xi. bad news
xi.
malas noticias
—¿No te parece increíble que ya se ha terminado nuestro sexto curso? —preguntó Aura, mirando a su hermano.
Los dos estaban sentados bajo el árbol de siempre, solo que en esta ocasión no estaban los demás Merodeadores. El grupo no estaba pasando por su mejor racha. Aura era, en parte, responsable de ello, aunque el principal problema eran Sirius y Remus.
—El año que viene tenemos los ÉXTASIS. Creo que la diversión ha terminado para nosotros —se lamentó James.
—Lo mismo dijiste en cuarto sobre los TIMOs, y tampoco fue para tanto —respondió su hermana, sonriendo levemente.
—Y luego la graduación. Todo terminará —continuó lamentándose James.
Aura le dio un codazo, riendo.
—Eres un dramático.
—No es mentira cuando digo que todo esto terminará —respondió él, echándole un vistazo al castillo—. No es algo que me entusiasme.
Su hermana asintió. James suspiró y apoyó la cabeza en el hombro de Aura.
Llevaba días raro, bastante desanimado, lo que no era normal en James. Aura había tratado de averiguar qué era, pero su hermano no quería hablar del tema.
Aquello solo la preocupaba más: James solía contarle sus problemas, al igual que ella le contaba los suyos, y trataban de buscar una solución juntos o reírse de ellos.
Pero aquello parecía ser diferente.
Aura se apartó un poco, haciendo que James irguiera la cabeza. Su hermana le tomó de la mano.
—¿Pasa algo? —preguntó, mirándole fijamente a los ojos.
James negó con la cabeza, aunque a Aura no la convenció.
—No es nada —insistió él.
—Sabes que puedes confiar en mí, ¿verdad, Jem?
Su hermano se limitó a suspirar.
—Digamos que ni tú ni yo tenemos la mejor suerte en el amor, hermanita.
—Vendrá de familia —respondió Aura, sonriendo levemente.
Esta vez, fue ella quien apoyó la cabeza en el hombro de su hermano, que le pasó el brazo por encima de los hombros.
—Eh, esas que vienen son Evans, McKinnon y Macdonald —dijo James.
—Y Ross y Meadowes —añadió Aura, viendo que las otras dos aparecían tras el grupo, charlando juntas unos metros por detrás de las demás—. ¿Por qué las llamamos por su apellido, por cierto?
—No tengo ni idea —admitió su hermano, haciéndola reír.
Aura saludó a sus amigas, que se acercaron al árbol.
—¿Nos podemos sentar? —preguntó Mary.
—Claro —dijo, sonriendo—. Hay suficiente árbol para todos.
Mary tomó asiento junto a ella, apoyando la espalda en el árbol, mientras las otras se sentaban frente al grupo, formando un pequeño círculo. Marlene recostó la cabeza en las piernas de Dorcas, mientras Selena y Lily, no tan atrevidas, se limitaban a sentarse una junto a otra y entrelazar los dedos de las manos.
—Un poco de respeto para los solteros, por favor —bufó Mary.
Aura y James rieron, aunque no especialmente divertidos.
—Estaría bien, la verdad —admitió James.
—Callad, envidiosos —protestó Marlene, sacándoles la lengua.
Su hermana pensó que sería mejor no entrar en aquel tema.
—¿Y qué pensáis hacer este verano? —preguntó Aura.
—No mucho. Lo más probable es que nos escondamos —respondió Marlene, encogiéndose de hombros—. Los mortífagos cada día están más furiosos con mi familia. Aunque mis padres siguen trabajando. Moody no les deja descansar ni un momento. —Una sonrisa apareció en su rostro—. Estoy deseando ser aurora.
—No hables de profesiones, por favor. No tengo ni idea de qué hacer cuando nos graduemos —dijo Selena—. Hubo un momento en el que me planteé sanadora, pero lo he descartado enseguida.
—Y aún no entiendo por qué lo hiciste —comentó Lily—. Serías buena sanadora. Yo sí que no tengo ni idea.
—¿De aquí hay alguien que sepa qué quiere ser? —preguntó Dorcas, que trenzaba distraídamente el cabello de Marlene.
Solo levantaron la mano Marlene y James. Tras un momento de duda, Mary y Aura.
—¿Vosotros dos lo sabéis? —preguntó Lily, sorprendida—. ¿Qué queréis ser?
—Aurores —respondieron a coro.
Ambos intercambiaron una mirada cómplice.
—Eh, trabajaremos juntos. Será divertido tener a un conocido en la oficina —dijo Marlene, sonriendo.
—Yo sigo sin creerme que estéis dispuestos a estudiar tanto —comentó Aura—. No me malinterpretéis, no sois idiotas, pero os habéis pasado seis años sin apenas tocar un libro.
—Quiero ayudar a la gente —declaró James—. Sé que tendré que estudiar, pero pienso hacerlo. Quiero ser auror, lo tengo claro.
No era nada que Aura no se esperase, pero nunca había recibido una respuesta tan convencida por parte de su hermano. Aunque sabía que él sería el mejor de los aurores.
—No creo que muchos lo tengan claro —dijo Mary—. Pero yo me decidí el curso pasado, pienso ser sanadora.
—Se te dará bien —aseguró Aura—. Yo seré pocionera, creo que os lo imaginabais. Siempre me ha gustado.
—Y siempre se te ha dado bien —agregó Lily, riendo—. Serás buena.
Aura observó en la distancia a Jason y Remus paseando juntos. Arqueó las cejas, sorprendida. Ambos eran amigos, pero no especialmente cercanos. Aunque sí era cierto que, desde la broma a Snape, Remus había pasado bastante tiempo con Aura y, por extensión, con Jason.
El rubio le dijo algo a Remus, para luego adelantarse e ir hacia el árbol bajo el que el grupo estaba reunido.
—Hola, Jace —saludó Aura, agitando la mano—. ¿Quieres sentarte? Remus también puede venir, claro.
Su amigo negó.
—No, gracias. Solo venía a avisarte. Sprout me ha dicho que te diga que vayas al despacho de Dumbledore.
La conversación que Selena, Lily y Dorcas mantenían se interrumpió bruscamente. Cinco pares de ojos se volvieron a mirar a Aura.
—¿Dumbledore? —repitió James.
—Ajá. Quiere que hablar contigo, al parecer.
—¿Yo? —preguntó Aura, sorprendida—. ¿Por qué?
Jason se encogió de hombros.
—Ni idea. Pero deberías ir. ¡Ah, y me ha dicho que la contraseña es caramelo de menta!
—Muy discreto, Bones —ironizó Selena.
El rubio le guiñó el ojo.
—Creo que es importante, no por nada es el director —comentó, volviéndose hacia su mejor amiga—. Yo que tú, iría deprisa.
Tenía razón. Ella asintió.
—Vale, gracias, Jace —dijo Aura, levantándose—. Os veo luego, chicos.
Intercambió una mirada con James, que estaba tan confundido como ella. Ella se encogió de hombros. Ninguno de los dos tenía idea de qué significaba aquello.
Intrigada, la chica se dirigió al castillo y fue hacia el despacho de Dumbledore. Ya lo conocía, por haber estado una vez allí el año pasado. Dio la contraseña a la gárgola y subió por las escaleras. Llamó a la puerta.
—Adelante —dijo la voz de Dumbledore.
Aura entró y miró al director, nerviosa.
No todos los días uno es llevado al despacho de Dumbledore. La única vez que ella había estado allí, había sido cuando los chicos se metieron en problemas con quincuagésima vez consecutiva y ella casualmente estaba en medio, por lo que terminó arrastrada por ellos.
—Profesor, Jason Bones me ha dicho que usted quería verme...
—Sí, así es. Siéntate, Aura, por favor.
Ella cerró la puerta y se sentó en la silla que le indicaba el hombre. Esperó a que él hablara, pero no lo hizo, así que acabó preguntando ella.
—¿Por qué quería verme?
El director levantó la cabeza tranquilamente y la examinó en silencio.
—Me preguntaba si has tenido sueños o pesadillas extrañas últimamente.
Aquello sorprendió a Aura, que negó con la cabeza.
—¿No? ¿Estás segura?
La mirada azul del director parecía traspasar a Aura.
Ella volvió a negar.
—Estoy segura. No he tenido pesadillas últimamente, ni nada parecido. Solo tuve, varias veces, en Navidades —acabó admitiendo—. Pero terminaron tan pronto como volvimos aquí, así que pensé que solo era por el cambio de casa o algo así.
Dumbledore asintió.
—¿Fuiste en Pascua a tu casa?
Aura negó con la cabeza.
—¿Por qué me pregunta eso?
—¿Sabes lo que es la Oclumancia y la Legeremancia?
—Sí, claro —respondió Aura, sin entender qué tenía que ver esa pregunta con su problema.
No debió sorprenderse tanto porque el director soltara una noticia inesperada.
—Esas pesadillas las tienes porque alguien intenta entrar en tu mente usando la Legeremancia.
Aura tardó unos segundos en procesar esa información.
—¿Qué? ¿Quién?
Aquello carecía de sentido. ¿Quién querría entrar en su mente?
—Lord Voldemort.
Sobrevino un completo silencio. Aura observaba boquiabierta al director, que le devolvía la mirada con una serenidad sorprendente.
—¿Por qué? —preguntó la chica cuando recuperó el habla—. ¿Por qué Quien-Usted-Sabe quiere entrar en mi mente?
—Llámalo por su nombre, Aura. Y, en cuanto a tu pregunta, eso no lo sé —dijo Dumbledore, aunque a Aura no le convenció del todo—. El motivo por el que tus pesadillas desaparecen en Hogwarts es por las protecciones que he puesto contra ese tipo de magia. Pero esas protecciones solo debilitan el hechizo, no lo hacen desaparecer.
—¿Y por qué...?
—Eres una oclumante, Aura. Y una muy buena.
Ella frunció el ceño. ¿Desde cuándo era eso?
—¿Yo? ¿Oclumante?
—Muy pocas personas nacen con el don de la Legeremancia, pero aún menos con el de la Oclumancia. Que tú lo tengas es una suerte, en tu caso. Impedirá que lord Voldemort entre en tus sueños. Además, para evitar que tengas pesadillas este verano, colocaré encantamientos protectores en tu casa. Ya he hablado con tus padres sobre ello.
Aura parpadeó. Había hablado con sus padres. Vaya. Pero eso aún no respondía a su pregunta.
—¿En serio hará eso? —Dumbledore asintió con la cabeza—. Muchas gracias, profesor.
El director sonrió y observó a la chica.
—¿Hay algo que quieras preguntarme, Aura?
Si hubiera sido algo más atrevida, podría haber respondido con sarcasmo. Era evidente que tenía bastantes preguntas, ahora que comenzaba a digerir aquella información.
—¿De verdad no sabe por qué Quien-Us... Voldemort quiere entrar en mis sueños?
El director ni siquiera pestañeó.
—Tengo mis teorías. Aunque prefiero no decirte nada hasta que no esté seguro de ello.
—¿Nada más?
—Eso es todo —confirmó Dumbledore.
La chica asintió y se levantó. No le convencía la respuesta, pero no podía enfrentarse al director. Aún estaba sorprendida por la revelación y no sabía cómo tomársela.
—Bueno, supongo que debería irme ya.
—Una cosa más, Aura.
Ella volvió a sentarse y vio a Dumbledore sacar de un cajón de su escritorio unas insignias.
—Son las insignias de Premio Anual —explicó Dumbledore, aunque Aura ya lo había adivinado—. ¿Quieres una de ellas?
Aura contempló la insignia, dudando. Era tentador. Pero no comprendía por qué le preguntaba aquello a ella. Se suponía que los Premios Anuales no sabían de su cargo hasta que llegaban las cartas de Hogwarts.
—Me encantaría tener una —admitió, levantando la mirada—. Como muchos otros alumnos. Pero solo si usted considera que yo merezco el cargo. No porque yo lo haya decidido.
Dumbledore sonrió, satisfecho.
—Esperaba que dijeras eso. Ya que estás aquí, déjame decirte que James y tú sois grandes candidatos para el puesto. No te sorprendas mucho si recibís la insignia cuando os llegue la carta.
Ella le miró, sin poder creerlo.
—¿James? —preguntó Aura, y no pudo evitar sonreír—. Mis padres se pondrán como locos al enterarse.
El anciano asintió.
—Sí, imagino que sí. Gracias por tu ayuda, Aura. Ya puedes irte. El banquete de fin de curso empezará dentro de poco. Te veré allí.
La chica se puso de pie y asintió. Tenía algo de información que digerir.
—Adiós, profesor. Y gracias por lo de las protecciones.
—No hay de qué, Aura.
La chica caminó hasta la puerta, pero se detuvo un momento en el umbral y se giró a preguntar:
—Si sabe algo más sobre por qué Qui... Voldemort trata de entrar a mi mente, ¿me lo dirá?
—Por supuesto —aseguró Dumbledore.
Aura asintió lentamente y se marchó sin decir más.
Cuando salió del despacho del director, comenzó a bajar las escaleras lentamente, dándole vueltas a la conversación que acababa de tener. No comprendía por qué le había preguntado Dumbledore lo de ser Premio Anual, pero se sentía feliz por James. Y ella. ¡Sería Premio Anual! Aquello no era poca cosa.
Y en cuanto lo de sus sueños... Sentía curiosidad por saber por qué Voldemort tenía tanto interés en entrar en su cabeza, pero decidió no darle demasiadas vueltas al asunto en ese momento. Confiaba en el director y sabía que la protegería con sus hechizos, y si no se lo decía, sería por algún buen motivo.
Puede que buscara protegerla. Aura no entendía. Voldemort quería entrar en la cabeza de una chica de diecisiete años cualquiera, por un motivo que desconocía. Aquello no podía significar nada bueno.
Se preguntó si Dumbledore les había dicho a sus padres el motivo de las protecciones. Esperaba que no. No necesitaba preocuparlos.
¿Qué interés podía tener el mago tenebroso más poderoso del mundo mágico en ella? No debía ser nada demasiado grave, o Dumbledore se lo habría dicho, pero tenía que haber algo que hiciera que Voldemort quisiera entrar en su cabeza.
Inspiró con fuerza y trató de despejar su mente. Con tantas preguntas sin respuesta, no llegaría a ningún sitio. Ya lo descubriría cuando llegara el momento. Aún así, la perspectiva de que un genocida invadiera su mente no le daba mucho espacio para calmarse.
Aquello carecía de sentido.
—¡Aura! —escuchó gritar a su espalda.
Lo que le faltaba.
Aura estaba segura de que Sirius pretendía volverla loca.
Dos semanas. Dos semanas habían pasado desde aquella discusión en la Torre de Astronomía. Dos semanas desde que él había decidido con su relación según iniciada. Dos semanas en las que había estado evitando mirarle y tratando de aparentar que le daba igual.
Dos semanas le había tomado a Sirius para decidir tratar de arreglar las cosas. Aura no podía creer que pensara que con un simple lo siento iba a estar todo arreglado. Remus opinaba lo mismo que ella.
Aura continuó caminando, como si no le hubiera escuchado, pero Sirius pronto apareció a su lado.
—Venga, Aura, ya te he dicho que lo siento de verdad —dijo Sirius, colocándose junto a ella—. Fui un idiota. Soy consciente. Dije e hice cosas de las que me arrepiento. ¿Qué más quieres que haga?
—Que me dejes caminar por los pasillos tranquila, por ejemplo —respondió ella, cortante.
No podía darle vueltas al asunto de Voldemort con Sirius a su lado. Él la distraía. Más de lo que debería.
—Vamos a pasar el verano juntos, no puedes ignorarme eternamente.
—Mírame hacerlo —respondió ella, apretando el paso.
Estaba herida. No comprendía por qué Sirius había hecho y dicho aquello, pero necesitaba algo más que disculpas.
—Por favor, Aura —pidió él, tratando de pararla.
Aura se apartó y quedó justo frente a él, azul contra gris, los primeros furiosos, los segundos suplicantes.
—Lo siento.
Aura no iba a ceder tan fácil.
—Podrían haberte expulsado por esa broma, si es que así quieres llamarla. Te habrían echado del maldito colegio por actuar como un idiota.
—Y tú no podrías vivir sin mí, ¿no?
Sirius se sorprendió cuando escuchó un fuerte chasquido. Se llevó la mano a la mejilla y miró sorprendido a Aura, que acababa de darle una bofetada. La chica sonreía, burlona.
—Lo siento, cariño, pero te lo merecías.
Su paciencia tenía un límite y en ese momento no le quedaba.
—¿Cómo acabas de llamarme?
Aura bufó.
—Olvídalo.
—Nada de eso. Me encanta —respondió Sirius, riendo.
—Jódete —replicó Aura.
Sirius suspiró.
—Se lo he dicho a Remus, te lo he dicho a ti. Lo siento. ¿Qué otra cosa puedo hacer?
—Si pretendes que todo vuelva a ser como antes, estás más que equivocado —replicó Aura—. Después de todo, tuvimos ese mes de prueba para ver si funcionábamos juntos y no salió bien, ¿no dijiste eso?
—Fui un idiota —suspiró Sirius.
—No lo niego —dijo ella—. Ahora, si me dejas...
Sirius le dio un beso en la frente, pillándola por sorpresa.
—Aura, lo siento de verdad —pidió—. ¿No puedes perdonarme?
—Un beso no basta para que te perdone —respondió Aura.
—En ese caso, te besaré tantas veces como haga falta para que me perdones.
Aura negó con la cabeza, con una mueca en el rostro.
—Puedo perdonarte, Sirius —dijo, en voz baja—. Pero ya te lo he dicho, las cosas no van a volver a ser como antes.
Sirius agachó la cabeza.
—Supongo que me lo merezco.
Aura asintió lentamente.
—Diría que lo siento, pero... creo que esto es lo mejor para nosotros dos —susurró, retomando su camino a los jardines.
—¿En serio vas a dejar que acabe así?
Los ojos de Aura brillaron de furia. Ella se detuvo.
—Si alguien tiene la culpa de eso, Sirius, fuiste tú. No me hagas sentir culpable por ello. Lo siento.
Esta vez, Sirius no la siguió.
Aura sintió una punzada en el pecho, pero no se giró siquiera a mirar. Ella sabía que era lo mejor. Para ella y para Sirius. E incluso aunque no lo fuera, ella no sería capaz de regresar a Sirius como si nada hubiera pasado, por muchas disculpas que él tuviera preparadas.
Mucho menos, siendo aquello aún tan reciente.
Cerró los ojos unos segundos y se obligó a centrarse. Por mucho que el asunto de Sirius le molestara, no era lo principal. El mago más temido de la década parecía tener interés por entrar en su cabeza.
Tenía problemas más serios que los amorosos. Pero, al menos, gracias a Dumbledore estaría a salvo de ello.
No le quedaba otra que confiar en el anciano director y esperar a que los acontecimientos siguieran su curso.
FIN DEL PRIMER ACTO
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