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xxvi. discovering the truth








xxvi.
descubriendo la verdad








—¿James ha estado aquí?

Aura pegó un brinco en su silla y se giró de inmediato, encontrando a Ariadne con Vega en brazos en el umbral de la puerta de su estudio.

—¿James? —repitió—. No aquí dentro, ¿por?

—Todo este lugar huele a él —dijo Ariadne, encogiéndose de hombros.

Aura frunció el ceño, extrañada. Dirigió su vista a uno de los calderos que tenía allí y comprendió qué pasaba. Soltó una carcajada, ante la sorpresa de Ariadne.

—¿Ves aquel caldero? —preguntó, señalando uno que soltaba un vapor nacarado—. Es Amortentia. La preparé el otro día. Estaba estresada.

Ariadne arqueó las cejas.

—Y no hay nada mejor para desestresarse que seguir un centenar de pasos y estar horas delante de un caldero humeante —dijo, sarcástica—. Claro, soy estúpida.

Aura rio y ladeó la cabeza.

—¿Y dices que huele como mi hermano? —se burló.

—Como su perfume, para ser exactos —admitió Ariadne—. También... menta y chocolate. Bueno, no es un mal aroma. ¿Tú?

No le importaba decírselo a Ariadne. Aura había llegado a confiar en ella bastante rápido. Ariadne ocultaba muchos secretos, pero no le había dado ni un solo motivo para desconfiar de ella. Y estaba claro que amaba a James, cosa que a ella, como su hermana, no podía hacerle más feliz.

—Libro nuevo, acónito, canela y pelo de perro —respondió Aura, volviendo a su poción—. He tenido que usar un hechizo para no oler nada. Estaba empezando a marearme.

—¿Pelo de perro? —Ariadne rio—. Por Merlín, me siento agradecida de no oler nada relacionado con um ciervo. ¿Qué hueles tú, Vega?

La bebé hizo un ruido al reconocer su nombre y rio. Ariadne le hizo cosquillas en el vientre.

—¿Por qué los niños se te dan tan bien? —protestó Aura, observando la escena por el rabillo del ojo—. Tengo la sensación de que mi hija me odia el ochenta por ciento del tiempo.

—Bill, Charlie, Percy, Fred, George... Tengo práctica —rio Ariadne, haciendo una mueca para Vega—. Tengo que traer un día a Fred y George para que jueguen con esta granuja. Intentaré convencer a Molly de que ninguno va a salir herido, aunque no confía demasiado en mí. —Se quedó en silencio unos segundos, pensativa—. Podría secuestrarlos unas horas. ¡No me mires así! Dejaría una nota.

Aura sacudió la cabeza, incrédula.

—Mi casa no va a convertirse en un escondite para niños secuestrados —protestó.

—Qué lástima —bromeó Ariadne—. ¿No crees que se divertirían jugando?

—Sí, pero... —Aura suspiró—. Me encantaría poder darle una vida normal a Vega, siendo sincera. Que jugara con niños y saliera a la calle sin miedo a que algún mortífago nos ataque, ¿sabes?

Ariadne asintió, comprensiva.

—La tendrá algún día.

—Lo sé. —Aura se encogió de hombros—. Solo quiero que esto acabe.

—No eres la única, créeme. ¿Qué estás haciendo, por cierto?

—Veritaserum.

Ariadne frunció el ceño, extrañada.

—¿Algún motivo en especial?

—Me aburría.

La pelirroja no pareció en absoluto convencida, pero no hizo comentarios al respecto.

—¡Aquí estáis! —exclamó James. Aura estuvo a punto de derramar el contenido del caldero del sobresalto—. No os encontraba, por Merlín. ¿Qué hacéis aquí?

—Teníamos una agradable charla de cuñadas hasta que tú has llegado —dijo Ariadne, divertida.

James fue hasta ella y la besó, haciéndola sonreír al instante. Tras aquello, cogió en brazos a Vega y comenzó a hacer muecas para que su sobrina riera.

Aura negó con la cabeza, fingiéndose ofendida.

—Yo también me alegro de verte, hermanito —dijo, cruzándose de brazos—. Y estoy muy bien, gracias por preguntar.

James le sacó la lengua y Aura se puso de pie para golpearlo, pero él fue más rápido y la abrazó con fuerza con el brazo que no sostenía a Vega. Aura protestó y luego se echó a reír.

—Mejor me ocupo yo a la niña antes de que acabe en el suelo —decidió Ariadne, volviendo a coger a Vega.

—¡No iba a caerse! —protestaron al unísono James y Aura.

Ariadne puso cara de "no me lo creo".

—Iré a darle el biberón a la niña —dijo, saliendo del estudio.

Aura le dio un codazo a James al ver que la seguía con la mirada.

—Aún no te perdono por haberme ignorado por completo.

—No te he ignorado, solo establecía mis prioridades.

Ella soltó un grito de indignación.

—Olvídate de recibir un regalo de cumpleaños de tu melliza, también conocida como la tercera en tu lista de prioridades.

James rio y la rodeó con el brazo.

—Cuando Canuto y yo volvimos de dar un paseo con la niña el otro día, tú básicamente me quitaste a Vega y te la llevaste a la cocina para darle de comer. Y solo le diste un beso a Sirius porque empezó a lloriquear.

—Vale, me callaré —dijo ella, a regañadientes.

—¿Mamá ha hecho galletas, por cierto?

—¿Qué?

James frunció el ceño, extrañado.

—Huele a las galletas de mamá, a palo de escoba y a... Eso es Amortentia, ¿verdad?

—Ajá. —Aura sonrió con picardía—. ¿Huele a cierta pelirroja que acaba de marcharse?

James asintió, algo ruborizado. Aura dejó escapar un aww.

—Estáis hechos el uno para el otro —opinó—. ¿Qué viernes es la boda, por cierto?

—Mayo suena bien —opinó Ariadne, reapareciendo en el umbral—. Por cierto, tengo que irme. Tengo turno en el Caldero Chorreante.

—Por Merlín, yo venía a recordártelo —exclamó James, golpeándose la frente con la mano—. Lo había olvidado.

Ariadne rio. Aura tomó a Vega cuando ella se la pasó. Ariadne miró a James, sonriendo.

—Intenta no quemar la casa esta noche cuando cocines —bromeó—. Volveré tarde.

—¡Ya cocino tan bien como tú! —protestó James, haciendo un puchero.

—Y yo casi quemo la casa el otro día... Aunque, en mi defensa, tú me distraiste. —Le alborotó el pelo a su novio y le dio un beso en la mejilla—. Te veo luego. Adiós, Aura. Traeré a Fred y George la próxima vez.

Aura solo rodó los ojos y sonrió. Ariadne se desapareció y James soltó un suspiro. Su hermana le dio un codazo.

—Por Merlín, cada día pareces más enamorado de ella.

—Será porque cada día lo estoy más —rio James—. ¿Quieres que juegue un rato con Vega? Pareces ocupada.

Aura le lanzó una mirada al caldero que contenía Veritaserum. Estaba a punto de terminar.

—Sí, id un rato al salón. Sirius no tardará en volver de la guardia, seguramente traiga a Remus y Peter. Podemos comer los cinco juntos.

—Suena bien. —James se dirigió a la puerta, llevando a su sobrina en brazos—. Vega, ¿quieres ver algo divertido?

—¡Nada de ciervos en mi casa, Jem! —gritó Aura, por precaución—. ¡Ni animales, en general!

—Le quitas lo divertido a la vida, Ra —protestó su hermano—. Y si no quieres animales, ¿por qué Sirius vive aquí?

—Créeme, a veces yo también me lo pregunto.

Aura se puso a trabajar en la poción, ignorando los ruidos y las voces que comenzaron a sonar poco después. Sirius, Remus y Peter debían haber llegado, pero se entretendrían jugando con Vega. A veces, ellos parecían más infantiles que la propia Vega.

Le tomó alrededor de hora y media terminar la poción. Cuando estuvo segura de que el Veritaserum estaba listo, apagó el fuego y metió el contenido del caldero en un frasco grande y una pequeña parte de la poción en una pequeña botella de cristal.

También vertió lo último que quedaba del caldero de poción matalobos que había preparado durante aquella semana. La luna llena era aquella noche y Remus debía tomar la poción.

Por último, contempló con desasosiego el caldero que mantenía algo apartado, donde trataba de crear una poción que inmunizara contra la influencia del don de Maya. No había tenido mucho éxito en su tarea, a pesar de la ayuda de Gwen y Reg.

Aura había mezclado los conocimientos que tenía sobre ciertas pociones para ella, pero aún no era más que una idea sin apenas comenzar a desarrollar. Le aterraba que Maya obligara a Sirius a cometer una locura antes de poder terminarla.

Habían probado la poción en Gwen —ella se había ofrecido voluntaria— y ésta les había confirmado que debilitaba su don hasta el punto de casi hacerlo desaparecer. Además, le había dejado débil y sin fuerzas durante varias horas.

Sin embargo, Aura no podía estar utilizando la poción sobre Maya eternamente. Necesitaba que fuera Sirius quien la tomara y eso le protegiera de ella. Era un buen inicio, claro, pero aún le quedaba mucho por hacer.

Tras dudar un momento, introdujo unas pocas gotas de la nueva poción en la botellita de Veritaserum. Cuando Sirius se la diera a Maya, necesitaría no solo que le confesara la verdad, sino que no ejerciera ningún tipo de influencia sobre él.

Esperaba que aquello no saliera mal.

Cuando salió del estudio y fue al salón, no se sorprendió al ver a Vega tumbada junto a un gran perro negro, que la lamía en aquel momento. James reía, con un peluche de ciervo entre las manos, y Peter le tiró una pelota a Sirius, que la atrapó con la boca al vuelo. Remus estaba sentado en el sofá, buscando alguna buena canción en la radio.

—Creo recordar que dije que nada de animagos —dijo Aura, sin poder ocultar una sonrisa—. Sirius, se suponía que Vega ya se había bañado hoy.

El perro fue hacia ella, gimiendo, y frotó su cabeza en su pierna derecha. Aura chasqueó la lengua.

—No intentes darme lástima, Blacky.

Sirius recuperó su forma humana y le rodeó la cintura, con el brazo.

—A Vega le encanta, ¿verdad, estrellita?

La niña aplaudió, riendo. Aura sacudió la cabeza.

—Remus, esto es para ti. —Le dio la copa y se aseguró de que la bebía—. Me alegro de verte, Pete. Hacía un par de semanas que no venías. ¿Os quedáis a comer?

Aura había echado de menos comer los cinco juntos, como cuando James y ella invitaban a sus amigos en vacaciones a su casa. Fleamont y Euphemia los dejaban comer solos en el comedor, con la condición de que no destrozaran la habitación ni quemaran la casa.

Incluso siendo adultos y teniendo a una niña de casi seis meses con ellos, las comidas seguían siendo igual de divertidas. A Aura le sorprendía que ya hubieran pasado seis meses desde el nacimiento de Vega. Se le habían hecho largos, sí, pero ¿seis meses? ¿Cómo podía su hija tener ya seis meses?

—¡PIZZA! —gritaron los cuatro adultos no tan adultos cuando Aura las sacó del horno.

La comida fue de las mejores en los últimos meses, teniendo en cuenta que Aura ya estaba acostumbrada a comer sola con Vega. Se pasaron la mayor parte del tiempo charlando, contando chistes y riendo con las tonterías de James y Sirius.

Vega fue pasando de brazos en brazos, aunque la niña no parecía especialmente confundida por ello. No dejaba de reír y aplaudir cuando le hacían cosquillas o le ponían caras graciosas. Todos los merodeadores y demás amigos de Aura y Sirius adoraban a la pequeña.

—¿Cuándo va a ser la boda, por cierto? —preguntó Remus, una vez terminaron con las pizzas—. Nos tenéis a todos muertos de impaciencia.

Aura y Sirius intercambiaron una mirada. Ella sonrió.

—¿El cuatro de abril os suena bien? —dijo Sirius, en tono tranquilo—. Porque ya lo hemos acordado con la Orden para la protección y...

—¡Fantástico! —exclamó James, interrumpiendo a su futuro cuñado—. ¡Será una boda casi tan increíble como la mía con Ari!

—Pero, ¿os casáis en serio o no? —preguntó Peter, frunciendo el ceño—. En serio, es confuso.

—Sí, bastante —admitió Remus—. ¿A quién vais a invitar, Aura y Sirius?

—No demasiadas personas, ya sabéis... Podría haber algún mortífago infiltrado —dijo Aura, encogiéndose de hombros—. Vosotros, papá, mamá, Lily, Ariadne, Jason, Marlene, Mary, Selena...

—También a Andromeda, Ted y Nymphadora —añadió Sirius—. ¿Y no creéis que estaría bien invitar a Minnie?

—Podríamos hacerlo —asintió Aura—. Ah, y Dorcas también vendrá, claro. Ya decía yo que olvidaba a alguien. No estoy segura de lo de Minnie, pero...

—¡Hacedlo! —exclamó James, emocionado—. ¡Ari y yo también la invitaremos!

—¡No estamos hablando de vosotros! —protestó Aura, dándole un golpe a su hermano—. Céntrate, Jamie. Ya nos centraremos en vuestra boda cuando la nuestra pase.

James le sacó la lengua a su hermana.

—¿Invitamos a Minnie o no? —quiso saber Sirius.

—Lo dejamos en duda —propuso Aura.

—Entonces, vais a invitar a ¿quince personas? —preguntó Remus, que había llevado la cuenta con los dedos—. No concuerda con los planes de celebración que Canuto nos contaba en el dormitorio cuando Cornamenta estaba dormido.

—¡Lunático! —protestó Sirius—. ¡Eso fue en sexto!

—¿Por qué cuando yo estaba dormido? —dijo James, indignado—. Vale, admito que en un principio no me agradaba que salierais, pero...

—Porque te hubieras puesto a hablar de tu boda con Evans —interrumpió Sirius, burlón.

James casi enrojeció al recordar aquello. Había estado bastante enamorado de Lily durante unos seis meses, aproximadamente, entre finales de quinto y principios de sexto. No solían hablar de aquello.

—Ese es un pasado oscuro que me gustaría olvidar y...

—¿Podemos centrarnos? —preguntó Aura, sin poder evitar reír—. Ahora sé por qué tenías tantas ideas sobre la marcha, Sirius. ¿Años preparando esto? Vaya, me siento halagada.

—Deberías —respondió Sirius, besándola.

Aura sonrió y le devolvió el beso.

—¿Podemos centrarnos? —dijo James, en tono de burla.

—No te lanzo el encantamiento mocomurciélago solo porque tienes a mi hija en brazos —gruñó Aura, separándose de su prometido con desgana—. Y, además de esas quince personas, habrá unos treinta miembros de la Orden. Una de las condiciones de Ojoloco. Dos por cada invitado, no vaya a ser que haya algún mortífago camuflado.

—¿Treinta? —dijeron James, Peter y Remus, sorprendidos.

—Treinta y dos, si invitamos a Minnie —dijo Sirius—. Yo creo que sí, ¿no?

—Espero que al menos me caigan bien. —Aura se encogió de hombros—. Pero sé de alguien que no quiere ver allí a Samuel Nott.

—¿Aún no lo supera? —preguntó Remus, rodando los ojos.

El enamoramiento de Aura era algo que había causado muchas burlas hacia Aura por parte de los merodeadores alrededor de cuarto curso.

—No solo por eso —se defendió Sirius—. Nott siempre fue un idiota.

—En eso tiene razón —dijo Peter—. ¿Os acordáis de lo que pasó cuando Slytherin perdió el último partido contra Gryffindor?

—Era un mal perdedor —asintió Aura—. Aunque luego mejoró. Además, es de la Orden y él y Melina me caen bien. Espero que sean a quienes Moody mande... También Frank y Alice, y Emmeline Vance. ¿Quién más podrían venir a vigilar?

—Esperemos que Thorne no —opinó Sirius, que había tenido varios choques con él en las reuniones, al igual que Ariadne.

Los cinco se pasaron la tarde haciendo planes para la boda, que probablemente nunca se llevarían a cabo, y jugando con Vega. A Aura le divertía observar que todos, incluida ella, parecían hechizados por la pequeña.

James, Peter y Remus no se marcharon hasta bien entrada la tarde. Una vez su hermano y sus amigos se hubieron ido, Aura puso la botellita de Veritaserum en la mano de Sirius, que frunció el ceño al verla.

—¿Es...?

—Sí. La terminé esta mañana.

Sirius la examinó atentamente y asintió.

—Mañana iré —comunicó.

—¿Mañana? —dijo Aura, sorprendida. No esperaba que Sirius quisiera ir tan pronto, teniendo en cuenta lo poco que le gustaba la idea de la poción—. ¿En serio?

—Sí, mañana. Vamos a casarnos en mes y medio. Será mejor que no nos arruinemos antes.

Aura rio.

—Maya podría volverse más loca de lo que está, si es posible, y pedirme más dinero —protestó Sirius.

—No vamos a arruinarnos, Sirius. ¿Sabes cuánto dinero tenemos en Gringotts?

—¿Demasiado?

—Exacto.

Sirius observó la poción, pensativo.

—¿Aura?

—¿Sí?

—¿Y si los niños son míos?

Aura guardó silencio. Durante el último mes habían evitado hablar de Maya Carrow y sus hijos, y las pocas veces que habían tocado el tema, lo habían hecho con la total confianza en que ella mentía. Aura no se había permitido pensar en ningún "¿y si...?".

¿Realmente se enfadaría si Sirius era el padre? Aura sabía que no. Sabía que Sirius no había sido consciente en aquel momento de qué hacía. No tenía la culpa de aquello. Y Aura veía que el mayor temor de Sirius era lastimarla.

—Tendríais que hacer algo para poder criarlos entre los dos, ¿no? Cuando crezcan un poco, podrían venir aquí una semana al mes o algo así, y mientras tú les visitarías en casa de Carrow.

—¿En serio?

Aura vaciló. Realmente, le aterraba el pensar que aquello podría ir sometiendo más y más a Sirius a Maya. Pero aún no le había dicho a él nada de lo que Gwen y Regulus le habían contado. No planeaba hacerlo aún, porque no sabía cómo iba a poder contárselo todo.

Además, cuando se lo dijera, quería estar convencida de que tenía una poción que inmunizara a Sirius de la influencia de Carrow.

—Ella es mortífaga, pero si ambos habéis llegado a un acuerdo ahora, podréis llegar a otro una vez sepamos la verdad. Y sin mataros en el proceso. —Aura se encogió de hombros—. Si realmente son tus hijos, Sirius, tienes derecho a verlos. Y ningún niño o niña merece crecer sin un padre.

Sirius le lanzó una mirada a Vega, que jugaba con un peluche de ciervo —regalo de James— en la alfombra.

—¿Y si a Vega no le gustan?

—Sirius, tiene seis meses —protestó Aura—. Todo le gusta ahora mismo. Si de verdad son sus medio hermanos, se acostumbrará a ellos. Son niños, por Merlín, no saben odiar.

Sirius asintió lentamente, sin mirar a Aura a los ojos. Ella suspiró.

—Sirius, si son tus hijos no voy a enfadarme, no voy a echarte ni nada por el estilo, ¿vale? Como si quieres traerlos aquí mañana para que vivan con nosotros definitivamente... No pasará nada. —Señaló la botellita de Veritaserum—. Esto es solo para saber si Carrow está mintiéndote o no.

—De acuerdo. —Hubo una pequeña pausa. Sirius frunció el ceño, como recordando algo—. ¿Por qué me echarías, si la casa es mía?

—Yo he estado más tiempo aquí —rio Aura—. Yo me quedaría aquí.

—Ni hablar, la heredé y decoré yo con mi exquisito gusto para la decoración.

Ella arqueó las cejas.

—¿Lo llamas exquisito? Sirius, tenemos seis sillas en la cocina y todas son diferentes.

—¿Qué hay de malo en eso? Es moderno.

Aura rio y le dio un corto beso.

—Te amo, recuérdalo

—Lo recuerdo —asintió él, sonriendo.

—Espero que recuerdes también que esta noche te toca a ti acostar a Vega y levantarte si llora... —Aura le guiñó el ojo—. Buenas noches, Sirius.

El hombre rio y cogió a su hija en brazos. Vega dejó escapar un ruidito.

—Créeme, eso también lo recuerdo. Estrellita, espero que esta noche te portes bien.

¡Ga!

—Espero que eso sea un sí.

—No lo es —canturreó Aura, saliendo del salón.

Sirius rio y Vega le imitó, aplaudiendo con sus pequeñas y torpes manitas.

—Aplaude si quieres, pero sé buena después, ¿vale? No despiertes demasiadas veces a papá. Mañana tengo que hacer algo importante.

¡Ga!






























Cuando Aura se despertó al día siguiente, Sirius ya no estaba en la casa. Aura le dio de comer a Vega y luego la dejó jugando en su pequeño parque en el salón, mientras ella leía un libro.

Fue una mañana muy larga. Aura comenzó a preparar un nuevo caldero de poción matalobos, hizo una tarta —aunque se le quemó—, preparó la comida, cambió el pañal a Vega, le dio el biberón y escuchó la radio. El tiempo parecía ir cada vez más despacio.

Estaba nerviosa. Se puso a leerle un cuento a Vega y luego le cantó. Sirius no llegaba. ¿Por qué tardaba tanto? Aquello no debía haberle costado más de media hora.

Le preocupaba la idea de ser madrastra. Madrastra a los dieciocho. Casi parecía el título de una película. Aura aún estaba aprendiendo a ser madre. ¿Y si los hijos de Carrow eran también de Sirius?

Se cansó de esperar y se sirvió la comida, pero cuando estaba a punto de comenzarla, escuchó a alguien aparecerse en la entrada y a Sirius gritar como saludo. "¿Justo ahora?", se preguntó.

Cogió a Aura en brazos y salió de la cocina. Sirius colgaba su abrigo del perchero. Estaba serio. Aura arqueó las cejas.

—Hey —saludó—, ¿qué tal ha ido?

—A Carrow no le hizo mucha gracia descubrir qué le había dado... Tuve que atarla a una butaca para que no me atacara —explicó Sirius.

—Oh.

Al menos, si había podido atarla, significaba que ella tampoco había podido usar su don para obligar a Sirius a soltarla. O para impedirle atarla, directamente.

—Cuando le até, empecé a hacerle preguntas. Se resistió al principio, pero terminó contando todo.

Aura miró fijamente a Sirius, que la observaba en silencio. Soltó un gruñido.

—Sirius, no seas una perra dramática. Cuéntamelo de una vez o te lanzo un maleficio y esta noche duermes en el sofá.

—¡Eh, sin exagerar! —exclamó Sirius.

Ella frunció el ceño, haciéndole reír. Se situó a poca distancia de Aura y sonrió, tranquilizador.

—No son míos. Son de Dolohov.

Aura soltó un suspiro de alivio, al tiempo que Sirius la abrazaba, con cuidado de no dejar caer a Vega. Aura sonrió y besó a Sirius, que aceptó el beso con gusto.

—Me estabas asustado, idiota —se quejó ella, mientras iban juntos hacia la cocina—. ¿Por qué has tardado tanto?

—Resulta que Dolohov no quiere saber nada de los niños y Carrow está teniendo problemas económicos... Les dejé algo para que se las apañaran por sí solos, pero ella seguía mirándome como si fuera a asesinarme de un momento a otro. Nunca entendí por qué me odia tanto. Sí, íbamos a casarnos, pero...

—¿Qué? —dijo Aura, sorprendida.

Sirius frunció el ceño.

—¿Nunca te lo he dicho?

—Creo que olvidaste mencionarlo —gruñó Aura—. ¿En serio ibais a casaros?

Él le quitó importancia.

—Fue antes de ir a Hogwarts. Ya sabes, matrimonios arreglados entre sangres limpia. Nada nuevo.

—Para mí, es algo bastante nuevo.

Aura no se había criado con las costumbres de las familias más conservadoras de los Veintiocho Sagrados y solo podía agradecer a sus padres por ello. Las cosas que Sirius le contaban sonaban como una completa pesadilla, pero era una realidad que muchos vivían.

—Porque tus padres son geniales. Orion y Walburga son una mierda.

Aura decidió no contestar a aquello. Dejó a Vega en su trona y pegó un pequeño salto cuando Sirius la abrazó por sorpresa por la espalda.

—¿Estamos cariñosos? —preguntó Aura, divertida.

—La sensación de haberme quitado un peso de encima me hace cariñoso —respondió Sirius, besándola.

Aura se giró para estar frente a frente. Pasó los dedos por el pelo de Sirius y lo alborotó, dejándose llevar por el beso. Soltó una risa cuando las manos de Sirius buscaron la parte baja de su camiseta y se apartó.

—No vamos a hacerlo en la cocina y con Vega aquí, Sirius —protestó, señalando a la niña, que los observaba fijamente con sus ojos azules, idénticos a los de su madre—. Espera a esta noche. Y ya que te has quitado el peso de encima de ser padre de dos niños, intenta tener un poco más de cuidado.

Sirius rio entre dientes y terminó asintiendo.

—Sí, sería una lástima tener otro hijo o hija.

Ella le miró con desaprobación.

—Ni hablar, Sirius.

—Venga, Auri. ¿No dijimos Altair y Deneb?

—Tú dijiste Altair y Deneb. Yo recuerdo perfectamente haber dicho que nada de hijos. Con Vega nos basta.

¡Ga! —exclamó la bebé.

Sirius le dio un beso en la coronilla a Vega, haciéndole reír.

—¿Ves, Auri? Los bebés son monos. Puede que te quiten horas de sueño, pero...

—Si quieres más hijos, encuentra la manera de quedarte embarazado tú —bromeó Aura—. He dicho que no, Sirius. Al menos, por ahora.

Él sonrió, divertido.

—¿Eso es un sí en un futuro?

—Es más bien un tal vez —replicó ella—. Espérate a después de la boda, al menos.

—De acuerdo —rio Sirius, encongiéndose de hombros—. Pero Altair Saiph y Deneb Libra Black Potter vienen en camino.

—Saiph y Libra no son opciones como segundo nombre, Sirius —replicó ella de inmediato.

—¿Y cuáles son tus opciones? Porque si las tienes, significa que igual te gustaría...

Ella trató de contener la risa, pero Sirius le hizo cosquillas y arruinó aquello.

—Idiota —rio Aura.

—Tu idiota —corrigió él.

La sonrisa que Aura le dirigió estaba cargada de amor.

—Por desgracia.

—¡Oye!

Aura le besó de nuevo. Un rincón de su mente continuaba fijo en la poción en la que aún trabajaba. Tenía que encontrar un modo para evitar que Maya tuviera algún tipo de influencia sobre Sirius. O sobre Vega.

Pero si Maya no había podido controlar a Sirius aquella mañana, iba por buen camino. O eso creía.

Cuando Aura se proponía algo, lo cumplía. Y más cuando se trataba de ayudar a sus seres queridos.

—¿Qué pasa? —rio Sirius.

No había advertido que se le había quedado fijamente. Suspiró.

—¿Aura? —preguntó él, acariciándole la mejilla.

Ella apoyó la cabeza en su hombro.

—Nada. Es que estar aquí es cada vez más insoportable. Pero sé que no puedo hacer otra cosa.

Sirius la estrechó entre sus brazos, suspirando. A ninguno le entusiasmaba aquella situación. No era lo que hubieran querido para Vega, que estaba obligada a crecer encerrada, por el momento.

—Lo solucionaremos —aseguró Sirius—. Te lo prometo.

Aura asintió.

—Lo solucionaremos todo —asintió.

Incluso lo que Sirius no sabía aún.
















mini maratón 2/3

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