4. El mural
(Lydia)
Se escondió tras el libro y bostezó por quinta vez.
Se había pasado los últimos tres días buscando información, resumiendo y redactando el trabajo de Historia, incluso le había pintado una portada y lo había encuadernado pero todo merecería la pena cuando se lo enseñase a Gael. Le estamparía su preciado trabajo en su odiosa cara y el sobresaliente que iban a sacar (porque estaba segura de que sacarían un sobresaliente) se lo restregaría durante el resto del año.
Miró de reojo su mochila de dónde sobresalía la encuadernación y sonrió orgullosa.
Nunca había trabajado tan duramente, pero las otras veces no tenía que demostrarle a su compañero que ella no era una aprovechada. De hecho a Diego, le encantaba que hiciesen las cosas juntos, siempre lo hacían todo a medias y no ponía reparos en quedar las veces que hiciesen falta. Y sinceramente a ella tampoco le importaba pasar un domingo por la tarde con él.
Disimuladamente miró hacia atrás y vio a Diego tomando apuntes mientras el sol le iluminaba el pelo haciendo que su cabello castaño claro pareciese rubio. Siempre le había encantado ese efecto, hacia destacar las motas de color verdoso de sus ojos marrones, había intentando captar ese efecto en sus dibujos pero desgraciadamente nunca lo había logrado.
Sonrió embobada y notó como Eli le pegaba un codazo, por lo que dio un respingo y miró al frente dónde se encontró con la profesora de Lengua mirándola fijamente.
―¿A quién espiabas? ―preguntó su profesora con curiosidad.
―A nadie ― respondió avergonzada pero su tutora enarcó una ceja y miró a Eli.
―Diego ―murmuró Eli con burla.
―Eso es mentira ―reclamó indignada y completamente avergonzada.
―¿Cómo puedes seguir pensando en él cuando eres pareja del sensual y misterioso Gael? ―preguntó Eli con voz soñadora―. Que ganas tengo de que la leyenda urbana se cumpla contigo para decir: "Te lo dije".
―Eso no va a pasar Eli ―susurró molesta.
No iba a liarse con ese cretino, y el que su amiga dijese a cada hora todo lo contrario la estaba empezando a molestar y mucho.
―¿Tú y Gael son pareja en Historia? ―preguntó la profesora con sorpresa, ella asintió con pesar y su profesora rio divertida―. No debe estar nada contento.
―No, y yo tampoco; hubiera preferido hacer el trabajo sola que con ese idiota ―masculló irritada lanzando una mirada furiosa a Gael que estaba al fondo de la clase mirando por la ventana.
―Deja de insultar a tu futuro novio, pobrecito ―defendió Eli a Gael ganándose una mirada asesina de su parte.
―¡No va a ser mi novio! ―exclamó frustrada.
―Claro que sí, es el destino, es el cliché... tú y Gael están destinados― continuó Eli, Lydia rodó los ojos y contó mentalmente hasta diez.
Era su mejor amiga y no debía matarla. Era su mejor amiga y no debía matarla.
¿Por qué seguía siendo su mejor amiga?
―La verdad es que no me refería a Gael ―indicó la profesora guiñándole el ojo para luego continuar dando la clase.
El resto de la mañana transcurrió tranquilamente, bueno todo lo tranquila que podía ser una mañana en Góngora.
Cuando sonó el timbre que indicaba la hora del recreo, tomó su mochila y sacó el trabajo. Era hora de restregárselo a Gael.
Se puso en pie con decisión y de reojo vio como Diego caminaba apresuradamente hacia ella. ¡No, no, no! Llevaba esquivándolo desde que Aaron vio su dibujo a medio hacer porque no sabía cómo afrontarlo. Ser pillada pintándolo la avergonzaba demasiado.
Se pasó la mano por el pincel que llevaba en el moño y decidió que lo mejor era fingir que no acababa de saludarla con la mano para así continuar con su misión de estamparle el trabajo a Gael en la cara.
―¡Ey, Lydia! ―exclamó Diego.
Mierda.
Obviamente no podía fingir que no lo había escuchado cuando hasta Eli había volteado al oírlo.
―A ti te quiero a diez metros de mí ―gritó Eli a Aaron.
―¿Por qué? ―preguntó Aaron pero luego levantó las cejas con emoción―. Lo entiendo, si me acerco más serás incapaz de resistirte a besarme. Esposa, no deberías ser tan tímida.
Eli entrecerró los ojos y se cruzó de brazos.
Bien, aprovecharía la discusión entre esos dos para huir disimuladamente.
―¿Dónde vas? ―preguntó Diego.
Definitivamente la huida no era su especialidad.
―Pues iba a enseñarle a Gael cómo quedó el trabajo― respondió con timidez, Diego frunció el ceño y la miró fijamente.
― Puedes hacerlo luego, esto no puede esperar ―indicó Diego tomándola de la muñeca y arrastrándola fuera de clase.
―Pero tengo que enseñárselo ―protestó pero fue completamente ignorada.
Ambos bajaron las escaleras y atravesaron media Góngora. Sinceramente podía haberla llevado al fin del mundo y le hubiera dado igual. Sólo le importaba que él sostenía su mano, ¡sí, su mano! En algún momento dejó de sujetarla por la muñeca y la tomó de la mano lo que no hacía sino alborotar esa colmena de abejas que se habían instalado en su estómago desde que él la tocó.
― Llegamos ―anunció Diego con emoción, ella asintió y soltó sus manos muy a su pesar.
¿Es que no podían haber ido a algún lugar más lejano?
Se pasó la mano por el moño y miró a su alrededor, ¿por qué estaban en el huerto de los indios? Abrió los ojos preocupada, ¡¿por qué estaban en el territorio de los indios?!
―¿Qué hacemos aquí? ―preguntó preocupada.
―Me apetecían tomates, vamos a robárselos. ―Lo miró alarmada y Diego soltó una carcajada―. Es broma, es broma.
—No bromees con eso, ya estuve aquí trabajando durante dos recreos, no es nada agradable ―dijo recordando como Gael engañó a los indios para que la atrapasen y obligasen a trabajar allí.
―Cierto ―habló Diego chasqueando los dedos―. Aún me debes una merienda por rescatarte.
Asintió lentamente.
Si él no recordaba que fueron a merendar hace tres semanas, ella no iba a recordárselo. Apretó el trabajo encuadernado contra ella, quizás debería decirle la verdad. Abrió la boca para contarle que ya fueron a merendar cuando él se dio la vuelta y señaló hacia la pared dónde estaba su mural.
¿¡Qué demonios?!
―¿Qué ha pasado con mi mural? ―preguntó enojada.
Su yo de doce años había tardado casi dos meses en pintar aquel mural. Por no mencionar todo el tiempo que tardó en hacer los bocetos y conseguir la aprobación de los profesores.
―Ni idea, Mario y Miguel me contactaron hoy diciendo que cuando llegaron ya estaba así. ―Diego señaló la gran mancha negra de pintura que tapaba la mayor parte del dibujo―. Seguramente fue alguien de Quevedo.
Asintió lentamente y se acercó a la pared con cuidado. Su dibujo, su precioso dibujo había sido destruido, pasó la mano por la pintura negra y suspiró pesadamente.
―¿Estás bien? ―preguntó Diego sobresaltándola por su cercanía, él la observaba fijamente algo contrariado―. No pensaba que fuera a afectarte tanto.
―Es que era mi mural, no puedo creer que esté destruido ―dijo con tristeza.
―Lo lamento ―murmuró Diego pero ella negó con la cabeza.
―No es culpa tuya ― respondió mientras quitaba la mano de la pared, vio como Diego hacia una mueca extraña pero luego se recomponía y la miraba animado―. Pero exijo venganza.
Diego soltó una fuerte carcajada y asintió con fuerza.
―Tus deseos son órdenes para mí ―dijo Diego realizando una exagerada inclinación, avergonzada le golpeó la cabeza con el trabajo―. ¡Auch!
—¿Y bien? ¿Sólo me trajiste para que me deprimiera? ―curioseó mientras Diego se rascaba la cabeza, inmediatamente él sonrió y ella no pudo evitar sonreírle de vuelta.
Dios, era tan irresistible cuando le sonreía.
—Ya que algún terrorista ha destruido tu dibujo, ¿qué te parecería pintar uno nuevo?
―¿Hablas en serio? ―gritó emocionada, Diego asintió y ella se puso a dar vueltas como una loca―. Pero habrá que volver a pedir permiso y...
―No te preocupes por eso, déjamelo a mí.
―¿Y qué pinto? ―preguntó deteniéndose en seco y mirando a Diego cuya sonrisa podría eclipsar al sol, él se encogió de hombros.
―Lo que quieras, pero yo te ayudo ―contestó él sorprendiéndola totalmente.
―¿Quieres ayudarme? ―preguntó confusa, Diego asintió contento.
―Será divertido.
Nerviosa miró de nuevo la pared.
Sería por lo menos un mes pintando, un mes estando juntos todos los recreos. Sonrió como una tonta y apretó el trabajo contra su pecho con emoción.
—Así que, somos un equipo de nuevo ―aseguró Diego colocándose a su lado y mirándola de reojo.
―Eso parece ―sonrió feliz.
(Diego)
Por un pequeño instante se sintió culpable por mandar a destruir el mural pero ahora que Lydia sonreía feliz no se arrepentía de nada.
Le debía un gran favor a Mario y Miguel y conociéndolos seguro que iba a ser algo grande pero qué importaba. Iba a pasar muuuchos recreos con su pelirroja favorita y quizás por fin reuniese el valor para decirle lo que sentía por ella. No es que fuera un cobarde pero tenía cierto miedo al rechazo, si le decía y ella no le correspondía ya no sería lo mismo y se había acostumbrado demasiado a ella y a ese gracioso tic que tenía de tocarse el pincel del moño cuando estaba nerviosa.
La miró y se dio cuenta que Lydia movía la mano derecha de un lado a otro mientras miraba fijamente la pared. Era tan adorable cuando se concentraba en sus dibujos y pinturas.
Ella pareció darse cuenta de que la observaba y se detuvo.
―Tengo que dejar de hacer eso.
―¿Por qué?
―Eli dice que parezco una loca.
―Sí, pero una loca realmente linda.
Lydia abrió la boca con sorpresa y luego se pasó la mano por el moño.
Joder, cada vez tenía más ganas de besarla cuando hacía eso.
Estuvieron en silencio durante unos segundos mientras se miraban fijamente, Lydia tenía unos preciosos ojos azules tan claros que parecían de cristal. Sintió como su nerviosismo crecía y apretó el puño con fuerza.
No era el momento pero... ¿cuándo sería a ser el momento perfecto?
—Lydia...
—¡Por fin te encuentro! Los pirados de tercero han secuestrado a dos indios por venganza y se han atrincherado en su torre. Por lo que los indios están rodeando la zona y los de las bandas están aprovechando para... ¡ey Lydia! ¿Qué tal? ―saludó Lucas llegando hasta ellos después de haber corrido lo que parecía un kilómetro, realmente debió buscarlo por todo Góngora.
―¿Y tus helicópteros? ―preguntó de mal humor.
Lucas trató de disculparse con la mirada pero él continuó enojado. Acababa de joderle su momento, ¡su momento! Ahora tendría que buscar otro. ¿Qué no podían estar ni cinco minutos en Góngora sin liarla?
―Dos reparándose, dos derribados y me queda uno cargado de canicas.
Los tres vieron como un helicóptero en llamas aparecía ante ellos y se chocaba contra un árbol antes de explotar.
―Rectifico, dos reparándose y tres derribados. ¡No puedo creer que me hayan derribado tres de mis helicópteros! ―exclamó Lucas llevándose las manos a la cabeza con frustración―. ¿Y qué ha pasado con el mural?
―Alguien de Quevedo debió destruirlo pero no importa, pintaré otro ― respondió Lydia mientras miraba la pared con ilusión.
―Claro, alguien de Quevedo ―murmuró Lucas mirándolo con una ceja levantada por lo que le dio un fuerte codazo a su amigo.
―¿Nos vamos? ―preguntó mirando amenazadoramente a Lucas.
―Si, por cierto Lydia cuando tengas el boceto me gustaría verlo y luego si quieres podemos pintarlo todos juntos ―dijo Lucas guiñándole el ojo con complicidad, pero él se golpeó la frente con la palma de la mano.
―Claro, seguro que lo pasamos bien ―respondió Lydia.
¡Lo mataba! ¡Si es que lo mataba! Al final Aaron iba a tener razón y Lucas era el anti-cupido. Volvió a lanzar una mirada furiosa a su amigo y él lo miró confuso.
―Tengan cuidado ―se despidió Lydia por lo que dejó de tratar de matar a Lucas con la mirada y se fijó en la pelirroja que lo observaba preocupada.
―Tú también, hoy hay más alboroto del normal así que ve con cuidado ―dijo a Lydia, ella asintió y se pasó la mano por el pincel del moño.
Se quedó mirándola y maldijo su suerte. ¿Qué no podían haber esperado otros cinco minutos para comenzar a pelearse?
―Diego ―canturreó Lucas divertido.
―Voy, voy ―dijo dándose la vuelta y comenzando a caminar seguido de Lucas que mostraba una sonrisita burlona que ignoró―. Por cierto, ¿y Aaron?
―Pues se las ingenió para robarle los escudos a los antidisturbios y antes de irme estaba tratando de entrar a la torre mientras los indios lo cubrían, ya que Mario y Miguel dijeron que si los ayudábamos en el rescate luego nos ayudaban a evitar el golpe de estado de las bandas ―asintió y aceleró el paso, nunca era buena idea dejar mucho tiempo solo a Aaron.
Era uno de sus mejores amigos pero a veces la cagaba profundamente y acababa metiéndolos a los tres en un lío aún mayor.
* * * * * *
―¡En serio, no vuelves a negociar con nadie! ―gritó Lucas a Aaron mientras subían las escaleras de camino a clase.
―Pero si no fue tan mal ― reclamó Aaron por lo que Lucas comenzó a acercarse a él furioso momento en el que tuvo que intervenir y colocarse en medio sólo por si acaso.
―¿¡Qué no fue tan mal?! Casi dejamos de ser jefes por tu culpa ―recordó Lucas con furia.
―Tú lo has dicho, casi pero no pasó ―dijo Aaron despreocupadamente.
―¡Yo lo mato! ―gritó Lucas intentando saltar sobre Aaron pero él intervino y lo impidió―. De acuerdo, no lo mataré. Pero le diré a Eli que puede divorciarse.
Lucas sonrió con maldad y luego salió disparado.
―¡Ni se te ocurra! ―exclamó Aaron corriendo tras su amigo.
Diego rodó los ojos y salió corriendo tras ellos.
Había días que tranquilamente vendería a sus dos amigos como esclavos a los indios.
Entró a su clase y se encontró a sus dos mejores amigos completamente en silencio algo que lo asustó. Ellos no estaban en silencio nunca.
―Te dije que lo habías gafado ―escuchó murmurar a Aaron.
Tremendamente preocupado miró al lugar dónde miraban sus dos amigos y lo que vio no le gustó nada. Gael y Lydia estaban en el suelo enredados y en una posición muy intima.
―Es tan de novela romántica ―escuchó suspirar a Eli.
―Esto es increíble ―murmuró de mal humor caminando hacia Lydia para ayudarla a levantarse, ella se sorprendió al verlo pero aceptó su ayuda―. ¿Estás bien?
Su voz salió más áspera y seca de lo normal pero no pudo evitarlo, encontrarlos así le dolía demasiado.
―Si ―susurró Lydia sin mirarlo pero aún así notó como su cara estaba completamente roja algo que lo hizo tensarse, ¿de qué estaban hablando como para que ella se sonrojase así? ―. Gracias.
Lydia se soltó de su agarre y salió de la clase seguida de Eli que no paraba de hablar sobre el destino, los clichés y los libros.
Enojado miró a Gael que alargó la mano para que lo ayudara a incorporarse pero lo ignoró deliberadamente y se marchó. Si lo tocaba ahora era para golpearlo.
Escuchó pasos tras él y cuando volteó se encontró a sus dos amigos.
―Lo golpeé por ti ―afirmó Aaron.
―¿Qué hiciste qué? ―preguntó alarmado pero un poco más animado.
―Sólo lo miró mal hasta que salimos de clase para seguirte ―aclaró Lucas.
―¿Por qué no puedes seguirme la corriente? Era feliz pensando que lo golpeé por él ―se quejó Aaron a Lucas que se acarició la sien.
―Bueno, ¿echamos un partido? ―preguntó Lucas por lo que Aaron se restregó las manos con felicidad.
―Tenemos clase ¿sabéis? ―recordó a sus amigos pero ellos se miraron entre sí con complicidad y la alarma de incendios comenzó a sonar.
―Teníamos clase ―corrigió Lucas, a continuación Aaron lo tomó de un brazo y Lucas del otro y lo arrastraron a las canchas de baloncesto.
Había días que tranquilamente vendería a sus amigos como esclavos a los indios pero también había días que no sabía que haría sin ellos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro