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xiv. rory & blacky








xiv.
rory y blacky








Cuando Aura Potter tenía once años, se consideraba la niña más emocionada por comenzar Hogwarts de la historia.

Había crecido escuchando anécdotas de sus padres allí y estaba deseando crear sus propios recuerdos y, en un futuro, contárselos a sus hijos antes de que estos fueran a Hogwarts.

Estaba deseando tener su propia experiencia, aprender miles de cosas nuevas, hacer los mejores amigos del mundo.

Jason Bones, el rubio molesto de su casa y curso, fue el primero de esos, cuando juntos se perdieron por los interminables pasillos de Hogwarts y terminaron ganándose un castigo juntos por llegar excesivamente tarde.

Después de ello, Aura conoció a Mary Macdonald y Selena Ross, dos chicas de Gryffindor de su curso que se sentaban con ella en Pociones.

Luego, James decidió presentarle a sus nuevos amigos: Remus Lupin, Peter Pettigrew y Sirius Black.

De un momento a otro, Aura ya tenía amigos. Amigos de los que durarían. No sabía cómo lo sabía, pero estaba segura de que seguirían juntos por mucho tiempo. O, al menos, confiaba en ello.

Sirius era el único caso complicado. A Aura no le desagradaba, pero ambos discutían por tonterías mínimas y a Aura no le gustaba la arrogancia del chico y, mucho menos, su afán por meterse en problemas.

Aunque aquello parecía ser precisamente lo que a James más le gustaba.

—Dale una oportunidad, Ra, él es genial —le decía.

—¿Te llama Ra? —le preguntó Sirius, divertido.

Aura se avergonzó.

—No se pueden hacer apodos con mi nombre —respondió, algo ofendida—. Ra o Au no son los mejores, pero...

—Podrían llamarte Auri —dijo Sirius, burlón.

Aura se sonrojó.

—Y yo podría llamarte Siri, pero seguro que no te gusta —respondió, enfadada.

El pelinegro rio, para su sorpresa.

—Llámame como quieras, yo seguiré llamándote Auri.

Y lo hizo, por varias semanas. Aquello molestaba increíblemente a Aura, pero a Sirius no parecía preocuparle aquello.

De hecho, incluso parecía divertirle.

Fue James quien, finalmente, tuvo que decirle que parara.

—¿No te das cuenta de que le incomoda? —le dijo a su amigo, enfadado—. Eres mi amigo, pero ella es mi hermana. No podemos ser amigos si la molestas todo el rato.

Sirius se sorprendió.

—¿En serio le molesta tanto? —preguntó—. Yo... Pensaba que solo era una broma.

—No para ella —respondió James.

Sirius buscó a Aura aquella tarde, para hacer algo que nunca pensó que haría: disculparse. A Sirius no le gustaba pedir perdón. Su orgullo era demasiado grande. Pero, si James tenía razón y su broma había incomodado a Aura, le parecía lo correcto.

Se recorrió la mayor parte del castillo, sin encontrarla por ningún lado. Tuvo que recurrir a Jason Bones para saber dónde estaba.

Sirius y Jason se llevaban bastante bien, incluso mejor que Sirius y Aura, aunque no hablaran demasiado. Les gustaba molestarse en broma mutuamente y se sentaban juntos en varias clases. A Sirius no le preocupaba tener que hablar con él.

—¿Aura? —repitió Jason, frunciendo el ceño, cuando le preguntó por ella—. Creo que estaba enfadada contigo.

—Lo sé —dijo Sirius—. Quiero pedirle perdón.

—¿Tú? —se sorprendió Jason.

—Sí, yo. ¿Sabes dónde está?

Jason le dijo que fuera a la Torre de Astronomía. Aura había ido a practicar con los mapas celestes: la Astronomía se le daba fatal y se estaba quedando atrasada con respecto a la clase, de modo que había querido intentar practicar un poco por su cuenta.

Sirius siguió las indicaciones de Jason y descubrió que el rubio tenía razón: encontró a Aura en la Torre de Astronomía, sentada en el suelo con un mapa celeste a un lado y mirando por el telescopio.

Sirius pensó en lo divertido que sería poner tinta en la lente del telescopio y que Aura terminara con un círculo negro alrededor del ojo; luego, recordó que había ido a disculparse.

—Hola —saludó, al notar que ella no había advertido su presencia.

Aura se giró rápidamente y frunció el ceño al verle. Sirius supuso que se lo merecía.

—¿Quieres algo? —preguntó, en un tono menos brusco del que Sirius esperaba.

Incluso enfadada, trataba de ser amable.

—Te buscaba. Jason me dijo que estarías aquí.

Aura pareció sorprendida.

—¿Por qué me buscabas? —quiso saber. Incluso aunque no lo dijo, Sirius imaginó lo que quería decir a continuación: ¿Para seguir molestándome?

—Para pedirte perdón —respondió Sirius. Rápido y sin pensarlo mucho. Era más fácil.

Aquello sorprendió más aún a Aura.

—¿Tú? ¿Pedir perdón?

Sirius rio.

—Lo sé, a mí también me ha sorprendido. Pero sí. James me dijo que te molestaba lo de Auri. No lo sabía, creía que era una broma. Lo siento.

Aura le observó con sus grandes azules durante cinco segundos completos, muy seria y en silencio, antes de sonreír ampliamente.

—Gracias —dijo, y se le notaba aliviada.

Sirius se limitó a sonreírle de vuelta.

—¿Estás estudiando Astronomía?

Aura puso mala cara.

—Se me da fatal —admitió—. No sé cómo funcionan los mapas celestes.

—Bueno, estás de suerte —respondió Sirius, tomando asiento a su lado—. La Astronomía se me da genial. No por nada tengo nombre de estrella.

Aura parecía incluso más sorprendida que antes.

—¿Vas a ayudarme?

—Sí, ¿por qué no? —respondió él, algo azorado—. Tú ayudas a James con Pociones y eso significa ayudarme a mí, por extensión. Y la Astronomía no me cuesta.

Ella sonrió de nuevo.

—Gracias, Sirius.

Él lo pensó un segundo antes de responder.

—No hay de qué..., Rory.

—¿Rory? —repitió ella, sorprendida.

—Aura y Aurora se parecen, así que pensé... —Sirius se encogió de hombros—. Querías un buen apodo. ¿Qué me dices?

Ella rio.

—Suena bien. Aunque no me llamo Aurora. La gente suele pensarlo, pero...

—Lo sé —rio Sirius—. Pero Aura es bonito.

Ella asintió, emocionada.

—Es el nombre de las ninfas del aire de la mitología griega, ¿no crees que suena genial? Mis padres solo lo escogieron porque les gustaba cómo sonaba, pero creo que el origen es bonito.

—Mi nombre es una estrella, supongo que no es tampoco un origen feo —rio Sirius—. Por más que mi familia sí lo sea.

Aura no supo qué responder a ello. Buscó Sirius en el mapa celeste y lo señaló.

—Constelación de Canis Major... No está mal.

—Las hay mejores —opinó Sirius—. Pero siempre es mejor que llamarme Arcturus. O Walburga. Eso ni siquiera es una estrella, puede que por eso mi madre esté tan empeñada en seguir las tradiciones, para compensar el horrible nombre que tiene.

No parecía tener mucho sentido. Sirius solo lo dijo para declarar su desagrado por su madre. Aura no dijo nada.

—Yo podría llamarte Blacky —dijo, después de un minuto en silencio.

Él la miró, en silencio, y luego estalló en carcajadas. Aura se sonrojó, pero terminó por reír también.

—¡Pensé que estaría bien! —se defendió, riendo.

Sirius rio con más ganas.

—Vale, lo acepto —terminó diciendo—. Llámame Blacky, si quieres. Yo te diré Rory. Y te ayudaré con Astronomía si tú me ayudas con Pociones.

Aura sonrió y estrechó la mano que él le tendía.

—Trato hecho.

Pasaron casi dos horas en la Torre de Astronomía, con Sirius ayudando a Aura como podía, aunque pronto se dio cuenta de que era no solo mala, sino increíblemente mala.

—¿Y si seguimos el próximo día? —le sugirió, viendo lo tarde que era—. Ya tengo tres castigos con Filch esta semana, no me gustaría tener un cuarto.

—No te preocupes, tengo esto. —Aura le mostró su capa invisible—. Sé que James y tú la usáis bastante. Se la cogí prestada para venir.

—Chica lista —eligió Sirius, haciéndola reír.

Aura acompañó a Sirius hasta su sala común y le dejó frente al retrato de la Señora Gorda. Él le dio las gracias y salió de bajo la capa. Aura comenzó a alejarse, mientras él daba la contraseña, pero la voz de Sirius la detuvo.

—Hey, Rory.

Ella se giró, incluso cuando él no podía verla.

—Blacky... —dijo, divertida.

Le vio sonreír.

—¿Somos amigos?

Aura no tuvo que pensarlo mucho.

—Sí. Sí, somos amigos.

Él sonrió aún más.

—Genial.

Y, aunque dejaron de usar aquellos apodos al pasar a cuarto curso, aquellas pequeñas clases de Astronomía y Pociones en primero crearon una amistad más fuerte de lo que ninguno hubiera llegado a esperar.

Y cuando una fuerte amistad se convierte en algo más, bueno, aquel nuevo sentimiento no deja de ser fuerte, ¿no?

Al menos, eso era lo que pensaba Sirius.






























—¿Crees que ya está? —preguntó Damocles, mirando fijamente el caldero, que emitía un humo oscuro?

—No —respondió Aura, negando con la cabeza—. Ese humo no es buena señal. Tendremos que seguir después de las vacaciones.

Había sabido desde el principio que crear la poción matalobos, como la habían bautizado, no sería nada fácil. Ella sabía de primera mano lo largo que podía llegar a ser el proceso de creación de una poción. Pero parecía que su compañero había creído que no sería así.

Habían tenido alguna que otra discusión, lo normal, pero Belby parecía más impaciente aquel día que otros.

—Llevamos casi tres meses con esto, Aura, y apenas hemos avanzado.

—Eso no es verdad —protestó la chica—. Hemos mejorado mucho la receta original. Pero aún queda mucho trabajo. Las pociones no se crean en un día, ¿sabes? Mi padre tardó años en conseguir terminar bien...

Trataba de sonar tranquilizadora, pero aquello solo pareció molestar más a su compañero.

—¡Me da igual lo que haya conseguido tu padre! ¡Lo que importa es que esto no avanza! —gritó Damocles, frustrado.

A Aura no le gustó su tono de voz. Eran un equipo. Ella le había ayudado mucho, y aquella poción era algo que ninguno de los dos podría desarrollar individualmente, al menos no en poco tiempo. E incluso aunque no fuera así, él no tenía ningún derecho a hablarle de ese modo. Eso Aura lo tenía bien claro.

Se puso de pie y recogió sus cosas.

—Hablaremos después de las vacaciones, Damocles —espetó, en un tono frío que raras veces utilizaba—. Espero que estés más calmado para entonces.

La chica salió dando un portazo. Ella también se sentía frustrada, pero no tenía derecho a descargar su furia con ella. Se había esforzado tanto como él para que la poción funcionara. Y no era como si hubieran fracasado, solo necesitaban un poco más de tiempo.

La creación de pociones era algo largo. Todo el que quisiera intentarlo debía saberlo. Involucraba mucha frustración e intentos fracasados. Si Damocles no quería aceptar eso, era su problema. No el de Aura. Ella no iba a soportar su mal humor.

—¡Eh, espera! ¡Aura!

Se giró y miró a Damocles, que se acercaba corriendo.

—¿Qué? —preguntó, en tono frío.

—Lo siento. Me he comportado como un idiota. Me fastidia que no haya funcionado, pero eso no significa que no vayamos a seguir intentándolo, ¿no?

Ella arqueó la ceja.

—Puede que si controlas un poco tu genio —contestó Aura.

No quería sonar como si le estuviera regañando. No estaba en esa posición. Solo quería advertirle de que aquello no iría bien si seguía con la misma actitud.

Él tuvo la decencia de parecer avergonzado.

—Supongo que tienes razón. Perdona. Sin tu ayuda, iría mucho peor con la poción. Eres una gran pocionera, Aura. Como tu padre.

La chica no pudo evitar sonreír ante eso último.

Pero tampoco iba a dejarle arreglar las cosas tan fácilmente.

—Está bien, Belby. Es normal que, en algún momento, uno pierda la calma. Pero intenta controlarte, ¿vale?

Él asintió.

—Te lo prometo.

—Está bien.

Aura comprobó su reloj.

—Aún quedan un par de horas para la cena. Venga, vamos a seguir con esa poción. Acabaremos consiguiéndolo.

Damocles suspiró.

—Eso espero.

—Si te rindes antes de empezar, estás condenado al fracaso —advirtió Aura mientras entraban de nuevo en la mazmorra—. Lograremos que la poción salga bien, Damocles, aunque nos cueste tres años más. Te lo aseguro.

Aunque Aura no se sentía tan positiva como aseguraba, uno de los dos tenía que subirle la moral al otro, y Belby no parecía estar muy por la labor.

—Tienes razón —dijo el chico, soltando un profundo suspiro—. Será mejor que sigamos.






























—¿Me estás escuchando?

Aura levantó la mirada de la libreta y miró a Sirius, extrañada por su tono de voz.

—Ya veo que no —comentó Sirius, claramente molesto, antes de dar media vuelta y alejarse.

—¡Eh, espera!

Aura guardó el libro en su mochila y aceleró para alcanzar a Sirius. Había estado haciendo anotaciones mientras él hablaba. Puede que no lo más considerado, eso era verdad.

—¿Qué te pasa? —preguntó la chica, sorprendida por cómo estaba actuando.

—¿Qué te pasa a ti? Apenas te he visto en el último mes —dijo Sirius, molesto.

—Me ves todos los días en clase, Sirius.

—James también dice que no te ve —insistió él—, Jason de vez en cuando, Mary y Selena que sueles irte todo el rato y...

—¡Pero si os veo a todos! —protestó Aura.

Él bufó.

—¡Ya sabes a qué me refiero! Y cuando estamos juntos, tú no paras de escribir lo que sea que haces en esa libreta, y de golpe te marchas corriendo a las mazmorras con tu amiguito Belby.

Aura miró sorprendida a Sirius. No podía creerlo.

—¿Estás... celoso?

Él casi se sonrojó. Casi. Se le vio turbado por un segundo, pero luego negó.

—No es ese tipo de celos —respondió Sirius—. Pero me molesta que pases más tiempo con ese chico al que conoces desde hace un mes que conmigo o cualquiera de los demás. Todos hemos notado que desapareces casi todo el rato. Y no nos cuentas nada de lo que hacéis.

Ella le miró, dudando, pero no dijo nada. Sirius y ella eran amigos. Solo eso. Habían acordado quedar así. Insistir sobre el tema celos no era una buena idea.

—No puedo deciros nada. Se lo prometí a Damocles. Lo siento.

—¡No es eso lo que me molesta, Aura! —exclamó Sirius—. ¡Es que apenas te veo o hablo contigo! ¡Siempre pareces ausente!

—¿Estás diciendo que me echas de menos? —preguntó la chica, sonriendo un poco.

Aquella pregunta le pilló por sorpresa.

—¡No! Sí. Tal vez...

Aura rio.

—Lo siento, Sirius. Es que he decidido ser pocionera, como mi padre —explicó—. Damocles también quiere serlo. Tuvo una gran idea para una poción que ayudaría a mucha gente, y ambos estamos trabajando en ello. No puedo decirte más. —Cogió a Sirius de la mano y ambos se sentaron en uno de los bancos que había en el pasillo—. Y ahora, ¿me explicas qué es lo que pasa con Regulus?

—¿Me estabas escuchando? —preguntó Sirius, sorprendido.

—Soy capaz de hacer más de una cosa a la vez, ¿sabes? —dijo Aura, sonriendo—. Cuéntame, venga. Si necesitas atención, ahora mismo tienes toda la mía.

Sirius no pudo evitar sonreír.

Aura siempre había sido la que le había escuchado hablar sobre su hermano y lo que le preocupaba de éste. Sobre su relación rota. Sobre sus problemas familiares, su genial tío Alphard y más. Incluso después de lo que había pasado, seguía contándoselo a ella.

Aura se sentía algo culpable por haber dado la sensación de que aquello no le importaba, sabiendo lo que significaba para Sirius.

—¿Qué pasa? —insistió Aura.

—Hablé con Regulus el otro día —empezó Black, perdiendo la sonrisa—. Le encontré solo en un pasillo, y no pude evitar preguntarle por los rumores.

—¿Qué te dijo?

Él se quedó en silencio un largo tiempo. Pensando en qué palabras escoger. Aura entendió que lo que vendría a continuación no sería nada agradable.

Pero era peor de lo que había esperado.

—Me mostró la Marca —contestó Sirius, soltando un profundo suspiro—. Dijo que mis padres estaban orgullosos de él y que estaba haciendo honor al apellido de la familia. Sé que él no piensa así. Intenté ayudarle, pero se negó a decirme nada más. Me... me gritó que le había abandonado, que le había dejado solo en casa de nuestros padres. Me dijo que ya no éramos hermanos.

En algún momento, una lágrima traicionera se le había escapado. Aura se quedó en silencio, asimilando la noticia. Oh, por Merlín. Regulus Black, ¿dónde te estás metiendo?

Sirius necesitaba las mejores palabras de consuelo que ella pudiera darle y tenía que pensarlas bien.

Le sujetó la mano y le miró a los ojos, segura.

—Sirius, Regulus te quiere. Lo sé. Ahora, él debe estar sufriendo tanto como tú. Pero míralo desde su punto de vista. Él ahora es el que vive con tus padres, tiene que aguantar todo lo que dicen sobre la pureza de sangre y Quien-Tú-Sabes. Esto lo ha hecho obligado. Pero, creéme, se dará cuenta de su error. Regulus no es tonto, Sirius. Sé que acabará comprendiendo que eso no es lo correcto. Y entonces te necesitará. Solo dale tiempo.

Aquello no pareció ayudarle demasiado.

—¿Crees que tenemos tiempo, Aura? ¿Con esta guerra? Vamos a luchar en bandos diferentes. ¿Qué pasa si...?

Aura negó con la cabeza lentamente, con tristeza.

—No puedes presionarlo, Sirius, o nunca aceptará su error. Dale tiempo.

El chico suspiró y agachó la cabeza.

—Solo somos niños, Au. Todo esto de la guerra, por mucho que digamos que queremos luchar, se me hace muy grande. Y tengo miedo. De perder a Regulus, de perder a James, Remus o Peter, de perderte a ti...

Ella asintió, lentamente. Comprendía bien el sentimiento: todos ellos experimentaban eso. Aquel miedo, todas las dudas. ¿Cómo iban a hacer para luchar en una guerra teniendo tan solo dieciocho años? Sonaba imposible.

Pero tendrían que hacerlo, de un modo un otro. Tendrían que encontrar las fuerzas.

—Sirius... Yo también tengo miedo. ¿Quién no tiene miedo? Estamos en guerra. Pero te prometo que, pase lo que pase, estaremos juntos. Siempre.

Él le abrazó con fuerza y Aura comprendió que Sirius llevaba un tiempo guardándose aquello. Suspiró y trató de sonreír.

—Estaremos juntos, Canuto —insistió—. Hasta el final.

Él suspiró.

—No me dejes... —susurró Sirius.

Aura casi sintió que se le llenaban los ojos de lágrimas. Estar con Sirius era difícil cuando no podía evitar pensar en aquel mes que fueron pareja. Aquel mes que tan feliz se sintió.

Aura asintió.

—Nunca. —Luego esbozó una pequeña sonrisa—. ¿Me has llamado Au?

No le vio el rostro cuando respondió:

—Puede.

—Pensaba que no te gustaba ese apodo —comentó, divertida.

Sirius se echó hacia atrás, separando el abrazo, y la miró fijamente a los ojos.

—No fue el apodo que te puse —admitió.

Ella asintió.

—Lo sé.

Ambos se pusieron de pie. Aquello era raro. Aura se obligó a apartar sus ojos de los grises de Sirius.

—Tengo que irme —farfulló, tomando su mochila y dando media vuelta, de regreso a su sala común.

La voz de Sirius la detuvo.

—Hey, Rory.

Ella se paró de golpe. Dio media vuelta para mirarle, sorprendida.

Hacía siglos que no la llamaba así.

—Blacky...

Sirius se puso frente a ella en dos zancadas. Aura no tenía claro qué hacer.

—Siento haber sido semejante idiota —respondió, franco. Como siempre, lo dijo directamente, sin rodeos, sin pensarlo demasiado. Aura se le quedó mirando, en silencio—. Y sé que dijimos que podíamos ser amigos, pero...

—Es difícil —admitió Aura—. Imagino que para ti también.

Él asintió, en silencio.

—Sé que lo hicimos una vez y lo estropeé todo, que dije cientos de cosas que no debería haber dicho, que ni siquiera pensaba. Lo siento mucho, Aura.

—Ya vimos que no funcionaba, Sirius —dijo ella, en voz baja.

Decir aquello con Sirius tan cerca, con sus manos rozándose, con él mirándola directamente a los ojos, era complicado.

Había algo casi íntimo en cómo Sirius la miraba. Incluso aunque fuera a ella a quien miraba así, no se sentía bien al ser consciente de ello. Era algo profundo, algo misterioso. El color de sus ojos solo potenciaba esa sensación.

—Dije muchas cosas —opinó él.

—Sí que fuiste algo idiota —comentó ella, tratando de quitarle tensión al asunto.

Sirius sonrió.

—No por nada soy tu idiota.

Aquella frase. La sonrisa de Sirius. Su expresión arrepentida. Cómo le sostenía las manos. Cómo la miraba. Todo era demasiado para ella.

Por una vez, no se paró a pensarlo demasiado.

Aura rio y le besó.

Sirius lo aceptó con gusto. La rodeó con sus brazos, como había hecho ya anteriormente. Pasó sus dedos por el pelo de Aura, rodeó su cintura. Dejó que ella le acercara más a él.

El arrepentimiento llegó segundos después, cuando Aura escuchó a un niño de quinto exclamar algo sobre Potter y Black.

Dio un paso atrás bruscamente, con el pelo revuelto y jadeando. Sirius maldijo internamente.

Aura parecía estar asimilando que acabaran de besarse.

—¡Esto no puede estar pasando! —exclamó, casi con horror—. ¡No puedo creer que acabemos de hacer eso! ¡Aquí! —En un pasillo que podía pasar cualquiera. Genial—. Oh, por Merlín.

Sirius no sabía qué decir exactamente, así que optó por una broma.

—Entonces... ¿significa eso que me perdonas?

—¡Cierra la boca, Sirius! —exclamó ella, haciéndole retroceder un paso—. ¿No ves que no es el momento?

Él tuvo que intentar no reír.

—Lo siento, supongo. Aunque no es que me arrepienta.

Aura le miró, indignada.

—Dijimos que seríamos amigos.

—Tú misma has dicho que se te hace difícil —recordó él.

Aura tragó saliva.

—Sí —admitió—. Sí, pero...

—Entonces, ¿qué pasa, Rory?

—No me llames así ahora, Bla... Sirius —respondió ella, molesta—. No sé, ¿vale? Pero... no creo que debamos volver. Fuimos amigos por mucho tiempo y no hubo problemas hasta que no intentamos algo más. Podemos seguir como amigos.

—El problema es que odio ser tu amigo, Aura —dijo él, casi enfadado.

Ella suspiró y negó con la cabeza.

—Entonces, Sirius, no seamos amigos —terminó diciendo, dejando a Sirius boquiabierto—. Porque no me siento preparada para ser algo más que eso, y lo siento, pero no quiero intentarlo de nuevo.

No se sentía en absoluto segura de lo que decía. De hecho, estaba segura de que si Sirius insistía un poco más, acabaría cediendo.

Pero no quería. No quería pensar en qué harían Sirius y ella si volvieran. Si eso solo traería más problemas, no solo entre ellos, sino para el grupo. Para James, Remus y Peter.

Y aún recordaba demasiado bien todo lo que Sirius le había dicho en la Torre de Astronomía. Y aún dolía.

—Lo siento, Sirius —terminó diciendo.

—Piensa un poco en ello, Aura —pidió Sirius.

Ella se mordió el labio.

—No puedo —insistió.

No con una guerra, no con los ÉXTASIS cerca, no con Voldemort intentando entrar en su cabeza, no con ataques de mortífagos semanales. Añadir Sirius a su lista de preocupaciones la haría colapsar.

Intentaba no pensar demasiado en él.

—No puedo —terminó diciendo.

Y, sin más, se marchó. Esta vez, Sirius no dijo nada para pararla.

Por mucho que estuviera deseando hacerlo.
















este capítulo iba a ser totalmente diferente, pero empecé a escribir y me salió así y me gustó JAJAJAJAJ, lo admito

btw, les dejo un regalito :)

en fin, aura supremacy bc últimamente siento que amo mucho a mi niña jsjs

ale.

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