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xxiii. our little vega








xxiii.
nuestra pequeña vega








Sirius se despertó en mitad de la noche y al instante notó que algo iba mal. En primer lugar, porque era de madrugada y él no se despertaba nunca antes del amanecer. En segundo lugar, porque Aura no estaba a su lado en la cama. El pánico lo invadió.

Se puso de pie de inmediato y tomó la varita, que estaba sobre la mesilla de noche. Desde que Aura había sido secuestrada, Sirius no dejaba su varita en ningún momento. Le aterraba la idea de no estar preparado para defenderla si era preciso.

Salió al pasillo y soltó un suspiro de alivio al ver la puerta del baño entreabierta y la luz saliendo de ella. Se dirigió cautelosamente hacia allí y abrió suavemente la puerta, con cuidado de no hacer demasiado ruido. Aura estaba frente al espejo, con ambas manos sobre su abultado vientre, que mostraba su embarazo de casi nueve meses ya. Tenía los ojos cerrados y las ojeras eran perfectamente visibles en contraste con su piel, más pálida de lo habitual desde que la rescataron de su prisión.

Sirius era consciente de que ella aún no estaba por completo recuperada de aquella experiencia. Puede que nunca lo estuviera. El propio Sirius aún luchaba con sus propios demonios después de haber vivido con sus padres por dieciséis años. Pero lo que había sufrido Aura era mil veces peor.

Muchas veces, ella parecía evadirse por completo de todo lo que pasaba a su alrededor. Se perdía en sus pensamientos, en los recuerdos. Sirius sabía que aún sufría por las muertes de Alphard y Anthea Black. Sabía que seguía recordando las torturas como si hubieran sido el día anterior. Sabía que las heridas que cubrían su cuerpo aún seguían sanando, incluso después de aquellas semanas.

Habían sido las mejores y peores semanas para Sirius. Aura estaba con él y estaba a salvo. Le habían recuperado. Habían hecho los ÉXTASIS y se habían graduado. Se habían mudado a la vieja casa de Alphard y Thea. Aura había ingresado en la Orden. Ambos se preparaban para el nacimiento de Vega, por mucho que aún les resultara imposible verse a sí mismos como padres. Estaban juntos, aunque en ocasiones pareciera que Aura estaba a miles de kilómetros de él.

Era evidente que aquella experiencia no iba simplemente a desaparecer, por mucho que Sirius lo deseara. Aura tenía altibajos. Había días que se negaba a salir de la cama. Otros en los que era incapaz de hablar a Sirius. Reía, lloraba. Él trataba de ser paciente y ayudarla en lo que podía.

Del mismo modo en que Aura se culpaba por las muerte de Anthea pese a que le habían que no era su culpa, Sirius aún cargaba con el peso de saber que Aura había sufrido aquel infierno por él, incluso cuando nunca había sido su intención hacerle ningún tipo de daño.

La observó, en silencio, mientras ella negaba con la cabeza frente al espejo, aún con los ojos cerrados. Sirius sintió un pinchazo en el corazón al ver sus brazos cubiertos de cicatrices, algunas más visibles que otras.

Sirius no tardó en deducir que había tenido una pesadilla. Otra vez. Fue junto a ella y la envolvió con sus brazos. Aura no pareció asustarse. Debía haberlo escuchado acercarse. Soltó un suspiro y abrió los ojos, pero no los dirigió a él, sino al reflejo de ambos en el espejo.

—¿Quién ha sido esta vez? —susurró Sirius.

Las pesadillas con la muerte de sus seres queridos eran las más recurrentes.

—James —murmuró ella—. Yo... simplemente me quedaba quieta mientras lo veía morir. No podía decir nada, gritar, cerrar los ojos, nada. Y Bellatrix... —Aura se mordió el labio. Sirius hizo una mueca al escuchar el nombre de su prima—. Ya no sé si es Voldemort quien me las produce o es como respuesta a lo que pasó. Ojalá pudiera hablar con Dumbledore de esto y me dijera qué me está pasando.

A ambos les había preocupado que aquello fuera por influencia de Voldemort; Dumbledore les había dicho que él no tenía nada que ver. Eran las secuelas de aquellas semanas de pesadilla. Aquello era lo único que habían podido sacar del director.

Aura había tratado de contactar con el profesor en varias ocasiones, pero parecía estar siempre ausente. Tenía tantas preguntas que hacerle... Especialmente, sobre la profecía. Y por qué nunca le había hablado de ella, a pesar de conocerla.

—Acabarás consiguiendo hablar con el barbas —aseguró Sirius—. Y le obligaré a decirte todo.

—Dudo que tú puedas obligar a Dumbledore a algo —rio Aura, sin gracia—. Te destrozaría en cuestión de segundos.

Sirius la obligó a darse la vuelta y frunció levemente el ceño, mientras ella desviaba la mirada.

—No es solo la pesadilla lo que te preocupa, ¿verdad? Normalmente, me despiertas cuando eso pasa.

Aura hizo una mueca.

Sirius podía intentar fingir que no se daba cuenta, pero él la conocía demasiado bien como para que ella pudieran ocultarle algo.

—¿No te da miedo esto? —preguntó, señalando su vientre—. ¿Cómo se supone que vamos a criar a una hija con dieciocho años y en mitad de una guerra?

No era un tema del que hubieran hablado antes, probablemente porque estaban evitándolo, pero a tan solo una semana de dar a luz, le parecía que ya era hora de tener esa conversación.

—Si te sirve de consuelo, tendré diecinueve años en dos meses, así que...

—Sirius —interrumpió Aura, en tono de advertencia—. Ponte serio por una vez.

—Siempre estoy serio. ¿Has olvidado mi nombre?

Aura casi rio, pero se obligó a mantener el semblante serio. Necesitaba de verdad hablar de aquello con Sirius.

—No estoy de humor para bromas, por favor.

Él soltó un suspiro y se rascó la cabeza, pensativo.

—No lo sé. Es la verdad. Pero ¿quién lo sabe? Vamos a hacerlo lo mejor posible. Tú tienes a tus padres para seguir su ejemplo y yo tengo a los imbéciles que me criaron para saber qué no hacer. Además, somos ricos, así que eso es una preocupación menos. —Puso las manos sobre el vientre de Aura y sonrió levemente—. Y no dejaré que os pase nada, a ninguna de las dos, ¿vale? Podremos con esto, Auri.

—Sigo prefiriendo Rory a Auri, ¿sabes? —casi rio ella.

Sirius sonrió y la rodeó con sus brazos. Aura soltó un suspiro y se aferró a Sirius con fuerza. Pasó su mano por el oscuro pelo del chico, lo que hizo a éste sonreír.

—Es que... —empezó Aura, pero se interrumpió bruscamente. Sirius se asustó al ver que había palidecido—. Oh, por Merlín...

—¿Aura? —Sirius ahogó un grito cuando los dedos de Aura se cerraron en torno a su muñeca con fuerza—. ¿Qué...?

—Sirius, creo... creo que he roto aguas —murmuró ella, mirando hacia abajo.

A Sirius le faltó poco para desmayarse. Aura apretó los dientes y trató de no entrar en pánico.

—¡Tenemos que ir a San Mungo! —urgió—. ¡Hay que avisar a mis padres, a James y...! ¡Oh, por Merlín, ¿qué hora es?!

—¿No prefieres cambiarte de ropa antes? —preguntó Sirius—. No es que ese pijama no me encante, pero...

—¡Me da igual el pijama ahora mismo! —chilló Aura—. ¡Esta niña no tenía que salir hoy! ¡Ni ahora! ¡Me dijeron la primera semana de septiembre y aún ni siquiera es septiembre!

—Tranquila, tranquila —dijo Sirius, asustado—. Solo... voy a por una chaqueta y nos vamos, ¿vale?

Aquello se había vuelto demasiado real de golpe. Iban a ser padres. No había más tiempo para asimilarlo, para tratar de hacerse a la idea de lo que iba a ser. Iban a ser padres.

¿Realmente estamos preparados para esto? Aura estaba bastante segura de que no.

Tuvieron la suerte de encontrar a Selena en su turno de sanadora en prácticas al llegar a San Mungo. En cuanto Sirius le dijo lo sucedido, se apresuró a avisar a su sanador superior y pronto trasladaron a la futura madre a una habitación.

—En seguida empezarán —comunicó, revisando unos papeles—. No te preocupes, Aura, tratarán de que sea lo más rápido y sencillo posible.

—¿Mary está aquí? —quiso saber Aura.

—Tiene turno pronto —asintió Selena—. Vamos a llevarte a otra sala.

—¿Yo puedo quedarme? —preguntó Sirius, lanzándole una mirada a Aura.

—Sí, puede haber un acompañante —respondió Selena, apuntando algo—. Les enviaré un patronus a tus padres, Aura. Y a James, Jason, Ariadne y todos los demás. ¿Te parece bien?

Aura asintió y soltó un sonido de protesta al notar la primera contracción. Oh, por Merlín, ¿eso era solo el principio?

—No volveremos a pasar por esto, ¿entendido? —gruñó Aura una vez que Selena se hubo marchado—. Nunca más.

—Pero yo quería un equipo de fútbol —protestó Sirius—. Si todos patean tan bien como Vega, podríamos llegar a ser campeones del mundo.

—Quédate embarazado tú si quieres algo así —replicó ella, apretando con más fuerza su mano al sentir otra contracción.

—He estado pensando, ¿y si en vez de Vega Adhara la llamamos Elba Calao?

La mirada que le lanzó Aura le indicó que no era el momento correcto para gastar bromas para aliviar la tensión.

—Te prometo que, si la llamas así, Elba será huérfana de padre muy pronto.

—Bueno, Vega Adhara suena muy bien —se apresuró a decir Sirius—. No sé si te lo he dicho antes, pero Adhara pertenece a la constelación de Canis Maior, la misma a la que pertenece Sirius, ¿lo sabías?

—No lo recordaba —admitió Aura—. ¿Y qué hay de Vega?

En realidad, Aura tenía bien claro a qué constelación pertenecía Adhara. Era por ello que había elegido aquel como segundo nombre de su hija: quería que tuviera algo de su padre con ella.

—Está en la constelación de Lyra y es la más brillante de todas sus estrellas —empezó Sirius—. También forma parte del Triángulo de Verano, junto con Altair, de la constelación de Aquila, y Deneb, de la de Cygnus. Hay una leyenda sobre el origen del Triángulo, pero ahora no la recuerdo bien.

Aura siempre había amado escuchar a Sirius hablar de estrellas.

—Puedes contarle ese cuento a Vega cuando nazca —bromeó Aura, antes de soltar un gruñido por otra contracción—. Maldita sea, ¿y el sanador?

—Ahora vendrá —la tranquilizó Sirius—. Oye, si tenemos más hijos...

—No vamos a tenerlos —interrumpió Aura.

—Si los tenemos —continuó Sirius—. Podemos llamarlos Altair o Deneb y formar el triángulo de verano. Sería bonito, ¿no?

Ella tuvo que reprimir una sonrisa.

—¿No dijiste que no querías nombres de estrellas? —recordó Aura—. Vega lo aceptaste, pero dijiste...

—Lo sé, pero ya que hemos empezado, podemos continuarlo. Y tampoco son nombres horribles. Ni que hubiera sugerido Walburga.

Aura rio con ganas.

—Me alegro de que pienses eso. Pero no vamos a tener más hijos.

No parecía el mejor momento para discutir aquello, así que Sirius no insistió. Además, el sanador llegó entonces y comenzó a hacerle algunas rápidas pruebas a Aura.

—Parece que todo está correcto —dijo, apuntando los resultados—. Sus familiares están ya aguardando fuera, señorita Potter, pero me temo que no podrá verlos hasta después del parto. Es mejor que empecemos cuanto antes.

—Muy bien —murmuró Aura, que solo deseaba terminar de una vez con aquello.

—Solo trate de mantener la calma y controle la respiración. Intentaremos que sea lo más rápido posible.

Tras algunas recomendaciones más, llevaron a Aura a otra sala para el parto. Sirius la acompañó, sin soltar en ningún momento la mano de la chica.

El tiempo dentro de aquel lugar parecía transcurrir de otra manera. Sirius no estaba del todo seguro de si estuvieron dentro horas o tan solo minutos. Sin duda, para Aura fue mucho más largo. La escuchaba gritar y jadear casi todo el tiempo, mientras se aferraba a la mano de Sirius con todas sus fuerzas.

Para cuando escucharon el llanto del bebé, Black estaba convencido de que Aura le había roto varios huesos. Ella se dejó caer hacia atrás, agotada, y le soltó por fin. Sirius trató de abrir y cerrar la mano. Le parecía que nunca volvería a ser como lo fue antes.

Tras limpiar a la bebé, el sanador la depositó con cuidado en los brazos de Aura. Ella sonrió, a pesar del cansancio, y no pudo evitar dejar escapar una pequeña lágrima. Sirius se quedó observando la pequeña carita de Vega, con expresión embobada.

Aquello era real. De verdad estaba ahí. Vega, su Vega, estaba ahí.

—Está sana y no parece tener ningún problema —comunicó el sanador, sonriendo—. Pesa algo menos de lo que debería, aunque no tardará en subir de peso. Tendrá que venir a algunos controles, pero nada más que eso.

—Mira, Sirius —susurró Aura, sin poder apartar los ojos del bebé—. Oh, por Merlín, es tan pequeñita...

Sirius sonrió y acarició con precaución la mejilla de la bebé, que dejó escapar un ruidito.

—Lo mejor será que la señorita Potter descanse un poco. La llevarán a una habitación para que pueda dormir —dijo el sanador, haciéndole un gesto a su ayudante—. Señor Black, debería ir a avisar a su familia de que la niña ya ha nacido.

Sirius asintió, aún sin apartar la mirada de Vega. Aura, agotada, le pasó a Vega y soltó un suspiro.

—Es verdad eso de que me vendría bien descansar un poco —comentó, mirando a Sirius y Vega con una pequeña sonrisa—. No la dejes caer, ¿vale?

—Eso nunca —rio Sirius, aunque la verdad era que esa idea le había pasado por la cabeza y le asustaba.

La sanadora ayudante llevó a Aura a otra habitación y Sirius dejó a Vega con Selena, que iba a ocuparse de darle algunas pociones y hacerle un par de pruebas. A continuación, salió a la sala de espera, donde los señores Potter, James, Peter, Remus, Ariadne, Jason, Lily, Mary y Marlene esperaban. Todos se pusieron de pie de inmediato al verle. Sirius, que no podía dejar de sonreír, anunció:

—Soy padre. —Aún le costaba creerlo—. Las dos están perfectamente.

Fleamont y Euphemia estallaron en llanto. James se dejó caer en el asiento, con una gran sonrisa en la cara. Remus y Peter palmearon la espalda de Sirius. Lily, Mary y Marlene se abrazaron. Jason y Ariadne también.

—¡Felicidades, Canuto! —exclamó Peter.

—¡Soy tío! —dijo James, sin poder creerlo.

Sirius rio. En esa sala estaban casi todas las personas que le importaban y verles casi tan felices como él se sentía era reconfortante. Incluso cuando le hubiera gustado ver a un par de personas más por allí.

—Hey —saludó Selena, apareciendo junto a ellos con unos papeles—. Necesito que me firmes unas cosas, Sirius. Y, señores Potter, pueden pasar a ver a Aura y la niña, si lo desean.

Era evidente que sí. Fleamont y Euphemia fueron de inmediato a la habitación que Selena les indicó. La sanadora en prácticas le dio a Sirius unos papeles y una pluma para que lo rellenara.

—Hay un apartado para "nombre" y otro para "apellido" —avisó Selena—. Por favor, no te confundas. Ah, y tienen que firmar los padrinos o tutores. Y tú. Luego le diré a Aura que firme también.

Sirius se quedó con la pluma en la mano y el ceño fruncido, pensativo. Aura y él no habían hablado en ningún momento de los padrinos. ¿A quién nombraba?

Su primera opción hubiera sido, sin duda, James. Pero su mejor amigo ya era el tío. Descartando a James, no había espacio para dudas: Jason Bones era la persona en quien Aura más confiaba. Tenía sentido que él fuera el padrino, en especial teniendo en cuenta la relación casi fraternal que Aura y él mantenían. Sirius confiaba en Jason, además. Sabía que lo haría bien.

Dudó en cuanto a quién escoger como madrina. Le dirigió una mirada a Selena, que aguardaba a su lado, y sonrió. Estaba seguro de que Aura aprobaría su elección.

—Vale —dijo, tras rellenar todo—. Bones, Ross, ¿firmáis?

Los dos se sorprendieron bastante, pero Sirius no tenía ganas de agradecimientos y solo les metió prisa. Luego, le devolvió los papeles a Selena, que comprobó que todo estuviera correcto.

—Podéis entrar a verlas, pero si vais todos, intentad no liarla demasiado —advirtió—. Se supone que hay un máximo de personas, pero lo dejaré pasar. Eso sí, si preguntan, no me conocéis.

—Cumpliendo bien tu deber como madrina de la niña —bromeó Sirius.

—No sé de qué me hablas —respondió ella, divertida.

Y, tras guiñarles un ojo, se marchó. Ariadne rio.

—Ese es el tipo de amigos que hay que buscar —comentó—. Evans, pídele matrimonio de una vez o algún guapo sanador te la robará.

Lily le dio un codazo, riendo. Jason les metió prisa.

—Vamos, quiero conocer a la futura mejor amiga de mi sobrina —bromeó.

—Pero mi hija será más guapa —replicó Sirius, divertido—. Todos estarán enamorados de ella.

—Mis sobrinos estudiarán también con ella —dijo Ariadne, pensativa—. Los gemelos. Será un curso interesante.

—McGonagall dimitirá antes que soportar a la hija de Canuto —bromeó Peter.

—No olvidemos que también es mi sobrina —respondió James, orgulloso—. Tendremos que enseñarle a gastar bromas, Sirius.

—No lo dudes, amigo —rio Sirius.

Al entrar en la habitación, vieron que Aura ya estaba despierta y tumbada en la cama, con Vega en brazos. Fleamont y Euphemia, a su lado, aún parecían visiblemente emocionados.

—¡Aquí está la futura mayor bromista de Hogwarts! —exclamó James, emocionado—. ¿Todo bien, hermanita?

—Bien hasta que tú has llegado, hermanito —replicó ella, divertida—. ¿Quieres cargarla o se te caerá?

—Puedo cargar a un bebé sin que se me caiga —dijo James, ofendido.

—Eso mismo decía tu padre y luego... —Euphemia rio al ver las expresiones de los mellizos.

—James fue el que se cayó, ¿cierto? —preguntó Aura, frunciendo el ceño.

—No, estoy bastante seguro de que fuiste tú —respondió James.

Se escucharon risas. Sirius fue junto a Aura mientras los demás se congregaban en torno a Vega y se la pasaban cada pocos minutos. La nueva madre frunció el ceño.

—Se les acabará cayendo —dijo, preocupada—. ¿Y cómo es que os han dejado entrar a todos?

—Ventajas de tener una amiga en San Mungo —rio Sirius—. Selena nos ha dejado. Aunque estar tantos en esta habitación me está dando claustrofobia.

Aunque haciendo visitas ocasionales a la cafetería, todos se quedaron el resto del día allí —y, teniendo en cuenta que Vega había nacido de madrugada, fue bastante tiempo—, hasta que Aura rogó que la dejaran descansar un poco.

Tras las despedidas y las promesas de que volverían al día siguiente, Aura y Sirius se quedaron solos con Vega. Aura dejó que Sirius cargara a la bebé y se quedó en silencio tanto tiempo que él se preocupó.

—¿Qué te pasa? —preguntó finalmente.

Aura agachó la cabeza y tragó saliva.

—Cuando mis padres han estado aquí, antes de que llegarais... Bueno, mi padre ha dicho algo así como "No pensé que viviría para conocer a mi nieta". —Sirius vio cómo sus ojos se llenaban de lágrimas, que probablemente llevaba mucho tiempo conteniendo—. Llevo todo el día pensando en eso. ¿Cómo... Qué haríamos James y yo si ellos...? —Negó con la cabeza—. Mi padre ha estado mejor estos meses, la última vez que estuvo ingresado fue hace casi dos años, pero...

Los dos se quedaron en silencio, tratando de imaginarse qué harían si Fleamont y Euphemia fallecían. Aura sabía bien que sus padres no eran eternos, que un día morirían, pero realmente no estaba preparada para ese día. Ni lo estaría nunca, probablemente.

Por extraño que sonara, que Vega comenzara a llorar fue un alivio. Aura se centró al instante en su hija, tratando de apartar de sus pensamientos el tema de sus padres.

—¿Qué puede pasarle? —preguntó Sirius, tratando de calmar sin éxito a la bebé.

—Déjame a mí —pidió Aura. Sirius le pasó a Vega y ella dudó—. ¿Tendrá hambre?

—A lo mejor. Yo siempre tengo hambre, puede haber salido a mí en eso.

Aura soltó una pequeña risa. Fue algo raro darle el pecho, aunque ya lo había hecho en una ocasión, pero en aquel momento contaba con la ayuda de su madre y una sanadora.

Tampoco ayudaron los comentarios constantes de Sirius. Aura tuvo que utilizar toda su fuerza de voluntad para no darle un buen golpe a su prometido. ¿Cuándo aprendería que hay veces que es mejor guardar silencio?

Aunque, realmente, no era su prometido. Solo habían dicho eso a los sanadores. No estaba precisamente bien visto que una mujer diera a luz fuera del matrimonio, pero el hecho del compromiso aliviaba un poco aquello.

—Déjamela —pidió Sirius en cuanto Aura terminó—. Es el momento de educar su gusto musical.

—Si te pones a cantar AC/DC, anulo el matrimonio —advirtió ella, pasándole a Vega.

—No entiendo cómo puedes gustarme con ese horrible gusto musical —replicó Sirius.

—Si solo te gusto, tenemos un problema, porque tenemos una hija y vamos a casarnos —recordó Aura.

—¿Tan segura estás de que vamos a casarnos? —bromeó Sirius.

—Me lo estoy replanteando —replicó ella.

Él rio con ganas.

—¿Y prefieres acaso que diga que estoy loco por ti? ¿Que eres lo primero en lo que pienso al despertarme y lo último antes de dormirme? ¿Que te amo más que a nada en el mundo?

Aura le dio un golpe en el hombro, sonriendo ampliamente.

—¿No ibas a educar el gusto musical de nuestra hija?

Sirius se sentó junto a ella en la cama y la rodeó con el brazo, mientras que con el otro sujetaba a Vega. Sirius comenzó a cantar I'll be there, y aunque no era la canción preferida de Aura, ella no dudó en unirse a él.

Puede que ser padres con dieciocho años y en medio de una guerra no fuera lo ideal, pero Aura sabía que ella y Sirius podían con ello.

Y también sabía que no habría niña más querida y protegida en el mundo que su pequeña Vega.

Aura cargó de nuevo a la niña en brazos y le acunó, con una gran sonrisa en el rostro. Todo en ella era tan pequeño y parecía tan indefensa... Aura le dio un beso en la frente y se prometió que no iba a dejar que a aquella pequeña le sucediera nada.

Siempre había escuchado lo fuerte que podía llegar a ser el amor de una madre por sus hijos. Aura lo había sentido nada más ver a Vega. Era extraño y casi mágico. No la conocía siquiera, pero estaba seguro de, si fuera necesario, moriría por ella.

Era su pequeña. Y la amaba más de lo que hubiera podido imaginar, incluso cuando no se había sentido preparada en ningún momento para la misión de ser madre.

Pero iba a tratar de hacerlo lo mejor posible por ella.

—¿Aura? —susurró Sirius, apoyando la cabeza en el hombro de ésta.

—Dime.

Casi se asustó al ver la expresión de Sirius. Contemplaba a Vega con fascinación, pero el nerviosismo y el pánico en su mirada era enormes. Aura dejó a Vega, que se había quedado dormida, en la cuna que habían colocado junto a su cama y aguardó a que Sirius hablara.

Él carraspeó.

—Me tomaré un año sabático.

Aura casi sonrió.

—¿Por qué no me sorprende?

Ambos rieron y Sirius se encogió de hombros.

—Eh, soy rico. No tengo por qué aumentar la fortuna que ya tengo. Y tu poción ganará millones, así que podremos apañarnos. —Hizo una pausa—. Aún no has visto mi moto, ¿cierto?

—No, pero James y tú no dejáis de hablar de ella. Aria y yo terminaremos cansándonos de estar en segundo lugar para vosotros —bromeó Aura.

—Tú siempre estarás en primer lugar para mí —respondió Sirius, guiñándole el ojo—. Bueno, ahora lo compartirás con esta renacuaja. Y juraría que Ariadne también está en primer lugar para James.

Siendo sincera, Aura nunca hubiera imaginado a dos personas como James y Ariadne juntos. Ambos tenían personalidades fuertes y similares, casi incompatibles, o eso podía parecer en un inicio.

Sin embargo, ver la sonrisa que aparecía en el rostro de James cada vez que Ariadne aparecía o cómo brillaban sus ojos cuando hablaba de ella le había hecho ver que ella era la persona correcta para James.

—¿Has escuchado algo de lo que he dicho? —preguntó Sirius, divertido.

Aura le miró y negó con la cabeza, algo avergonzada. Se habían quedado ensimismada observando a Vega y pensando en su hermano y Ariadne. Sirius rio.

—¿Me haces un resumen? —pidió Aura.

—La casa de Alphard y Thea es oficialmente nuestra y también toda su herencia. Resolví los trámites con el Ministerio ayer. Tus últimas cosas ya están allí. Oficialmente, es nuestra casa.

—¿Qué? —Aura miró, sin poder creérselo, a Sirius. Se suponía que la casa de Thea y Alphard iba a ser su hogar provisional, principalmente por los problemas que estaba habiendo por la herencia de Sirius y la intervención del resto de la familia Black, que estaba indignada por el hecho de que fuera él quien hubiera sido nombrado como único heredero—. ¿Hablas en serio, Black?

—Siempre, Potter —respondió él, guiñándole el ojo. Luego, hizo una mueca—. Ese es el problema.

—¿Qué problema? —preguntó ella, sin entender.

—Tu apellido. Tenemos que arreglarlo. —Adoptó una expresión pensativa—. ¿Y si nos casamos, de verdad?

Incluso en la situación que estaban, con una niña recién nacida durmiendo a su lado, aquello sonaba disparatado.

—Estás loco —fue lo primero que dijo Aura, riendo.

Su risa se cortó cuando vio al chico arrodillarse y sacar un anillo. Entonces, creyó que iba a desmayarse. Sirius la miraba fijamente, con una media sonrisa y bastante más nervioso de lo que ella le había visto jamás.

Sin embargo, también había una seguridad completa en su rostro que hacía a Aura sentir que aquello podía llegar a funcionar realmente.

—Eso es lo que te gusta de mí —dijo Sirius, divertido—. Pero, ahora lo digo de verdad. ¿Y si nos casamos, Aura Potter, futura señora Black? Así evitaríamos que nuestra hija fuera una bastarda, ¿no?

Aura rio ante aquella última frase. Estaba claro que Sirius solo lo había dicho para disminuir su nerviosismo.

—Oh, por Merlín —masculló—. Tendría que estar loca para decir que no.

—¿Eso significa que sí? —preguntó Sirius.

—No, significa que me caso con Jason —bromeó Aura—. He dicho que tendría que estar loca para decir que no.

Él sonrió ampliamente.

—Dilo bien. Repite mis palabras.

Ella rodó los ojos y asintió.

—Yo, Aura Potter...

—Yo, Aura Potter...

—Digo que sí a casarme...

—Digo que sí a casarme...

—Con el sexy Sirius Black...

—No pienso repetir eso —rio Aura—. Pero, sí, me casaré contigo, Sirius Black.

Los ojos de éste destellaron como estrellas.

—Lo tomaré, pero me ofende muchísimo —respondió él, levantándose y besando a su novia.

Aura rodeó su cuello con los brazos y sonrió contra su boca. Se sentía eufórica, incluso cuando hubiera pensado que estaría volviéndose loca en la situación en la que estaba.

Comprometidos y con un bebé recién nacido a quien cuidar. ¿Quién lo hubiera dicho un año atrás? Pero a ellos no les importaba. Eran felices como estaban, incluso a pesar de la guerra y lo sucedido en los meses atrás. Se tenían el uno al otro, tenían a Vega y tenían a sus amigos y su familia.

Podían con lo que se viniera. Sirius juntó su frente con la de Aura.

—¿Sabes? —murmuró ella—. Creo que estos serán los mejores años de nuestras vidas.

—Lo han sido desde que te conocí —respondió Sirius, sonriendo—. Y te prometo que seguirá siendo así.

La mirada de ambos fue casi inconscientemente a Vega, que descansaba en su pequeña cuna, pegada a la cama de Aura. Ella tomó la mano de Sirius y éste la llevó a sus labios y le besó el dorso de la mano.

—¿Ya te he dicho que te amo?

Aura sonrió ampliamente y apoyó su cabeza contra el pecho de Sirius.

—Yo también te amo, Sirius.







FIN DEL SEGUNDO ACTO
















se suponía que el cap anterior iba a ser el último del segundo y éste sería el primero del tercero, pero terminé cambiándolo jeje solo digo para que no se confundan porque el apartado del acto tres ya está publicado

anyways, muchas gracias por seguir leyendo el fic y dándoles amor a aura y sirius <333

ale.

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