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xxxiii. after the potter family








xxxiii.
tras la familia potter








Si mamá y papá estuvieran aquí, nos aconsejarían. Los necesito ahora. Por otro lado, sé que no podría verles pasar por lo que nos espera.

Extracto del diario de Aura Potter,
agosto de 1980



—Mira, Vega, él es Harry.

Aura observó atentamente cómo su hija observaba, con increíble seriedad, el diminuto rostro de su primo recién nacido. La pequeña arrugó levemente los labios, pero finalmente se puso de puntillas y rozó con su dedo anular la pequeña mano de Harry.

La niña sonrió.

—Es pequeño —comentó, casi divertida.

Aura escuchó a James reír suavemente junto a ella.

—Tú fuiste así de pequeña alguna vez, Vega —explicó su tío.

Ella se giró hacia él, ceño fruncido.

—No. —Y no habría nada que le fuera a hacer cambiar de opinión—. ¿Y tía Aria?

La sonrisa de James decayó. Aura contuvo un suspiro.

—Ahora está durmiendo, Vega. Vendrá después.

Aura lo dudaba. Habían pasado tres días desde el nacimiento de Harry. Madre e hijo habían ya regresado a su hogar, Ariadne en perfectas condiciones de salud, según habían asegurado, sin riesgo a ninguna complicación o similar. Lo otro era más complicado.

—¿Cómo estás? —le preguntó Aura a James rato después, mientras Sirius entretenía a Vega y los hermanos Potter vigilaban a Harry.

Un encogimiento de hombros fue la primera respuesta que recibió.

—No lo sé. Sentía tanto miedo por Ari que... jamás me imaginé que esto podría pasar. —Titubeó—. Que ella esté aquí es... Ya había asumido que no volvería. Pero Felicity...

Aura apretó los labios y agachó la cabeza. Le gustaría poder decir que comprendía aquel tipo de dolor, para poder ponerse en el lugar de James y Ariadne, pero lo cierto era que no. Solo podía tratar de imaginárselo.

Casi se sentía culpable sabiendo que el bebé en su vientre crecía sano y fuerte, según le había dicho Mary en su última revisión.

—Pensar que ella nunca podrá crecer, jugar con Harry, ir a Hogwarts juntos, todas las cosas que tú y yo hemos podido hacer... —James suspiró—. Me había imaginado a Harry y Felicity como nosotros, Ra. Sabes que no soy capaz de imaginarme cómo habría sido mi vida sin tu molesta existencia. —Rodeó con el brazo a su hermana y sonrió tristemente—. Creí que ellos serían iguales. Que ella tendría... Simplemente, nunca se me pasó esto por la cabeza.

Aura asintió despacio.

—Dudo que nadie se imagine nada así, Jem —susurró, tomando la mano de su hermano—. Es algo que no debería suceder.

—Lo sé —respondió su hermano, negando con la cabeza—. Y ahora...

Las palabras murieron en su boca. Ambos hermanos se giraron de inmediato, varita en mano. Alguien se había aparecido en la entrada; lo habían escuchado a la perfección. Mejor dicho, alguien se había aparecido y no había gritado nada a continuación.

—Quédate con Harry —musitó Aura—. Yo voy. No discutas —añadió al instante, viendo como su hermano abría la boca.

Salió de la sala a toda prisa, sabiendo que Sirius y Vega estaban en la cocina y la cocina estaba más cerca de la entrada. Avanzó con decisión por el pasillo. Era únicamente una persona, a juzgar por el sonido que había emitido al aparecerse. No podía ser una gran amenaza, ¿no?

—Buenas tardes, Aura.

La varita casi se le cayó de la mano. Sus ojos azules observaron, cargados de incredulidad, al profesor Dumbledore, al que llevaba más de un año sin ver. Al que había escrito decenas de cartas, sin recibir respuesta alguna en ellas. El que se había limitado a comunicarse con ella a través de miembros de la Orden, Moody en especial. El que le había dejado a ciegas cuando necesitaba que le ayudara, después de ser él quien le comunicara su condición de Oclumante y que Voldemort parecía tener los ojos puestos en ella.

Aura no solía ser alguien que se enfadara con facilidad. Pero, sin duda, en ese momento estaba furiosa.

¿Cómo se atrevía a aparecer tan tranquilamente y avisar como si nada hubiera pasado?

—No esperaba encontrarte aquí —continuó diciendo.

—¿Qué está haciendo aquí? —exclamó ella, con una nota de histeria en la voz. También de furia.

—Vengo a ver a James y Ariadne.

Aura inspiró hondo. ¿Acudía en busca de su hermano pero a ella le ignoraba por completo? Nunca se le ocurrió que podría enfurecerse de aquel modo con el mítico director de Hogwarts, pero muchas cosas con las que jamás habría soñado habían sucedido en los últimos años.

—¿Algo que solo Dumbledore sabría? —preguntó, con desgana, más con deseos de perder el tiempo que otra cosa.

—Te comuniqué que tanto tú como James seríais Premios Anuales en la reunión que mantuvimos en mi despacho a finales de tu sexto curso en Hogwarts, cuando te dije que eras una Oclumante.

Aura asintió y bajó la varita.

—¡James, tienes visita! —gritó a su hermano. Tras aquellas palabras, pasó junto al director y fue hacia la cocina. Sirius aguardaba en el umbral de ésta, con el ceño fruncido.

—¿De verdad es Dumbledore? —preguntó, sin dar crédito.

Aura asintió, tomando a Vega. La niña había extendido sus bracitos hacia ella tan pronto como le habían visto aparecer.

—Eso me temo. Espero que no planee traer noticias pésimas para James y Ari y luego marcharse como si nada.

Pero, como solía pasar en los últimos tiempos, estaba completamente equivocada.

—Va detrás de Harry.

Tan pronto como Aura escuchó aquellas palabras, negó con la cabeza. Aquello era... Era absurdo. Era imposible. ¿Qué interés podría tener el mismísimo lord Voldemort en un niño de apenas días? ¿Qué podía éste darle? ¿Y por qué, entre todos los niños, tenía que ser Harry?

—No tiene sentido —rebatió.

James agachó la cabeza. Dumbledore se había marchado minutos antes. No había tratado de hablar con Aura y ésta, cansada de esperar a que el director se dignara a decirle algo, no le había preguntado nada. Ariadne se había quedado arriba, mientras James bajaba a contarles a ella y Sirius lo que el anciano les había contado.

—¿Por qué Harry? —insistió Aura.

—Se supone que hay una profecía —suspiró James.

—¡Otra puta profecía! —casi gritó su hermana, exasperada. Vega le observó con los ojos muy abiertos—. Mierda. Estoy harta de esto. ¿Por qué tiene que venir otra profecía a joder...?

Sirius, que había tapado los oídos a una muy desconcertada Vega, negó con la cabeza.

—¿Tan convencido está de que es Harry?

—Según Dumbledore, sí. —La voz de James apenas era un susurro.

Aura se dejó caer en el sofá y cubrió su rostro con las manos. Aquello no podía estar sucediéndoles. No, tenía que ser una de sus estúpidas pesadillas. Harry... ¿Por qué Harry? ¿Qué amenaza podía suponer su sobrino de tan solo días de vida?

¿Se había simplemente propuesto Voldemort desquitarse contra la familia Potter? ¿Tendría ella algo que ver con todo aquello? ¿Y si Voldemort había decidido ir tras Harry por su culpa? ¿Había condenado a su sobrino, a su hermano, a Ariadne, del mismo modo en que ya había condenado a Vega y condenaría a Altair?

Trató de tomar aire, sintiendo cómo éste se negaba a entrar en sus pulmones. Jadeó, mientras su respiración se volvía superficial. Apartó de inmediato las manos temblorosas de su rostro, pero eso no sirvió para nada. El aire no llegaba.

—¿Mamá? —llamó Vega, extrañada.

Sirius dejó a la niña en brazos de James al momento y se arrodilló junto a Aura, tratando de tomarle las manos, aunque ella le apartó al momento. Los ojos azules de su esposa le contemplaron, aterrados, mientras continuaba respirando con dificultad. Se llevó la mano al pecho. Sirius no quería mirar a James, buscando ayuda, pero no sabía qué hacer.

—Aura —dijo, tratando de mantener la voz lo más calmada posible—. Aura, no pasa nada. No pasa nada.

—N-no... No pue... —Las palabras no parecían salir de su boca. La mirada frenética de Aura iba de Sirius a James y Vega, algo más atrás, sin que sus ojos se detuvieran en ningún momento—. No...

—Cornamenta, salid. —Sirius apretó la mandíbula, sin girarse. Tras unos momentos, escuchó los pasos de James alejarse y a una desconcertada Vega preguntando y llamando a su madre, pero sin recibir respuesta—. Rory, estás bien. No pasa nada.

Pero sabía por la mirada de Aura que no le creía. Sus ojos delataban un enorme pánico. Sus jadeos se volvían más fuertes. Se dejó caer hacia atrás, apoyando la espalda en el sofá. Sirius tomó asiento a su lado, sin tratar de sujetar su mano en esta ocasión.

—Auri —susurró, tristemente. Era como cada vez que despertaba de una de sus pesadillas: Sirius había empezado a acostumbrarse, aunque nunca antes le había pasado estando despierta—. Va a estar bien. Vamos a poder con esto. Te lo prometo. Lo vamos a solucionar. Intenta respirar conmigo, ¿vale? Venga, lo has podido hacer otras veces.

Ver a Aura en aquel estado siempre le agotaba. Sirius se sentía tan imponente... Continuó susurrándole y pidiéndole que siguiera el ritmo de su respiración durante varios minutos, mientras, poco a poco, ella iba calmándose y estallaba en un llanto frenético. La rodeó entre sus brazos cuando ella se lo permitió y le susurró las mismas palabras, una y otra vez.

—Va a estar bien, va a estar bien. Te lo prometo.

Él no se lo creía, pero necesitaba que ella se lo creyera. Si Aura no confiaba en que todo iría bien ¿qué le quedaría? Sirius odiaba cada segundo de la vida a la que ella estaba condenada: encerrada en casa, sin poder tener una vida normal, viéndole a él mismo y a sus amigos ir a misiones sin que ella pudiera hacer nada. Sabía cuánto detestaba Aura aquella vida. Dudaba que ella supiera que él la odiaba con la misma intensidad.

No había nada que Sirius deseara más que poder tener una vida normal junto a Aura, Vega y Altair.

—Lo siento, lo siento —comenzó a decir ella en un momento dado.

Y Sirius respondió, mientras le acariciaba el pelo:

—Te amo. Te amo.






























La noticia afectó a todos y cada uno de los miembros del grupo de amigos que trataba de resistir a la guerra que les rodeaba. Todos coincidían en una cosa: el conflicto les estaba destruyendo.

El parto prematuro de Selena fue un indicador de la tensión y el estrés que todos sentían en el momento. Lily fue a visitar a Aura a la mañana siguiente, puesto que ésta no había podido siquiera ir a San Mungo a saber lo que estaba sucediendo. «No es familia», había sido el argumento que Thorne le habían dado en su patronus.

La pelirroja estaba pálida y ojerosa, pero sonreía.

—Sel está perfectamente —fue lo primero que dijo—. También Susan. Dormían las dos cuando me marché.

—¿Y Jason? —preguntó Aura, apretando los labios—. ¿Cómo está él?

—Será un buen padre —terminó respondiendo Lily, tras unos segundos de duda—. Confío en ello. Pero, por el momento, la niña vivirá con nosotras.

—¿Podrías decirle que venga a verme? —susurró Aura.

Lily le prometió que lo intentaría. Sin embargo, Jason no vino a verla al día siguiente. Tampoco durante aquella semana. Sirius le dijo que no habían hablado en las reuniones de la Orden.

Cuando Vega le preguntó por el tío Jason y Aura no supo qué decirle, la niña se echó a llorar y poco le faltó a la madre para hacer lo mismo.

Las visitas de James eran un consuelo, aunque comenzaran a ser escasas y cada vez más breves. No podía traer a Harry y Ariadne apenas salía de su dormitorio, de modo que él venía solo aunque fuera durante una hora a entretener un poco a su sobrina y dejar que Aura descansara.

En ocasiones, Sirius y James cuidaban juntos a Vega y las cosas acababan un poco en desastre.

—¡Estás desheredada! —Escuchó Aura decir a su esposo en una ocasión, mientras se acercaba al salón, donde los dos amigos jugaban con la pequeña. La mirada de Sirius fue a ella tan pronto entró en la estancia—. iAura! ¿Puedes creer lo que acaba de hacer nuestra hija?

Vega soltó un grito de emoción y bajó de los brazos de James, para ir corriendo hacia su madre. Aura la cogió en brazos, no sin cierto esfuerzo. El embarazo comenzaba a hacerse aún más notable y el agacharse hasta alcanzar a su hija no era fácil, mucho menos llevarla en brazos.

—¿Ya va a nacer mi hermanito? —preguntó Vega, emocionada.

—Aún quedan varios meses, Vega —rio su madre.

Al menos, eso le habían asegurado. Tenía la sensación de que Altair se adelantaría, del mismo modo en que Vega lo había hecho. No sería raro.

Aura miró a Sirius, que seguía enfurruñado.

—¿Qué ha dicho? ¿Que Hufflepuff es mejor que Gryffindor? —preguntó, tratando de mantener un tono divertido.

—Escucha esto —dijo Sirius, enfadado. Casi arrancó a Vega de los brazos de Aura, que soltó un ruido de protesta—. Vega, ¿prefieres a papá o al tío James?

—¡Papá! —exclamó ella, abrazándolo—. ¡Papá es el mejor!

Aura arqueó las cejas.

—¿Qué hay de malo en esto? -preguntó, desconcertada.

James rio.

—Felicidades, Canuto —comentó, recuperando a su sobrina—. Pero yo sigo siendo su favorito.

—La habitación apesta a tabaco —le susurró Aura a Sirius, pasando a su lado—. Te he dicho que no fumes en casa.

—También me has dicho que no acabe con Vega en San Mungo otra vez y lo he cumplido. No me pidas demasiado al mismo tiempo —protestó Sirius.

Aura se guardó un comentario y fue a sentarse junto a James. Su hermano la rodeó con el brazo, sonriendo.

—¿Qué tal tus pociones?

Aura chasqueó la lengua.

—Podrían ir mejor.

No encontraba motivación alguna para trabajar, de modo que lo había dejado algo abandonado. Cada vez que se ponía frente al caldero, pensaba en cómo no había podido hacer nada por sus padres y se sentía incapaz de seguir ahí sentada por más tiempo.

—Mañana tendremos que hacer algo por el cumpleaños, ¿no? —susurró James, buscando cambiar de tema. Aura asintió, pensativa.

—Lo sé. Una fiesta ahora... No es algo que apetezca. Pero ella necesita tenerlo. Quiero que sea una niña normal, joder. Y siento que no lo estoy consiguiendo.

—Sabes que eso no es verdad, Ra —replicó James.

—No, no lo sé. —Negó con la cabeza—. Vendrán todos. ¿Ari...?

—No lo sé —admitió James, apretando los labios—. Si trajéramos a Harry... Pero no sé si será demasiado arriesgado.

—Tú vienes —masculló su hermana—. Esta casa es segura. De hecho, el único sitio al que Dumbledore te permite venir. ¿Por qué no a ellos?

James suspiró y Aura advirtió que, tal vez, no debería estar insistiendo tanto. Sabía que para Ariadne no estaba siendo fácil: no sabía exactamente qué consecuencias había tenido el sobrevivir a la maldición, pero estaba claro que algo había cambiado en ella. Tras unos segundos, se levantó.

—Ahora vuelvo. ¿Esperas?

—¿Cuánto tardarás?

—No lo sé. Tú... espera.

Dejó un beso en la mejilla de Vega antes de bajar al estudio. No podía correr, pero fue lo más rápido que le era posible.

No sabía qué le pasaba a Ariadne, pero sí sabía que, si su maldición tenía algo que ver, ella tenía el modo de ayudarla. Se detuvo un momento frente a los calderos, apretando los labios.

Al menos, aquella vez sabía que era posible ayudar a alguien. No iba a ciegas. No iba a fracasar. No otra vez.

Se encontró trabajando entre lágrimas y, a pesar de ello, no se detuvo. Se conocía los pasos de memoria. No era la misma poción que le había dado a Sirius, sino la primera que había hecho junto a Gwen y Regulus, la que le había dado a Maya junto con Veritaserum cuando Sirius tuvo que ir a hablar con ella. Era una de sus pociones.

No podía prepararla mal, no cuando sabía el procedimiento tan bien. Incluso tras llevar meses y meses sin prepararla, sus manos sabían perfectamente cuánto verter, cómo remover la poción, la intensidad que debía dársele al fuego.

Por primera vez en mucho tiempo, Aura se quedó casi con la mente en blanco, absorta por completo en su tarea. Por ese motivo, se llevó un buen susto cuando alguien golpeó suavemente con los nudillos en la puerta.

Apretando los dientes, vertió cuidadosamente la poción, ya terminada, en el frasco, y gritó «¡Pasa!».

—Sé que he tardado mucho, Jem, lo sien... —Se detuvo, con el frasco en la mano, al ver a un incómodo Jason Bones en el umbral—. Oh.

Su mejor amigo carraspeó.

—Hola.

—Hola —repitió ella, dejando el frasco sobre la mesa—. No sabía... No te esperaba.

—Bueno, le dijiste a Lily...

—Fue hace más de una semana —comentó Aura, encogiéndose de hombros—. Supuse que no querías venir.

Jason suspiró y negó con la cabeza.

—No es eso. Es que todo es muy complicado y tú ya tienes bastante.

Aura soltó una carcajada seca.

—¿Y por eso no me cuentas nada? —preguntó, dolida—. Jace, si me necesitas, voy a estar ahí. Da igual lo que esté pasando. Si tú no me dices nada, desapareces, solo lo vuelves peor. ¿Crees que he estado tranquilamente esperando a que vinieras y sin importarme si lo hacías o no? Es obvio que no. Me preocupo por ti, ¿sabes? Lo digo por si se te ha olvidado.

—No es tan fácil, Au —suspiró él—. Hay preguntas que tienes a las que no puedo dar respuesta.

—Pues da respuesta a las que sí puedas —dijo ella, encogiéndose de hombros—. O, simplemente, ven a casa. Habla conmigo. Juega con Vega. Me preguntó por ti el otro día y se echó a llorar cuando le dije que no sabía cuándo vendrías. Sé que tienes a Susan, sé que Sel te necesitará, pero no desaparezcas, por favor.

—No quiero desaparecer, te lo juro —respondió rápidamente Jason, rehuyendo su mirada—. No quiero ignorarte. Pero tampoco quiero volver las cosas peores para ti, porque sé cómo eres. Consideras mis problemas tuyos y no necesitas eso.

—¡Tú haces lo mismo con mis problemas! —acusó Aura, señalándole en un arrebato de ira—. ¡Esa es una de las causas por las que no me estás diciendo lo que pasa, en primer lugar! ¡Así que no uses como excusa algo que tú mismo haces!

Jason la observó un momento, inmóvil. Apretó los labios en una mueca extraña hasta que Aura, segundos después, comprendió que trataba de no sonreír. Aquel gesto le hizo, irremediablemente, soltar una débil carcajada.

—Nos conocemos demasiado —comentó Jason, riendo tras ella.

—Eso me temo —asintió Aura, que ya ni siquiera sabía por qué reía.

Jason fue hasta ella y la abrazó cuidadosamente. Aura suspiró y se aferró a su mejor amigo.

—Jace, cuéntame o no lo que sea, como quieras, pero, por favor, no desaparezcas, ¿vale? —le susurró, recordando su pasada conversación con Lily, cuando ella le convenció para aceptar la situación de Jason y Selena sin exigir saber nada de ella.

—No pienso hacerlo —aseguró él.

Aura asintió, con la barbilla apoyada en su hombro.

—Sel, Lily y Susan están arriba, por cierto —añadió Jason, tras unos segundos. Aura se apartó al momento, cubriéndose la boca con la mano—. ¿Quieres conocer a tu ahijada?

—¿Soy la madrina? —casi exclamó.

Jason la miró como si fuera una pregunta estúpida.

—¿Quién si no? —preguntó de vuelta.

Una gran sonrisa se instauró en los labios de Aura.

—Tienes razón. —Tomó la poción para Ariadne y tiró de la mano de su mejor amigo—. Vamos, estoy deseando conocer a Susan.

















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