ii. first days
ii.
primeros días
Los primeros días de curso siempre eran aburridos.
Una vez recibías el horario y mirabas qué clases tenías, a qué hora y con quién, te veías envuelto en una rutina a la que, poco a poco, ibas acostumbrándote.
Sin embargo, los primeros días siempre pasaban exageradamente lentos y, por lo tanto, eran aburridos.
Al menos, Aura había podido reír un buen rato cuando McGonagall sacó a James y Sirius del Gran Comedor en el banquete de bienvenida y poco después la llamaron a ella para que testificara en su favor.
Por supuesto, la profesora no se había creído nada de su genial historia donde James y Sirius casi caían del tren, pero incluso a ella le había costado contener la risa mientras Aura hablaba.
De modo que James y Sirius habían batido su récord personal y Fleamont y Euphemia Potter habían recibido aquella misma noche una carta de la subdirectora comunicando el mal comportamiento de ambos. Sirius le contó a la profesora que ya no vivía en su casa, de modo que McGonagall no consideró necesario informar a Orion y Walburga Black.
El mal olor que los Slytherin emanaban desapareció por la noche, pero el nuevo color de cabello parecía ser más complicado de quitar. James le contó a Aura que podría durar entre una y cuatro semanas y que debería acostumbrarse a tener a Snape con el pelo rosa chillón durante un tiempo.
Aura estaba segura de que no le costaría en absoluto habituarse a ello, así como tuvo que pasar varios días viendo a Snape con alas de murciélago en lugar de orejas el año anterior.
A lo que no se acostumbraría nunca era a la cicatriz permanente que uno de los maleficios de Snape había dejado en el brazo de su hermano.
Aura no solía enfadarse demasiado, y eran pocas las personas a las que de veras odiaba, pero aquel día había estado a punto de asesinar a Snape.
Lo recordaba siempre que pasaba junto a la esquina donde Snape había atacado a James, y allí fantaseaba con las venganzas que sabía que nunca podría llevar a cabo.
—¡Despierta! —bramó Jason, directamente en su oído, mientras ambos caminaban por el pasillo.
Aura pegó un bote y casi chilló. Acto seguido, lanzó una mirada furibunda a su mejor amigo y le golpeó en el hombro.
Se había perdido en sus pensamientos solo durante unos segundos, pero Jason no tenía paciencia como para esperar a que volviera a la realidad. Además, había aprendido con los años que, si no le gritaba, Aura podía quedarse fantaseando durante horas.
—¡Estaba despierta! —protestó.
—No lo parecía —replicó él—, ya que no has visto pasar a tu hermano y Black corriendo por delante, con Filch detrás gritándoles.
Aura frunció el ceño.
—¿En serio?
—No, pero ya veo cuánta atención estabas prestándome —se burló Jason.
—Eres un idiota —se quejó.
—Gracias.
Aura murmuró por lo bajo algo sobre los mejores amigos molestos, que solo hizo sonreír a Jason.
—Oh, no seas así —se burló—. Sabes que me adoras.
—Solo estás empeorando la situación —replicó Aura.
Jason bufó y le pasó el brazo por encima de los hombros.
—Si te digo que lo siento mucho, ¿me perdonarás? —preguntó, poniendo un puchero.
—Tal vez —respondió ella—. ¿Sabes que te ayudaría a conseguir mi perdón? Que invites tú la próxima vez que vayamos a Hogsmeade.
—Trato hecho —aceptó Jason, tras unos instantes de deliberación—. Aunque tú invitarás la vez siguiente a esa.
—Ya veremos —rio Aura.
Jason sacudió la cabeza.
—Un día de estos, me arruinarás.
Ella hizo un ruidito desdeñoso.
—Los Bones sois una familia rica, Jason.
—Los Potter tampoco os quedáis atrás —replicó su amigo—. De hecho, estoy bastante seguro de que nos superáis. Además, el hecho de que tengamos dinero no significa que no podamos perderlo todo.
—Dudo que vuestra posible pobreza se deba a la cerveza de mantequilla que me comprarás.
—¿Quién habla de comprar cerveza de mantequilla a quién?
—A ti no, desde luego —dijo Aura, girándose hacia su hermano—. ¿No se supone que ahora tenéis clase?
—Nos la hemos saltado —respondió Sirius, colocándose junto a Jason—. Deberías intentarlo alguna vez, Aura. Dicen que ayuda a disminuir el estrés.
—Creo que voy a pasar —dijo ella, negando con la cabeza.
—Peor para ti —bromeó James—. ¿Y vosotros? ¿Tenéis hora libre?
Aura y Jason asintieron.
—¿Dónde están Remus y Peter? —quiso saber ella.
—Remus no pensaba faltar a una clase —explicó Sirius—. Y Peter no quiso dejarle solo. Así que los dos están ahora mismo en el aula, probablemente muriéndose de aburrimiento.
—No los envidio —añadió James—. ¿Y si damos un paseo por los jardines?
Como ninguno de los dos Hufflepuff tenía nada mejor que hacer, aceptaron. Los cuatro se dirigieron a los jardines, aún soleados y cálidos, aunque el mal tiempo no tardaría mucho más en llegar.
Era la típica tarde perezosa, donde nada te apetecía hacer. De modo que se sentaron juntos bajo la sombra de un gran árbol, a excepción de Sirius, que trepó hasta una rama baja y se tumbó allí, con una pierna colgando. Aura no podía dejar de levantar la mirada cada pocos segundos, temiendo que cayera —o, más probable, se tirara— sobre ellos y les diera a todos un buen susto.
—Avery ya no tiene el cabello verde —comunicó James, casi apenado—. Lo hemos visto esta mañana, después del desayuno. Parecía bastante contento por ello.
—Aún quedan otros cuatro —recordó Aura—. ¿Quién creéis que será el último en perderlo?
—Espero que Snape —respondió Sirius, desde las alturas—. O Carrow.
Aura hizo una mueca. No sentía el más mínimo aprecio por Maya Carrow, y estaba convencida de que la Slytherin la odiaba.
—¿Apostamos, Black? —propuso Jason, mirando hacia arriba.
Sirius sonrió maliciosamente.
—Sabes que sí, Bones.
Aura ocultó una sonrisa y se giró hacia su hermano, que estaba junto a ella, tumbado en el césped. Tenía los brazos cruzados tras su cabeza y se apoyaba en ellos. Había cerrado los ojos y sus gafas estaban torcidas. Debía estar a punto de quedarse dormido, si es que no lo estaba ya.
—¡James! —gritó su hermana, despertándolo de inmediato y haciéndolo pegar un brinco—. ¡No puedes echar una siesta ahora, eso significa que luego irás a la cocina por la noche porque no tendrás sueño y yo tendré que castigarte!
James le lanzó una mirada cargada de indignación. Abrió la boca, dispuesto a replicar, pero una voz severa le hizo olvidar el asunto al instante y quedarse rígido.
—Señor Potter, señor Black. —La profesora McGonagall los observaba con seriedad—. Qué sorpresa encontrarlos aquí. Me parecía recordar que tenían clase a esta hora.
—¡Minnie! —exclamó James, pero al ver la mirada de la maestra, supo que no estaba de humor—. Es decir, profesora McGonagall, estimada profesora McGonagall, querida profesora McGonagall, adorada...
—Ahórreselo, señor Potter —interrumpió la mujer—. Y usted, señor Black, baje de ahí en este preciso momento.
Sirius dio un salto y aterrizó justo al lado de Aura, que chilló y apartó su mano, sobre la que él había estado a punto de caer.
—Perdón —dijo Sirius, aunque sonreía y no parecía en absoluto arrepentido. Se giró hacia la profesora McGonagall con lo que el consideraba una mirada encantadora—. ¡Minnie, me alegro de verla! ¿Ya le he mencionado lo bien que le queda ese sombrero?
—Vayan a clase, ambos —fue la seca respuesta de la profesora—. Los espero en mi despacho esta tarde, a las seis, para su castigo.
—¿Tanto nos ha echado de menos que desea invitarnos a tomar el té? —preguntó James, fingiendo estar conmovido—. Sí, supongo que una charla nos vendrá bien para ponernos al día. ¿Tendrá galletas, profesora?
Aura miró a Jason, en un intento por no estallar en carcajadas, pero la expresión de su mejor amigo era tan cómica que hizo más complicado su propósito.
—Vayan ya —ordenó la maestra, reprimiendo una sonrisa—, o su castigo se alargará una semana.
Y, tras decir aquello, dio media vuelta y emprendió su camino de regreso al castillo.
—Una semana con Minnie no suena tan mal —comentó Sirius, dispuesto a regresar a su rama.
—Tenemos que ir —dijo James, con resignación—. No puede castigarnos, tenemos prácticas de quidditch.
Sirius hizo una mueca.
—Está bien —aceptó—. Bones, Potter, nos veremos pronto.
—O, con un poco de suerte, no —dijo Jason, burlón.
Aura, que había estado a punto de responder algo bastante más amable, le miró, molesta.
—Disculpa mis modales —se burló Jason, comprendiendo su mirada.
—No lo perdones, no siente habernos hablado así, golpéale —animó Sirius.
Aura rodó los ojos.
—Idiota.
—¿Quién de todos? —quiso saber James.
—Los tres —decidió ella.
—¿Y yo qué he hecho? —se indignó su hermano.
—Quedarte aquí charlando mientras te juegas estar castigado una semana o no.
James abrió la boca para responder, pero cambió de idea y solo se giró hacia Sirius, le hizo un gesto y ambos echaron a correr hacia el castillo.
—Tal vez debería echar una siesta yo —comentó Jason, acomodándose a la sombra del árbol.
—No, ni hablar —protestó Aura—. Sabes que soy incapaz de echarme una siesta aquí. ¿Qué esperas, que me quede aquí una hora mirando al cielo?
—Podrías simplemente marcharte —sugirió Jason.
—¿En plena guerra de bromas con Slytherin? —replicó Aura, escéptica—. Claro, luego volveré para recoger tus pedazos. Si Snape, Mulciber o alguno de esos te encuentra aquí dormido, puedes darte por muerto.
Jason no discutió aquello. Desde el curso anterior, la tensión con aquel grupo de Slytherin había aumentado, especialmente desde el incidente con Mary y Mulciber, lo sucedido entre Aura y Snape y la posterior venganza de James en el lago.
Había cosas que James Potter no iba a permitir y una de ellas era que Severus Snape hiciera llorar a Aura. Y eso, sumado a lo que le sucedió a Mary, había hecho enfadar de verdad a James.
Si antes Aura y Snape apenas se soportaban, por el simple hecho de quién era su hermano y que le superara en Pociones, Aura estaba convencida de que el Slytherin la odiaba desde lo del lago.
Tampoco es que le importara mucho su opinión sobre ella. Recordaba que, en primero, el hecho de que aquel niño pareciera despreciarla la confundía y entristecía, pero acabó comprendiendo que no podía agradar a todos y, sobretodo, acabó comprendiendo que Snape era un idiota.
Y eso pensaba cada vez que se cruzaban, como en ese preciso instante. Jason y Aura esbozaron una mueca de asco, idéntica a la que Snape puso.
Aunque Aura no podía tomarlo totalmente en serio, por el contraste de su expresión y su pelo chillón. Tuvo que contener las ganas de reír en su propia cara.
Casi esperaba que les dirigiera algún comentario odioso, como siempre, pero parecía no tener ganas de hablar. Pasó junto a ellos con la cabeza bien alta y se alejó a toda prisa.
—Tendrá una reunión de mortífagos —dijo Jason, desdeñoso.
—¿En serio crees que Snape y los otros se han unido? —preguntó Aura, frunciendo el ceño. Era sabido que Voldemort aceptaba a magos y brujas jóvenes en sus filas, incluso aunque solo tuviera dieciséis años, pero le parecía una locura que, después de aquello, continuaran estudiando en Hogwarts—. No es que crea que no son capaces, pero...
—Si no lo son ya, lo serán. —Jason se encogió de hombros, asqueado—. ¿No has visto que desde siempre están locos por las artes oscuras?
Aura asintió, haciendo una mueca. Solo pensar en ello le daba náuseas. ¿Cómo podía existir gente así? Gente que deseara torturar y asesinar solo por creerse superior a personas sin magia o de origen muggle, que se divertía haciendo eso.
—Es asqueroso —asintió Jason, al ver su expresión—. A veces, escucho a mis padres hablar de lo que ven y me cuesta creer que haya personas que crean que esa es una causa justa.
La familia Bones siempre había estado mucho más implicada en la guerra que la familia Potter, Aura lo sabía. Los padres y hermanos mayores de su amigo eran miembros activos en la lucha contra los mortífagos y Lord Voldemort, y Jason planeaba seguir sus pasos al abandonar el colegio.
Mientras tanto, la familia Potter siempre había tratado de mantenerse alejada del conflicto, Aura sabía que debido más por la seguridad de James y ella. Fleamont y Euphemia nunca habían ocultado su oposición al bando de Voldemort a sus hijos, pero no pensaban poner en peligro a toda la familia.
Aura sabía que los Bones, al igual que los McKinnon y los Prewett, por ejemplo, corrían riesgo de morir casi diariamente. Jason le había confesado que había tenido que aprender hechizos defensivos antes de tiempo por si algún mortífago trataba de asesinarlo.
—Supongo que hay gente para todo —murmuró Aura, aunque no sonaba convencida—. Incluso para cosas así de asquerosas.
Jason se encogió de hombros.
—Yo solo sé que haré lo que sea por acabar con esto —dijo, bajando la voz lo justo para que ella le escuchara—. No pienso permitir que esto siga. Además, sería genial poder pelear a muerte con Snape sin correr el riesgo de que nos castigaran.
Aura rio al escuchar aquello. Una sonrisa diabólica había aparecido en el rostro de Jason, tan exagerada que parecía irreal.
—A mí también me encantaría poder hacer eso —admitió, divertida.
Entraron en su sala común, que estaba repleta de alumnos de primer y segundo año charlando a voz de grito.
—Eh, ¿no tenéis clase? —le preguntó Jason, parando a una niña que aparentaba diez años, en lugar de once o doce
Ella negó, mirando con expresión aterrorizada a Jason. Aura sintió algo de compasión por ella.
—No grites a los niños pequeños —le susurró a su mejor amigo—. Das miedo, parece que vas a castigarlos.
—Si no grito, no me escuchan —recordó Jason, aunque parecía algo arrepentido—. Será mejor que subamos a mi dormitorio, aquí es imposible estar.
—Está bien, pero espero no encontrarme a tus compañeros o los maldeciré —replicó ella, asegurándose de que llevaba su mochila colgada a la espalda.
No es que no le agradaran los chicos de Hufflepuff de su curso, pero solían ser incluso más ruidosos que los de primer y segundo curso. Además, Adrian Stebbins siempre trataba de coquetear con ella, lo que era francamente molesto.
Jason, James y Sirius habían mantenido una seria conversación con él en varias ocasiones, pero no se daba por vencido.
—Me ocuparé de que Stebbins se largue si está ahí —prometió Jason, al notar su expresión.
Por suerte, la habitación estaba completamente vacía. Aura se tiró sobre la cama de Jason cuan larga era, haciendo que su amigo se molestara.
—Eh, yo también quiero espacio —protestó.
Aura movió unos centímetros la pierna, lo suficiente como para que él pudiera sentarse ahí. El rubio tomó asiento con clara indignación.
—No vuelvo a dejarte venir aquí —declaró.
—Eso mismo dices siempre —comentó Aura, levantando la cabeza—. Y siempre volvemos aquí.
—Te permito demasiadas cosas —se quejó él.
Aura simplemente sonrió.
—Llevo chocolate en la mochila, te lo doy si me dejas quedarme aquí.
—Acepto.
Jason rebuscó en su mochila, llena de libros, plumas y pergaminos, algunos que llevaban allí varios cursos. Aura decía que no pensaba vaciar su mochila hasta que se graduaran.
—Encontrar algo aquí es misión imposible —gruñó Jason, revolviendo todo—. ¿Qué demonios es esto?
Había sacado de la mochila una pequeña libreta cubierta de purpurina, pegatinas y con las iniciales A. E. P. escritas en la mitad de la cubierta.
—Oh, mi diario de cuando estaba en primero —respondió Aura, medianamente sorprendida—. Creía que lo había perdido hace años. No lo recordaba tan bonito.
Jason se lo pasó y, mientras él continuaba con la búsqueda del chocolate, Aura comenzó a pasar las páginas con curiosidad.
Al de pocos segundos, ya estaba riéndose a carcajadas.
—Escucha esto, es del siete de septiembre —dijo, tratando de no reír—. Querido diario, hoy he conocido a un niño idiota. Nos sentamos juntos en Herbología y es un arrogante.
—¿Hablabas de Black? —quiso saber Jason.
Aura esbozó una sonrisa burlona.
—Su nombre es Jason Bones y espero no volver a verlo en mi vida —continuó. El rubio soltó un quejido de protesta—. También he conocido a los amigos de James. Dos de ellos son bastante simpáticos, pero el otro es tan arrogante como el niño de Herbología. Podrían organizar una competición y no sé quién ganaría.
—Ese sí es Black —adivinó Jason—. Pero yo no era arrogante. ¡Si intentaba ser tu amigo!
—Era obvio que necesitabas aprender a hacer amigos —comentó Aura.
—Bueno, tú tampoco te quedabas atrás.
Aura no lo negó. Habiendo tenido como único amigo antes de ir a Hogwarts a su hermano, había sido algo complicado verse en mitad de Hogwarts, con tantos otros niños y niñas de su edad a su alrededor.
—Esto es de una semana después —dijo, pasando la página—. Querido diario, resulta que el chico arrogante de Herbología no es un idiota. Ahora somos amigos (creo). El que sigue es un idiota es el amigo de James, pero es un idiota de los buenos. Me cae bien y me hace reír, pero James y él ya me han gastado varias bromas y empiezo a enfadarme. Tendré que buscar una manera de vengarme, aunque mamá siempre dice que la venganza no es buena.
—Adorable —comentó Jason—. La Aura de once años me cae mejor que la de ahora.
—La Aura de once años era tonta —opinó ella, pasando distraídamente las hojas—. Después de aquello, empecé a emparejar a todas las personas que conocía. Remus, Sirius y tú erais mi triángulo amoroso preferido.
Jason parpadeó, sorprendido ante la nueva información.
—¿Perdona? —exclamó, boquiabierto.
—Ajá —respondió ella, divertida—. ¿Puedes creer que también emparejaba a Selena con James? Por Merlín, mi yo del pasado estaba loca. Aunque aquí también pone algo de Marlene y Dorcas. Puede que ahí no me equivocara. Y aquí... Sirius y tú otra vez. Vaya, no me acordaba de aquella broma a Rosier. Fue bastante divertida.
Jason se colocó junto a ella para leer también el diario. Aura fue pasando las páginas, haciendo comentarios y riendo, mientras Jason hacía burla y se sorprendía de las cosas que allí había escritas.
—¿Querías que Black y yo nos casáramos? —exclamó en cierto momento, echándose a reír a carcajada limpia—. Por Merlín, Aura, los dos nos odiábamos en primero.
—Del odio al amor hay un paso —respondió ella, también riendo—. Aunque también estaba la opción de que tú te casaras con Remus. O Remus con Sirius. Por Merlín, estaba loca en aquel momento.
—Un poco, sí. —Jason le dio unos golpecitos en la cabeza, con cariño—. Pero esto es increíblemente divertido. Cuando celebremos la reunión de antiguos alumnos dentro de veinte años, tienes que leer esto.
—¡No pienso hacer eso! —protestó Aura—. Escucha esto: Querido diario, hoy Sirius ha estado hablando con Jason y conmigo durante lo que parecieron horas. ¡Estoy segura de que esos dos están totalmente enamorados! Aunque luego ha pasado Remus por delante con James y me ha hecho dudar. Estoy segura de que Jason y Sirius también están enamorados de él. ¿Por qué emparejar solo a dos es tan complicado? —Aura soltó un bufido—. Mi yo de once años tenía serios problemas. Leía demasiadas novelas de amor.
—Eso está claro —rio Jason—. Menos mal que la Aura de once años no conocía el poliamor. ¿Te das cuenta de que el noventa por cierto de tu diario hablar de que Sirius y yo estábamos enamorados el uno del otro y a la vez de Remus?
—Se demostró que estaba en lo correcto el año pasado, al menos en parte —comentó Aura.
—Estábamos borrachos —respondió Jason, quitándole importancia—. Solo fue una noche divertida.
Aura estalló en carcajadas al escuchar aquello.
—¿Noche divertida? —repitió—. ¿En serio tenías que decir noche divertida?
Jason se cruzó de brazos.
—Sí, en serio. Lo fue. Nada más.
—No te pongas así, ya sé que no te gusta Sirius, pero me ha hecho gracia el adjetivo que has usado —se defendió Aura—. Divertida. Oh, por Merlín.
—¿Y cómo definirías tú lo que pasó entre Aubrey y tú? —se burló Jason.
Aura hizo una mueca al recordarlo.
—No fue agradable, desde luego —admitió—. Además, él era un gran idiota.
—Se merecía lo que James y Sirius le hicieron —opinó Jason.
Aura se encogió de hombros.
—Se ganaron un doble castigo por eso —comentó Aura.
—Estoy bastante seguro de que lo repetirían incluso aunque se llevaran otro castigo así —respondió Jason.
Aura suspiró.
—Lo sé. Tendría que darles las gracias más a menudo por cosas así.
—¿Por alejar a tus admiradores? ¿Y por qué no me lo agradeces a mí? —bromeó Jason.
—Porque tú no acabas castigado limpiando sin magia los baños —replicó Aura, dándole un golpe en el brazo—. Y ellos sí.
—Admito que eso es verdad. Se nota que esos dos actúan y luego piensan.
—No voy a negar eso —rio Aura—. Pero sigue siendo bonito.
—No voy a negar eso —aceptó Jason.
Ambos compartieron el chocolate de Aura —aunque Jason se llevo la mayor parte—, dándose cuenta demasiado tarde de que ya era la hora del almuerzo y no tenían ni pizca de hambre.
Aura no hubiera comido nada de no haber sido por James, que casi la arrastró al Gran Comedor y la hizo sentarse en la mesa de Gryffindor para que se alimentara de algo. En ocasiones, Aura deseaba que James actuara un poco menos como la madre del grupo.
Jason se limitó a quedarse al lado y tomarse únicamente el postre, mientras Aura miraba con resentimiento a James y comía el estofado.
—¿Quieres que te hagamos lo de Abre la boca, aquí viene la escoba? —se burló Sirius, hablando como se le habla a los niños pequeños—. Andromeda se lo hace a Dora cuando ella no quiere comer.
—No soy una niña, Black —protestó Aura—, simplemente no tengo hambre.
—Pero tienes que comer —puntualizó James.
—¿Por qué? Pasaré luego por las cocinas si tengo hambre.
—¿Por qué siempre tienes que hincharte a chocolate antes de comer?
—¡Me olvido de la hora! —protestó ella.
—No es una excusa válida.
—¿Desde cuando eres tan responsable?
—Desde siempre. Y, ahora, come o haré lo que Sirius ha dicho y no te gustará.
Aura tuvo que comer, pues sabía bien que James lo decía en serio. También le dio accidentalmente una patada por debajo de la mesa a Sirius, que no dejaba de mirarla con burla.
Cuando terminaron de comer, Aura le preguntó a James si se habían librado del castigo de una semana y él contestó orgullosamente que sí.
—Ni siquiera nos han quitado puntos —añadió—. Dimos una gran disculpa.
—Pareció que iban a echarse a llorar —comentó Remus—. Sigo sin entender cómo os creyó.
—Por nuestro gran encanto —declaró Sirius—. Cualquiera cae rendido a nuestros pies.
—¿Cualquiera? —repitió Aura, burlona—. No estoy tan segura de ello.
—Hasta tú caerías a mis pies si me esforzara un poco, Potter —rio Sirius.
Ella arqueó una ceja y sonrió, escéptica.
—Tú caerías a mis pies antes que yo a los tuyos —declaró, con seguridad.
Black rio.
—Lo dudo.
—¿Podéis no coquetear estando yo presente? —pidió James, cruzándose de brazos—. No es divertido.
—Sí lo es —dijeron ambos al mismo tiempo.
Remus le susurró algo a Peter, que soltó una carcajada ahogada. Aura le dio un codazo a James, que había puesto una expresión enfurruñada.
—Pareces un niño pequeño —comentó.
—En ocasiones, lo es —comentó Sirius—. De hecho, los dos lo sois a veces.
—Será cosa de familia —opinó Jason.
—Dijeron los dos que siempre muestran gran madurez —murmuró Remus, burlón.
Sirius y Jason le lanzaron miradas idénticas de indignación. James, Aura y Peter se echaron a reír.
—¿Cuál es el chiste? —quiso saber Mary, yendo junto a ellos.
—Sirius —respondió Aura de inmediato.
—¿Por qué yo y no Bones? —protestó el pelinegro.
Ella se encogió de hombros.
—Es más divertido reírse de ti —declaró.
—¿Ahora soy el payaso del grupo? —se indignó él.
—Creo que siempre lo has sido —comentó Mary, que había tomado asiento junto a Jason.
—Estoy de acuerdo con Macdonald —dijo James. Sirius le lanzó una mirada furiosa—. Lo siento, amigo, pero es la verdad.
Sirius se enfurruñó y Aura no pudo contener la risa ante su expresión enojada.
Ese era uno de los principales motivos por los que a Aura le gustaba pasar el tiempo con aquellos cuatro chicos de Gryffindor, igual que con Jason. Hacían que fuera fácil reírse y divertirse.
Y eso era algo que todos necesitaban últimamente.
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