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ix. the prank








ix.
la broma








Aura no tardó en descubrir que salir con Sirius no iba a ser tan bonito como había imaginado. Varias chicas murmuraban de ella a sus espaldas (o no tan a sus espaldas, porque Aura se enteraba de todo lo que decían), y alguna de ellas incluso la insultaba. Había todo tipo de rumores sobre ellos. A la morena le molestaba, y mucho. ¿No podían ocuparse de sus malditas vidas?

Mientras caminaba junto a Jason por el pasillo, escuchó algunos comentarios no muy amables, y Bones casi tuvo que llevársela a rastras para evitar que le lanzara un maleficio a una chica de Slytherin. O, bueno, sin el casi.

—No puedes ponerte así, Aura —dijo Jason, mientras iban a la sala común de Hufflepuff.

—No me digas lo que puedo hacer o no, Jace —respondió ella, enfadada—. Cuando alguien me hace perder la paciencia, le lanzo un maleficio. Es ley de vida.

—Pues no creo que a Sprout le guste eso —contestó Jason—. Hufflepuff tiene que remontar bastante si quiere ganar la Copa de las Casas. Vamos los últimos. No nos ayudas metiéndote en una pelea con la primera persona que te insulte.

Aura suspiró. Sabía que su amigo tenía razón.

—Todo esto es nuevo para mí. Y me molesta de verdad que digan eso de mí.

Sabía el origen de aquellos rumores y sabía que solo querían molestarla. Y vaya si lo estaban consiguiendo. Aura no quería caer en su juego, pero era demasiado molesto escuchar cosas absurdas como que ella había engañado a Jason con Sirius o que realmente había intentado estar con Remus pero no había tenido éxito.

Aura ni siquiera cómo se les había ocurrido aquellas historias absurdas. Jason se lo había tomado con más humor, pero Aura sabía que también le molestaba aquello.

No llevarse bien con Snape, Carrow y compañía podía tener cientos de consecuencias y le había tocado a Aura soportarlas en aquella ocasión.

—A mí también me molesta que hablen así de ti. Pero ambos sabemos que no es verdad. Y también lo saben tus amigos de Gryffindor. Así que no le des tanta importancia, ¿vale?

—Es más fácil decirlo que hacerlo —gruñó ella—. Pero intentaré hacerte caso, ¿vale?

Pero al doblar la esquina se encontraron con una escena que hizo cambiar de idea a Aura en lo de no lanzar un maleficio a nadie. Sin dudar, sacó su varita y lanzó a Severus Snape contra la pared.

No con demasiada fuerza, pero sí con la suficiente como para quitarlo de encima de Sirius.

—Esto acabará convirtiéndose en tradición, ¿no te parece? —preguntó al Slytherin, mientras ayudaba a Sirius a levantarse.

El curso anterior habían terminado en la misma situación, aunque a la inversa.

Black tenía el labio roto y la túnica sucia de sangre. Aura le curó e hizo desaparecer la sangre.

—¿Se puede saber qué hacíais pegandoos como idiotas?

—Dijo algo no muy amable sobre ti —respondió Sirius, furioso—. Y estaba harto de escuchar a la gente hablar de ti.

Snape gruñó y recogió sus cosas, antes de alejarse por el pasillo.

Sirius le lanzó una mirada turbulenta.

—¿Por qué estaba todos hablando de ti? No quiero que hablen de ti. Es decir, si fueran cosas buenas, no me parecería mal, pero esas historias absurdas...

Ella suspiró.

—Déjalo. No valen la pena —dijo Aura, y Jason tosió falsamente.

—Hace literalmente cinco minutos he tenido que arrastrarte para evitar que atacaras a Maya Carrow.

—Jace, no es el momento —protestó la morena. Volvió a mirar a su novio—. El caso, yo no atacaré a nadie si tú no atacas a nadie, ¿vale?

Sirius gruñó, recordando por un segundo a su forma animaga. Dio un simple asentimiento de cabeza, aunque no parecía en absoluto convencido por aquello.

—Bueno, os dejo solos —dijo Jason, sonriendo—. Aura, te veo luego para la guardia.

Guardia. Horror. Aura casi lo había olvidad. Aún así, asintió.

—Hasta luego, Jace —se despidió la chica.

Cuando Bones se marchó, Sirius cogió a Aura de la mano.

Seguía de mal humor y ella era consciente de ello, pero estaba tratando de calmarse.

—¿Qué te apetece hacer? —preguntó.

—¿Un paseo por los jardines? —propuso la chica.

Sirius asintió, así que se encaminaron hacia allí. La gente estaría más dispersa fuera y no escucharían tantas mentiras. Aquello evitaría que Sirius se metiera en peleas.

Aquellos días, estaba especialmente irritable con casi todos, a excepción de Aura y los demás merodeadores.

—¿Qué tal la semana? —preguntó Black.

—Bien. Algo estresante, con tantos trabajos y redacciones, pero bueno. ¿Y tú? ¿Has hecho algo?

—James y yo hemos decidido sentar cabeza —respondió Sirius, dejando a Aura boquiabierta—. Vamos a estudiar y a convertirnos en aurores.

Aquello casi parecía una broma.

—No me lo puedo creer —dijo la morena, sorprendida—. ¿En qué momento ha pasado este milagro?

Él rio.

—Tarde o temprano, tendría que pasar. Y ya iba siendo hora.

—¿Y cuánto se ha desilusionado Peter? —preguntó Aura, sabiendo lo mucho que admiraba el pequeño del grupo las bromas de James y Sirius.

—Dice que quiere ser auror también —comentó Sirius, sonriendo levemente.

—Podría lograrlo —observó Aura—. Será como cuando nos convertimos en animagos: le costará y necesitará ayuda, pero lo conseguirá al final.

—Lo imagino. Vamos a ayudarle, no lo dudes. Lo necesita.

Ambos pasearon en silencio un rato, únicamente disfrutando de estar juntos. Aura aún estaba habituándose a aquella situación: ella y Sirius como pareja.

Le gustaba, se sentía feliz con él. Era como si su amistad hubiera mejorado diez veces después de que admitieran sus sentimientos. Aura aún no estaba segura de si aquello iba a ser para siempre, pero no se dedicaba a darle demasiadas vueltas al tema: era feliz en ese momento. La guerra le había enseñado a no hacer demasiados planes de futuro, únicamente disfrutar el ahora.

—¿Cuándo es la próxima luna llena? —preguntó Black.

—Pasado mañana —respondió Aura, en tono de sorpresa—. Ya hace casi un mes desde que... Ya sabes.

—¿Desde que te dije que estaba locamente enamorado de ti? —preguntó Sirius.

Aura se puso como un tomate.

—Adoro cuando haces eso —dijo Black, lo que no ayudó a la morena, que se sonrojó aún más.

—Para.

—¿De qué? ¿De decirte lo hermosa que eres?

—¡Sirius, en serio, para! —medio chilló la chica, haciendo que su novio se riera.

—Vale, vale, lo dejaré por hoy —dijo, dándole un beso en la mejilla—. Seguiré mañana.

Aura no entendía cómo Sirius conseguía hacerla sonrojar siempre. Según él, era un don innato.

—¡Eh, Black! —gritó alguien—. ¿Cuándo la cambiarás? ¿Quién es la siguiente? ¿La sangre sucia de Macdonald? ¿O Evans?

Aura se giró hacia la pandilla de Slytherin que había sentada bajo un árbol. Mulciber era el que había gritado.

El término que él —especialmente, por el hecho de ser Mulciber— usó contra Mary bastó para hacer que toda la alegría de Aura se esfumara.

Aquel imbécil no debería siquiera poder decir el nombre de Mary después de todo lo que me había hecho pasar.

—¡Puedes decir lo que quieras de mí, pero no te atrevas a insultar a mis amigas! —gritó, furiosa.

Sirius impidió que cogiera la varita, aunque él también parecía enfadado. Aura se mordió el labio, recordando lo que había dicho antes.

Se suponía que no valía la pena. Hacía tiempo que sabía que Mulciber no era más que basura. Basura que decía y hacía cosas horribles, sí, pero basura.

Por Merlín, Aura le odiaba, pero tenía que tratar de no perder la paciencia o se meterían en problemas.

—Larguémonos —susurró la chica.

Sirius asintió y ambos se dieron la vuelta. Los comentarios de los Slytherin siguieron hasta que se alejaron lo bastante como para no escucharlos.

Afortunadamente, no les siguieron.

—Malditos idiotas —dijo Aura, furiosa—. Recuerdo cuando pensaba que no eran tan malos, que solo era un estereotipo que todo el mundo tenía hacia los Slytherins. Qué idiota era.

—No todos los Slytherins son malos —recordó Sirius.

Casi sonó algo a la defensiva. Aura sabía por qué o, mejor dicho, por quién, lo decía. Ella no pensaba en serio que todos los Slytherin eran malos, pero la ira del momento le había hecho olvidar aquello.

Simplemente, odiaba a aquel grupo de idiotas que había caído, por casualidad, en la casa Slytherin y fomentaban su mala reputación.

—Lo sé. Pero casi todos con los que me he cruzado a lo largo de mi vida sí que lo son. —Hizo una pausa y luego se atrevió a preguntar—. ¿Has hablado con Regulus?

Sirius negó con la cabeza.

—Me evita. Sé que debe ser por algo que le ha dicho mi madre.

Lo dijo en tono frío, pero se notaba lo poco que aquello le gustaba.

—Alphard me comentó que tuvieron problemas en casa después de que me largara.

—Lo siento.

—No tienes que pedir perdón por nada. Es ella la que nos ha llevado a esta situación. —Sirius se encogió de hombros—. Ojalá pudiera cambiarlo, pero no puedo. Así son las cosas.

Sonaba extrañamente conforme con aquella situación para ser Sirius, pero Aura no quiso excavar en ello.

—¿Y Andrómeda? ¿Cómo están ella, Ted y Nymphadora?

El ceño fruncido de Sirius desapareció.

—Están los tres bien. Siguen escondidos, pero no les ha pasado nada. Espero que siga así.

Una leve sonrisa había aparecido en su rostro. Aura sabía que le tranquilizaba saber que su prima y su familia estaban a salvo. Le había prometido que, un día, le llevaría a visitarlos.

—¿Cómo crees que será todo cuando nos graduemos? —preguntó Aura, pensativa—. Me refiero, con la guerra y tal. Hasta ahora, hemos estado protegidos en Hogwarts o en casa de nuestros padres. Pero cuando nos graduemos, ya seremos adultos. Lo viviremos todo de verdad.

Aquello era algo que le asustaba. Había vivido protegida toda su vida e, incluso así, había llegado a conocer los horrores de la guerra. ¿Qué pasaría cuando tuviera que enfrentarse directamente a ella? ¿Y qué pasaría cuando se graduara y tuviera que despedirse de todos sus amigos? ¿Se volverían a encontrar o cada uno viviría sus vidas en solitario?

La situación del mundo mágico era inestable y nadie sabía qué podría pasar al día siguiente, mucho menos en los siguientes años.

—No sé cómo será —dijo Sirius, apretándole la mano a la morena—. Pero estaremos todos juntos, como siempre. Ni siquiera la guerra nos separará a los cinco merodeadores.

Aura sonrió. Sirius hablaba con seguridad, totalmente convencido de ello.

—Tienes razón.

Tenía que creer en ello, ¿no? No le quedaba otra, después de todo.





























—¡Aura, necesito tu ayuda!

Aura miró a su hermano mellizo, extrañada. James había aparecido de la nada, con el mapa abierto en la mano y cara de espanto.

—¿Qué pasa? Estaba a punto de ir al árbol. Se que voy tarde, pero...

—Es Quejicus.

Eso extrañó aún más a Aura.

—¿Por qué debería importarme Quejicus?

James soltó un largo suspiro de frustración.

—Porque Sirius le ha dicho que si usa un palo largo para apretar el nudo del Sauce Boxeador, el árbol se paralizará y le dejará entrar a un túnel. Snape ahora mismo está recorriendo ese túnel. Y ya ha salido la luna, lo que significa...

Aura comprendió, horrorizada, lo que ello suponía.

—Que se va a encontrar con un hombre lobo completamente transformado —completó Aura. Ambos hermanos echaron a correr hacia los jardines de la escuela—. Por Merlín, ¿por qué le ha dicho eso Sirius a Snape?

James se encogió de hombros.

—Se odian. Y hoy han tenido una pelea grave. Otra vez. Snape te insultó y Sirius se puso furioso. Creo que pensó que sería una broma graciosa.

¿Broma graciosa? Aura pensaba lanzar todos los maleficios que conocía a Sirius si de verdad lo había pensado así.

—¡Es una locura! —exclamó Aura, furiosa—. ¡Y, si pasa algo, Remus nunca se lo perdonará! ¡Tenemos que impedir que Snape llegue a la Casa de los Gritos!

—¿Crees que no he pensado ya en eso? —protestó James—. ¡No iba a decirte que vinieras porque no había tiempo, pero menos mal que te he encontrado!

Los mellizos Potter llegaron al Sauce Boxeador. El palo que había usado Snape estaba tirado en el suelo. Rápidamente, lo utilizaron para apretar el nudo y se metieron en el túnel. Corrieron por él, y casi chocan con Snape al llegar al final.

—¿Qué hacéis aquí? —preguntó el Slytherin, de mal humor.

Aura no podía creer que tuviera la audacia de comportarse de ese modo en aquella situación.

—Salvarte. No puedes seguir. Tenemos que marcharnos —dijo Aura, escuchando preocupada los gruñidos que venían de la Casa de los Gritos.

—De nada —añadió James—. Ahora, muévete. Si no salimos de aquí pronto, las cosas se van a poner feas.

—No necesito vuestra ayuda —respondió Snape, a punto de seguir andando, pero James le cogió por el brazo.

—Por una vez en tu vida, haz algo bien y escúchanos —dijo el de gafas—. No puedes ir allí. Tenemos que largarnos ahora mismo. Esto es peligroso.

Escucharon el aullido del licántropo, y vieron su figura al final del túnel. Los tres se quedaron paralizados de terror, pero los mellizos reaccionaron rápidamente. Aura y James aprovecharon la sorpresa de Snape para tirar de él y largarse corriendo. El Slytherin protestó, pero le obligaron a salir del túnel y se alejaron del Sauce Boxeador. Afortunadamente, el hombre lobo no les siguió.

Aquello no tenía explicación aparente, ¿por qué no les había dado caza? Pero ni James ni mucho menos Snape sabían que Aura siempre llevaba acónito cuando iba a la Casa de los Gritos en luna llena, por precaución.

Nunca antes lo había usado, pero había esparcido sus polvos a su alrededor conforme caminaban por el túnel, de modo que el licántropo no pudiera ir tras ellos. El acónito era venenoso para ellos.

Aura lamentaba haber tenido que usarlo, sabiendo que Remus podría sufrir algunos de sus efectos al día siguiente, pero la situación lo había requerido.

Los tres se detuvieron en mitad de los jardines, resoplando y jadeando. Aura miró con abatimiento al sauce. Aquella noche, Remus tendría que estar solo.

—Era Lupin, ¿verdad? —preguntó Snape, con una sonrisa malvada en el rostro. Los Potter no respondieron, pero el Slytherin no necesitó que hablaran para saber que había adivinado—. Oh, no puedo creerlo. ¿En serio Dumbledore permite que un monstruo como él estudie aquí?

—En efecto, Severus, lo permito —dijo una voz tranquila.

Los tres alumnos se giraron de inmediato hacia el director. Aura tragó saliva.

—Profesor Dumbledore —saludó la chica, como si la situación fuera normal—. Qué sorpresa encontrarle aquí.

—Acostumbro a salir a dar un paseo nocturno cuando no consigo dormir —explicó el director con amabilidad—. Pero no suelo encontrarme a alumnos. ¿Qué es lo que estabas diciendo sobre Remus Lupin, Severus?

El Slytherin se había quedado sin palabras.

—No le contarás a nadie lo que has visto, ¿entendido? —Snape asintió rápidamente. Dumbledore lo estudió durante varios segundos con la mirada. Finalmente, asintió—. Espero que lo cumplas. Vete a tu dormitorio, Severus, y no salgas hasta mañana. Cincuenta puntos menos para Slytherin.

Snape se marchó apresuradamente. Dumbledore miró a los Potter. Los mellizos estaban tensos, pero se relajaron cuando el director sonrió.

—Ambos habéis hecho bien en salvarle. Cien puntos para Gryffindor y otros cien para Hufflepuff. Y ahora, ¿podéis explicarme cómo ha terminado Severus en la Casa de los Gritos?

James y Aura intercambiaron una mirada.

—Bueno... Alguien le dijo que allí vería algo interesante. Le escuché y avisé a Aura. Los dos fuimos a por Snape y le arrastramos fuera. Eso es todo —dijo James, nervioso. Aura no pudo evitar rodar los ojos. El director no tardaría en averiguar qué había sido Sirius el que le había dicho aquello a Snape.

Dumbledore sonrió, divertido.

—Muy bien. Supongo que Aura se ocupará sola del señor Black, ¿no?

—Sí, señor —murmuró ella, algo tímida.

Le resultaba algo incómodo que los profesores supieran de su relación con Sirius. Es decir, todos lo sabían, pero casi ninguno lo mencionaba.

—Ah, el amor juvenil —comentó Dumbledore, nostálgico—. Disfrutadlo cuanto podáis, Aura. Hazme caso. Nunca se sabe cuánto tiempo dura. Y siempre son los mejores años.

La chica asintió, un poco confundida. Dumbledore parecía haberse perdido en sus recuerdos momentáneamente. El director negó distraídamente con la cabeza y volvió su atención a los mellizos, que esperaban a que dijera algo más.

—Y ahora, será mejor que ambos os marchéis a vuestros dormitorios. Ya hablarás con el señor Black mañana, Aura. No quiero que ninguno de los dos salga de vuestras salas comunes hasta el desayuno. ¿Está claro?

—De acuerdo, profesor Dumbledore —dijo James—. Buenas noches.

—Buenas noches —se despidió Aura, antes de alejarse junto a su hermano.

Cuando estuvo segura de que Dumbledore no los escuchaba, dijo:

—Me temo que Remus pasará la noche solo. ¿Dónde están Sirius y Peter?

—Sirius y yo hemos tenido una pelea por lo de Snape. Les he dicho a él y a Peter que se queden en el dormitorio mientras yo lo arreglo todo.

Su hermana asintió con la cabeza.

—Dile a Sirius que mañana quiero hablar con él.

—Lo haré. ¿Me dejarás estar presente?

Su hermana solo rio y negó con la cabeza.

—Tú díselo.

—Vale.

—Gracias, Jem. Buenas noches.

Le dio un beso en la mejilla a su hermano y giró a la izquierda, hacia la sala común de Hufflepuff, mientras James seguía hacia Gryffindor. Aura ya estaba pensando en lo que le diría al día siguiente a Sirius. Estaba enfadada de verdad con el chico. Una cosa es gastar una broma y otra es arriesgar la vida de alguien. Por mucho que ella odiara a Snape, no deseaba que se transformara en licántropo ni que muriera. Además, si hubiera pasado algo, Remus se habría sentido culpable durante el resto de su vida, y ella no quería ver a su mejor amigo sufriendo.

Sirius había cometido una gran estupidez y Aura no podía tolerar eso. Mucho más allá de lo que le podía pasar a Snape, estaba Remus. Aura comprendía que no le importara qué le pasara al Slytherin, pero debería haber pensado en su amigo.

Los amigos eran lo más importante. Y Sirius no había respetado aquello. Había dicho que los cinco permanecerían unidos, pero horas después había estado a punto de estropearlo todo.

Aura estaba tan furiosa que apenas podía pensar en dormir.

—Mañana, Sirius Black, te daré una lección que no olvidarás —murmuró la morena—. Espera y verás.
















aquí ya es 26, pero al final me dio tiempo a actualizar todos los fics de la saga por navidad yei, aprecien esto porque no es algo que suela tener tiempo para hacer xd

ale.

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