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Capítulo 11

—Volviste. —Ale vió a su amiga parada en la puerta con algunas marcas en su mejilla. No tuvo buenos días, eso era seguro. —Lamento haber actuado como una niñita. Siento haberte preocupado...

Alejandra no dejó terminar a Rachel al decir su disculpa cuando ella saltó sobre su amiga para abrazarla. —Ay Ray, me asustaste mucho. Tengo tanto por contarte, pasa, pasa. —Ambas amigas se sentaron en la sala en medio de un ambiente que se balanceaba entre ganas de hablar sobre su última discusión y solo darse un abrazo. —Recuerdas a ese chico al que trajiste esa noche? —Ale rompió el silencio con su pregunta dejando confundida a la mujer. —Si, ¿Qué pasa con él? —Respondió ella con intriga. —Vino hace un rato a preguntar por ti, pero cómo no sabía dónde estabas no le dije nada. Aún así, parecía muy empeñado en hablar contigo y darte las gracias por ayudarle. —Esto le hacía recordar a La Bestia cómo fue que ayudó a ese chico Lucio, quizá haberse cruzado con él fue el detonante para todo lo que estaría a punto de pasar en su vida. —Ale, hay algo importante que quiero que sepas. —Todo al rededor volvió a su estado denso, la atmósfera del departamento se volvió tan pesada y fría que helaba la sangre.
—Hemos sido amigas por mucho tiempo, Rachel. Puedes contarme lo que sea. —Alejandra le sonrió a su amiga sentándose a su lado y tomando su mano, estaba fría por haber pasado la mañana afuera.

—Voy a volver a boxear. —Fue cómo dejar caer una tormenta en medio de las dos. Rachel Williams mantenía un semblante firme que no dejaba espacio a dudas; mientras que, Ale temblaba de solo recordar cómo había terminado el último combate de su amiga y de como está última había masacrado a la amante de Anthony. —¿Por qué? Rachel, después de lo que le hiciste a esa chica y enterarte de lo que Thony hizo. ¿Qué te hizo querer volver a ser boxeadora? —Alejandra podía ver algo más en su amiga, pese a lo que todo el mundo pensará , Alejandra veía como su mejor amiga sufría en silencio cada día por estar llevando una vida sin rumbo, una vida vacía, sin luz.

—¿Preguntas por qué? Porque no tengo ya nada que perder, anoche volví a sentir esa emoción que hace tanto no sentía y creo que ahora más que nunca puedo encontrar algo que perdí. —Los ojos de la mujer, brillantes como dos luceros renacidos, tenían una pequeña llama de valor que daba la intención de haberse apagado con el tiempo y que, sin embargo, estaba quemándose con mucho brío. —Hablé con mi viejo entrenador y dice que si le demuestro que aún tengo talento, él me volverá a entrenar. Ale, eres mi mejor amiga y me gustaría que me apoyaras. —La carencia de ruido tomó partido en la casa, Alejandra ya tenía los ojos a punto de derramar lagrimones pero, aguantaba el llanto por su amiga.
—Ray, te voy a apoyar sin importar que elijas; sólo prométeme que si algún día necesitas hablar de algo me lo vas a decir.

Rachel y Alejandra se acercaron más hasta darse un sincero abrazo de amigas. Por la mente de la ex boxeadora seguía circulando las palabras que le dijo su entrenador y que omitió contarle a su amiga. —"Escucha Rachel, por mi no hay problema en volver a ser tu entrenador pero, después de tu última pelea ya nadie tiene interés en ti. Sin mencionar que Jessica Martinez es la actual campeona de Peso Gallo..."

En otro lado del desdichado Distrito 13, Julia, la matona al servicio de Dorian Mark salía con lentitud del hospital. Suspiraba con tristeza contemplando que nadie había ido a recogerla o si quiera a verla mientras estaba inconsciente. La noche en que fue llevada de emergencia era recordada con terror cuando las imágenes de Mark apretando con fuerza su mandíbula hasta hacérsela añicos mientras sonreía con maldad. La chica avanzaba por las calles frías y grises de la ciudad hasta situarse delante de la oficina de su jefe. Tiritando de pánico entró a la oficina que en realidad solo era una fábrica abandonada donde decenas de personas dedicaban su vida en producir las famosas pastillas que tanto ahogaban al distrito. Al fondo del edificio y encima de todos los trabajadores, se posaba la oficina de Mark.

A cada paso más cercano al lugar del reposo del mayor criminal, Julia sentía una enorme carga sobre su pecho a la vez que su respiración iba en aumento hasta hacerla temblar dejándola al borde del desmayo. Antes de que la jóven chica estuviera a pie de las escaleras, la puerta se abrió dejando ver la figura del hombre más peligroso de la ciudad. Descendía con firmeza extendiendo sus brazos a la espera de Julia. —Volviste. —Dijo al descender por completo y quedar cara a cara con su empleada quien temblaba de miedo. —Mark, perdón. Jefe, perdóname por fallar en el último trabajo que me pediste. —Todo el escenario era irreal: Julia calló de rodillas frente a Dorian para rogarle perdón con lágrimas brotando a mares como si ese hombre fuera un Dios para ella. —Mí niña hermosa, tú no has hecho nada malo pero, si vuelves a arruinarlo, entonces tendré que matarte. Ahora, quiero que salgas a las calles y me traigas a Lucio. —La escena del día en que Julia fue llevada al hospital parecía repetirse pues, Mark se inclinaba sobre su empleada para abrazarla con suma delicadeza, como si estuviera sosteniendo una figura de cristal; el criminal limpió las lágrimas de su niña evitando lastimarla con sus manos antinaturales hasta detenerse un momento delante de sus labios.

Julia se acercó un poco para robar un beso de su jefe pero, fue detenida al segundo llevándose una mirada furiosa de Dorian.
—¿Qué crees que haces, mí niña? —Le cuestionó el hombre. —P-Perdón, yo creí que podía... —Mark no la dejó terminar, se abalanzó sobre ella hasta quedar sobre la pobre chica quien no paraba de temblar de miedo a punto de desmayarse y orinarse del miedo. —Pff, que patética eres Juliana. Te lo voy a dejar claro, mis besos son para mujeres de verdad. Como una en la que no eh parado de pensar... Rachel.

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