nada, justo como Seokjin o ese imbécil que frente a él yacía desmayado. La entrada en un estro agresivo impulsado por el destinado, debía siempre ser liberado, como Namjoon junto a Hoseok cuando se encontró con su omega, pasarlo completamente solo, principalmente para un alfa, era imposible.
Muchos perdían la cordura, casi como la perdió él encerrado en aquel cuarto de seguridad después de encontrarse con el lobo blanco. Pudo soportarlo porque ya había pasado la primera rutina impulsada por calor del contrario cuando se conocieron más de una década atrás. Si no hubiera sucedido, lo más probable hubiera sido perder la razón como una bestia descontrolada que exigía aquello que despertó esa calurosa y sofocante rutina.
Sin embargo, nada de eso aliviaba el dolor que lo carcomía o la decepción que lo desgarraba. Porque en esas circunstancias, el fino límite estricto entre la lealtad y deslealtad, fidelidad e infidelidad, era todo lo que importaba, eso que tenía su alma en contradicción. Tener conocimiento de primera mano lo ayudaba a comprender algunas cosas pero otras no.
— J-Jungkook... M-Mi amor yo no, es decir... — Todo Taehyung temblaba, las palabras morían antes de poder organizarlas o decir. Porque era su sentir mezclado con el del pelinegro y no sabía dónde comenzaba uno y terminaba el otro. Demasiado confuso todo, ocurrió tan pronto que por momentos esperaba que eso no fuera más que un sueño como tantos otros.
Con sus lágrimas cayendo y un asco que lo azotaba tan fuerte como la rabia o instintos más crueles, el pelinegro se puso de pie. Taehyung herido intentó acercarse, pero él solo se echó para atrás y luego lo empujó cuando siguió acercándosele. No quería que lo tocara, todo se sentía sucio y no era por la sangre.
Su marca comenzó a arder, tanto que lo primero que hizo fue encajar las garras a su alrededor para removerla, tal cual lo había hecho Jin. Lo intentó, pero no lo logró, no frente a la mirada dolida y desesperada del castaño que no debería afectarle. Todo lo que atinó a hacer fue transformarse, saltar por la misma ventana donde lanzó a Jimin y alejarse de allí corriendo sin importarle si Taehyung era socorrido o no. No lo mató con sus propias manos, pero no interferiría si ese destino que le dio a su destinado así lo deseaba.
Desde aquello que sucedió once años atrás, todo lo que ocurrió una vez que se reencontraron, nada de eso debía haber pasado. No era alguien totalmente feliz, tampoco pleno, pero dejando de lado todas las cosas con las que tenía que lidiar diariamente, estaba conforme con su vida.
Sus hijos, su manada, en eso se dividía su cerebro y corazón, sin Taehyung en el mapa, toda su vida hubiese sido más sencilla, incluso podía haberse enamorado de Seokjin si su corazón no hubiera sido robado por el castaño años antes de encontrarse con su destinado.
Es que no lograba procesarlo o comprenderlo del todo, ese que se convirtió junto a sus hijos en una de las cosas más sagrada de su vida, estuviese rompiendo el libre bosque en forma de templo que su corazón le entregaba. Quería matar a Taehyung, aun cuando eso era solo un pensamiento que no deseaba realmente ejecutar.
Creyó poder cansarse al recorrer esa distancia que separaba a las manadas Nala y Bul, nada más incierto. Bajo la nevada que comenzó a caer y ya en sus tierras, Jungkook se dedicó a cazar sin matar innecesariamente, buscando solo cansarse y dejar de pensar.
Necesitaba borrar de su mente aquellas imágenes, dejar de escuchar las palabras de Taehyung, precisaba urgentemente quedar en blanco. No lo logró de ese modo, hasta que no derribó un antílope, descargando en ese animal toda su furia contenida y, cuando finalmente dejó de respirar, sacudió una última vez su agarre y abrió su boca, liberando el cuello de ese antílope asiático.
Ellos no mataban o cazaban solo por diversión, lo hacían por necesidad, tal cual los lobos que no tenían la posibilidad de la licantropía y tenían que permanecer siempre en la misma forma. Por eso, arrastró al antílope hasta los bordes de su mansión, dejándoselo de regalo a algunos de sus hombres que velozmente se transformaron para comenzar a alimentarse.
— Toma, deberías cubrirte. — Hoseok llegó a su lado para entregarle una bata que aceptó sin dirigirle palabra o tan siquiera una mirada. — ¿Todo bien?
Entrando por la puerta de la casa, un kappa de ojos verdes brillantes y caninos que resaltaban se lanzó sin poder evitarlo hacia Jungkook, tomando al peli naranja desprevenido. El problema fue que el alfa no estaba de humor para contemplar la posibilidad de contenerse, su enojo seguía reverberando en la superficie de su ser.
— ¡Lezle! — Exclamó Yoongi levantándose del suelo en el que cayó cuando Jungkook le pegó, yendo una vez más hacia él. — Hueles a esa desgracia, hueles a Lezle.
— No sé si estás completamente demente o desarrollaste algún síndrome que no te deja vivir sin pensar en ese hombre, obsesionado con él, pero en este momento, todos ustedes, el ártico e incluso la Diosa Luna se pueden ir a la mierda. — Con despotismo escupió esas palabras empujándolo, logrando que Hoseok se decidiera finalmente a intervenir para que no ocurriera mayores. — No estoy para tu jodida dosis diaria de locura, déjame en paz. ¡Todos déjenme en paz por un puto día!
No era un felino, pero podían asegurar que aquel grito se escuchó como un rugido escuchado fuerte y claro. Tan alto como esas palabras que tal vez salieron más hirientes de lo que hubiese pretendido en otro momento. Yoongi estaba jadeante, casi entrando en un ataque de pánico, mas todo lo dicho burbujeaba en sus oídos, sacándole las lágrimas. Porque quizás el Bul no estaba del todo equivocada y él si había desarrollado algún síndrome por su hermano, siendo que aún después de no verlo por tanto tiempo, el olor de todas sus mierdas seguía invadiendo sus fosas nasales en un sitio que nada tenía que ver con él.
— Cariño, sé que lo que dijo fue cruel. No quiero justificarlo, pero cuando estamos enojados muchas veces no medimos las palabras que decimos, no calculamos el daño que podemos hacer con estas y que, muchas veces, es incluso irrevocable. — Comentó abrazando al kappa que a él se aferraba, acariciando su cabeza, dejándole saber que estaba ahí con él. — Prometo que hablaré con él una vez que su molestia merme, no creo que sea momento de imponérselo.
— S-Solo vamos a nuestra habitación.
— Vamos.
+++
Toda una semana había pasado desde lo ocurrido, la navidad finalmente había llegado aunque los aires fueron muy diferentes a los que por mucho tiempo esperaban. Todos los eventos que serían realizados para las manadas siguieron su curso, en dos de ellas, los líderes no estuvieron incluidos. La celebración no era algo que los Alfas Bul y Mul desearan.
Sentado en una esquina de su ducha, Jungkook lloraba en silencio. No podría pasar la navidad con sus hijos, tampoco con el Theta como él en algún momento quiso. Ya había recibido los papeles de su divorcio, esos que pensaba entregarle a Taehyung como un presente junto a un anillo que el día anterior había recibido.
Le tomó por sorpresa cuando el Mul le dijo para casarse, él no quería comprometerse dado que era extremadamente pronto para entrar en otro matrimonio, pero la idea no le desagradó en lo absoluto. Porque aunque no le ofrecería una boda inmediata, sí le iba a entregar ese anillo que contemplaba en el suelo de su ducha a varios centímetros de él.
Ahí estaba, ese era el único momento que tenía para llorar sus penas, su frustración y dolor, algo que en esa semana solo había hecho tres veces. El día en que todo aquel desastre se dio, dos días después mientras se duchaba justo como en ese momento en que se podía permitir volver a llorar en silencio, dejando que sus lágrimas fueran borradas por el agua fría que lo azotaba. Su alarma sonó y ese fue su indicativo, era el momento para dejar al Jungkook dolido de lado y volverse a poner el traje del inquebrantable Alfa Bul.
Cerró la pequeña caja donde guardaba la joya, una mezcla de la alianza que llevó su padre omega y la que llevó la dseta que le dio la vida al hombre del que se enamoró. Llevaba grabada los símbolos de las tres manadas a las que pertenecían, Agua, Fuego y Ártico.
Se puso de pie, cerró la ducha, alcanzó la toalla que lo secó y envolvió en su cintura para dirigirse a su cuarto de vestir. De forma predeterminada comenzó a seguir su ritual para ir a su empresa. Primero los productos especiales para licántropos y el cuidado de sus pieles. Se peinó, vistió y por último colocó los accesorios antes de suspirar e ir por su teléfono.
— Hola, has llamado bien temprano... — Habló Seokjin por la cámara. — Tus hijos aún están dormidos, debes darme un momento para despertarlos.
— No los despiertes entonces. — Musitó comprobando el reloj en su mano frotando su rostro. — Déjalos dormir un poco más, yo los llamaré cuando avance el día. ¿Recogiste todos los presentes?
— Sí, seguí todas las indicaciones. Estas serán las primeras navidades que no pasarán contigo en lo absoluto, seguro te extrañarán.
— Como yo a ellos, cada día yo... — Sin poderlo evitar, la voz de Jungkook se perdió y sus lágrimas descendieron.
Fueron limpiadas con prontitud, no suficiente para evitar que ese omega que desde el comienzo lo miraba con suspicacia lo notara. Cualquiera podía cometer un error, sin embargo su exesposo era el que menos los cometía, no cuando se trataba de sus hijos. Él nunca hubiera llamado a las 6:30 a.m. para felicitarlos, ni siquiera en sus cumpleaños.
— ¿Jungie, todo bien? — La preocupación teñía la voz de un rubio que se cercioraba de cerrar la puerta de su habitación por esa extraña razón de que a ninguno le gustaba que sus hijos los vieran o escucharan llorar. — Hey.
— Sí, todo bien yo solo... Los extraño mucho, sabes. Han sido una bendición en mi vida desde que me enteré de que se estaban formando en tu interior. Me llenaron de una dicha incalculable y continuamente me siento que les estoy fallando. Incluso a ti te fallé desde el primer día al ser tan despegado emocionalmente debido a que la mayoría de mis sentimientos amorosos fueron robados por alguien que desconocía y que solo vi una vez...
— Oye, a nosotros nunca nos has fallado, nunca. Fuiste sincero conmigo, me respetaste más de lo que yo pude respetarte a ti. En otras manadas, incluso en tu manada hasta pocos años antes de que nos conociéramos había un régimen en el que yo no hubiera sobrevivido, uno que cambiaste para bien. Nos has estado cuidando desde antes de que entráramos en tu vida, lo sigues haciendo. No dudes jamás eso, eres un excelente alfa, el mejor de todos. No por gusto eres el Alfa de Alfas.
— No me siento así.
— Pero lo eres, todos ven tu poder, pocos tu verdadero yo, pero quien lo llega a conocer, se enamora perdidamente de ti. Ya sea como pareja, amigo o familia, todos quedan prendados de ti. Supongo que tienes problemas con tu alfa, no voy a preguntar detalles, pero confío en ti lo suficiente como para decirte, no te preocupes por absolutamente nada. Todo estará bien. ¿De acuerdo?
— De acuerdo. — Asintió el pelinegro mirando hacia arriba para parpadear y retener sus lágrimas. — Ya debo finalizar la llamada, hablaremos más tarde cuando llame a los niños. Les mando un beso enorme a los tres, cuídense.
— Lo haremos, cuídate tú por allá. Saluditos...
Nada había cambiado, pero esa llamada le asentó muy bien. De alguna manera escuchar a su omega destinado siempre fue tranquilizante, le ofrecía una superficial calma que apreciaba. Un sentimiento muy diferente al que el theta le causaba, lo energizaba, mantenía a cada momento activo y hasta en los instantes más tranquilos, la emoción no faltaba. Su corazón siempre latía animado y feliz a su lado.
— Maldición, vuelvo a pensar en él. — Golpeó su puerta sin utilizar toda su fuerza y exhaló con pesadez, procurando tranquilizarse. Cuando llegó a la planta baja, ya Namjoon lo esperaba, listo para acompañarlo a la oficina. — ¿Hoy tenemos alguna reunión?
— Nadie agenda reuniones en un día como hoy, la mayoría de nuestros trabajadores también están de feriados. No hay mucho que hacer en la empresa en general aunque nosotros siempre tengamos algo de lo que ocuparnos.
— Bien, así podré despejar la mente sin tener que lidiar con las personas.
+++
— Feliz navidad, Alfa. — Adormilado como estaba, luego de lograr conciliar el sueño pasadas las siete de la mañana, Taehyung arrugó su frente y separó el teléfono de su oído para mirar el número, notando que se trataba del Alfa Lee, su destinado. — ¿Cómo estás? No hemos podido hablar en estos días, ni siquiera pude agradecerte que me cuidaras y ayudaras a llegar al aeropuerto. Pude haber muerto de no ser por ti.
— Oh sí, ¡feliz navidad! — Respondió virándose boca arriba en su cama cerrando sus ojos confundido. — He estado muy ocupado esta semana, también tuve que recuperarme aunque no estaba tan malherido como tú. — Bostezó sin saber qué era exactamente lo que le causaba su voz. — Me alegro de que hayas llegado bien a Australia.
— ¿Vendrás a verme? Puedo ir también a China, por ejemplo, aunque sigue siendo territorio del Alfa Bul, ahí no tengo prohibida la entrada.
— Sigo sin entender por qué te vedaron el ingreso al país, es decir, el propio gobierno te lo prohibió.
— Los hilos de Jeon Jungkook llega a las más altas esferas. — Eso Taehyung lo sabía muy bien y también comprendía perfectamente el motivo para prohibirle la entrada, en su lugar hubiese hecho exactamente lo mismo. — No por gusto está en esa posición tan difícil de alcanzar.
— Sí, definitivamente. — Le dio la razón mirando la hora. — Taeyong, ¿puedo devolverte la llamada más tarde? Tengo cosas que hacer.
— De acuerdo, mi amor.
— ¿P-Podrías no llamarme así? — Mordió su labio y cerró sus ojos. — No quiero ofenderte, es solo que, ya sabes, nos acabamos de conocer, ni siquiera somos algo. Te ofrecí mi amistad, pero como te dije cuando te despedí, tengo pareja, he cerrado mi vínculo y todo esto es algo que debo procesar. Eres mi destinado, sí, pero no puedo cortar lazos que ya había formado. No es correcto que utilicemos este tipo de tratos, así que por favor.
— Sí, Alfa, lo siento. En verdad lo olvidé, es... Es muy difícil para mí porque eres mi destinado, aún no entiendo muy bien cómo, mas nada de eso me importa, solo esto que siento en mi interior. Lamento si te incomodé, no fue... No fue mi intención, trataré que no vuelva a ocurrir. ¡Feliz navidad!
Antes de poderle responder, la llamada finalizó y Taehyung suspiró antes de que fuertes dolores fugaces invadieran su cuerpo, retorciéndolo al punto de hacerlo transformarse. Solo así se calmó y varios minutos después pudo retomar su forma humana.
— ¿A dónde vas? — Preguntó Jimin dejando de comer la carne que sostenía en su plato mientras en pie miraba por la ventana de la cocina. Lo dejó sobre la mesa relamiendo sus dientes para sacar cualquier resto de la misma y salió corriendo para seguir al Theta. — ¿A dónde vamos?
— No tienes que venir conmigo. — Fue todo lo que dijo, aun así, el pelirrojo lo acompañó, sintiendo un gran déjà vu invadirlo a medida que se adentraban al territorio Bul.
— Mala idea, esto es una malísima idea, Tae. — Negó cuando el castaño entró al estacionamiento de la empresa de Jungkook. — ¿Lo llamaste? ¿Quedaron en verse o estamos invadiendo su propiedad como la primera vez que estuvimos aquí?
— Descuida, no tendrás que seducir a nadie.
— Eso no me tranquiliza en lo más mínimo. — Replicó descendiendo junto al theta, dando una pequeña carrera para alcanzarlo. Encerrados en el elevador, Jimin le enviaba mensajes a Namjoon que no estaban siendo leídos y, cuando las puertas finalmente se abrieron, el alfa peligris estaba frente a ellos. — No me preguntes. — Murmuró cerca de su oreja cuando pasó por su lado.
Intentó detener a Taehyung, no tuvo éxito. El castaño no se detuvo hasta que no abrió la puerta de la oficina de Jungkook y se detuvo frente a él, entrando en un contacto visual que paralizó todo a su alrededor.
¡Feliz Navidad! 🎄🎁
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