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vi. changes








vi.
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—¿Cuánto tiempo vas a seguir enfadada?

Aura miró a James, frunciendo el ceño.

—¿Cuándo vais a dejar de escaparos a Hogsmeade y volver borrachos?

—¡Solo Sirius volvió borracho!

—¿Y por qué no lo evitaste?

—Él estaba con su tío, ¿qué esperabas que hiciera? ¿Colarme en la reunión familiar?

—¿Podéis callaros? —gimió Sirius, que estaba tumbado en el asiento frente a ellos—. Me estalla la cabeza.

—Si tienes resaca, es por tu culpa —replicó Aura, aunque no pudo evitar suavizar el tono. Sirius tenía realmente mal aspecto.

El traqueteo del tren no debía estar ayudando a su dolor de cabeza. Pero solo James y Sirius tenían la gran idea de escaparse a Hogsmeade el día antes de Navidad y, en el caso de Sirius, volver borracho.

Aura odiaba aquellas escapadas porque sabía que eran la excusa de Sirius para beber. Lo hacía con mucha más regularidad desde que escapó de su casa. James le ofrecía siempre ir con ellos, al igual que hacía con Remus y Peter, pero casi siempre se negaban.

—No queda mucho para llegar —terminó diciendo, intentando que eso supusiera algún consuelo para Sirius.

Remus y Peter regresaron al compartimento en ese momento y James y Aura tuvieron que hacerles sitio, ya que Sirius ocupaba todo un asiento él solo. Los cinco regresaban a casa por Navidad, y cada uno iría con su familia. Incluso Sirius, que había encontrado a la suya con los Potter.

—¿Has hablado con Jason? —se atrevió a preguntar Remus, mirando a Aura—. Acabamos de verle en el pasillo.

Aura negó con la cabeza.

—Me dijo que necesitaba estar solo. No insistí.

Echaba de menos a su mejor amigo, pero no había otra cosa que pudiera hacer. Selena y Mary habían aceptado también mantenerse aparte.

No poder despedirse de Jason como cada año por Navidad iba a ser raro para Aura, pero le había prometido respetar su soledad y no iba a acercarse a él hasta que se lo pidiera.

Aquel era un motivo más por el que estaba de mal humor.

Afortunadamente, ver a sus padres en el andén y poder correr a abrazarlos le hizo olvidar un poco su descontento, aunque luego se sintió realmente mal al pensar en que Jason no volvería a abrazar a sus padres nunca más.

Ella no podía siquiera imaginarse vivir sin sus padres.

Buscó a Jason con la mirada y lo reconoció a lo lejos, en compañía de Edgar y Amelia, sus hermanos mayores, la esposa de Edgar y el pequeño hijo de éstos dos, que la mujer llevaba en brazos.

Aura hubiera querido ir hasta su mejor amigo y abrazarlo.

No lo hizo.

En cambio, dirigió su mirada hasta Sirius y le observó contemplando a Orion y Walburga Black, que recibían a Regulus a no demasiada distancia de ellos.

—Eh, Sirius —le llamó. Éste se giró de inmediato hacia ella, con los puños apretados. Sus ojos se habían oscurecido—. ¿Nos vamos?

Él asintió, sin decir palabra.

James, que también había visto a los Black, intercambió una mirada con Aura. En los ojos avellana de su hermano estaba escrito lo que ella misma sentía en ese momento: preocupación.

Euphemia le pasó el brazo por encima de los hombros a Sirius cuando Walburga Black miró en su dirección. Aura vio a su madre levantar la cabeza con decisión y expresión casi retadora. Parecía estar animándola a hacer algo. Venga, decía, haz algo, a ver si te atreves.

Walburga apartó la mirada.

—Tienes razón, cariño —dijo Euphemia, mirando a su hija—, será mejor que nos vayamos.

Abandonaron el andén y se aparecieron en Potter Manor. Sirius, inusualmente callado, al contrario que en las anteriores Navidades que había pasado con ellos, arrastró su baúl hasta su dormitorio sin decir palabra y se encerró dentro.

Parecía que hubieran vuelto a principios del verano, cuando Sirius había pasado casi dos semanas sin abandonar su habitación. Solo James, tras mucho insistir, había logrado convencerle para que saliera.

James soltó un suspiro.

—Hablaré con él luego —dijo, mirando a su padre—. ¿Subimos los baúles, Ra?

—Claro.

En realidad, fue Fleamont quien los hizo flotar para que pudieran subirlos por la escalera sin demasiado esfuerzo, pero ambos tiraron de los baúles hasta sus respectivos dormitorios y los dejaron dentro.

—Dentro de tres meses ya podremos hacer magia fuera de la escuela —comentó James, más por hablar de algo que por otra cosa—. Será divertido.

—Podré amenazar con maldecir a alguien y hacerlo de verdad. —Aura sonrió—. Sí, será bastante divertido.

—Ni siquiera en Hogwarts maldices a nadie —rio James.

—A ti sí —se burló ella—. ¿O lo has olvidado?

—Eso es cierto —admitió James—. Sigo teniendo pesadillas con ello.

—Exagerado.

La mirada de ambos se dirigió a la puerta cerrada de Sirius, al otro lado del pasillo. Aura apretó los labios.

—Hablaré con él luego —prometió James, al notar su expresión—. Ver a la arpía no le ha sentado bien. No puedo culparle por ello.

No, siendo Walburga Black como era, lo cierto era que no. Si Aura ya odiaba a la mujer por todo lo que Sirius había contado de ella o había dado a entender de ella, no imaginaba cómo debía de sentirse él con aquello.

—Voy a ayudar a mamá y papá con la cena, ¿vienes? —preguntó James, tratando de distraerla—. Podrías hacer tu especialidad: tortilla quemada.

Aura rio y negó con la cabeza.

—Será mejor que te deje la cocina a ti —respondió—. Está claro que eres mejor que yo. Voy a deshacer el baúl, dile a mamá y papá que bajaré cuando acabe.

—Me parece bien. Cuanto más lejos de la cocina estés, más seguro para todos —se burló James, mientras se alejaba.

—¡Eres tú el que me ha propuesto ir! —protestó Aura, cruzándose de brazos.

—Sí, a eso se le llama amabilidad, ¿te suena la palabra?

—Idiota.

—Tú más.

Reaccionando como una adulta madura y responsable, Aura le sacó la lengua a su hermano antes de entrar a su dormitorio para deshacer el baúl.

Realmente, solo iba a sacar lo más necesario. Estarían un par de semanas en casa, después de todo. No tenía sentido deshacer el equipaje completo.

Sin embargo, se distrajo leyendo su libro de Pociones. Las primeras páginas, de aquellas pociones que ya habían hecho en clase, estaban llenas de apuntes que Aura había hecho en los márgenes del libro mientras experimentaba con los ingredientes y casi ignoraba por completo las instrucciones del libro.

Fleamont siempre le había dicho que, en las pociones, era mucho más importante seguir el instinto. Si sabías que estabas haciendo, claro. Aura siempre había tenido talento para las pociones, heredado de su padre, y aunque en un inicio le había dado miedo ignorar las instrucciones del libro para hacer lo que ella pensaba que estaría bien, había terminado atreviéndose y obteniendo grandes resultados.

Desde segundo, había comenzado a apuntar todas las modificaciones que hacía en sus libros de Pociones, que guardaba en casa, en el taller de su padre. Durante las vacaciones de verano, muchas veces mostraba a su padre lo que había probado durante el curso y ambos se pasaban horas en el taller, haciendo pociones cada vez más complicadas.

Fleamont le había dicho en verano que, algún día, podría intentar crear su propia poción. Aura aún no se sentía preparada para ello, pero era algo que pensaba hacer en el futuro.

Alguna poción que ayudara a otros. Que les facilitara la vida. Aura siempre había pensado que una poción que ayudara a los hombres lobo sería una gran idea. Veía el dolor y la vergüenza en el rostro de Remus después de cada luna llena, cuando se despertaba en la enfermería.

Convertirse en animaga ilegal había sido un paso para ayudar a su amigo, para que no estuviera solo durante sus dolorosas transformaciones. Pero ¿y si éstas no fueran tan horribles? Con una poción, ayudaría a todos los licántropos que lo desearan. No solo a Remus.

Tras dudar, tomó un pergamino nuevo y escribió en lo alto Proyecto poción matalobos. Tal vez, en un futuro, su idea se hiciera real.

Mientras tanto, tendría que ayudar a poner la mesa. Era casi la hora de la cena y había perdido completamente la noción del tiempo. Su baúl estaba sin deshacer, pero ya lo haría antes de acostarse.

Pero nada más salir del dormitorio, escuchó un golpe proveniente de la habitación de Sirius. Se detuvo en el pasillo, dudando entre llamar a la puerta o no.

Se aproximó a ésta y la golpeó suavemente con los nudillos.

—¿Sirius? ¿Pasa algo?

No obtuvo respuesta. Llamó, esta vez más fuerte. La puerta se abrió bruscamente.

—¿Quieres algo? —preguntó Sirius, tratando de sonar amable.

Pero estaba ahí otra vez. Aquello que le rodeaba, el aura oscura que ella a veces sentía alrededor de otros miembros de su familia. Sus ojos se volvían fríos y sus músculos se tensaban.

Mi familia está maldita, o eso dicen, le había dicho Sirius en segundo curso. Varios alumnos de Hogwarts parecían creerlo de verdad.

A veces, cuando Aura lo veía así, estaba cerca de creerlo.

—He oído un golpe —respondió—. ¿Pasa algo?

—Se me han caído unos libros mientras deshacía el baúl.

—Ah. —Aura se quedó sin saber qué decir. Miró a Sirius un momento, antes de atreverse a preguntar—. ¿Cómo estás?

—De maravilla.

Obviamente, Aura no le creyó.

—No podemos ayudarte si te encierras ahí, ¿sabes? No tienes por qué contármelo a mí, pero James es tu mejor amigo. Se preocupa cuando te pones así. En verano estuviste así todo el rato, y no digo que no estés en tu derecho de estar mal, pero ¿sabes lo preocupado que estaba James? —Aura ni siquiera sabía que estaba enfadada hasta ese momento—. ¿Podrías intentar pensar un poco en él en vez de encerrarte en tu dormitorio y hacer que todos nos preocupemos? No voy a pedirte que sonrías ni cantes villancicos, pero por lo menos podrías dar alguna explicación.

Sirius se la quedó mirando fijamente. Por un segundo, Aura creyó que le gritaría y ambos empezarían a discutir. Casi notó la furia en su expresión. Pero, inesperadamente, perdió su mirada fría y dejó caer los hombros, con aspecto derrotado.

—Perdón, es solo que... —Sirius sacudió la cabeza y la dejó entrar en su dormitorio—. Estoy harto de ellos. De no poder vivir tranquilo por su culpa. Han sido dieciséis años los que he tenido que soportar en aquella casa, aguantando sus estupideces. Y ni siquiera ahora que no vivo allí puedo librarme totalmente de ellos.

Aura no había esperado esa reacción en absoluto. Sirius se dejó caer en la cama, suspirando.

—Estoy cansado de ser un Black. Parece que nunca me libraré de eso y lo odio.

Tras dudar, ella se sentó junto a él en la cama y le puso la mano en el hombro.

—Ellos son ellos y tú eres tú, Sirius —habló, y se sorprendió al notar la seriedad en su propia voz—. Tu familia no te define y lo sabes bien. Siempre has ido contra todo lo que ellos intentaron. Con once años fuiste a la casa de los traidores, después de todo. Rompiste con ellos y con todos los estereotipos de los Black juntándote con traidores, mestizos e hijos de muggles. ¿En serio dices que nunca te librarás de esto? Has sido de los pocos que se ha atrevido a ir contra ello. A pensar distinto. No eres tu familia, Sirius, solo eres tú.

—Da igual si yo lo veo así, incluso si tú lo ves así. El resto no piensa igual —gruñó Sirius.

Aura chasqueó la lengua, molesta.

—¿Me estás diciendo que ahora te importa lo que otros piensan de ti? Porque nunca antes lo había hecho. Siempre eras tú el que me animaba a hacer las cosas que querías y a olvidarme de los demás. No me dirás ahora que te preocupan otros. No estás siendo serio.

Aura dijo lo último con la esperanza de que Sirius hiciera una broma al respecto. Suerte que él no la defraudó.

—Siempre estoy Sirius —se burló él, haciéndola reír—. Ese chiste nunca pasa de moda, ¿verdad?

—Nunca jamás —respondió ella—. Vamos, alegra la cara y bajemos a cenar. Hoy es el primer día en casa, así que será algo delicioso, ¿no?

Aura se puso de pie y le tendió la mano para ayudarle. Sirius sonrió, muy a su pesar, y la aceptó. Aura tiró de él y lo levantó.

—¿Hablarás con James? —quiso saber.

—Hablaré con James —confirmó él—. Y Aura...

—¿Qué?

—Gracias por soportar este drama.

Ella rio y sacudió la cabeza.

—¿Para qué están los amigos?

La sonrisa en la cara de Sirius disminuyó un poco.

—Bien dicho —respondió, con falsa alegría.

—Venga, será mejor que bajemos ya.

Sirius siguió a Aura mientras ésta bajaba las escaleras, iba a la cocina a ver si podía ayudar con algo —aunque James no se lo permitió— y, tras desistir en eso, iba con Sirius a poner la mesa.

James le dio una palmada en la espalda a Sirius cuando éste pasó junto a él.

—¿Todo bien, Canuto?

—Sí, gracias a tu hermana —respondió Sirius, sonriendo un poco—. Ya sabes, tiendo a dramático. No pasa nada.

—Me alegra escucharlo —admitió James, lanzando una mirada a Aura—. Es bueno saber que no habéis discutido mientras yo no estaba para mantener la situación calmada.

—Ni siquiera discutimos tanto, Cornamenta —protestó Sirius.

—Pero te encanta hacerla enfadar y no me vas a negar eso —replicó él—. Y, hablando de hacerla enfadar, mejor que vayas a ayudarla con la mesa o nos acusará de no hacer nada.

—¡Os escucho! —informó Aura, desde el otro lado de la cocina—. Y bastante bien, de hecho.

Riendo, los dos regresaron a sus tareas.





























Las vacaciones pasaron más rápido de lo que les hubiera gustado a todos. James y Sirius jugaron al quidditch varias veces, los tres les contaron a Euphemia y Fleamont cómo iba yendo el curso —omitiendo detalles como peleas y ataques a familiares de alumnos—, jugaron varias veces al ajedrez mágico y al snap explosivo y comentaron cómo iba la Liga de Quidditch por el momento.

James se empeñó en practicar quidditch una tarde, insistiendo en que debían mejorar para el partido contra Hufflepuff y un aburrido Sirius terminó aceptando, sin demasiado entusiasmo.

—¿Te apetece venir? —le propuso a Aura, que estaba en el salón con ellos—. Podrías hacer de árbitro.

Ella negó con la cabeza.

—Estoy cansada, creo que me echaré una siesta. Y ya sabéis que no me entusiasma hacer de árbitro desde que me distéis con una quaffle en la cara.

—¡Fue un accidente! —protestó James, avergonzado—. Además, fue culpa de Sirius.

—¡Tú me pasaste la quaffle!

—Y tú no la atrapaste. Por lo tanto, es culpa tuya.

Aura rio y se puso de pie.

—Id a entrenar y dejad de discutir, tontos. Os veo luego.

De modo que ambos salieron al jardín con sus escobas y pasaron aproximadamente una hora y media practicando, antes de que Sirius rogara por un descanso.

—¡Si apenas hemos hecho nada! —protestó James al escuchar sus quejas.

—No podemos practicar una maniobra de tres siendo dos, James —replicó Sirius—. ¡Necesitamos a McKinnon! Ya lo haremos en Hogwarts. Dudo que perdamos por no practicar en este preciso momento una maniobra cualquiera.

James puso mala cara, pero aceptó. Ambos regresaron al interior de Potter Manor, saludaron a Fleamont y Euphemia y se entretuvieron un rato charlando con ellos, hasta que mamá Potter les mandó arriba a asearse porque, palabras textuales, olían peor que pus de bubotubérculos. James y Sirius protestaron, ofendidos.

—¡Nosotros siempre olemos a rosas, mamá! —exclamó James.

—Rosas marchitas, al parecer —replicó Euphemia—. Id arriba a ducharos u os limpiaré yo misma con un hechizo y os aseguro que no os va a gustar.

Ambos terminaron obedeciendo y abandonaron el salón tras dejar cada uno un sonoro beso en la mejilla de Euphemia, que se echó a reír y los llamó tunantes.

Pasaron por delante del dormitorio de Aura cuando escucharon un grito de terror.

Intercambiaron una mirada y abrieron inmediatamente la puerta, asustados. Aura estaba en la cama, agitándose en medio de una pesadilla. Tenía los ojos cerrados y la frente llena de gotas de sudor. Las lágrimas le caían por las mejillas. Volvió a chillar, esta vez un nombre.

—¡James! —gritó—. ¡James, no, por favor!

Su hermano se apresuró a correr a su lado y la sacudió con fuerza.

—¡Aura, Aura! —llamó—. ¡Despierta, es solo una pesadilla!

Ella se incorporó de golpe, jadeando.

—¿Estás...? —empezó James, pero se interrumpió cuando Aura le vomitó encima.

A Sirius le faltó poco para vomitar también. Su estómago se revolvió y tuvo que dejar de respirar por la nariz para evitar el olor.

La cara de James no tenía precio. Aura se dejó caer sobre la cama, jadeando.

—Lo siento, James —murmuró.

—No te preocupes —respondió él, aunque parecía estar haciendo por no vomitar también—. Sirius, ¿una ayudita? Dime por favor que tienes la varita.

La tenía. Sirius sacó la varita e hizo desaparecer el vómito rápidamente, para alivio de todos. Algo de color comenzaba a reaparecer en las mejillas de Aura, aunque seguía preocupantemente pálida.

—No entiendo qué ha pasado —murmuró ella—. Ha sido como las otras, solo que...

—¿Otras? —repitió James, frunciendo el ceño.

Aura se ruborizó.

—He tenido varias desde que volvimos a casa —admitió, avergonzada—. No quise deciros nada porque no me parecía grave...

—Lo de hoy ha parecido grave —comentó Sirius, con el ceño fruncido—. ¿Qué pasaba con James?

—¿Qu-qué quieres decir?

—Estabas gritando mi nombre. Mientras dormías —dijo su hermano.

—¿Gritando? —Aura pareció sorprendida—. Yo...

—¿Qué veías? —insistió Sirius, preocupado. Daba la sensación de que Aura no quería hablarles de lo que había visto.

Ella tardó unos segundos en atreverse a responder.

—Tú... —Miró a James, con en labio temblándole—. T-te veía morir. Yo estaba ahí y no podía hacer nada, solo verte, y era tan real que...

Aura parpadeó bruscamente para contener las lágrimas.

—Ya me ha pasado antes con Jason y con Selena, pero esta ha sido... demasiado real. Más que antes. Y... —Sacudió la cabeza, confusa—. No sé, James, no sé.

James abrazó a su hermana, que cerró los ojos y dejó escapar algunas lágrimas.

—Estoy bien, ¿vale? —susurró, y Sirius casi se sintió como un intruso—. ¿Cuántas veces te ha pasado esto?

—Cinco. Las dos primeras era yo la que moría, una y otra vez. Luego, Jason y Selena. Y tú. —Aura se secó las lágrimas con el dorso de la mano—. No sé por qué empezó.

Sirius estaba cansado de permanecer en silencio e inmóvil junto a la pared. James abrazaba a Aura, que empezaba a recuperar el color poco a poco.

—Deberías hablar con alguien —sugirió Sirius—. Tus padres, o...

—No —le interrumpió ella—. No quiero preocuparles.

—Pero si no se paran... —empezó James.

Aura negó con la cabeza.

—No es nada. Será por el estrés, o algo así.

James arqueó las cejas, escéptico.

—¿Has estado estresada? —preguntó su hermano.

Sirius vio la duda en su rostro.

—Últimamente, no paro de darle vueltas a una cosa.

—¿A qué? —preguntó James.

—Jason —admitió—. Que no me hable después de lo de sus padres... Me preocupa, sí.

James y Sirius intercambiaron una mirada de preocupación.

—Seguro que pronto lo arregláis —dijo James, convencido—. Sois amigos desde hace tanto como Sirius y yo. Prácticamente siameses. Lo arreglaréis.

—No te preocupes por eso —dijo Sirius—. Pero sigo creyendo que deberías contárselo a alguien.

Aura negó con la cabeza.

—No. Ya decidiré qué hacer si siguen cuando volvamos a Hogwarts. Por ahora, olvidad el tema, ¿vale?

Sirius y James se miraron y se encogieron de hombros.

—De acuerdo —respondió Black, no muy convencido.

—Está bien —contestó James.

Aquello pareció tranquilizarle un poco.

—Gracias. Y, de verdad, no os preocupéis. No debe ser nada importante.

Los dos chicos asintieron, poco convencidos. Pero no parecía el mejor momento para discutir con Aura.

Ella se las arregló para sonreír tímidamente.

—Apestáis —comentó—. ¿No deberíais ducharos?

—Creo que tú también —respondió James, pasándole cariñosamente un mechón de pelo por detrás de la oreja.

—¿Segura que estás bien? —preguntó Sirius, acercándose un poco a la cama. Aura asintió.

—No os preocupéis, ya ha pasado —aseguró—. Una ducha y como nueva. De verdad.

James se levantó tras darle un beso en la frente y le hizo un gesto a Sirius, que asintió y lo siguió hasta el pasillo.

Sirius entró en su dormitorio, pero se detuvo y, tras dudar, regresó al de Aura. Llamó a la puerta y ella respondió con un ¡Pasa!

Sirius vio la sorpresa aparecer en su rostro cuando lo vio entrar.

—¿Sirius? —preguntó—. ¿Pasa algo?

Él dudo, de nuevo.

—¿Nos dirás si tienes otra pesadilla?

Aura, confusa, asintió.

—Está bien —dijo—. Aunque esperemos que no haya más. No sé si podría ver morir a Mary, Remus, Peter o... a ti.

Sirius hizo una mueca al imaginarlo. Él no soportaría tener pesadillas como aquellas.

—Esperemos que no pase otra vez —asintió Sirius—. Pero, aún así, me avisarás, ¿verdad? —Se quedó mirando a Aura fijamente unos segundos, y al notar el rubor en sus mejillas, se dio cuenta de que había hablado en singular y no en plural—. Nos avisarás, quiero decir.

Aura tardó unos segundos en asentir.

—Lo juro solemnemente —prometió, sonriendo tímidamente.

Sirius también sonrió.

—Está bien. —Se rascó la cabeza, algo cortado—. Será mejor que vaya a ducharme. Sigo apestando.

Aura rio y asintió.

—La verdad es que sí —bromeó—. Yo también debería ducharme. Te veo en un rato, ¿no?

—Claro. —Sirius salió del dormitorio y cerró la puerta, dejando a una Aura muy confusa y con las mejillas aún sonrojadas.

Había esperado que James regresara a pedirle algo así, pero no hubiera creído nunca que Sirius fuera a hacerlo. Le había sorprendido, así como la preocupación que había en su voz.

Si bien ella y Sirius eran amigos y siempre había sido bastante cercana a él, solían limitarse a discutir de broma entre ellos y, en ocasiones, subirse el ánimo, él con bromas, ella con discursos motivadores.

Pero él nunca había mostrado tanta preocupación por ella hasta el momento. Nunca había sido tan directo hasta hace poco, al igual que ella tampoco había estado tan encima de él ni se había encargado tanto de vigilarle. Sí, tenía que admitirlo, desde que Sirius había escapado a su casa, se sentía, en parte, responsable de él.

Aunque eso no explicaba lo confusa que le había dejado que le pidiera tan directamente que le contara si tenía una pesadilla.

Tampoco explicaba el rubor en sus mejillas cuando aquello había pasado.

—Por Merlín —murmuró Aura, obligándose a pensar en otra cosa—. ¿Qué es lo que me estás haciendo, Black?

Un cambio había sucedido y parecía que ella no lo había notado hasta ese momento.
















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