☾ Capítulo 35. La muerte es segura
29 de Marzo de 1980.
Brooklyn, Nueva York.
Envuelto en oscuridad, como si siempre hubiese sido así. Comencé a recobrar la conciencia a paso lento. Manteniendo los ojos cerrados y la negrura conmigo. Mis sentidos, que dormían minutos antes junto a mí, despertaban con calma. Me encontraba en un sitio extraño, me negaba a enfrentarme a la realidad hasta sentirme seguro. Esperaría el tiempo que fuera necesario.
Oía susurros, maquinaria que murmuraba suave al trabajar. Sin quererlo y siguiendo el sonido, mis párpados temblaron, alertando a las personas a mi alrededor.
–¿Eiji? –en mí oído, alguien hablaba despacio, como si temiera despertarme, aunque al mismo tiempo me apretaba el hombro con fuerza. Hice una mueca–. ¿Me oyes?
La desesperación que procuraba era tal, que decidí confiar para mirarle. Encontrándome con los ojos celestes de Jessica, tenía lágrimas que lucharon hasta derramarse por su rostro. Su bello maquillaje sufría en silencio, e incluso así, lucía perfecta.
–Me duele todo –una queja fueron mis primeras palabras. Apreté los ojos y siseé. No podía moverme porque sentía que cada zona de mi piel que tocaba el suave colchón sangraba. Mi brazo derecho tenía un cabestrillo y mi pierna derecha pesaba–. ¿Qué pasó?
–¡Eiji! ¡Lo siento! ¡Lo siento tanto! –se disculpó. Sin contestar. Lo que me ponía todavía más nervioso.
–Ya estoy bien, solo quiero que me digas ¿qué pasó? ¿Dónde está Ash?
Como si de un mal chiste se tratara, a mi cabeza llegó el último momento que podía recordar, de cuando estuve consciente.
La "Casa de Subastas", como arrancaron el collar negro, dejando desprotegido mi cuello ante esos alfas. Los llantos de los omegas a mi alrededor, los golpes a los que afectaron a quiénes se rebelaron, las insinuaciones y amenazas de no salir de nuevo a ver la luz del sol. Estar encerrado en esa habitación, lejos de cualquier otra persona, sintiendo como las amenazas pasadas comenzaban a hacerse realidad. Sintiendo la pesadilla real.
Cuando los hombres de Arthur, y el mismo Arthur, entraron a su habitación para atormentarme. Las lesiones que ahora se reflejaban en mi cuerpo eran obra suya.
"Mi nuca", abrí mis ojos, intentando recordar qué había sucedido en esa habitación, mientras subía mi mano derecha para poder sentir si había alguna cicatriz o marca. Ni siquiera me encontré con vendas.
–Está bien, no te mordieron –confirmó con un murmullo Jessica, retirando las lágrimas que goteaban delante mío, humedeciendo la cama–. Tampoco hay signos de... de...
El llanto impidió que hablara, cerrando su garganta. Cubrió su boca con la mano, intentando ahogarlo y continuar. Puse mi mano sin yeso en su cabello. Cuando me moví, pude notar que mi visión estaba parchada, no veía nada en absoluto con mi ojo izquierdo. Me asustó, y mis latidos no disminuyeron hasta que pude comprobar tocando la zona, que tenía otra venda y debajo de ella dolía.
–¿Qué pasó con Ash? –volví a interrogarla. Junto a las memorias del secuestro y lo que sucedió en aquella habitación, llegaron las que tenían que ver con mi liberación.
Fue que en medio de mi adormecido dolor, en la oscuridad que me obligaba a mantener los ojos abiertos y sin poder admirar nada, la puerta se abrió. No para dar paso a más dolor, como el que solían atraer los alfas que Arthur. Sino que pude sentir el aroma a madera y menta, esta vez la fragancia tenía tanta potencia que inundó de inmediato todo el cuarto. Mis defensas pronto cayeron, mi cuerpo se relajó y perdí la conciencia. No podía recordar todo lo demás.
–Lo siento –cuando se dio cuenta de cómo había interpretado su disculpa, se apresuró a seguir explicando–. Todavía no tenemos noticias suyas. Llevas un día durmiendo, Max te trajo aquí, está abajo, consiguiendo café.
El cuarto blanco, que olía a desinfectante, tenía para mi deleite una pequeña ventana que me permitía admirar el exterior. La luz del sol se había desvanecido tras el cristal. Ahora había "calma", solo los típicos sonidos de la ciudad, autos, ambulancias, sirenas de policías...
Nuestra conversación fue vaga, no podía seguirle el ritmo del todo. Me dio a beber agua, sin obligarme a comer las papillas extrañas del hospital, en cambio me ofreció gelatina y comida suave que preparó para mí, misma que trajo de contrabando.
"Debí ser fuerte". El dolor debajo de las capas de vendajes, los moretones que sobresalían, todo me recordaba lo inútil que fui ante esos alfas. "Vulnerable". La peligrosa situación que había explotado en Nueva York empezó porque me dejé capturar. Ash había preparado que no saliese lastimado y tuve que arruinarlo. "Típico omega recesivo".
La puerta de la habitación se abrió, tanto Jessica como yo dimos un salto en nuestro lugar, alertas. Aunque la figura de gran tamaño que entró era atemorizante, se trataba de un conocido, por lo que nos relajamos. Nuestro gran error.
–¿Max?
El hombre traía dos vasos de café, los sostenía con tanta fuerza que había arrugado el cartón de este, uno de ellos incluso había perdido su tapa. Tropezó con sus piernas, no cayó de puro milagro, cuando recompuso su equilibrio aún jadeaba. Jessica se levantó para tomar las bebidas, depositándolas en una de las mesitas de junto, devolviendo de inmediato toda su atención sobre su esposo. Preguntando acerca de lo que le había hecho comportarse así.
–La televisión –apuntó al dispositivo silencioso frente a nosotros. No le entendíamos. "¿Qué tenía nuestra televisión?". Él todavía tardó unos segundos en poder hablar con claridad–. ¡Enciéndela! ¡Hay noticias de Ash!
Yo, que no me había podido mover correctamente desde que había abierto los ojos, me estiré como pude para poder alcanzar el mando del televisor. Apunté para que mi mano temblorosa pulsara el botón correcto. Buscando desesperado el número del canal que Max no dejaba de gritar.
Lo encontré y finalmente me detuve. La persona ante nosotros, vestida de traje y corbata, con profesionalismo, incluso mirada muerta. Decía las siguientes palabras, tal cual leía un guion que presentaban ante sí:
"–Luego de la batalla del pasado viernes, la cual cientos de los testigos afirman sentir que se trataba del fin del mundo. Esta misma se esfumó tras la reyerta que se desarrollaría entre los jefes de las pandillas más importantes de Nueva York. Esto según informes de la policía..."
Seguía los movimientos de sus labios con atención, si no oía algo bien podría interpretarlo de otra forma. La persona tras la pantalla continuaba hablando, sin embargo, llegado un punto, dejé de escucharlo.
"–Tenemos información que confirma que esta terrible catástrofe se debió a una pelea entre un grupo terroristas que se consideraban supremacistas alfas. Su plan era destruir 'La Casa de Arte y Subastas de Nueva York'. De quien es titular el empresario Dino Golzine..."
Volvía a oír ese nombre. Que le pertenecía al hombre que tanto daño había causado a Ash y a sus allegados
Continuaba dando las notas periodísticas, sin llegar a donde todos los presentes queríamos que llegara. "¿Lo habrá dicho en el lapso que tardamos en encender el televisor?". Intercambié miradas con Jessica, quien para tranquilizarme, se acercó. Intentando meterme de vuelta a la cama, casi sin darme cuenta estaba a punto de caer. Tenía mi pierna sana doblada, tocando el piso y la enyesada seguía sobre la cama, impidiéndome bajar del todo. De haber podido, correría ante la pantalla; estaba muerto de nervios.
"–En el desarrollo que creemos que se llevó durante el atentado, se ha encontrado el cuerpo sin vida del líder de este grupo de supremacistas, que se ha podido identificar como Frederick Arthur. Fallecido en la escena..."
Creímos que sería todo...
"–Tras lo cual se especula que fue un enfrentamiento sangriento, por las heridas encontradas tanto en su cuerpo como en el del responsable, sujeto identificado como Ash Lynx, líder de la conocida banda de pandilleros que se hace llamar 'La manada'. Los cuerpos de ambos fueron encontrados al amanecer del día. Se espera seguir identificando a las víctimas que nos ha dejado este...
La televisión se apagó gracias a Max. Se quedó de pie, con la boca y los ojos muy abiertos, aún lado de la pantalla. Girando lentamente a verme.
Sin llegar a entender del todo la noticia, perdí mi fuerza. Mi cuerpo dejó de sostenerme, dejándome caer sobre las almohadas. No podía creerlo.
Sentí el frío comenzar a recorrerme, primero desde adentro, iniciando en el fondo de mi pecho. Luego la frialdad explotó, extendiéndose por todo mi cuerpo. El nudo de mi garganta me ahogaba, llevé mis manos pálidas hasta mi cuello. Tuve arcadas, estuve a tiempo de inclinarme y vomitar sobre el piso.
Jadeando, sin poder respirar.
Antes de que me diera cuenta, ya estaba gritando. Llorando con los ojos cerrados, negándome a aceptar lo que había escuchado. Era imposible contener el dolor. Tomaba aliento para respirar, después seguía gritando. Jessica se me acercó más, abrazándome y obligándome a esconder mi rostro contra su hombro.
Ella también lloraba, pero susurraba que todo estaría bien. Lo que me hizo llorar más alto. Fueron segundos, minutos o tal vez horas, cuando mi tono de voz fue bajando. Convirtiéndose en un alarido.
Max permaneció lejos, y sin decir una palabra salió de la habitación. Dejando que me aferrara a su mujer con lo poco que me quedaba de voluntad.
❀❀❀❀❀
30 de Marzo de 1980.
Brooklyn, Nueva York.
Me sentía derrotado, sin sentido y mi mente se perdió en alguna parte durante el transcurso del día. Pero para mí mala suerte, la historia no terminaba aquí. Me faltaba atravesar varias espinas de dolor, que aumentaban lo que experimenté al saber que Ash ya no estaba entre nosotros.
Todo comenzó cuando Max retornó a mi habitación tiempo después de que se diera el informe. Regresó sólo para decirme más cosas que me hirieron profundamente.
La primera con relación al sujeto conocido como Nidvemis y la segunda con Aslan.
No tenía ganas de contestar a ninguna de sus palabras. Agotado, me limité a oír nada más. La noticia todavía no se digería en mi cabeza y Max llegando con nueva información. Creo que se sentía culpable por saber algo que me incluía, y no podía aguantar mucho tiempo sin decirme la verdad.
Confesó que el sujeto detrás del seudónimo de Nidvemis fue su compañero en la Universidad, cuando ambos estudiaban periodismo. Su amistad creció luego de graduarse de la carrera y enfrentarse al mundo, luego de haber practicado con los escándalos que el pequeño campus les proporcionaba.
En cualquier caso, trabajaron juntos un tiempo con todo lo relacionado con los niños que formaban parte del experimento de volverlos armas que la mafia podía utilizar dentro de la ciudad o incluso enviar a donde fuese necesario. Ninguno de los dos universitarios se asustó luego de encontrar nombres y datos precisos de los implicados, pero todo cambió cuando Jessica quedó embarazada de Michael.
Con el dolor de abandonar a su mejor amigo, por la seguridad de su familia, Max se retiró de la investigación. Pero su amigo periodista no se detuvo.
Max se enteraría medio año después, por medio de los periódicos y noticieros que cubrieron la nota del periodista que bajo circunstancias extrañas había cometido suicidio.
Planeando vengar su muerte, sabiendo de sobra que su deceso no se dio por su propia mano, rastreó los nombres de los niños que habían sido sometidos a las investigaciones. Varios habían muerto, otros eran fieles a sus captores, y unos pocos, como Bones, Alex, Kong y Ash, guardaban rencor y deseos de venganza.
Y sobre Aslan... Max sabía que el nombre de Ash era ese. Pero jamás mencioné nada acerca de él, de ahí que no hubiera entrelazado las historias.
El alfa a mi lado dijo que ahora conocía nuestra historia, la que ocurrió diez años atrás. La muerte de mi hermana, nuestro fracaso de fuga y la huida de mis padres de vuelta a Japón tras el accidente. Me decía esto porque el alfa le pidió que lo hiciera. También, que Ash desde el principio supo que él era a quien estaba buscando.
Juntando las piezas con la narración de Nidvemis, entendía por qué Ash escondió su identidad. Siempre pensaba en mí seguridad. "¿Cuándo fue el momento justo en que se dio cuenta?". No lo sabría nunca.
A pesar de que pensé que no tendría más lágrimas para llorar, y quizás tomando por sorpresa a Max, quien a pesar de todo entendía por qué el nombre de Aslan relacionado a Ash era tan importante.
Seguí sollozando. No tendría descanso hasta mucho después.
❀❀❀❀❀
4 de Abril de 1980.
Brooklyn, Nueva York.
El funeral se llevó a cabo en el mismo lugar donde mi hermana reposaba. La lápida fue puesta a su lado y depositaron azucenas en ambas, por petición mía.
No pude asistir al evento, los doctores se negaron a dejarme salir estando tan débil y llevando apenas pocos días de recuperación. Todos presentaron sus respetos durante la ceremonia fúnebre, menos yo.
Al despertar, pensé que volvería a ver el rostro de Ash en el hospital. Ahora, lo primero que haría al salir de ahí, sería visitar su tumba.
De solo pensarlo volvía a sentir que se me revolvía el estómago.
Nadie de la pandilla me visitó, tampoco me contactaron de ninguna manera. Fue como si se olvidaran de mí. No me sorprendía del todo, ya que nunca estuvimos relacionados. Pero, pensé que al menos me darían un gesto de despedida. Habíamos paseado un par de veces juntos.
Jessica se quedó conmigo durante toda la procesión, enviando a Max en representación de ambos.
No dijimos nada durante el transcurso del día. Ella se movía como un espectro, en silencio, por la habitación. Mirábamos la televisión sin poner el volumen, las enfermeras no intercambiaron palabras con nosotros tampoco. Respetando el día a nuestra manera.
Era tan amable, acariciando mi espalda y cabeza al verme llorar esporádicamente. Su paciencia infinita me salvaba.
Ese chico, qué ahora dormía en paz, rompió tanto mi corazón como mi moral.
"¿Me quedaba algo suyo para admirar y pensar en él?". Confirmé que no, no tenía nada suyo. "No dejó rastro". Me reí por ese pensamiento. Claro que dejó rastro, hasta cicatriz en carne viva.
Max no regresó luego del funeral, incluso luego de que Jessica hiciera el intento de ponerse en contacto con él. No contestaba y nadie parecía haberlo visto. Desapareció sin dar explicaciones.
❀❀❀❀❀
7 de Abril de 1980.
Brooklyn, Nueva York.
En cuanto a mí, me era imposible viajar de regreso a Japón en este estado. No hablé con mi madre, Jessica me hizo el favor, de nuevo remarco su ayuda y apoyo. Como si se sintiera culpable. Aunque nadie era responsable en realidad.
Las noches de un momento a otro se volvían más largas. El insomnio me dejó despierto por horas, solo dormía luego de tomar pastillas de colores. Mi ánimo decayó, no podía sonreír y continuaba llorando cada tanto.
Sin poder salir del círculo vicioso de no poder despertar y no poder dormir.
Los doctores dijeron que cuando me dieran de alta todo sería un poco más sencillo, aunque no les creí. No pude comer, vomitaba todo lo que había en su estómago, enfermo de tristeza. Para lo cual, lastimosamente, hay pocas curas.
"No dejas de amar solo porque esté muerto". Me había enamorado, y al decidir por fin decir mis sentimientos en voz alta frente a él, luego que me pidiera ser mi pareja, todo ¡se fue al demonio! Apreté las sábanas, un poco enojado. Pero no me duró mucho, volví a derramar lágrimas. "¿Cuándo dejaría de llorar?".
Mi eterna cuidadora se había tomado un descanso, muy bien merecido, y no se encontraba en el hospital. Debía atender los asuntos que su esposo olvidó luego de marcharse. Uno de ellos era cuidar de su hijo.
En ese momento estaba solo en mi habitación, con la oscuridad de afuera devorando el interior de mi refugio. Una noche en vela más. Por un momento llegó a mi cabeza que estaría así toda lo que me restaba de vida. Sumido en depresión...
En medio de mis delirios recordaba lo que sucedió con mi hermana. Hubo un tiempo en que pensé que mi pena por ella duraría hasta el final de mis días. El dolor por ella un día se fue, pero la incógnita del pasado fue por lo que decidí venir a Nueva York. Y ahora, como si fuese una mala broma, había perdido a otra persona importante en la misma ciudad.
"¿Debería regresar a Japón?". Parecía una buena idea, resguardarme con mi familia, en un sitio conocido. Oculté mi cabeza bajó las almohadas, sintiendo como las lágrimas volvían a brotar de la nada. Ya no tenía control sobre ellas, y era mejor dejarlas fluir con libertad.
Si me iba de aquí, volvería. Lo sabía.
En mi soledad, encerrado en la oscuridad y medio lloroso. Elegí quedarme en la ciudad que tanto me había hecho daño. Tal vez encontraría una forma de sanar las heridas de ambas pérdidas.
"¡Ríndete!". Eso era imperdonable, aunque piense en ello, no puedo decirlo en voz alta. No olvidaría nada, me lo llevaría conmigo, cargaría con ello. Tal vez hasta que yo mismo muriera.
–Ash me prometió que volvería, me pidió que lo esperara –a veces, mis recuerdos de esa noche se mezclaban con mis sueños. Me hacían ver y oír cosas que no sucedieron. Ya no estaba muy seguro de que era real y qué un sueño.
Me sentía perdido.
Y por fin, a la semana siguiente, me dieron de alta y pude volver a mi casa en Queens.
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