Capítulo 5
—...Lo lamento, pero no eres lo que estamos buscando; de todos modos, nosotros te llamaremos.
Rachel salía de una oficina amarillenta y vieja por el tiempo, era su tercer entrevista de trabajo en el mes y esa había sido la misma respuesta. —Vaya mierda, ¿Cómo te fue a ti, Rachel? —Preguntó Alejandra saliendo de otra oficina maloliente y abrazando a su amiga por la espalda. —"No eres lo que estamos buscando" y a ti qué tal te fue? —La chica del hoody verde dejó de estar eriza aceptando el abrazo de su amiga. —Lo mismo, creo que la señora que me hizo la entrevista estaba celosa que su compañero no dejaba de verme las piernas; en fin, vamos a comer algo? —Ale entonces soltó a Rachel y salieron del lugar de la entrevista.
Ambas amigas llegaron a una plaza de comida rápida, el lugar se veía descuidado por el paso de las decadas. Sin embargo, no había mejores lugares para comer. —Ahora cuéntame, Rachel. ¿De dónde sacaste a ese chico de anoche? Hoy por la mañana que vi en tú habitación, él ya se había ido. —Rachel subió los hombros para quitarle importancia a lo que su amiga preguntaba. —¡Ah no! No te vas a escapar de esto, anda dime. —Toda la seriedad que Rachel cargaba se desmoronó cuando vio a Alejandra hacer carita de perro para chantajearla; de pronto la ex boxeadora se reía de la situación, se veía más relajada. —Cuando me fui de la fiesta a pasear a la Alameda del centro, vi que unos matones le estaban dando una paliza así que fui a ayudarlo... Lo demás ya lo sabes.
Ale llevó sus manos hasta tapar su boca de la impresión. —R-Rachel, ¿Volviste a pelear? ¡Pero, dijiste que no ibas a volver a esa vida! —Recriminó aquella que hasta ese momento era una chica muy tranquila y relajada. —Desde lo que pasó con Anthony, ya no había vuelto a hacer eso... ¿Por qué lo hiciste? —Cuestionó una Ale temerosa de saber la respuesta; había conocido a Rachel por un buen tiempo y no concebía en su cabeza porque su amiga había hecho semejante locura. —¿T-Tú, volverás a pelear...? —La última pregunta de Alejandra fue abruptamente cortada por un frío y seco: ¡No!
Ahora Rachel estaba cabizbaja por los mismos recuerdos tormentosos que se amontonaban en su mente y por las preguntas de su amiga, sus ojos agachados le permitían ver el rostro temeroso de Ale. —No, no voy a volver a esa vida. Lo de Anthony fue... Bueno, no volveré a pelear. Lo que pasó ayer fue sólo para ayudar a ese chico.
Sin mediar más palabras, la chica del hoddy ajustó su capucha y se marchó del sitio dejando atrás a su amiga. Sus latidos iban cada vez más rápido, sentía como respirar se le dificultaba. No quería saber nada de nadie; sólo quería escapar de todos. —¡¿Rachel, qué hiciste?! —El estruendo de sus pensamientos no iba con intención de parar así que Rachel apretó la mandibula con furia para salir corriendo sin rumbo fijo, apartaba a quien fuera que estuviera en su camino y no paraba por más que los autos no se detenían. —Estas loca, vete por favor. —La misma voz otra vez, ahora llevaba un tono triste y melancólico, no, era uno de decepción.
Todo el camino había conducido a la chica hasta la zona más ruin y peligrosa del ya temible Distrito 13. No había miedo ni temor en el rostro de esta mujer; pues ella seguía apretando tanto puños y dientes, producto del enorme coraje que guardaba en su interior. Estaba cansada de todo; sin mayor interés, Rachel se dejó caer contra la pared de una vieja casa a esperar a que el tiempo decidiera que hacer con ella.
—¿Día difícil? —Otra voz se dirigía hacia Rachel; esta era diferente, sonaba cansada y con un hartazgo de la vida. Girando la mirada, se encontró a un hombre sentado en su misma posición con una particular sonrisa falsa visible desde las sombras. —Déjame en paz. —Contestó la chica frenando todo tipo de interacción con el extraño. —Luces molesta, no gustas una? —La oscuridad del desconocido dejaba ver su mano extendida ofreciendo un par de pastillas a Rachel. —Me crees imbécil? Ya te dije que me dejes en paz. —La chica del hoodie se levantó, lista para marcharse llevándose la sorpresa de ver al hombre tomarse todas las pastillas que le ofreció. Decenas de jadeos se escucharon provenientes de aquel tipo mientras intentaba ponerse de pie y hacercarse a la mujer. —Deberías probarlas, te dan una sensación mágica. Creo que podría esquivar una bala. —Luego de esas palabras, el misterioso sujeto salió de las sombras para permitir ver su rostro con una macabra sonrisa; su mano extendió un trozo de vidrio que quizá algún día fue una botella de alcohol. —¡Necesito más pastillas, hermosa! —En un parpadeo, el hombre avanzó a gran velocidad contra Rachel. Ella lanzó un fuerte golpe en su dirección para acabarlo pero, falló.
Gotas de sangre deslizaban por el vientre de la chica del hoody, el trozo de vidrio estaba clavado totalmente dentro de su abdomen, como la picadura de un insecto. Se dice que una situación de peligro extremo, el cuerpo puede reaccionar de 3 maneras: atacar, huir o congelarse. Y justo ahora, Rachel estaba paralizada.
Las risas del sujeto aturdían los tímpanos de la mujer, otro golpe por parte del drogadictor justo en el vidrio clavado terminó por introducirlo por completo dentro de la cintura de Rachel. —"¿Voy a morir aquí?" —Pensaba la mujer del hoody sientiendo como la herida de su vientre crecía. —"Esa velocidad no es normal... ¿Mi golpe falló? ¿Se acabó todo para mi?" —Sus ojos estaban cegados, no podía ni sentir como el hombre pasaba con perversión sus manos sobre sus piernas llegando hasta su herida. —"Sabes, tendré otra pelea por aquí dentro de un mes... Si quieres verme sólo pregunta por La Bestia." —Esas fueron las palabras que Rachel dijo una vez a una persona importante en su vida, y de pronto sus ojos volvieron a ver como antes.
—"Es cierto, yo soy La Bestia."
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