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( in my hands and my heart, why can't i hold on? )








extra iv.
the gold & the ivy










( tw: tortura, sangre, homofobia, abuso sexual, vómito )







Jason Bones estaba aterrado como nunca antes en su vida.

Decían que, cuando uno estaba a punto de morir, veía toda su vida pasar por delante de sus ojos. Se arrepentía de cientos de cosas que no había podido hacer. Recordaba a sus seres queridos y sufría por no haber podido darles un último adiós, por decirles cuánto les amaba antes de que la muerte los separara.

Jason fue incapaz de pensar en nada que no fuera en Selena, a su lado. En cómo podría intentar salvar a ambos. En que necesitaba sobrevivir pasara lo que pasara.

En eso y en cuán aterrado estaba.

Escuchaba a su amiga jadear a su lado. Selena trataba de hacer el menor ruido posible, pero Jason sabía que debía ser tarea difícil. Había visto la horrible herida que la rubia tenía en la pierna.

Aún tenía las manos manchadas de la sangre que de ésta mañana. Había roto su camisa para tratar de hacer un torniquete por encima de la rodilla de Selena. Ésta, débil y aterrada, apoyaba la cabeza en su hombro y apretaba su mano con fuerza.

Tenía que sacarla con vida de allí.

Escuchaban los pasos. Las voces y gritos. ¿Cómo había podido convertirse una simple guardia en algo tan difícil? ¿Algo tan mortal? Cuando la docena de mortífagos había caído sobre ellos, habían sabido desde un inicio que ganar sería imposible y escapar, poco menos que eso.

Un fugaz pensamiento atravesó la cabeza de Jason. ¿Habrían estado sus padres tan aterrados como él cuando Voldemort irrumpió en su casa con intención de asesinarlos? Jason suponía que sí, aunque el miedo que sintiera en aquellos momentos fuera indescriptible.

Sentía como si un monstruo en su interior le arañara el pecho una y otra vez. Estaba tan asustado que dolía. Jason se obligó a controlar su respiración.

—¿Bones? ¿Dónde estás? —La aguda voz de Bellatrix Lestrange provocó un escalofrío en Selena. Jason la rodeó con su brazo—. ¿Y esa sangre sucia con la que te ocultas? No seáis así: no hemos venido a jugar al escondite.

La risa aguda de la mujer hizo que a Jason se le saltaran las lágrimas. Más gritos. Su varita no estaba por ningún lado y, con Selena en aquel estado, la Aparición era impensable.

Estaban atrapados en un callejón sin salida y los mortífagos eran bien conscientes de aquello.

—J-Jace —tartamudeó Selena. Su voz era poco más que un susurro. A Jason le costó entenderla—. Tienes que marcharte. A mí me matarán directamente cuando me encuentren. A ti te torturarán y...

—Ni lo pienses —cortó Jason, con manos temblorosas—. Sel, no.

—Tienes que hacerlo o moriremos los dos —respondió ella, con las mejillas húmedas de lágrimas, sudor y sangre—. Jace, si no te vas, morirás también. Tienes que salvarte.

—Prefiero que me maten a vivir sabiendo que te dejé morir, Sel —susurró él. Darse cuenta de ello fue un golpe de realidad: el instinto de supervivencia le llamaba a huir, pero la simple idea de dejar a Selena atrás le paralizaba. Jason jamás podría dejar a alguien atrás—. Ni lo pienses.

Selena agachó la cabeza, con las lágrimas cayendo silenciosamente por sus mejillas.

—Tienes que irte, Jace —insistió—. Y tienes que decirle a Lily... T-tienes que decirle...

—Sel —interrumpió él, con su corazón estrujándose—. Si el momento ha llegado, moriremos juntos. No pienso abandonarte.

Lo escuchó como una voz lejana. Las voces de los mortífagos. Las risas de Bellatrix. Unas palabras ininteligibles. Unos brazos separándole a la fuerza de Selena. El grito de dolor de su amiga.

No fue hasta instantes antes de ser alcanzado por la maldición que comprendió que aquellas palabras que no habían entendido habían sido «Aquí están».






























Las siguientes horas pasaron en un torbellino de dolor y angustia. Jason despertó en un lugar oscuro. Preguntó dónde estaba Selena y luego recibió todo tipo de maldiciones que le tuvieron gritando hasta quedarse sin voz hasta que sus captores decidieron que era el momento de parar.

Ese momento tardó horas en llegar.

Cuando pararon, Jason creyó que serían misericordiosos. Que detendrían aquel sufrimiento. Que le matarían de manera rápida e indolora. Después de todo, ¿qué aportaba él a los mortífagos? Nada.

Cuán equivocado estaba. Le abandonaron allí, lleno de cortes sangrientos, y cerraron la puerta. Jason siquiera tuvo fuerzas para sentarse: se quedó tumbado, bocabajo, con el dolor aún presente en cada extremo de su cuerpo.

No lloró por el simple hecho de no tener fuerza alguna para ello. Todo tipo de pensamientos inconclusos pasaron por su mente. Solo fue capaz de detenerse por más de unos minutos en dos.

El primero era Selena. Nadie había dicho nada. No cabía duda de que debían haberla matado, o peor. El agujero que aquella idea provocaba en el pecho de Jason amenazaba con desgarrarle hasta lo más profundo.

Él debía haber hecho algo más, pero ¿qué podría haber sido aquello? Había estado tan indefenso como una presa atacada por un temible depredador. Sin embargo, la idea de que hubiera muerto le carcomía. Qué haría Lily al saber lo sucedido solo lo hacía peor.

El segundo realmente estaba formado por varios unidos como una composición de un niño de primaria. Sus hermanos y cómo se enterarían de que había muerto de la misma manera que sus padres hicieron. Aura, que era la que mejor debía saber en qué consistía aquella tortura, y cómo aquello la dejaría. Remus, quien aún no tenía idea de todo lo que Jason guardaba en su interior incluso después de aquellos dos años. Los rostros de sus amigos pasaron por su cabeza; incluso los de algunos miembros de la Orden. Jason no se detuvo a ponerles nombre.

Selena, Amelia, Edgar, Aura y Remus ocupaban la mayor parte de su mente. Roxanne y los pequeños Emily, Victor y Jessica también aparecieron.

¿Eran aquellos los pensamientos que siempre describían, los que antes no había tenido? Por el momento, no aparecerían arrepentimientos, pero Jason sabían que llegarían.

No supo cuánto tiempo pasó allí, inmóvil en el suelo. Pudieron haber sido horas; realmente, su mente atravesaba periodos en blanco que le impedían estar seguro a ciencia cierta del tiempo transcurrido.

Realmente creyó que moriría en aquel suelo frío, completamente solo y tras haber fallado a su amiga.

Hasta que la risa de Bellatrix le perforó los tímpanos, no fue consciente de que alguien se aproximaba a donde fuera que estaba. Trató darse la vuelta. Apenas lo consiguió.

La puerta se abrió con fuerza. Alguien fue arrojado a su lado. Alguien tan débil que apenas dejó escapar un quejido de dolor. Pero Jason lo reconoció instantáneamente. Apoyándose con las manos, trató de incorporarse y ver el estado en el que la recién llegada estaba.

Era deplorable.

—Sel —dijo, con un hilo de voz. Extendió el brazo y tomó la mano de su amiga. Ella giró la cabeza hacia él. Tenía el rostro tan hinchado que apenas era capaz de reconocerla.

Alguien propinó una patada a Jason en el costado. Un aullido de dolor escapó de los labios del chico.

—Vaya, vaya, Bones. Siempre te creí maricón. —Mulciber le tomó por los pelos y le levantó la cabeza. Jason, de un modo u otro, contuvo el grito que amenazaba con dejar escapar—. ¿Qué, creías que nadie lo sabía? —El mortífago rio—. Puto mariquita.

—Cállate, Mulciber.

El puñetazo fue doloroso, pero no inesperado. Jason sintió la sangre deslizarse por su barbilla. La escupió a duras penas, sabiendo bien que podría ahogarse de no hacerlo.

—Bueno, Bones, voy a darte una oportunidad única en tu vida —continuó éste. Jason era vagamente consciente que Bellatrix ya no estaba allí. Solo Mulciber, Selena y él—. Enfermos como tú no deberían tenerla, pero hoy me siento generoso. Ahí hay una mujer. Espero que seas capaz de comprender lo que estoy diciéndote.

Claro que comprendía. Pero se negaba a hacerlo. Jason trató de apartarse. Mulciber le lanzó contra el suelo.

—No querrás que lo haga yo, ¿verdad? —masculló, en un tono que hizo a Jason temblar—. Una sangre sucia es repugnante, pero no sería la primera vez. Apuesto a que recuerdas bien a tu querida Macdonald.

—No, no... —trató de decir Jason. Selena dejó escapar un sollozo cuando Mulciber le propició otro puñetazo.

—No lo repetiré, Bones —advirtió, en voz muy baja—. O lo haces por voluntad o será bajo imperius y con un castigo añadido.

—No puedo... —susurró Jason, observando a Selena. Su amiga le miraba, con las lágrimas deslizándose por sus mejillas. Selena apenas era capaz de respirar—. No, no.

Mulciber cortó con un cuchillo su mejilla ante su negativa. Los gritos del rubio llenaron el lugar cuando aquellos cortes continuaron.

—¿Vas a rechazar mi oferta, Bones? —escupió Mulciber, riendo—. Está bien.

Selena gritó cuando la tomó del brazo con furia y tiró de ella. Jason, desesperado, trató de hacer algo, lo que fuera.

El grito de crucio le dejó fuera de combate antes siquiera de poder hacer algo.

Selena fue arrastrada lejos nuevamente y Jason quedó en aquel infierno, con la sangre manando del corte. Desesperado y completamente solo.

«Lo siento, Sel» acertó a susurrar, antes de que un trío de mortífagos ingresaran a su celda entre risas.

Sus gritos pronto volvieron a llenarla.





























Jason se apartó de aquellas manos nada más sentirlas. Al menos, lo intentó: Samuel Nott le asió con fuerza y no le dejó marchar. Los gritos de Jason fueron silenciados con un hechizo, mientras dos brazos más le arrastraban fuera.

Jason trató con todas sus fuerzas de liberarse. Su respiración se volvió superficial. Necesitaba que le soltaran.

—Jason. —El susurro cargado de urgencia llegó a sus oídos. Jason reconoció vagamente la voz de Sirius—. Estamos sacándoos. Por favor, quédate quieto. Tardaremos lo menos posible. Selena va delante, con Lily y Remus. Estáis a salvo, te lo juro.

Pero Jason era incapaz de tranquilizarse. ¿Cómo siquiera podría, con las imágenes de lo sucedido cortando sus pensamientos como cuchillas? No podía, simplemente no podía.

Los minutos pasaron eternos, cada uno empeorando el estado del rubio. Las lágrimas no dejaban de caer por sus mejillas. El aire se le escapaba.

Cuando los brazos finalmente le liberaron, se hizo a un lado. La bilis salió de su boca, para su total repugnancia, pero sin que pudiera hacer nada por evitarlo. Jason tembló. Alguien le puso la mano en el hombro y se apartó como si le hubieran quemado.

Remus le miró con los ojos muy abiertos.

—Jason —llamó el castaño, pronunciando su nombre muy lentamente. Él negó muy despacio.

—¿Está Sel bien? —La pregunta salió de su boca a toda velocidad y entre balbuceos. Por la expresión de incomprensión de Remus, supo que no la había comprendido.

Sirius, sin embargo, sí lo había hecho.

—Mary la está revisando —respondió—. Sobrevivirá. Ahora vendrá a verte.

Jason jadeó. Le miró, con los ojos muy abiertos.

—No puedes decirle nada a Aura —rogó, el terror reflejado en su mirada. Sirius vaciló. Jason sujetó su mano como si la vida le fuera en ello—. Sirius, nunca te he pedido nada. Por favor, júrame que ella jamás se enterará de esto. Solo le hará mal. Hazlo por ella.

—Jason... —murmuró Sirius.

—¡Júramelo! —gritó el rubio, el pánico escapando de su control. No podía permitir que Aura supiera de aquello. No, jamás. No se lo merecía—. ¡Júramelo, Sirius!

Los ojos grises del pelinegro le observaron. Jason no supo discernir que era miedo lo que había en ellos hasta horas después, al recordar aquello. Sirius inspiró despacio.

—Te lo juro, Jason.

Tras aquello, el rubio soltó la mano de Sirius y permitió que la inconsciencia le alejara de aquella pesadilla en la vida real por el mayor tiempo posible.






























La pesadilla solo empeoraba cada vez que despertaba. Jason se vio atrapado en un torbellino del que no se veía capaz de salir.

Se encerró en su casa tan pronto le dieron el alta de San Mungo. Se sentía incapaz de mirar a nadie a la cara. Se sentía repugnante. La primera noche, rompió tres espejos. La segunda noche, se empezó y terminó una botella de whisky de fuego. La tercera, lloró hasta quedarse dormido, tratando de retrasar ese momento todo lo posible.

Él era repugnante. No permitió que sus hermanos le vieran de ese modo: les echó a ambos de su casa sin contemplaciones. Tiró al fuego la carta de Aura sin siquiera abrirla. Terminó por ignorar a todos aquellos que se aventuraron a llamar a su puerta en los días siguientes.

Pasó la segunda mitad de enero y la mayor parte de febrero negándose a abandonar su apartamento. La comida la recibía por lechuza: sabía que eran Sirius, Remus, Lily y Mary quienes se la enviaban. Pero Jason quemaba sus notas sin contemplación alguna, así como seguía haciendo con las cartas de Aura.

No se sentía capaz para mirar a ninguno de ellos a la cara. No se sentía siquiera capaz de mirarse a sí mismo al espejo.

El día que vio a Selena en mitad del salón, creyó que las pesadillas que le acechaban por las noches habían decidido arruinarles también los días. Cubrió su rostro con las manos y deseó que ella se fuera, sabiendo que aún le quedaba la suficiente cordura como para saber que era la auténtica Selena la que estaba allí.

Mucho más delgada y pálida, con las raíces pelirrojas contrastando con el tinte rubio, pero inmóvil frente a él. Jason no pudo siquiera mirar a sus pies, mantuvo la vista fija en la pared a su derecha.

Ella tomó asiento en una butaca. Jason la vio moverse. La oyó suspirar.

—Jace.

—Sel —murmuró él—. ¿Por qué estás aquí?

—No sabía a quién acudir. —La voz de la Gryffindor era tan débil y ronca que apenas se distinguía de un susurro—. Y no podía dejarte así.

—Fue culpa mía. Debí haberte sacado de ahí. Nunca debí haberte llevado, para empezar. —Jason cruzó los temblorosos brazos—. Sel, no entiendo cómo eres capaz de mirarme.

—No fuiste tú, Jason.

Las lágrimas hacían sus ojos escocer. Negó con la cabeza.

—Fue mi culpa.

Escuchó el trémulo suspiro de Selena.

—Jason, he venido para hablarte de otra cosa.

—¿Qué es, Sel?

Se atrevió a mirarla por primera vez. Ella también lloraba. Estaba mucho más pálida de lo que la recordaba, y su pelo rubio teñido mostraba ya las raíces pelirrojas. Selena tragó saliva.

Años después, Jason podría haberse preguntado cómo siquiera fueron capaces de sobrevivir a aquello. Pocos hubieran podido. Fue por ello que optaron por aquella solución desesperada. ¿Qué otras opciones tenían?

Jamás hubieran podido seguir adelante de otro modo.

Cuando le dijo que estaba embarazada, se quedó sin saber qué decir. No pudo abrazarla; no fue capaz. Pero trató de calmarla, sostener su mano, decir las palabras que creía correctas.

Al menos, él era capaz de entender su situación bastante bien.

—M-Mulciber... —empezó finalmente ella.

—No —cortó Jason de inmediato, apretando la mandíbula al notar que ésta podría comenzar a temblarle en cualquier segundo—. No, Sel. S-será mío, ¿vale? Diremos que es mío. Todo estará bien.

Pero no lo hubiera estado si no hubieran tomado aquella decisión.

Jason solo se atrevió a mirarla a los ojos de nuevo cuando la varita de Selena se encontró apoyada directamente en su frente. Él mismo colocó la suya en la frente de ella.

—Sabes qué es —murmuró Selena. Jason jamás la había visto más seria—. Hasta dónde hacerlo.

—Lo sé.

Jason no podría haberse preguntado nada con respecto a aquello, porque todo quedó borrado con una simple palabra pronunciada por ambos al mismo tiempo.

Obliviate.

















creo que nunca me había dejado tan mal algo que escribiera yo. ya sabéis de dónde sale susan i guess

no quería publicar esto en el cumpleaños de lily pero así ha salido :(

ale.

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