xiii. a special potion
xiii.
una poción especial
—¿No os pone nerviosas lo rápido que va todo? —preguntó Lily, dejando caer sus libros sobre la mesa de la biblioteca donde estaban sentadas Aura, Marlene y Mary.
Su reunión para estudiar no había sido demasiado productiva en ese aspecto, pero al menos se habían entretenido. Selena y Dorcas regresaron, con rollos de pergamino y un par de plumas cada una.
Hacer una redacción de Transformaciones de nivel ÉXTASIS no era fácil.
Desde que había comenzado séptimo curso, todo parecía haber sido acelerado. Aura aún no comprendía que ya llevaran transcurrido casi medio trimestre.
—Parece mentira que ya llevemos un mes y medio de curso. Y aún no ha pasado nada tan importante como para recordarlo para siempre —gruñó Marlene.
Todas habían empezado con grandes esperanzas el año. Por primera vez en varios años, las cuatro chicas de Gryffindor y las dos de Hufflepuff habían empezado a pasar la mayor parte del tiempo juntas, a veces en compañía de Alice Longbottom y Emmeline Vance.
Se habían propuesto que ese año fuera increíble.
—Algo pasará, tarde o temprano —dijo Mary, sonriendo—. Y cuando menos lo esperes.
—Eso espero —comentó Aura—. Porque este año está siendo un completo aburrimiento, y creo que todas estamos de acuerdo en eso.
Ninguna le discutió. Lo cierto era que aquel curso, que habían empezado con tanta ilusión, estaba siendo el más normal de todos. Lo único emocionante eran las citas dobles de Marlene, Dorcas, Selena y Lily, que solían terminar con Mary y Aura de sujetavelas, normalmente en compañía de Jason.
—¿Por qué tenemos que investigar sobre algo que aprendimos en cuarto, solo que haciéndolo tres veces más complicado? —bufó Selena, con cara de sufrimiento mientras leía su libro de Transformaciones—. Por Merlín, creo que necesito buscar un libro solo de esto.
—Voy contigo —suspiró Mary, apartando el libro y poniéndose de pie—. Aquí no encuentro nada.
Mary y Selena estaban tomándose séptimo con mucha más seriedad que las demás. Las dos querían ser sanadoras y eso conllevaba tener una media excelente en los ÉXTASIS. Las demás iban un poco más —solo un poco más— relajadas.
Las dos Gryffindor regresaron a las estanterías. Dorcas miró hacia una de las mesas cercanas y frunció el ceño.
—Eh, Aura, ¿es Weasley la que está con Snape?
Aura siguió su mirada. A unas mesas de distancia, una cabellera rubia teñida se inclinaba sobre un libro, con el Slytherin al que Aura tan bien conocía a su lado.
Frunció el ceño, al igual que Dorcas. Aquello era extraño.
—¿No creéis que...? —empezó Aura, pero un fuerte estruendo la interrumpió.
La biblioteca se llenó de gritos. Las cuatro chicas se pusieron de pie de inmediato y cogieron sus varitas.
La mayor parte de la sala se había llenado de polvo. Aura tosió y entrecerró los ojos, tratando de mirar a su alrededor. Mary y Selena habían corrido hasta ellas al escuchar aquello.
—¿Eso ha sido una explosión? —preguntó Mary.
—Sí, no cabe duda —dijo Marlene.
—Ha sido por ahí —señaló Aura.
Todas miraron a la Sección Prohibida, que había quedado casi completamente destruida. La mayoría de los alumnos se alejaba corriendo de allí. No había ni rastro de la señora Pince, la bibliotecaria. Tampoco había profesores a la vista.
Aura miró a su alrededor, preocupada. Se suponía que era Premio Anual. ¿Tenía que hacer algo al respecto?
Por la mirada que Lily le dirigió, supuso que sí.
—Será mejor que saquemos a todo el mundo de aquí —terminó diciendo, antes de subirse a la mesa—. ¡Por favor, escuchadme todos! ¡Salid de aquí inmediatamente! ¡Los profesores no tardarán mucho en llegar, ellos se ocuparán de todo!
—¡Que los de cursos inferiores salgan primero! —propuso Lily, y Aura asintió, dándole la razón.
—¿Por qué deberíamos hacerte caso, Evans? —preguntó Mulciber desde el otro lado de la biblioteca.
—¿O a ti, Potter? —agregó Avery, burlón.
—No tienes por qué hacerle caso —respondió Marlene—. De hecho, si prefieres quedarte y acabas muriendo, nos harías un gran favor a todos.
—¿Qué hacéis siquiera en la biblioteca? —replicó Selena—. Pensaba que no sabíais leer.
Las dos Gryffindor chocaron los cinco.
Los dos les lanzaron una mirada asesina, que no pudo importarles menos a ninguna. Aura se aseguró de que el asustado grupo de alumnos de los dos primeros cursos saliera pronto. La biblioteca quedó vacía en poco tiempo.
Ariadne Weasley fue de las últimas en salir, mientras observaba la situación con el ceño fruncido.
Aura bajó de la mesa cuando la profesora McGonagall entró casi corriendo, seguida de Flitwick y Slughorn. Los tres profesores estaban pálidos.
—¡Por Merlín! ¿Qué ha pasado aquí? —exclamó McGonagall, mirando horrorizada el desastre.
—La Sección Prohibida ha explotado, profesora —explicó Lily, aunque eso ya resultaba evidente—. Hemos echado a todos los alumnos, por precaución. No sabemos dónde está la señora Pince.
—Le dará un ataque cuando vea esto —murmuró Flitwick, y Aura estuvo de acuerdo con él.
—Los mortífagos deben estar intentando entrar —dijo McGonagall, preocupada—. Avisaré inmediatamente de esto al profesor Dumbledore. Marchaos todas a vuestras salas comunes. De inmediato.
Las chicas salieron de la biblioteca, en silencio.
—Tenías toda la razón del mundo, Mary —comentó Marlene tranquilamente—. Ha sido en el momento menos esperado.
—Vaya nuestra suerte —masculló Aura—. La próxima vez, será mejor que esperemos algo bueno y no sorprendente.
Las palabras de McGonagall le habían preocupado, como a todas. ¿Los mortífagos intentaban entrar? Se suponía que Hogwarts era el lugar seguro. Donde los jóvenes estaban a salvo.
Si aquello terminaba, ¿qué pasaría?
Cuando Hufflepuff se reunió aquella tarde en la sala común, Aura tuvo que dar la noticia de que las clases se suspenderían al día siguiente, por precaución, mientras los profesores trataban de reforzar la seguridad.
Además de eso, la biblioteca quedaría fuera de servicio por un tiempo indeterminado.
—Intentad no salir demasiado de la sala común durante los próximos días, únicamente para ir a clase —aconsejó Aura—. Es la primera brecha en la seguridad que hemos sufrido. Eso no significa que tenga que pasar otra vez, pero hay que tener precaución. Recordadlo.
Jason la esperaba junto a Dorcas. Aura tomó asiento junto a ellos tras dar el aviso. Nadie en la sala común hablaba apenas.
Jason estaba más tranquilo de lo que Aura hubiera esperado, teniendo en cuenta lo sucedido con sus padres el curso anterior.
—Están diciendo que cerrarán Hogwarts —comentó Dorcas, en voz baja.
—No creo que lo hagan —opinó Jason—. La gente habla mucho. Eso no significa que vaya a pasar todo lo que dicen.
—Hogwarts no ha cerrado nunca, dudo que lo haga ahora —respondió Aura, aunque había una nota de duda en su voz—. Tendría que morir alguien para ello. Es un caso muy extremo.
—Pero nunca imposible —comentó una voz a su lado.
Los tres se volvieron hacia Ariadne Weasley. La chica no parecía tener buena cara.
—¿Te encuentras bien, Weasley? —preguntó Aura, preocupada.
—Estoy bien —se limitó a decir ella—. Solo decía que la última vez que casi cierran el colegio, fue porque murió alguien. No es algo imposible. Aunque esperemos que no pase.
Aura se quedó en silencio. Su mente viajó a la pesadilla que tuvo las Navidades anteriores. Su hermano, muerto.
Solo de pensarlo, le dieron náuseas.
—Esperemos que no —asintió, en voz baja.
Hubo tres ataques más durante el mes siguiente. A pesar de todas las protecciones, los mortífagos conseguían causar daños en algún aula o pasillo, pero no entraban en el castillo, ni tampoco habían herido a nadie aún. Aura no sabía si lo hacían para intentar colarse o para asustar a los alumnos. Lo último lo estaban consiguiendo, sin duda.
Un ambiente de tensión se respiraba en todo el ambiente. Ya había varios alumnos diciendo que no regresarían después de Navidad. Aura había tenido que castigar a varios que intentaban aprovechándose de la situación vendiendo amuletos de la buena fortuna.
James y ella tenían bastante trabajo. Como Premios Anuales, se suponía que eran los representantes de los alumnos. Los de primero les confesaban en voz baja que tenían miedo, los profesores les preguntaban por la situación y ellos hacían lo posible por mantener la calma.
No era fácil. Aunque no lo hablaran demasiado entre ellos, era evidente que ambos estaban preocupados. Habían tratado de tranquilizar a sus padres de la mejor manera que podían, aunque no era fácil.
Las cosas entre los Merodeadores seguían algo tensas, pero habían encontrado en los ataques una excusa para volver a pasar tiempo juntos, además de la luna llena. Especialmente, Sirius había vuelto a hablar con Aura.
Aura no sabía qué era peor: lo incómoda (aunque fingía que no fuera así) que se sentía al estar con Sirius y aparentar que nada había pasado o la sensación de que aquellos ataques podían tener algo que ver con ella.
Ese pensamiento había aparecido sin permiso en su mente mientras recordaba su última conversación con el director y no había vuelto a irse.
Para colmo, apenas había tenido oportunidad de ver al director en las comidas o cenas últimamente, mucho menos hablar con él. Aura quería preguntarle si podía ser que aquellos ataques tuvieran relación con Voldemort queriendo entrar en su cabeza.
Pero era imposible contactar al director.
—Todo esto es demasiado —le confesó a James, en una ocasión.
Él no le preguntó qué era demasiado. Simplemente, le abrazó.
Su hermano tampoco estaba pasando por un buen momento y había entre ellos un acuerdo tácito de no hablar de aquellos temas que ninguno quería compartir con el otro, pero sí de apoyarse entre ellos y tratar de distraerse.
Aura no estaba segura de si era lo mejor, pero prefería estar con su hermano, a falta de solución para su problema, y tratar de reírse de sus chistes malos.
Todos intentaban hacer vida normal, los primeros los profesores, por mucho que fuera complicado. Aura se esforzaba por intentarlo también.
De camino a una de las estúpidas cenas de Slughorn en las mazmorras, escuchó un ruido extraño viniendo de una de las aulas. Sonaba como si una poción hubiera explotado. Curiosa, abrió la puerta más cercana y se encontró con un chico furioso de su curso maldiciendo casi a gritos.
Pensó en salir corriendo de allí —todos sabían que las pociones que explotaban no eran en absoluto seguras, mucho menos si las preparaba alguien temperamental—, pero bastó con echarle un vistazo al caldero para darse cuenta de que nunca había visto aquella poción.
Teniendo en cuenta que conocía la mayoría de pociones que se estudiaban en Hogwarts, aquello era extraño. Y le dio algo de curiosidad.
—Eh, ¿necesitas ayuda con algo? —preguntó Aura.
El chico se giró hacia ella. Aura no había hablado nunca con él, pero sabía que estaba en su curso y era de Ravenclaw. Le sonaba que su apellido era Belby.
Si no recordaba mal, también formaba parte del Club de las Eminencias, pero Aura nunca había tenido interés en hablar a nadie en las reuniones que no fuera a sus amigos.
El chico la miró de arriba a abajo, como si la evaluara. A Aura no le hizo demasiada gracia aquello. Estaba por marcharse cuando él habló.
—Depende. ¿Qué nota sacaste en el TIMO de Pociones?
La pregunta extrañó a Aura. El tono de arrogancia del chico la molestó. Levantó la cabeza.
—Un Extraordinario.
—¿Y en el de Defensa Contra las Artes Oscuras?
—Otro Extraordinario.
—¿Y en el de Herbología?
Aura frunció el ceño.
—La misma nota. ¿Vas a explicarme qué pasa, o voy a tener que decirte todas mis calificaciones?
Belby la observó un momento, como evaluándola. Finalmente, asintió con la cabeza.
—Me servirás. Ven.
A Aura no le agradó demasiado su tono de voz, pero la curiosidad fue más fuerte que ella. Fue hacia la mesa y observó el caldero, que aún humeaba.
—¿Qué estás haciendo?
No había que ser un genio para ver que, fuera lo que fuera que intentara, no iba bien.
—Si es alguna poción del libro de séptimo, no vas por el buen camino —añadió Aura.
—No soy tan tonto, sé hacer las pociones del libro —replicó el chico, molesto.
—¿Qué haces, entonces?
Él sonrió, arrogante.
—Es un secreto.
—Como si fuera a contarle a alguien que te dedicas a explotar calderos —se burló Aura—. En serio, ¿qué es?
Él dudó, pero su deseo de presumir fue más fuerte que él.
—Quiero crear una poción para reducir los efectos de la licantropía y, en un futuro, tal vez llegar incluso a curarla.
Aquello interesó increíblemente a Aura, que se inclinó sobre el caldero.
—¿En serio? ¿Cómo planeas hacerlo?
—Sé que el acónito es imprescindible para que funcione, pero me cuesta que el resto de ingredientes combinen sin explotar. Además, no puedo pasarme con las medidas si no quiero que sea venenosa.
La mente de Aura ya iba a toda velocidad, repasando los diferentes ingredientes y plantas que se conocían por debilitar a los licántropos y tratando de recordar las lecciones de su padre sobre la creación de nuevas pociones.
—Lo entiendo. No es fácil mezclar acónito con tantos tipos de plantas sin que el resultado salga mal. Pero creo que podría arreglarse. —Aura observó los ingredientes que tenía delante—. ¿Has probado a combinar el acónito con celulosa de cocotero?
—¿Crees que funcionará? —preguntó Belby, interesado.
—No lo sé —admitió—. Aún no he visto siquiera cómo estás haciendo esto. Es solo una suposición.
Belby guardó silencio durante unos segundos. Observó a Aura de arriba a abajo y terminó sonriendo un poco.
Parecía más agradable cuando sonreía, pero Aura no estaba segura de si le caía bien. Lo único que tenía claro era que aquella poción le interesaba.
Parecía haberse ganado la aprobación del chico con su sugerencia.
—¿Te interesaría ayudarme con la poción? Creo que podríamos conseguir que saliera bien juntos.
Ella no tuvo que pensarlo mucho: aquella poción podía ser realmente importante para toda la comunidad licántropa. Para Remus. Si Belby tenía una buena idea y ella podía ayudar, estaba dispuesta a ello.
—Hecho —dijo Aura, estrechándole la mano que le tendía—. Por cierto, soy Aura Potter.
Aquello pareció impresionarle.
—¿Potter? ¿La hija de Fleamont Potter? —dijo el chico, asombrado—. En ese caso, estoy seguro de que esto se te dará bien. Tu padre es uno de los mejores pocioneros de la historia del mundo mágico. Yo soy Damocles Belby.
Aura decidió no hacer ningún comentario sobre el pésimo gusto para nombres que tenían sus padres.
—¿Y cómo piensas llamar a la poción, Damocles? —preguntó, interesada.
Su padre le había enseñado que, cuando creas algo, es importante que le des un buen nombre al proyecto. Aura no sabía qué utilidad podía tener eso, pero estaba dispuesta a seguir las instrucciones de su padre.
La pregunta pareció pillar por sorpresa a Damocles.
—No lo he pensado —admitió el chico—. ¿Poción antilicantropía?
No lo dijo nada convencido. Ella se apresuró a negar con la cabeza.
—Muy complicado. Parece un trabalenguas —respondió Aura. Pensó un segundo y sonrió—. ¿Qué te parece poción matalobos?
Una sonrisa apareció en el rostro de Damocles, que asintió con la cabeza.
—Me encanta. Bienvenida al proyecto poción matalobos, Aura.
Le tendió la mano de nuevo y Aura se la estrechó.
—Gracias.
Ambos se inclinaron sobre el caldero y empezaron a mirar los apuntes y los ingredientes. Aura estaba decidida a que aquella poción funcionara. Hacía mucho, había prometido que ayudaría a Remus con su pequeño problema peludo. Primero lo había hecho al convertirse en animaga para pasar con él las noches de luna llena, y ahora pensaba hacerlo de nuevo creando la poción que ayudara a Remus con su licantropía. No pensaba parar hasta lograrlo.
En medio del desastre que se vivía en Hogwarts, aquella poción prometía ser una excelente distracción, además de una gran forma de ayudar a aquellos infectados por la licantropía en un futuro.
Puede que dos alumnos de séptimo no llegaran a mucho. Puede que sí. Aura era buena en Pociones y no tardó en descubrir que Damocles no se quedaba atrás.
Tenían diecisiete años y una meta avariciosa, pero también talento y decisión. ¿Por qué no intentarlo?
Y, un par de horas después, cuando una emocionada Aura abandonaba la mazmorra, con la promesa de verse al día siguiente con Belby para seguir trabajando, se encontró a Sirius
Estaba tan feliz que casi olvidó todo lo sucedido.
—¿Qué te ha pasado para que estés así? —preguntó el pelinegro, divertido—. ¿Tan bien ha estado la cena del viejo Sluggy?
Aura contuvo una exclamación. ¡La cena! La había olvidado por completo. Vaya desastre.
—¡Olvidé la cena! —le dijo a Sirius, que se echó a reír.
—¿Qué te ha pasado, entonces? —preguntó, curioso.
Aura dudó un segundo, pero la emoción fue más fuerte que ella. Puede que estuviera intentando crear algo grande.
—Una poción especial —se limitó a decir.
Sirius arqueó las cejas.
—No sé qué puede tener de emocionante una poción—admitió—. Pero me alegra verte tan emocionada.
Aura casi le abrazó. Soltó una risa y asintió.
—Tal vez solo es la emoción del momento, pero...
Sirius asintió cuando dejó la frase en el aire.
—Entiendo —se limitó a decir—. Me alegro por ti, Aura.
Ella sonrió.
—Gracias, Sirius.
Ambos se miraron fijamente a los ojos.
—Estás genial, por cierto —comentó él, desenfadado—. Te queda bien el vestido.
Aura asintió, algo tensa.
—Gracias, Sirius —repitió.
De un momento a otro, la alegría y emoción habían sido sustituidas por nervios.
Nervios como los que sintió la primera vez que Sirius la besó.
Aura dio un paso atrás.
—Ha sido genial verte, Canuto, pero tengo que volver a mi sala común. Y tú deberías ir también.
—¿Vas a ponerte en modo Premio Anual? —rio Sirius, aunque no parecía tan divertido como antes—. Aunque supongo que tienes razón.
Se sonrieron, tensos. Aura terminó por dar media vuelta y alejarse, con el corazón latiendo a toda velocidad únicamente por el hecho de haber estado junto a Sirius.
Aquello era humillante.
Él la vio marchar con los puños apretados. Aún no entendía del todo por qué había terminado todo entre ellos.
Solo odiaba no poder estar con Aura.
Maya sonrió al llegar a su lado.
—No te preocupes —dijo, mirando divertida su expresión—. Lo arreglaréis pronto.
Sirius la miró con el ceño fruncido.
—Jódete, Maya.
Ella se limitó a sonreír.
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