—Robert estás seguro de hacer esto?—Pregunta Wojciech preocupado.

–Tú los escuchaste, si no traigo a una de esas bestias, Laura pagará las consecuencias.–Responde empacando todo lo que según los ancianos consejeros del pueblo, necesitaba para cazar a las bestias que habitaban en la alejada reserva.

–Sí, lo sé estaba ahí, pero... ¿Quién nos asegura que esas bestias aún existan, o que su sangre sea lo que Laura necesita?

Laura, la pequeña hija de Robert, una niña tan alegre y energética, fue atacada en un descuido de su padre y su tío Wojciech, por una criatura desconocida que lleva acechando hace tiempo el pueblo en donde viven. Una de las ancianas revisó a la pequeña y dijo que no había nada que ella pudiera hacer.

No había una solución humana para ella. La pequeña tenía en sus venas un veneno tan potente, que se esparcia rápidamente y no había antídoto humano capaz de erradicar el veneno, pero... Lo dije ¿No es así? No había solución humana, pero si una sobrenatural. La sangre de una de las bestias más temidas por los humanos.

Un Vampiro.

Es así que Robert junto a Wojciech estaban por partir a la reserva más alejada que hay por las zonas, y dejando a Laura al cuidado de los ancianos, quienes hacían lo posible por dar más tiempo para que Robert traiga la sangre para Laura.

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–¡Gavi! Mira lo que llegue a cazar para la cena ¡Es un enorme ciervo! ¿Ha que soy lo máximo?–Dice muy contento Pedri, quién como si fuera una pluma, sostiene al enorme ciervo en sus brazos.

–¡Eres el mejor! Llevalo adentro yo me encargo de la cena de hoy.

–Bien.

Pedri y Gavi, viven desde que Gavi tiene memoria en una parte del bosque, cerca de un estanque, Gavi realmente no recuerda mucho de su familia y manada, el único recuerdo que tiene de sus padres y quizás su hermana, es en el que huyen de los humanos que incendiaron el pueblo en donde vivían, quizás el tendría unos dos o tres años.

Toda su manada murió ese día, y él quedó vagando. Sobrevivió gracias a su madre quien lo escondió entre las malesas, e intento luchar contra los humanos, pero eran demasiados para una Omega.

Estuvo vagando por el bosque durante tal vez días o semanas, tenía hambre y frío.

Tan sólo era un pequeño cachorro, el cual apenas y sabía casar insectos. En uno de esos días, la lluvia era torrencial, y lo único que pensó era en encontrar una pequeña cueva para resgurdase, y lo encontró, pero ya estaba habitada por un joven de unos dieciocho años más o menos, Pedri.

Un singular vampiro quien no dudo en acogerlo en su cueva. Desde entonces están juntos, Pedri lo crió, no como un padre, más bien como un hermano mayor. El Alpha no tenía manada, ya que no era habitual en los de su especie, no como Gavi, quien tenía la necesidad de una, y Pedri se convirtió en esa manada y familia que el pequeño cachorro necesitaba.

No es normal que un vampiro y un cachorro de lobo estén juntos, ya que por milenios se ha dicho y dejando en claro con las masacres, que ellos son enemigos por naturaleza.

Pero Pedri, en el momento en el que vio a ese pequeño cachorro mojado, temblando de frío y miedo por su presencia, supo que él era parte suya así, sin más, no necesitaba una explicación más lógica, fue por instinto y el siempre a seguido a su instinto, gracias a ello seguía con vida.

Gavi mentiría si dijera que todo fue fácil, pero Pedri siempre estuvo para el y viceversa. Le enseñó a controlar sus transformaciones, a pelear y a cazar.

Hubo muchas veces, en las cuales tuvieron que pelear con otros por el pequeño territorio en el que estaban, más bien fue Pedri en la mayoría de las veces, ya que cuando Gavi cumplió la edad adecuada, se presentó como Omega y el Alpha de Pedri enloqueció, y se volvió mucho más protector con él.

Gavi tuvo que insistir mucho en poder salir a cazar a los alrededores, sin que Pedri este vigilandolo.

Para Pedri el cambio tan radical no fue un problema, vivía sólo era fuerte y no tenía lo que los otros de su tipo tenían, la sed de sangre humana, ni el odio a los lobos por el simple hecho de que, fue criado los primeros años de su vida por una manada de lobos silvestres, él al contrario de Gavi, no llegó a conocer a sus padres, no conocía nada de ellos, no podía recordarlos.

El primer recuerdo que tenía, eran los de su madre adoptiva, una loba de pelaje gris. Vivio con ellos en su niñez y su adolescencia, lamentablemente murieron de vejez cuando Pedri cumplió los dieciséis.