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☾ Capítulo 27. ¿Ahora qué?

23 de Marzo de 1980. 

Nueva York, Queens

En esos días, el tiempo pasaba más despacio que otras veces. Quizás fue debido a que me salí del rumbo del itinerario con el que inicié este viaje. ¿Hoy tenía un sitio que visitar? ¿A dónde se marcharon mis planes para explorar Nueva York? Creo que perdí toda mi iniciativa, mi energía fue drenada por las contradictorias emociones de ayer. Ash me hizo estancarme en cuanto al pequeño camino que hice, dirigiendo mi atención a un rincón sin salida, frente a un alto muro.

Aunque también, su personalidad y compañía me enseñaron momentos únicos. Mostrándome la parte positiva de los alfas, elevando mis estándares, me hizo anhelar algo que hasta ese día no sabía qué quería para mí. ¿Podía quedármelo? ¿Era mío? ¿O solo fue un "error" que sucedió una vez?

Recordé que en realidad no fue una vez... varias veces me hizo sentir la mejor parte de ser omega, muchas más cosas relacionadas con mantener el contacto físico, a tener a alguien encima de ti amándote.

¿En qué estaba pensando?

Seguía dentro de la cama, me cubrí con la colcha al recordar esos todos esos intensos momentos. Deseaba aclarar nuestros sentimientos la próxima vez que nos viéramos.

La luz tras las cortinas casi llegaba hasta mí, tuve que levantarme, pues ya era tarde. Empezar el día nunca me pareció tan agotador. El tiempo seguía yendo demasiado lento.

Encontré las notas y libros que conseguí el día anterior con Ash, todos sobre la mesa de la cocina. Los dejé donde estaban, rodeándolos con los platos para el desayuno. Cuidaría que aquel jugo brillante que serví no cayera sobre ninguno, la multa por devolver esos libros con algún desperfecto era exorbitante.

Me senté en la silla, cruzando una pierna mientras tomaba las piezas de fruta que corté. En una mano sostenía una de las hojas sueltas de la investigación del periodista. Las saqué de la biblioteca a pesar de que no hablaba sobre lo que necesitaba, la historia escrita por "Nidvemis" me parecía interesante, a lo sumo. Pero no era mi estilo de lectura.

Por fin decidí apartar todo aquello.

Desplegué mis notas personales en su lugar, el diario de mi hermana, mi libreta y demás. Revisando encontré las primeras palabras que escribí en aquella cafetería luego de dejar el cementerio. Entonces, recordé las lágrimas que derramé ese día, leyendo por primera vez lo que ella escribió.

"Listado:

• Hospital

• Escuela 'Vincent San. Olimpia'

• Heladería 'Piccolo'

• Parque de diversiones 'Luna Park'

• El rascacielos 'Empire State Building'

• Museo de Historia Natural

• Librería Pública"

Seguí ese camino hasta la mitad. Cuando andaba sin rumbo por la ciudad fueron de gran ayuda, conseguí encontrar a Ash y él me mostró todavía más cosas, que no pude haber visto solo, ya que iba acompañado de un experto. Jessica también fue una gran guía, con sus avisos y consejos sobre el mapa que casi regalo el primer día.

Como si la hubiera invocado, apareció en mi puerta, que abrió incluso sin mi ayuda. Traía su propia copia de llaves sin ocultar en la mano. Se introdujo saludando con jovialidad, cargando más bolsas que la primera vez que nos encontramos. Lista para alimentarme con la suficiente comida que rellenara mi alacena y aguantara durante mi nuevo plazo de viaje.

–¡Oh, mi querido sol! –se abalanzó sobre mí tras dejar la pesada mercancía en la meseta–. ¿Estás bien? ¿No pasó nada malo? ¿Y el collar?

–Estoy bien Jessica –me estrechó entre sus brazos con fuerza, como lo hacen los americanos. Sin querer soltarme a pesar de que me costaba respirar–. Todo fue consensuado –musité. Rojo como un tomate, no hablaba de esos temas ni con mi madre, mi naturaleza era de por sí bastante cohibida en cuanto a ellos. Ella seguía presionándome contra su pecho, revisando la seguridad del collar–. Intentó morderme pero esto lo evitó...

–¿Y te gustó? –preguntó sin decoro.

–Yo...

–¿Cómo fue tu primera experiencia? ¡Tienes que contarme! –gritó. Emocionada por algún motivo, sin dejarme contestar la pregunta que hizo primero. Me guió hasta la silla para estar más cómodos, tomándome de las manos–. No le vayas a decir nada a tu madre, por favor. Eiji, me va a matar cuando se entere.

–De hecho...

Volvió a interrumpirme.

–¡Hablando de tu madre! –sacó un número apuntado en un papelito, me dio, en la parte inferior decía "Mamá. Eiji". Era obvio que debía hacer con ello–. Llámala, está preocupada. Le dije que decidiste quedarte una o dos semanas más. No me creyó, dice que hasta que oiga tu voz va a estar tranquila, piensa que te tengo secuestrado. Ja, ja... –guardó silencio–. Me va a colgar. Eiji, haz que mi inocencia sea probaba

–De acuerdo, no tienes que preocuparte por nada –volví a levantarme de la silla, mirando como su preocupación genuina no se extinguiría hasta que realizara la llamada. Tomé el teléfono de casa. Marcando el número señalado, casi de inmediato la voz de mi madre saltó–. Buenos días –saludé.

–¿Buenos días? –su voz cargada de su mal humor–. Son las 11 de la noche, niño malcriado –espetó. Para cualquiera podría parecer una mujer estricta y dura, pero sabía que lo decía porque, bueno, era mi madre. Y yo era "un omega con un llamativo collar en un país de bestias", según sus propias palabras anteriores.

–Tú me criaste –le contesté. Al otro lado de la línea, a kilómetros de distancia y separados por el mar, me sentía a salvo. Hasta que la oí amenazarme.

–¡Solo espera a que regreses! ¡Te voy a dar un buen castigo! –siguió regañándome, culpando a Jessica y diciendo más cosas, hasta que llegó el punto en que se calmó. La mujer en mi cocina solo me observaba desde su lugar, sin saber que mi madre incluso planeó un viaje imaginario solo para jalarle el pelo. Pronto se agotó de regañarme, y retomó su tema de interés–. ¿Cuándo vas a volver? Tus clases empiezan tras la primera semana de abril. Te quiero en casa pronto.

–Sí, mamá –tuve bastante tiempo para planear la historia que inventaría, sabía que palabras decirle y ocultar la verdad, pero al final cuando llegó el momento de contar mi gran mentira todo en mi mente se esfumó–. Tuve unos contratiempos y perdí mis días para hacer turismo, por eso quiero quedarme un poco más. Ya sabes, disfrutar la ciudad. Fui a visitar a mi hermana –intenté cambiar el enfoque de la conversación–, agradece sus ofrendas.

–Niño malcriado –repitió–, ¿crees que no sé qué quieres hacerme la loca? Metiendo a tu hermana, ella no te va a salvar. No puedes librarte de tus problemas conmigo. Suelta tu lengua, muchachito –sus palabras me sorprendieron tanto que se notó en mi rostro, Jessica se acercó para oír mejor lo que me decía mi madre–. ¡¿Quién es?!

–¿De qué hablas? –mi corazón bombeaba en mi pecho. ¿Cómo lo sabía? ¿Jessica soltó la verdad sin darse cuenta? Giré para mirarla, ella negó frenéticamente con la cabeza. No, tampoco le dijo nada. Ambos estábamos en problemas. En unos muy graves.

–¿Te mandé ahí para que exploraras y ya te conseguiste pareja? ¡Agh! En serio, estos niños de ahora... ¡no te dejes enamorar por el primer hombrecito o mujercita que encuentres! ¿Me oíste? –enojada, deseaba ser oída hasta el final–. Esos neoyorquinos solo quieren una cosa...

–¡Mamá! –la detuve–. Jessica, está escuchando.

–¡Que me oiga! Tiene gran parte de la culpa, sé que tú no te moverías en entornos donde encontrar a ese tipo de personas –la rubia a mi lado se estremeció–. ¡No te metas en problemas! Ya muchos sustos nos han dejado ese lugar a tu padre y a mí, no queremos que te pase nada. Sé prudente. Aún recuerdo el día que te accidentaste luego de lo de tu hermana, exactamente después decidimos marcharnos de esa ciudad infernal.

Cierto, había olvidado que cuando dejé Nueva York, lo hice en silla de ruedas. ¿Qué fue lo que sucedió esa vez? Quise preguntar de inmediato, pero mi madre solo tenía una cosa en mente durante la llamada.

–Prometo que no me pasara nada. Mamá, ¿qué hay con eso del accidente?

–Te pido que le hagas caso a Jessica –me ignoró–, a pesar de que no parezca confiable sabe una o dos cosas sobre esa horrible ciudad. ¡Debes tener cuidado! ¿Me oíste bien?

–Sí, mamá –si tan solo supiera quién era "ese tipo de persona" con la que había encontrado, y que en realidad Jessica no tuvo mucho que ver en la mayoría de nuestros encuentros. ¿Qué diría entonces?

–Y sobre todo cariño, no olvides divertirte.

Nos despedimos. Mi corazón seguía palpitando dentro de mi pecho con locura, a punto de salirse y dejarme atrás con todos mis sentimientos.

–Lo sabe –Jessica obvió el hecho. Con los brazos cruzados, de pie a mi lado, esperando a que colgara el teléfono. Se puso a reír. Cubrió su boca con la mano, sin creérselo–. ¡¿Cómo lo supo?!

–¡Lo mismo me pregunto! –me sorprendió bastante.

–Las mamás lo saben todo. Por lo menos mi cuello parece a salvo. Ya pasamos lo peor, por cierto –se sentó a la mesa una vez más, robando uno de mis cubitos de fruta–. ¿No ves si te hace falta algo?

Me puse a repasar mis objetos mentalmente, los muebles, las habitaciones... no encontré nada que hiciera referencia a lo que hablaba.

–No estoy seguro –me encogí de hombros, acompañándola en las sillas.

–Unas bolitas de pelo que hacen: "miau, miau" –me hizo garras con sus siempre perfectas uñas perladas.

–¡Los gatos! ¿Dónde están? –estallé–. ¿Los tienes tú?

–Por supuesto, su querida tía Jessica los mantiene a buen recaudo.

–¡No sabes cuanto te lo agradezco!

–No hay problema, Michael los está cuidando en casa de su abuela, viste que los amó.

Como dijo, lo peor pareció acabar cuando colgué la llamada. Sin saber qué hacer con el día, al final terminó ayudándome a organizar nuevas ideas para continuar el viaje. Además, comentó que se encargaría de mi vuelo de regreso. Iría a revisar qué día podía conseguir otro al aeropuerto. Hasta entonces, me quedaría en Nueva York.

Entre sus consejos y bromas, la lista de destinos sufrió varios cambios:

"Listado:

• Parque de diversiones 'Luna Park'

• El rascacielos 'Empire State Building'

• Estatua de la libertad"

Aunque el parque de diversiones en la actualidad se hallaba abandonado y en muy mal estado, me pareció interesante de visitar a pesar de eso.

Sentía que estaba mucho más allá de la mitad de mi viaje. Por lo que marqué algunas locaciones para visitar por segunda ocasión. Me arriesgaría a ver la ciudad de noche. Durante mi aventura aprendí lo mucho que puede cambiar un lugar solo por la iluminación.

Aún en la cocina de la casa, se nos fue el tiempo conversando, hablando sobre experiencias amorosas suyas y yo, intentando bordear mi situación actual a cambio de historias de mi infancia.

Avanzamos lento dentro del día, apenas daba la hora de almorzar. Decidimos tomar un refrigerio sencillo en casa, con la promesa de salir por la noche. Solo para disfrutar de las luces de los navíos en el mar.

Dormimos esperando la hora perfecta de tomar un taxi y marcharnos a ese ansiado paseo. Sentí la tentación de mencionarle sobre el "destino" secreto que jugaba con encontrarme con Ash siempre que era posible.

Al terminar nuestro paseo, varias horas después, me despedí de ella en la puerta de mi casa. Aún sin una sola noticia del rubio. Agradecí no haberle dicho nada a Jessica. El pendiente de la falta de su presencia se quedó solo para mí, dentro de mi cabeza.

❀❀❀❀❀

✒Nota de la autora

¡Hola! ¿Cómo están? ¿Saben en dónde estará metido nuestro rubio? Ni apareció durante el paseo de Eiji ;-;

¡Nos vemos el próximo domingo! 

¡Los quiero!

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