Capítulo 9
El golpeteo sobre la puerta del departamento despertó a Alejandra. La mujer salió de la cama envuelta en su pijama gastada pero cómoda para ir a atender a la puerta. Se llevó una sorpresa cuando se encontró con los ojos color caramelo de Lucio, aquel chico delgado que su amiga había ayudado.
—Hola, perdón por molestar pero, estoy buscando a una mujer y creo que vive aquí. Ella me salvó la vida hace un par de días. —Saludó el chicuelo con una pequeña sonrisa tímida; a esto, Ale respondió con un fuerte bostezo para proceder a invitarlo a pasar. —Asi que tú eres el chico al que Rachel salvó, eh? Pasa. —Dijo la chica mientras iba a la cocina por un par de tazas de café.
—¿Rachel? Ese es su nombre? Bueno, quería venir a agradecerle en persona, de no ser por ella yo habría muerto. —El relato de Lucio fue interrumpido por Ale dejando una taza frente al chico. —Lo siento pero, no he visto a Rachel desde ayer. Discutí un poco con ella y es hora que no a vuelto. No te preocupes, ella siempre es así. —Comentó Alejandra al darle un sorbo a su café y notar que estaba muy amargo, Rachel debió dejar muy cargada la cafetera.
El silencio tomó presencia en el departamento; Lucio veía la taza de café analizando las palabras de la mujer en pijama. —¿Dónde la puedo encontrar...?
—No, no te diré dónde podría estar. Escúchame bien muchachito, Rachel tenía años sin pelear con nadie y ahora gracias a tí, ella podría volver a ser la de antes y no quiero eso... No lo soportaría. —La expresión de Ale se tornó a una sensación de miedo y ansiedad. Tenía la mirada clavada en la nada mientras su mente saltaba de recuerdo en recuerdo y una pequeña lágrima caía de sus ojos. —Puedes hablarme un poco de Rachel. Quiero saber quién me salvó.
—No, ahora vete por favor ¡Largo! —El grito de Alejandra fue señal suficiente para que Lucio se marchara del departamento con el remordimiento de no poder saber más de la mujer que lo salvó.
Todo este asunto le había dejado mal cuerpo a Ale, dejó la taza de café en la mesa pues, su mente estaba divagando hasta detenerse en un recuerdo en particular: El día en que ella y Rachel se conocieron.
—Mamá, no creo que vaya a funcionar. Esa chica es muy rara. —Corría una brisa muy particular en la ciudad; una Alejandra de 16 años caminaba por la calle en compañía de su madre. —No seas grosera, hija. Rachel solo es un poco reservada pero, su madre es amiga mía así que deberías tratar de llevarte bien con ella. —Contestó la señora dándole una palmadita a su hija para que se detuvieran delante de la casa de aquella chica rara llamada Rachel.
—Bienvenidas, tú debes ser Ale. Pasa, Rachel está arriba. —La madre de Rachel salió, una mujer de cabello largo y lacio que no guardaba parentesco con su hija. Era una casa azul marino y blanco de dos pisos bastante bien conservada de la que se observaba muy poco el paso del tiempo. —Anda hija, ve a saludar a Rachel. De seguro ella está muy emocionada por conocerte también. —La madre de Ale dió una gentil sonrisa para que subiera hasta la habitación de la chica rara. Alejandra subió con lentitud por las escaleras notando en el camino varias fotografías de la familia de la casa, una en particular resaltaba por tener a la hija del hogar con su cabellera clara y ojos brillantes. Cuando Alejandra se detuvo delante de la puerta de la chica se la pensó dos veces pero, al final tocó la puerta sin saber que del otro lado encontraría a quien en un futuro llamaría mejor amiga.
Los sonidos de alarma del reloj despertaron a Rachel. Su cuerpo estaba desnudo y abatido por el dolor de su pelea la noche pasada. Tenía mucho tiempo que está mujer no pasaba por un combate tan frenético y su cuerpo ya no estaba acostumbrado a esa sensación de dolor.
Claro que el dolor pasó a segundo plano y la pregunta de dónde se encontraba apareció en su mente. —¿Qué me pasó? ¿Dónde estoy? —Se dijo a si misma mientras se levantaba de la cama con mucho malestar. —Ya estás despierta, que bueno. Temía que te fueras a perder el desayuno. —Las puertas de un la recamara se abrieron de par en par dando entrada a Dorian Mark, el criminal parecía estar completamente recuperado y sin mostrar grandes signos de heridas pese a todos los golpes que fueron arrojados sobre su cuerpo. —¿Qué pasó ayer? —Preguntó la mujer percatando que ya no tenía puesto su hoody verde que la había acompañado por tantos años.
—Es simple, luego de lo que hicimos anoche te quedaste dormida y yo llamé a mis empleados para que nos recogieran y trajeran aquí. —Mark dejó una charola de comida a un lado de la cama y se sentó a un lado de Rachel.
—Tenía mucho tiempo sin divertirme así, Rachel. Te lo agradezco mucho. —Dijo el criminal. —¿Cómo es que yo estoy agotada y tú te ves como si nada? —La pregunta de la mujer fue evitada por Mark quien tomó un poco de fruta con el tenedor para acercarlo con cuidado a la boca de Rachel. —Di "Ah" —Los ojos de ella parpadearon sorprendidos por lo que intentaba hacer el hombre que tenía delante, aunque soltó una pequeña risa mientras seguía el juego y delicadamente comía del fruto Mark que le daba.
—Un rostro tan lindo y cubierto de tantas cicatrices... —La mano de Dorian fue detenida en seco al intentar tomar la mejilla de Rachel. —Lo mejor es que ya me vaya, ya estamos a mano y ya es hora de que vuelva a casa. —La peleadora se puso de pie deslizando las sábanas por su cuerpo lista para tomar su ropa ya lavada que reposaba sobre una silla. —Espera, no tienes que irte así. Tengo un regalo para tí; no es como tu sudadera pero, espero que sea de tu agrado, preciosa. —Mark se estiró para detener a la interesante mujer por el brazo haciendo que sus ojos se encontrarán, esto para hacerle su regalo: una holgada chamarra verde oscuro con brillantes detalles blancos.
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