
50. Sin lágrimas
📆 UN PAR DE DÍAS DESPUÉS
-Aquí sales muy bien. Es que hija, tú hasta en chándal estás de escándalo -Luara le da otro mordisco a su napolitana de chocolate, mostrándome en su móvil una de las fotos que circulan por las redes sociales, mía y de Jude.
-Me da igual. No pienso vestirme cuando salga a la calle pensando en si me harán o no fotos -le arrebato la napolitana a mi amiga, dándole yo esta vez, un buen bocado, del que me llevo bastante chocolate- yo paso.
-La "profe sexy" que te llaman -le gruño a mi amiga al ver como se ríe de mi tan descaradamente.
Desde que Jude jugó la Eurocopa, la prensa me ha prestado más atención. De hecho, casi todo el mundo sabe que trabajo en el club, y que soy la cuñada de Nacho Fernández. También han descubierto que aquí fue donde nos conocimos. Más de una vez me he encontrado algún periodista por la calle, pero, he decidido pasar de ellos y no contestar a ninguna pregunta, manteniendo mi discreción habitual.
-Oye, ¿tú crees que debería comprarme ya el vestido para la boda de Mario? -Luara y yo caminamos por los pasillos de la planta baja, dirigiéndonos ambas al aparcamiento, donde las dos hemos quedado con nuestros novios.
-Yo esperaría por lo menos hasta el mes que viene, ¿tienes alguna idea?
-Pues... no. Pero tengo la suerte de que mi mejor amiga trabaja en una tienda de ropa y seguro que ella me aconseja muy bien -le guiño un ojo a Luara y ella me contesta abanicándose el rostro con su mano de forma teatral.
-Vas a ser la madrina. Tienes que ir fabulosa -Luara se lleva un par de dedos a su barbilla, evaluándome bastante pensativa, durando su escrutinio solo un par de segundos- algo rojo, ¿Qué te parece?
-Uy, ese es el color favorito de Jude -una sonrisa maliciosa se forma en mi rostro al recordar como mucha de mi ropa interior es de ese color porque él dice que le pone mucho verme con ese tono.
-Pues rojo te quedaría genial. Si quieres...
-¡Lorena! -el grito de Judith viniendo hacia nosotras hace callar a Luara.
Mi compañera luce un expresión bastante ofuscada mientras se dirige hacia donde estoy. Desde que la mandé a la mierda hace unos días, apenas nos hablamos, teniendo lugar la mayoría de nuestras conversaciones en el trabajo.
-¿Quién te crees que eres para decirle a Eduardo lo del embarazo? -apenas son centímetros los que me separan de ella, pues Judith ha venido hacia mi como si fuera un toro que acaba de salir a la plaza.
-¡Eh! ¡que corra el aire! -le grita Luara poniéndome una mano en el brazo y tirando de mi para que Judith deje de estar tan cerca mía.
-Yo no le he dicho nada -le contesto manteniendo la postura, pues no pienso dejar que me avasalle como el otro día.
-Sólo lo sabías tú y Adri, así que... -ella alza sus manos acusándome de nuevo. Aprieto mis labios porque odio que me echen la culpa de algo que no he hecho.
-Y yo también lo sabía -la potente voz de Jude irrumpe en el pasillo donde nos encontramos. El rostro de Judith se tensa, cambiando su mirada de mi hacia mi novio- y resulta que Eduardo es mi amigo y me dio la gana de decírselo, ¿pasa algo?
Mi compañera apenas es capaz de hablar y se pone lívida ante la presencia de Jude, quien, se ha colocado a mi lado, pasando un brazo por mi cintura, atrayéndome hacia su cuerpo como si quisiera protegerme de ella.
-En vez de estar echándole en cara a mi novia que no guarda tus "secretillos", preocúpate más por las consecuencias de tus actos -Jude le da una airada mirada a Judith y me insta a caminar ignorando a mi compañera. Alzo mi cabeza mientras ella baja su mirada y desaparece del pasillo con destino incierto.
-Me alegro de que se lo hayas dicho a Eduardo -le digo a Jude a la vez que caminamos para salir del edificio- ¿Cómo ha reaccionado?
-Digamos que muy feliz no está. Pero, por lo menos ya lo sabe. Siento habérselo contado -pongo una de mis manos en su brazo sonriéndole con complicidad.
-En ningún momento ella me dijo que no contara nada, y aunque lo hubiera hecho, no se merece que le guarde ningún secreto y mucho menos, algo así.-le respondo encogiendo mis hombros.
-¡Eh, par de dos! ¿Judith está embarazada de Camavinga? -ambos miramos a Luara, la cual luce muy sorprendida por lo que acaba de escuchar. Tanto Jude como yo asentimos a su pregunta, dejándola aún más perpleja- dios, esta noche me tomo pastilla doble.
📆 MÁS TARDE
Me río al ver como Jude ha tirado al suelo por segunda vez, la misma bolsa. Recibo una airada mirada de su parte antes de agacharme y recogerla.
-Tienes una risa malvada -me señala él mientras ambos caminamos hacia el comedor para dejar encima del sofá todo lo que hemos comprado.
-Pero, ¿a qué te pone? -le guiño un ojo a la vez que le tiro un beso haciendo que él mueva su cabeza de un lado a otro, esbozando una sonrisa.
-¿Te gusta todo lo que hemos comprado? -Jude se acerca hacia donde estoy, deslizando sus manos por mi cintura. Tira de mi, hasta que mi cuerpo se presiona al suyo, teniendo que poner mis manos en su pecho notando la calidez de este a través de su camiseta.
-Todo. El edredón es muy bonito, estoy deseando que nos lo hagan para ponerlo en la cama.
Su sonrisa se ensancha aún más tras mis palabras. Sé que él ha disfrutado viéndome elegir cosas para nuestra casa. Han sido pequeños detalles que hacen que ésta casa tenga mi toque, y si, hemos comprado un edredón que nos lo están haciendo, compañero a unos cojines, y hasta unas cortinas que vendrán a medir en unos días.
-Me encanta verte con esa sonrisa. Te veo tan feliz -mis dedos suben hasta perderse en la parte de atrás de su cuello. La suavidad de este hace que mis yemas lo acaricien lentamente para poder disfrutar más de la calidez de su piel.
-Es que lo soy, Jude. Ya sabes como ha sido mi vida, y lo mucho que me cuesta adaptarme, pero tú -me pongo de puntillas hasta rozar mis labios con los suyos y dejar un pequeño y breve beso en ellos- me lo haces todo más fácil.
-Te quiero.
-Y yo a ti.
Cruzo mis dedos por detrás de su cuello y busco poner mi cabeza en su pecho. Los calmados latidos de su corazón son los que siempre marcan el ritmo del mío. Pausados. Tranquilos y a la vez, contundentes.
-¿Quieres que pidamos algo de cenar? -me propone él separándome con mucha delicadeza de su pecho.
-Nop. Yo haré algo de cenar. Me apetece mucho una ensalada con un montón de cosas, y si quieres, podemos hacer ese pescado a la plancha que tanto te gusta -me encuentro con una coqueta sonrisa en la cara de Jude nada más comentarle mis planes para la cena. De nuevo tira de mi cintura, para poder acercarme a su cuerpo- ¿qué?
-Que me encanta todo esto, joder. Tengo 21 años. Tengo novia. Vivo con ella y estoy encantado de la vida.
Jude baja su cabeza y aprisiona sus labios con los míos. Un suspiro roto se escapa de mi garganta cuando siento sus manos en mi trasero, moldeando este con sus dedos. Su lengua da un pequeño toque en mi labio superior, recorriéndolo este con su punta. Esto me provoca un ligero estremecimiento y como busco sujetarme a su camiseta, sintiendo mis piernas flaquear por las acometidas de su lengua.
Tiernos besos son depositados en mi cuello, cuando él abandona mi boca para recorrer mi piel con sus labios. Apenas pienso con coherencia cuando Jude me besa, abandonándome al placer que su boca me proporciona.
Mi teléfono móvil suena con insistencia encima de la mesa. Intento hacerle caso omiso, concentrada en Jude y en lo que su boca hace contra la mía, pero, cuando la llamada se corta y vuelve a sonar, decido, con cierto fastidio, atenderla. Me aparto suavemente de Jude y camino hacia la mesa donde dejé el teléfono. En la pantalla aparece el nombre de mi hermano y le descuelgo pensando que será esta vez lo que quiera consultarme.
-Mario -lo saludo buscando a Jude con la mirada, quien se ha apoyado en la parte de atrás del sofá, esperando que termine la llamada.
-Lore. Ha pasado algo -un escalofrío recorre todo mi cuerpo, enderezándome al instante. En lo primero que pienso es en Nacho, pero, si le hubiera pasado algo, mi hermano no estaría tan entero.
-Es papá, ¿verdad? -le pregunto pues la opción más lógica es esa.
-No, no es papá. Es mamá. Le ha dado un infarto fulminante y ha muerto. No han podido hacer nada por ella.
📆 MÁS TARDE
Debería llorar. Debería estar triste y lamentarme de mi desgracia, pero no me sale del alma hacerlo. Apenas he derramado una lágrima todavía. Es algo que no soy capaz de hacer.
¿Cómo llorar por alguien que hizo de tu vida un infierno?
A mi mente solo acuden los momentos malos con ella. En tantas y tantas peleas en las que yo me vi en medio, y tantos reproches que sufrí por su culpa. Tiemblo al entrar en el tanatorio al que vengo no porque ella se lo merezca, sino... bueno, no sé porque lo hago.
-¿Tienes frío? -Jude me estrecha entres sus brazos rodeándome con ellos y acercándome hacia su cuerpo. Tres veces le pedí que no viniera, consciente de que todos le mirarían. Y tres veces me dijo que su lugar es a mi lado.
-¿Soy mala persona porque no lloro? -le pregunto en un susurro mientras ambos avanzamos siguiendo a Mario y a Nacho, los cuales van delante nuestra con el rostro igual de serio.
-No. Las lágrimas son para las personas que las merecen, no para alguien que jamás quiso que fueras feliz -la contundencia de sus palabras es algo que me abruma. Jude no se ha separado de mi desde que me enteré del fallecimiento de mi madre, pendiente de mi estado y de que estuviera tranquila.
-¡Manda cojones! -Mario chasquea su lengua señalándome hacia un lateral de la sala de velatorios asignada a mi madre. En una de las sillas, y rodeado de diversos familiares, está mi padre, pañuelo en mano, llorando desconsoladamente- ahora se las da de viudo afligido.
-También puede ser la culpa, Mario -le señala Nacho dándole una palmada en la espalda.
Entramos los cuatro casi a la vez en la sala de velatorios. Las miradas se centran sobre nosotros y me temo que es más por la compañía que por ser los hijos de la difunta. Al momento, tanto a Mario como a mi, nos rodean familiares lejanos que hacía tiempo que no veíamos, cuya presencia me abruma hasta el punto de buscar el apoyo de Jude para alejarme de vanas conversaciones.
-Voy a ver a mi padre -le digo a él haciéndole un gesto para que permanezca cerca, pero sin acompañarme.
Conforme mis pasos me acercan a su llorosa figura, más molestia siento al verlo así. Él. Quien tan mal se lo hizo pasar a mi madre en vida, aquí llorando por ella, como si fuera ese amante esposo que todos creían.
-Papá -llamo su atención no alzando mucho su voz. Mi padre me ve y me hace un gesto para que me acerque, pues él no puede casi levantarse de la silla. Le doy un par de besos en la mejilla aceptando su invitación a sentarme a su lado.
-Ay, Lorena. Que pena más grande, hija. Tu madre nos ha dejado. En silencio. Como siempre hacía ella las cosas -aprieto mis dientes y muerdo mis labios porque juro que tanta hipocresía me revuelve el estómago.
-¡Que buena madre era! -ladeo mi cabeza para mirar a una señora rubia que coge la mano de mi padre mientras lo acompaña en su duelo. Mi tía Isabel, la hermana de mi madre, con la que tengo que procurar tranquilizarme pues sus palabras me hieren- lo que te quería, Lorena. A ti y a tu hermano.
-Si, claro, mi madre nos adoraba. Mucho. Nunca nos hizo nada malo. Sobre todo a mi -desvío mi mirada hacia mi padre, quien ha cesado en su llanto y ahora parece reaccionar a mis palabras. Yo no quiero quebrantar el descanso de mi madre, pero tampoco voy a permitir que la ensalcen cuando no se lo merece.
-Ay, ya la echarás de menos cuando asumas que no está -sigue diciendo esta vez una señora que no conozco, consiguiendo que mi molestia se acreciente por momentos.
-Perder una madre es lo más duro en la vida, Lorena -me dice mi tía en un tono condescendiente que me revuelve las tripas- y más alguien que siempre os trató tan bien a ti y a tu hermano. Seguro que estás destrozada por su muerte.
-Tía Isabel. Te acompaño en el sentimiento por la muerte de tu hermana, pero, no tienes ni puta idea de como ella se portó con nosotros. Así que te agradecería que dejarás de decir tonterías de como me debo o no sentir porque yo sé muy bien como era mi madre, y desde luego, la que no tiene ni puta idea de la clase de persona que era ella, eres tú.
-¡Lorena! -mi padre chasquea mi lengua un par de veces, disgustado por mis palabras, pero, yo ya no soy la niña que ellos manejaban, y acabo poniéndome en pie incapaz de aguantar más tantas mentiras.
-Esa señora, casi me mata una vez, y si no llega a ser por mi hermano, hoy no estaría aquí -les digo a todos los que están a mi alrededor y se han acercado curiosos, a escuchar mis palabras- así que, la que está descansando ahora en paz, soy yo.
Le hago un gesto a mi padre, despidiéndome de él con la mano. Camino con decisión hasta donde está Jude, el cual se ha visto rodeado de repente, por varios sobrinos de mi madre. Enlazo su brazo con el mío y tiro de él hasta sacarlo de la sala.
-Hasta aquí he aguantado -le digo a mi novio dejando que sea él ahora quien dirija mis pasos saliendo del tanatorio.
-Y mucho lo has hecho. Pensé que Mario lo haría más que tú, y me he equivocado -salimos ambos agarrados del tanatorio en dirección hacia donde está aparcado el coche de Jude, en el cual hemos venido los cuatro juntos hasta aquí.
Nos dirigimos hacia donde están Nacho y Mario, y en cuanto estamos cerca de ellos, me abrazo a mi hermano dejando que él rodee mi cuerpo con el suyo. Le explico brevemente todo lo que ha pasado dentro, encontrándome con una comprensible mirada por parte de mi hermano.
-Los odios a todos -le digo refiriéndome a lo que me ha pasado.
-No son tu familia. Es normal que lo hagas -me responde mi hermano dándome la razón tras mis palabras.
-No he podido llorar, Mario.
-Y no tienes porqué hacerlo. Era nuestra madre, pero también una hija de puta que nos amargó la vida -durante unos minutos permanecemos los dos en silencio abrazados sin emitir palabra alguna.
-Solo tengo recuerdos buenos de ella de cuando vivíamos fuera de España -le confieso a Mario apartándome un poco de su pecho.
-Y son buenos porque apenas estaba con nosotros. Nos criamos con los hijos del embajador y con sus nannys, no lo olvides.
-Cierto, aún recuerdo a Mary Oswald. La adoraba.
Mario y yo terminamos riendo y compartiendo anécdotas con Nacho y Jude de aquella institutriz inglesa que era una versión moderna de Mary Poppins. Les confieso que a veces soñaba que en su bolso guardaba tesoros hasta que un día lo abrí y me encontré una rata muerta que llevaba de amuleto.
-Y aún así, la seguí queriendo -les admito viendo la cara de Jude tras mi relato.
-No sé vosotros, pero yo me muero por una buena hamburguesa. Este puto sitio me da repulsión y solo quiero alejarme de aquí -Mario pone una mueca hastiada señalando hacia el tanatorio, siendo secundada su idea por Jude.
Voy a montarme en el coche cuando mi novio llama la atención de Mario antes de que él se siente.
-Oye, Mario, ¿y si pedimos las hamburguesas a domicilio y esta noche Lorena y yo nos quedamos a dormir con vosotros? -desvío mi mirada hacia mi novio, quien me sonríe tras su propuesta. Mi hermano luce una preciosa sonrisa tras las palabras de Jude, y asiente complacido a su petición.
-Jude -le digo emocionada por lo que acaba de hacer, mientras Mario y Nacho entran en el coche.
-Esta noche necesitas estar cerca de tu hermano, y yo necesito verte sonreír de nuevo.
*** Si, lo admito, tenía que matar a alguien o no era feliz, pero, aunque nadie se merece morir, nadie llorará por esta señora que tan mal se lo hizo pasar a mi Lorena. Se vienen un par de capítulos demasiado bonitos y con una sorpresa final que os robará el aliento.
Gracias por leerme.
Gracias por votar.
Gracias por comentar.
Adorándoos nivel Máximo ***
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro