iv. war times
iv.
tiempos de guerra
Aura presenció una nueva broma de James y Sirius a Mulciber y Avery en los primeros días de noviembre, poco después del cumpleaños de Sirius.
Después de que el par de Slytherin interceptara a Aura y Jason mientras regresaban a su sala común y ambos casi terminaran en la enfermería —esos dos tenían un serio problema con usar hechizos de artes oscuras—, James y Sirius se habían propuesto vengarse.
—Nadie toca a mi hermanita y su mejor amigo y sale ileso —había dicho James.
—No creo que sea necesario, McGonagall ya los castigó —fue la respuesta de Aura, pero su hermano decidió pasarla por alto e ir con Sirius a planear la venganza.
De modo que, a los pocos días, en plena clase de Transformaciones —a la que ambos Gryffindor faltaron—, se escuchó un grito de indignación proveniente del pasillo. Otro, aunque más grave, lo siguió al poco tiempo. Por último, se escucharon fuertes carcajadas.
—¿Qué estará pasando ahí fuera? —se preguntó McGonagall, poniéndose en pie. Su mirada se dirigió a las estudiadas expresiones inocentes de Remus y Peter—. Señor Lupin, señor Pettigrew, ¿saben algo de esto?
—Nada, profesora —respondió tranquilamente el castaño, impasible—. Nada en absoluto.
—¿Señorita Potter?
Aura no tuvo que fingir. Negó con la cabeza, intrigada. ¿Qué habían hecho James y Sirius aquella vez?
Cuando la profesora McGonagall abrió la puerta del aula para ver qué ocurría fuera, todos los alumnos se apelotonaron tras ella, sin querer perderse la broma.
Aura, como siempre, fue la primera en estallar en carcajadas. Con su risa fácil, era ella la que daba inicio al coro de carcajadas, generalmente.
Avery y Mulciber, en pijama y con la cara maquillada como payasos, estaban aún dentro de sus camas, que flotaban lentamente por el pasillo, sobre las cabezas de los estudiantes. Alguien —es decir, James o Sirius—, había colocado un velo de novia sobre las cabezas de ambos y atado detrás de las camas un cartel donde se leía Recién casados.
—¡Vivan los novios! —gritaba la multitud.
Las caras de indignación y vergüenza de los Slytherin lo eran todo. Junto a Aura, sus compañeros de clase se unieron a los gritos de felicitación por la falsa boda.
—Esto es genial —exclamó Dorcas Meadowes, que se había colocado al lado de Aura—. Simplemente genial.
Marlene McKinnon le susurró algo al oído y ambas se echaron a reír, mientras las camas avanzaban por el pasillo y los alumnos las seguían, aplaudiendo y gritando fuertemente. McGonagall trataba, inútilmente, de calmarlos y hacerlos regresar a clase.
—Creía que James y Sirius habían dejado ya las bromas —comentó Marlene, mirando a Aura—. Desde que empezó el curso, apenas han gastado ninguna.
—Se están volviendo responsables y maduros —dijo Aura, con fingida tristeza—. Han crecido este verano. Ahora quieren ser adultos.
—Ni siendo adultos dejarán de gastar bromas —observó Dorcas.
—Lo dudo —admitió Aura—. Las disfrutan demasiado.
—Si Gryffindor no perdiera tantos puntos por ellos... —se quejó Marlene, aunque no parecía estar molesta de verdad—. Nunca ganaremos la copa así.
—Hufflepuff aprovechará para ganarla, entonces —contestó Aura, sonriendo.
Dorcas chocó los cinco con ella al escuchar eso, dirigiéndole una sonrisa a Marlene, que se cruzó de brazos y se hizo la ofendida.
—No te preocupes, cariño —dijo Dorcas, medio burlona—. Gryffindor ganará la Copa de Quidditch. Eso lo sabemos todos en Hogwarts.
Aquella perspectiva pareció animar a Marlene, que sonrió de inmediato. Era sabido que el equipo de quidditch de Gryffindor era casi insuperable. Con James de capitán y cazador, Marlene de cazadora y Sirius de guardián, era difícil superarlos, aunque el equipo de Hufflepuff tampoco se quedaba atrás.
—¿Irás a la próxima reunión de Slughorn? —le preguntó Dorcas a Aura, haciendo una mueca de resignación.
—Slughorn prácticamente me obligó a prometer que iría, así que sí, iré —respondió ella, encogiéndose de hombros—. ¿Vosotras?
—Me temo que sí —dijo Dorcas, suspirando dramáticamente—. Espero que la asistencia me ayude a subir mi nota en Pociones.
—Yo solo voy por el helado —respondió Marlene.
Dorcas le dio un codazo a la rubia, aunque sonreía. Aura se preguntó si ya habrían formalizado la extraña relación que mantenían desde el curso anterior.
No es que ella fuera especialmente cercana a Dorcas y Marlene, pero solían terminar charlando en un rincón de la mazmorra de Slughorn durante las reuniones del Club de las Eminencias y había que ser ciego para no ver que entre esas dos no había solo amistad.
—¡Potter, Meadowes, McKinnon! —El grito de McGonagall les hizo pegar un salto a las tres—. ¿Acaso no tenéis alguna clase a la que ir?
—Sí, profesora —respondieron las tres de inmediato.
Nunca era buena idea discutir con McGonagall cuando estaba enfadada, como era evidente en aquel momento. Aunque Aura juraría que la había visto sonreír al ver a Avery y Mulciber, era profesora, después de todo. Debía estar pensando ya en el castigo para James y Sirius.
Cuando llegaron al aula de Encantamientos, la clase ya había comenzado, de modo que Marlene y Dorcas se sentaron en uno de los pupitres libres y Aura, tras dudar un momento, fue a sentarse junto a Lily Evans, que era la única sin compañero de asiento.
La pelirroja la recibió con una amplia sonrisa, a la que Aura correspondió. James y Sirius entraron poco después, siendo la imagen de la inocencia cuando se disculparon con Flitwick por su retraso y tomaron asiento juntos.
Aura no tardó en notar que ni Jason ni Mary estaban allí, lo que le extrañó. Selena sí que estaba en el aula, sentada junto a Dirk Cresswell. Aura le dirigió una mirada interrogante que ella pareció captar. Como respuesta, recibió un encogimiento de hombros, lo que no aclaró mucho qué podría haber sucedido. Al parecer, Selena sabía tanto como ella.
Aura no pudo evitar preocuparse. ¿Mary habría tenido que ir a la enfermería? Desde lo sucedido con Mulciber, era propensa a tener ataques de ansiedad. Había mejorado mucho en verano, pero cada vez que alguno del grupo de Mulciber le decía algo —con objetivo de burlarse—, las cosas no solían acabar bien.
O, tal vez, alguno de los miembros de aquel grupo había tenido la idea de usar magia oscura con ellos. No sería la primera vez que pasaba, después de todo. Hacía tiempo que Hogwarts había dejado de ser segura para los estudiantes de los cursos superiores, especialmente los de herencia muggle o de padres combatientes en la guerra y contrarios a Voldemort. Mary pertenecía al primer grupo, Jason al segundo.
Lily tuvo que darle un codazo, al ver que no estaba prestando atención, para hacerla concentrarse en la clase. Aura se obligó a dejar a un lado su preocupación y escuchar al profesor. Probablemente, no había pasado nada grave. Se centró en la explicación de Flitwick sobre el encantamiento aguamenti y trató de no pensar en Jason y Mary.
Cuando el maestro terminó de mostrarles cómo hacerlo correctamente, les mandó a practicarlo ellos mismos. A Aura le costó varios intentos fallidos antes de conseguir realizarlos bien, siendo solo superada en rapidez por Lily. Flitwick las felicitó y ambas consiguieron puntos para sus respectivas casas.
—¡Aura! —llamó su hermano, que estaba sentado tras ella.
Ella se giró, curiosa.
—¿Qué pasa? —preguntó.
James le lanzó por accidente (o eso juró él) un chorro a Aura, que acabó empapada. La morena le miró con el ceño fruncido, mientras Flitwick le quitaba a Gryffindor los puntos que había ganado Lily.
Sirius, junto a James, se reía a carcajadas de la cara de indignación de Aura. Lily le ayudó a secarse con un hechizo, aunque le dirigió una mirada agria a James.
Si las miradas mataran... Aura sabía bien que Lily detestaba a James, especialmente desde lo sucedido en el lago. Su hermano podría estar varios metros bajo tierra en ese momento si de Lily se tratara.
—Potter es un maldito idiota —gruñó la pelirroja al salir de clase—. Gryffindor nunca ganará la Copa de las Casas mientras él siga aquí.
Aura arqueó las cejas al escuchar eso.
—No negaré que pierde muchos puntos —comentó, en tono brusco—. Pero ¿podrías no llamar a mi hermano idiota? No lo es.
Lily tuvo la decencia de parecer avergonzada. Aura solía ser amable con los demás, pero había ciertas cosas que no toleraba y una de ellas era que alguien se metiera con James.
Alguien que no fuera ella, claro.
—Perdona —murmuró Lily.
Aura asintió. De todos modos, los enfados no le duraban demasiado tiempo.
—No importa.
Miró a ambos lados del pasillo, esperando ver a Jason o Mary aparecer, aunque no tuvo suerte. Sin embargo, a quien sí vio fue a Severus Snape y Maya Carrow observándolas a ambas fijamente. Aura dejó escapar un ruidito desdeñoso.
Debía corregirse, los enfados generalmente no le duraban demasiado tiempo. Snape y Carrow eran un caso aparte.
Al ver que el dúo iba hacia ellas, Aura tomó a Lily del brazo y la arrastró rápidamente por el pasillo. No necesitaba una charla con esos dos en aquel momento.
—¿Qué pasa? —preguntó la pelirroja, sin entender.
—Mira atrás y lo entenderás —masculló Aura.
Efectivamente, lo entendió. Puso mala cara e incluso aceleró el paso. Parecía tan deseosa de alejarse como ella.
—Ha estado intentando hablar conmigo todo el verano —informó Lily cuando estuvieron lejos de ellos—. Y mandándome cartas. Parece no entender que no quiero saber nada de él.
—Dudo que se dé cuenta —gruñó Aura—. Es un idiota.
—Lo sé —murmuró ella, con desagrado.
Sin duda, aquello aumentó el aprecio que Aura sentía por Lily. Nunca había llegado a comprender por qué ella era amiga de Snape, que trataba mal a todos los nacidos de muggles, con excepción de la pelirroja, estaba obsesionado con las artes oscuras y hacía lo imposible por superar a James en todo.
—Ojalá me dejara tranquila de una vez —suspiró Lily.
—¿Te molesta mucho? —quiso saber Aura.
—Casi parece que me persigue —admitió Lily.
—Eso da miedo —opinó ella, con desagrado—. Ojalá pudiera ayudarte con eso, pero no se me ocurre nada que hacer.
Lily casi sonrió al escuchar aquello.
—Siempre quieres ayudar a todos.
Aura arqueó las cejas. Casi parecía que aquella observación había sido hecha con tono acusatorio.
—¿Y qué hay de malo en eso?
La pelirroja dudó antes de responder.
—No digo que haya algo malo en eso. Pero conozco a varias personas iguales. No suelen pensar en sí mismas y terminan mal por tratar de ayudar a otros.
—Siempre pienso en mí misma, Lily. Soy la persona más importante de mi vida —respondió, con una pequeña sonrisa apareciendo en su rostro.
La Gryffindor no pudo evitar reír al escuchar aquello.
—Solo es un consejo gratis, lo tomas o lo dejas —bromeó, la seriedad anterior desaparecida—. No tienes por qué ayudar a todos. No tienes por qué ayudarme a mí. Ni siquiera somos tan amigas, Potter.
—Lo sé, Evans —respondió Aura, sonriendo un poco—. Pero Snape y su obsesión me asustan.
—¿Qué es lo que te asusta, hermanita? —Aura maldijo para sus adentros cuando escuchó la voz de James a su espalda—. Hola, Evans.
Lily esbozó una mueca de desagrado, similar a la que puso antes, cuando Aura le advirtió de la presencia de Snape y Carrow.
—Te veo en clase, Aura —dijo, cortante, para luego alejarse con la cabeza bien alta.
Aura contuvo un suspiro.
—¡Hasta luego, Evans! —gritó James, con una sonrisa pícara en el rostro—. ¡Gran charla, repitámosla otro día!
La pelirroja negó con la cabeza varias veces mientras se alejaba.
—Creo que te odia —opinó Aura, girándose hacia James.
Él se encogió de hombros.
—Créeme, la manera en la que me ha mirado en Encantamientos me lo ha dejado claro —dijo, sin darle demasiada importancia—. Da igual.
—¿Qué tal están Avery y Mulciber? —preguntó Aura, cambiando de tema.
—Sirius fue a buscarlos cuando la clase terminó y ver cómo terminó la cosa—respondió James, y disimuladamente sacó el Mapa del Merodeador del bolsillo—. Ah, parece que terminaron en el lago. Sirius llegará en un minuto.
—¿No os preocupó que saltaran de la cama y lo arruinaran todo? —se interesó Aura.
—Nah, usé el encantamiento del almohadón debajo de las camas. Si se tiran, rebotarán. Eso les impedirá caer sobre los de primero y aplastarlos o matarse a sí mismos. —Parecía bastante satisfecho con eso—. ¿Qué te pareció la broma?
—Bastante buena, he de admitirlo.
James sonrió, orgulloso.
—Esperaba que te gustara. Al fin y al cabo, está dedicada a Bones y a ti.
—Se te da genial hacer regalos, Jamie —rio Aura, sacudiendo la cabeza.
—Se me dan genial la mayoría de las cosas —bromeó James.
—La humildad no es una de ellas —se burló Aura—. Ya que tienes ese mapa milagroso, ¿sabes dónde están Jason y Mary?
James lo consultó.
—En el despacho de Sprout —comunicó, tras unos segundos—. Con la profesora, claro.
Aura frunció el ceño.
—¿Por qué? —preguntó en voz alta, aunque hablaba para sí misma.
—No lo sé todo, Ra —dijo James, cruzando los brazos.
—No hablaba contigo, tonto —respondió ella, medio divertida—. Hablaba sola.
—¿Sabías que es síntoma de locura?
—No me extrañaría que este colegio estuviera haciéndome perder la cabeza —bromeó Aura. Al recordar algo, añadió—: ¿Y no decías que Sirius vendría en un minuto?
—¿A qué viene tanto interés? ¿Vas a robarnos? —Ante la expresión de su hermana, a quien no parecía haberle hecho gracia el comentario, James suspiró—. Era una broma, le quitas lo divertido a la vida. Estará a punto de llegar.
Como si le hubiera escuchado, Sirius dobló la esquina en ese momento, con una gran sonrisa de satisfacción en el rostro.
—Potter 1, Potter 2 —saludó. Así solía llamarlos cuando estaba de buen humor. Ahora que Aura lo pensaba, hacía un tiempo que no los llamaba de ese modo—. Me complace comunicaros que la pareja recién casada está dándose un agradable baño post-boda en el lago.
—Por Merlín —exclamó Aura—. Os van a matar.
—Que lo intenten —replicó James, chocando los cinco con Sirius—. Somos invencibles, ¿verdad, Canuto?
—Por supuesto, Cornamenta. —La mirada de Sirius se volvió hacia Aura, a quien contempló con una gran sonrisa en el rostro—. ¿No estás de acuerdo, Arión?
—Esto de los motes sigue siendo raro, ¿sabéis?
—Nosotros nos hemos acostumbrado bastante pronto —observó Sirius—. La gente empieza a creer que Remus está loco por tanto llamarlo Lunático.
—Y, además, está su conejo travieso —añadió James, divertido.
—Su pequeño problema peludo —dijo Aura, burlona—. Sigo sin poder creer que lo llamaras así.
—Lo hacía sonar bastante adorable —se defendió él.
—Tú eres adorable. —Dos voces burlonas se escucharon a la vez. Aura y Sirius se miraron, primero con sorpresa, luego con complicidad.
—Ça a été bizarre —comentó Sirius.
—Sí, Canuto, ha sido raro, muy bien, ¿podéis no empezar a hablar en francés, por favor? —se quejó James de inmediato, frunciendo el ceño.
—Jem, tú también hablas francés —recordó Aura.
—Eso no significa que el idioma me guste.
—¿Qué tiene de malo el francés? —protestó Aura.
—Es el lenguaje del amor, mon chéri —se burló Sirius—. Deberías usarlo con Evans.
El azabache rodó los ojos ante la broma de su amigo.
—No voy a...
—¡POTTER, BLACK!
La profesora McGonagall había salido de la nada —como todos en Hogwarts parecían hacer— y se dirigía con decisión hacia James y Sirius. Parecía especialmente furiosa.
—Hora de huir, Canuto —dijo James, guardándose el mapa en el bolsillo.
—¿Tienes la capa? —preguntó Sirius, tranquilo.
—Por supuesto. —Le guiñó un ojo a Aura, que los contemplaba con diversión—. Nos vemos, hermanita.
—Hasta luego, Arión —añadió Sirius, besándole elegantemente la mano y haciéndola reír.
Tras aquellas palabras, ambos echaron a correr por el pasillo, huyendo de McGonagall. En ocasiones, a Aura le sorprendía lo rápidos que podían llegar a ser cuando de huir se trataba.
La profesora se detuvo a su lado, jadeando y enfadada, aunque era demasiado inteligente como para perseguir al dúo de bromistas. Ambos tenían el don de desaparecer misteriosamente siempre, para frustración de los profesores.
—¿Se encuentra bien, profesora? —preguntó Aura.
—Estaría mejor hubiera podido atrapar a su hermano y Black, señorita Potter —respondió la mujer, aunque Aura sabía que no lo decía en serio.
¿Por qué si no había gritado, dando a conocer que se acercaba? Para darles tiempo a huir. McGonagall no era ciega a lo que sucedía en la escuela, o no del todo por lo menos, y sabía que Mulciber y Avery lo merecían. No quería castigar a James y Sirius.
—Lo conseguirá tarde o temprano, no se preocupe —animó Aura.
La maestra esbozó una sonrisa condescendiente, pero la borró de pronto, como si hubiera recordado algo.
—Creo que querrás ir al despacho de la profesora Sprout, Potter —dijo, en tono serio—. Tengo entendido que la señorita Macdonald ya se encuentra allí, con el señor Bones.
—¿Ha pasado algo? —preguntó Aura, preocupada. Hasta el momento, no le había querido dar tanta importancia al asunto, pero el tono de McGonagall indicaba que algo malo había pasado.
—No creo ser la más indicada para dar la noticia, Potter. —La maestra la miró con gravedad—. Será mejor que vayas. Imagino que Bones te lo dirá.
Aura casi corrió al despacho. ¿Algo malo le había pasado a Jason? ¿O a su familia? No se le ocurría otro motivo por el que él estuviera en el despacho de Sprout.
Tendría que haber sabido que algo malo pasaba antes, en vez de distraerse charlando con James y Sirius.
La marea de alumnos le dificultó el camino, de modo que decidió aprovechar su cargo de prefecta y hacer que le fueran abriendo paso poco a poco. No solía usar el poder que la insignia le concedía demasiado a menudo, pero era una situación desesperada.
Puede que no sea nada grave, se dijo, tratando de calmarse, puede que no haya pasado nada malo.
Pero, en plena guerra, uno siempre tenía a imaginarse lo peor posible de todas las situaciones y noticias que recibía. Tal vez todos estaban algo paranoicos, pero esos presentimientos solían acertar con más frecuencia de la que hubieran deseado.
Aura llamó fuerte a la puerta del despacho de Sprout una vez estuvo delante, y un Adelante le dio permiso para entrar.
Cuando lo hizo, encontró a Jason sentado en una silla y mirando fijamente a la pared, con la vista perdida y el rostro muy pálido. Mary estaba junto a él, sujetándole la mano y susurrando palabras que debían ser tranquilizadoras. No había rastro de la profesora Sprout.
—¿Jace? —preguntó Aura, cerrando con suavidad la puerta a su espalda—. ¿Qué ha pasado?
El chico parecía incapaz de hablar, lo que preocupó aún más a Aura. ¿Desde cuándo Jason perdía el habla? Miró a Mary, en busca de ayuda. Ella dudó, mirando a Jason, como si pidiera permiso. Pero él parecía ausente.
—¿Mary? —insistió Aura, cada vez más preocupada—. ¿Qué...?
—Mis padres —susurró Jason, con voz hueca. Aura se temió lo peor—. Los han... Los han... —La palabra se negó de salir de sus labios, pero quedó claro qué quería decir—. Ha sido Quien-tú-sabes.
Un largo silencio se produjo. Aura miró a Jason, que seguía contemplando la pared, y luego a Mary, cuyo rostro reflejaba la mezcla de emociones que ella sentía en ese momento.
Aura se negaba a creerlo. ¿Los señores Bones? ¿Asesinados? No, no podía ser. Era imposible.
—Oh, Jason —murmuró Aura, yendo junto a sus dos amigos y tomando la otra mano del chico—. Yo...
¿Qué debía decir? Un lo siento sonaba vacío. Ella no podía saber qué sentía él en ese momento. No tenía ni idea de cómo se sentía.
De modo que se quedó en silencio, junto a él, intercambiando alguna que otra mirada con Mary de vez en cuando. Cuando Selena llegó, Jason explicó lo sucedido con las mismas palabras que se lo contó a Aura y ella no tardó en unirse al pequeño grupo que rodeaba al chico y trataba de reconfortarle.
Ese día, Aura supo que todo iba a cambiar. Porque, por primera vez, la guerra había llegado hasta ellos. Ya no eran temores ni preocupaciones. Verdaderamente, habían atacado a la familia de Jason y habían matado a sus padres. Ya no era un temor. Era una realidad.
La guerra estaba ahí y, cada día que pasaba, ellos estaban más cerca de formar parte de ella.
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